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31. Chica promiscua ¿Me estás coqueteando?


La sala de las calderas estaba justo debajo de la sala audiovisual y era el lugar perfecto para esconderte si no querías que nadie te viera.

Debías pasar frente a la secretaría y la dirección para llegar a la puerta que daba al subsuelo. Una escalera descendía formando un hexágono y te llevaban a los dos niveles.

Charlie y yo estábamos debajo, escondidas, atentas a todo lo que sucedía en el piso de arriba, para saber en qué momento los estudiantes de primero abandonarían la sala audiovisual.

La única luz que teníamos llegaba desde los otros pisos, acompañada por el murmullo de medio instituto abandonando la instalación para salir a almorzar.

—¿Puedes quedarte quieta? —le pedí a Charlotte.

Llevaba los últimos diez minutos caminando de un lado al otro con impaciencia, como si le importara una mierda que alguien la viera. Estaba tan ansiosa, que de vez en cuando soltaba quejidos porque se le estaba enfriando la comida.

Habían pilas de sillas amontonadas contra la pared, pero ninguna de las dos quería hacer ruido, así que yo me apoyé contra una de las paredes, justo debajo de la escalera.

No podía creer que estuviéramos haciendo todo esto sólo para ver una película mientras comíamos.

El sonido de un click nos hizo dar un respingo.

—¡Ya salieron!

Charlie intentó abandonar nuestro escondite, pero la atrapé por la cintura para que se quedara en su sitio.

—Quédate quieta —la regañé, su espalda contra mi pecho.

Las dos levantamos la cabeza justo cuando un grupo de estudiantes en el piso de arriba comenzó a abandonar la sala.

—Quiero ver —se removió.

Metí una pierna entre las suyas y jalé de ella con fuerza para obligarla a sentarse. Charlie soltó una palabrota y le cubrí la boca con una mano, alarmada.

—¿Nos quieres meter en problemas?

El rostro de Charlie comenzó a tomar color y por un momento pensé que tal vez me habría pasado un poco. Sentí cómo su corazón latía con fuerza contra mi pecho.

Le quité la mano del rostro, preocupada, y tomé su mentón para examinarlo.

—¿Estás bi...?

Charlie tomó mi rostro y me besó.

Apenas sí pude reaccionar por la sorpresa, pero cuando conseguí salir de mi estupefacción atiné a presionarla más contra mí para que no se resbalara de mi pierna. Ella gimió y yo desperté.

Un segundo estaba en la sala de calderas y al otro descansaba en la cama de mi cuarto, con el teléfono vibrando en la mesa de noche.

El viento que entró por la ventana elevó la cortina y me dejó ver el comienzo del atardecer.

Solté un quejido y estiré el brazo para tomar mi teléfono.

Charlie estaba llamado.

—Estaba soñando contigo —dije cuando atendí.

—¿En serio? —respondió Jade desde el otro lado de la llamada—. ¿De qué color era mi ropa interior?

Sentí calor en todo el rostro y me hundí más entre las mantas.

—¿Qué quieres? —dije, ahora con menos dulzura.

Oí un forcejeo y luego fue la voz de Charlotte la me habló.

—Hola, bebé. Ya estás llegando ¿Verdad? —preguntó.

Cerré los ojos, con la esperanza de poder darle un final a mi sueño.

—¿Llegando a dónde?

—¡Andrea, hija de la verga! ¡Te estoy esperando hace dos horas en la casa de Jade! ¡Dijiste que ibas a ayudarme a preparar el pastel de Alana!

EL PASTEL DE ALANA.

Di un salto fuera de la cama y casi se me cayó el teléfono de la mano. Miré a mi alrededor desorientada y entonces comencé a ir de un lado a otro recolectando ropa y mis pertenencias.

—¡Hoy es la fiesta! —grité.

Me pareció oír a Jade carcajearse en el fondo.

—¡No me digas! —respondió Charlie y colgó.

Grite internamente y me vestí como pude. Un pantalón colgado en la silla, una camiseta del escritorio y un morral para mi teléfono. Corrí escaleras abajo mientras me colocaba la chaqueta y descolgaba mis llaves.

Encontré mis zapatillas en el pasillo de abajo y me las coloqué sin desanudarlas.

Cuando pasé por la cocina encontré la puerta que daba al patio abierta. Mamá y papá estaban en el jardín, trabajando en el huerto.

Él pareció encontrar una lombriz en el suelo y se la enseñó a mamá. Ella gritó y cayó de culo en la tierra. Lola comenzó a corretear alrededor de ellos.

—¡Me voy! —grité desde la puerta.

Los dos levantaron la cabeza para verme.

—¡¿A dónde?! —gritó mamá desde el suelo.

—¡A la casa de Jade! Es el cumpleaños de Alana ¡Vuelvo mañana!

Corrí fuera de la casa antes de que pudieran despedirse. Recogí mi bicicleta del césped y lancé mi morral en la cesta.

Tendría al menos diez minutos hasta llegar al centro y veinte más hasta la autopista, donde debía tomar el autobús que me dejaría en la estación de trenes.

Quité una mano del manubrio para enviarle por mensaje a mamá la dirección de la casa de Jade y luego coloqué el reproductor de música.

Tonight, I'm gonna give you all my love in the back seat

Solté una carcajada y pedaleé.

Bubble pop electric, bubble pop electric.

Llegué a la casa de Jade casi dos horas después, agotada por tanto pedalear y viajar de pie.

Cuando toqué el timbre de su casa ya era de noche y la música llegaba amortiguada desde el interior.

Jade me abrió la puerta con un emparedado en la mano y me estudió de pies a cabeza, como si estuviera debatiéndose entre si dejarme entrar o no. Su cabello estaba ligeramente despeinado y un poco de brillo manchaba el hombro de su chaqueta negra.

Estaba segura de que eso había sido obra de Charlie.

—Llegas tarde —dijo.

Le arrugué la frente a modo de amenaza, para desafiarlo a que dijera algo por mi aspecto, y él acabó por dejarme entrar.

Dejé la bicicleta junto al cobertizo, lo suficientemente apartada de la casa para que a nadie se le ocurriera robármela, y me metí a la casa por la puerta trasera.

Apenas la abrí, Charlie saltó a mi encuentro y me abrazó. Me estampó un beso que me dejó tonta durante un momento y luego se apartó para verme.

Finalmente pude ver de dónde venía tanto brillo.

Su cabello tenía esas tiras pequeñas brillosas que creí que se habían descontinuado hace veinte años, pero parecía ser que no. Una vincha blanca y enorme estilizaba su peinado perfectamente lacio.

Y en su vestido había aún más brillo. Era plateado, recto, sin hombros y corto, como esos que usaban en los sesentas o setentas.

Me tomó por los hombros.

—¿Qué estabas haciendo? —me exigió saber.

—Soñando —respondí agotada.

—¿Soñando?

—Contigo.

Le alcé las cejas de manera sugerente y ella me entrecerró los ojos en advertencia, pero acabó por perdonar mi tardanza y me arrastró hasta la sala de estar, donde estaban la mayoría.

Todos nuestros compañeros de curso habían asistido. No sólo ellos, sino también algunas chicas y chicos de los equipos de lacrosse, por lo que esta fiesta parecía tener mucha más gente que la de Tania.

Alana incluso había invitado a algunos amigos de su antiguo instituto y hablaba con ellos animadamente cerca de la mesa con comida.

Jade dijo que estaba bien mientras nadie le robara nada. Su madre había cumplido años la semana anterior y se fue de viaje el fin de semana con amigos del trabajo.

La hermana de Jade, por otro lado, se había quedado y estaba charlando animadamente con algunas chicas del equipo mientras sostenía una botella de cerveza en su mano.

—Son idénticos —murmuré junto a Charlie.

Tenía la misma nariz recta que su hermano, los mismos pómulos prominentes, piel, cabello y ojos oscuros. Incluso la misma sonrisa ladeada. Sólo que ella se veía un par de años mayor.

—Sí, sí, pero ya la estás mirando mucho —se quejó la pelirrosa antes de tomar mi brazo y colocarlo sobre sus hombros—. Déjala tranquila con tus compañeras de equipo. Seguro ya le están presumiendo todos los partidos que ganaron.

—Cero —bromeé y la dejé guiarme de regreso a la cocina.

Era mucho más fácil estar allí, porque casi nadie entraba y no teníamos que preocuparnos por quién nos estaría mirando si nos besábamos.

—Aún así alguien podría entrar —le recordé preocupada.

Ella se alzó de hombros y se sentó sobre la mesa de desayuno. El pastel descansaba detrás suyo, impoluto.

Me dio miedo que le cayera algún pelo encima.

Me pregunté si lo habría hecho con Jade, o si lo compraron, en vista de que yo me quedé dormida y no pude ayudarla.

—No me importa si nos ven —me aseguró y estiró los brazos para que me acercara. Sus piernas se balancearon sin tocar el suelo y fue entonces cuando reparé en las plataformas blancas que llevaba—. Si te soy sincera, creo que sólo son mis padres los que me preocupan.

Me acerqué a ella y apoyé las manos en sus caderas. Sus piernas quedaron a cada lado de mi cuerpo y alcé el rostro para verla cuando se rascó la nuca, incómoda.

—No creo que nadie se los diga —le aseguré antes de sonreírle—. ¿Crees que los míos queden muy confundidos si les digo que estoy contigo?

Ella rio y asintió.

—A lo mejor deberías comenzar diciéndoles que has cortado con Noah.

—Creo que un poco se lo están imaginando.

Hace semanas que no les hablaba de ella ni mencionaba que iría a dormir a su casa, aunque solía hacerlo a seguido cuando éramos novias. Incluso cuando les conté del cumpleaños de Alana, ni siquiera mencioné que ella iría.

Me ponía un poco nerviosa pensar que tarde o temprano alguno acabaría preguntándome algo al respecto, pero mientras, podía seguir haciéndome la estúpida. Ese era mi estado confort.

—Qué raro, ustedes dos, contando dinero delante de los pobres —dijo Alana.

Las dos miramos la puerta por la que acababa de entrar. Llevaba un gorro de cumpleaños enganchado y las mejillas sonrojadas, como si hubiera estado charlando animadamente y bebiendo durante un buen tiempo.

Se acercó a la puerta de la heladera y comenzó a sacar latas de cerveza.

—¿Qué pobres? ¿Y el chico con el que estabas saliendo? —preguntó Charlotte.

—Sí, el de la camiseta de crepúsculo —recordé.

Ella tosió con sorpresa.

—No dije que estuviera saliendo con nadie ¿Saben? —respondió.

—¿Es Jade? —insistió Charlie y las dos la miramos con sorpresa. Ella le alzó las cejas a Alana con inocencia y yo me llevé una mano al rostro. Se veía tan linda—. Su madre cumplió años hace poco también.

Alana se volvió completamente roja.

—No es lo que sea que estés pensando —respondió—. No me gusta. Simplemente me lo crucé ese día.

Charlie y yo compartimos una mirada, sin creerlo del todo. Alana no se habría puesto tan nerviosa cuando le preguntamos si tenía algo que decirnos, si no nos escondiera nada de verdad.

—¿Por qué no nos has dicho que era Jade? —le pregunté.

Pasé los brazos por detrás de la espalda de Charlie para abrazarla y ella descansó su mejilla en la coronilla de mi cabeza.

—Porque sabía que se iban a poner así de insistentes. —Alana cerró la puerta, visiblemente molesta—. Honestamente, Charlotte. Después de tu ex novio, por más que quiera, ya no me da la gana.

Charlie levantó la cabeza.

—¿En serio, Alana?

Hubo un momento de silencio tenso en el que las dos se miraron hasta que la rubia acabó suspirando.

—Lo siento por eso.

Ella se alzó de hombros.

—No sabías. —Metió una mano entre mi cabello para rascarme—. Yo tampoco debí enfadarme tanto contigo.

Alana miró hacia otro lado, como si le incomodara hablar de esto.

—Sólo quería que supieras eso. De haber sabido que era tu ex, no habría estado con él. —Rodó los ojos—. En el fondo no lo aguantaba.

Charlie rio.

—Nadie lo aguantaba.

—Ni los profesores —dije yo.

Alana sonrió un poco.

—Sólo me gustaba que me prestara atención, como con Noah.

Ah, la innombrable.

Me separé un poco de Charlie para poder ver mejor a Alana.

—Mira, nosotros no somos las tontas más atentas del mundo, pero nos tendrás siempre que nos necesites.

Ella hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto y nos dejó.

Jade desapareció gran parte de la noche, pero su hermana ocupó su lugar como anfitriona sin problema alguno. Entre ella y Alana animaban la fiesta y a medida que pasaban las horas cada vez estábamos todos más borrachos y de mejor humor.

Charlie no debía conducir hasta su casa, porque vivía al lado, así que se dedicó a beber todo lo que le pusieran en la mano. Me aseguré que no bebiera demasiado, pero ella tampoco tenía el mejor aguante, que digamos.

No fue hasta que dejó de bailar para descansar en el sofá que me di cuenta que ya se había pasado de copas, porque Charlie nunca rechazaba la oportunidad de estar en el centro de la pista.

Me senté en el apoyabrazos de su sofá para pasarle una botella de agua.

—¿No estás cansada aún? —pregunté.

Cuando miré mi reloj eran apenas las tres de la mañana.

Ella bebió y movió la cabeza al ritmo de la música que se oía por los parlantes. El volumen estaba tan fuerte que debíamos gritar para hablarnos y no era capaz de escuchar mis propios pensamientos.

—...y creo que deberías buscarlo.

—¿Uh?

Busqué de dónde había salido esa voz. La hermana de Jade estaba agachada a mi lado, con su teléfono en la mano. Me miraba fijamente, como si esperara una respuesta.

—Que le digas a Jade que salga a comprar más refrescos.

—¿Dónde está jade?

Ella se alzó de hombro y dejó un par de billetes en mi mano. Me quedé mirándolos un momento, medio tonta, hasta que Charlie se incorporó de golpe.

—¡Te acompaño!

¿De dónde sacaba tanta energía?

Intentó abrirse paso entre la multitud de personas amontonadas en el centro, pero alguien la empujó sin querer y ella se tambaleó. Pasé mi brazo para ayudarla a caminar y ella se apoyó en mí.

—¿Y si buscamos el jacuzzi? —preguntó cuando conseguimos llegar a las escaleras.

—No tenemos traje de baño.

Charlie se estiró para dejar un beso en mi mentón y yo protesté, porque no me estaba dejando caminar bien.

La tomé por los brazos.

—Charlie, no puedo hacer dos cosas al mismo tiempo.

Ella me miró a través de sus pestañas brillosas.

—Entonces sólo hagamos una.

Aparté la mirada.

Piensa en la biblia, Ned.

—¿Me vas a ayudar a buscar a Jade o no?

Ella suspiró y comenzó a subir las escaleras, pero allí también había gente sentada o apoyada en las paredes, así que debía sostenerse con fuerza de la barandilla.

A mitad del camino acabé enganchando mi brazo de nuevo alrededor de su cintura con exasperación.

—A dormir —le dije—. Vamos a buscar el cuarto de Jade.

Ella guardó silencio, como si cediera, pero cuando encontré su dormitorio y abrí la puerta, ella volvió a hablar.

—¿Con qué soñaste?

—¿Qué?

—Dijiste que soñaste conmigo —me recordó—. Dime con qué.

Suspiré.

—Con cosas inocentes.

Dentro del cuarto ya había alguien durmiendo en la cama. Las dos nos detuvimos con sorpresa y encontramos a Alana acurrucada bajo las mantas.

Admiraba mucho la capacidad que tenía para dormirse en cualquier momento y a cualquier hora. Incluso aunque fuera su fiesta de cumpleaños.

Era como esos niños que dormían bajo las mesas en las quinceañeras.

—Bien, estamos solas —dijo Charlie.

—No, no estamos solas. Alana está allí —la señalé, pero ella volvió a besarme—.¡Dios mío, Charlotte. Quédate quieta! —La aparté de nuevo y la obligué a sentarse en el borde de la cama—. ¿Pero qué tenía la cerveza que te tomaste?

Charlie me miró con sus enormes ojos azules y en menos de un par de segundos noté cómo comenzaron a humedecerse.

—¿Por qué eres tan ruda conmigo? —preguntó al borde del llanto. Usó su brazo para limpiarse algunas lágrimas—. Sólo quiero estar contigo.

Me pasé una mano por el rostro, sintiéndome fatal. No había querido ser ruda con ella, pero entre que yo apenas podía caminar y ella también, me estaba exasperando.

Me acuclillé frente a ella.

—Lo siento —dije—. Voy estar contigo, pero déjame buscar a Jade primero —le pedí—. Quédate aquí con Alana.

—No. Quiero acompañarte.

Intenté protestar, pero ella salió del cuarto antes de que pudiera decirle nada. No me quedó más remedio que seguirla fuera.

Ella se enganchó a mi brazo con entusiasmo y me arrastró hacia otra puerta para inspeccionar el interior.

—¿Y si recreamos tu sueño? Ese inocente.

Rodé los ojos.

—Sí, cuando estés sobria —Abrí otra puerta.

—A lo mejor cuando esté sobria no tenga el coraje para hacerlo.

El olor a cenizas inundó mis fosas nasales. Varios muchachos salieron del cuarto con cigarros en sus manos. Uno de ellos me dio una palmada en el hombro cuando pasó a mi lado.

De no haber estado distraída mirando a Charlie, probablemente lo hubiera apartado.

Pero estaba demasiado concentrada en su rostro como para siquiera notarlo.

Ella apartó la mirada con pena.

—Charlie, no estás obligada a hacer nada ¿Sabes? —murmuré.

—Pero quiero hacerlo.

Hasta yo me puse roja.

—Vuelve a decirme eso cuando puedas caminar derecha y haremos todo lo que quieras —le prometí.

Charlie suspiró, como si se estuviera resignando demasiado.

Tironeé de ella hacia atrás para dejar salir al resto de las personas que se encontraban en el cuarto y me asomé por otro pasillo para asegurarme de que nadie se estuviera escondiendo allí.

Encontré a Jade.

Pero él no estaba solo. Había otro chico del equipo de lacrosse a su lado, con el rostro hundido en su cuello y sus manos perdidas en algún punto debajo de la camiseta de Jade.

Como si hubiera sentido mi presencia, Jade levantó la cabeza y abrió apenas los ojos. Nuestras miradas se encontraron, pero en lugar de alarmarse, él simplemente me observó como si yo fuera una molestia o como si apenas pudiera distinguirme entre tanta oscuridad.

Entonces, se llevó un dedo a los labios para indicarme que me mantuviera callada.

Me aparté con el corazón en la boca y choqué con Charlie. Las dos nos apoyamos contra la pared del pasillo principal y nos miramos como si acabáramos de ver un ovni.

—¿Nos podemos unir? —preguntó ella.

La empujé dentro del baño y me metí con ella. Cerré la puerta detrás de mí para que no nos escucharan por accidente.

—¡Lávate la boca! —la regañé.

Charlie abrió el grifo del agua y se mojó la cara.

—Padre nuestro, que estás en el cielo... —murmuró—. De repente como que se me quitó la borrachera.

—¿Crees que Alana ya lo sabía? —le pregunté.

La puerta se abrió y me golpeó la espalda. Jade se metió y cerró. Estaba visiblemente molesto y alcancé a ver una marca roja en su cuello.

—Ustedes dos no saben estar quietas ¿No? —nos preguntó.

Charlie cerró el grifo y se irguió lo mejor que pudo estando ebria y con plataformas. Abrió la boca, y simplemente supe que estaba a punto de preguntar algo indecente, pero fue interrumpida.

Un perro comenzó a llorar afuera.

—¿Qué es eso? —preguntó, en cambio.

Jade pareció desconcertado durante un momento, hasta que reparó en los lamentos del animal y su expresión pasó de enfado y confusión a preocupación.

—Es de los otros vecinos —dijo—. Creo que se han ido de vacaciones.

—¿Lo han dejado solo? —pregunté preocupada.

Me asomé por la ventana del baño e intenté ver hacia la casa de al lado, pero solo podía oír al animal ladrar y llorar del otro lado del muro.

Una cosa era el llanto de un perro cuando se lastimaba o pedía comida. Pero otra muy diferente era la de un perro encerrado. Era mucho más desgarrador.

—Hay que sacarlo —dije.

—¿Eres estúpida? —preguntó Jade.

—Sí ¿Pero qué tiene que ver?

—Ese perro está para hacer guardia ¿Qué te hace pensar que no te morderá apenas te huela?

No me importaba si no podía razonar con él. Estas cosas no se razonaban.

Abrí la puerta y salí corriendo. Casi me rompí una pierna bajando las escaleras, pero sobreviví. Y todos estaban lo suficientemente borrachos como para que ni siquiera les importara lo que estaba haciendo.

Salí al jardín trasero y me acerqué a la parte lateral de la casa, donde estaba el muro que daba a la de su otro vecino. Por un momento pensé en escalar algo y saltar hacia el otro lado, como había hecho millones de veces cuando visitaba a Charlie, pero no podría sacar al perro así. Y si me mordía, entonces lo tendría un poco más difícil.

—¿Qué te he dicho sobre quedarte quieta?

Jade me alcanzó y me tomó por el brazo.

—¿Qué te he dicho sobre tocarme? —le di un puñetazo bajo el hombro.

Él protestó y me soltó. Yo me quedé mirándolo, con los hombros levantados y los brazos a cada lado, como el meme de Calamardo.

—¿Qué vas a hacer? —me preguntó.

No tenía idea.

—Voy a abrir la cerradura de la puerta y sacar al perro.

—¿Cómo?

—Con un tutorial de youtube —le respondí, como si no fuera obvio.

Charlie cruzó el césped del jardín y nos alcanzó. Se veía demasiado tranquila en comparación con Jade.

—Puedes usar mis pasadores —sugirió.

Jade intentó protestar, pero no pudo decir nada para retenernos. Lo obligamos a abrirnos la puerta y le dijimos que podía quedarse en su casa, pero decidió acompañarnos, sólo para seguir hablando mal de nosotras.

El perro comenzó a llorar contra la puerta de entrada cuando nos oyó acercarnos. Lo escuché arañarla y miré furiosa al muchacho.

—Qué bien que defiende la casa ¿Eh?

Charlie puso un tutorial de youtube y lo miramos atentamente. Veinte minutos después yo ya estaba con los pasadores dentro de la cerradura y jade regresaba de su casa con tres latas de cerveza.

Entonces, algo hizo click, como en mi sueño de la sala de las calderas.

Pero no fue la cerradura de la puerta, sino algo detrás de nosotros.

—¡Policía!

El grito me asustó lo suficiente como para hacerme soltar los pasadores. Charlie dejó caer su teléfono sin querer y Jade murmuró una palabrota.

A nuestra espalda se encontraba un patrullero de la policía. Un oficial sostenía un arma contra nosotros detrás de la puerta del acompañante y nos apuntaba.

Casi me meé.

—¿Charlotte?

Como si la policía no fuera demasiado aterradora, la madre de Charlie llegó desde la dirección en la que estaba su casa. Llevaba la ropa mal acomodada, como si se hubiera cambiado con prisa, y mantenía su abrigo cerrado con las manos contra su pecho.

La madre de Charlotte me daba miedo.

Era más alta y seria que ella, con facciones endurecidas y una mirada cargada de desprecio. Tenía el cabello rubio, igual que su hija, pero uno o dos tonos más oscuro y con canas visibles.

—¿Mamá? —preguntó la borracha—. ¿Qué haces aquí?

—¿Esta es su hija, señora? —inquirió el oficial sin bajar el arma.

—Por supuesto que es mi hija —le respondió como si no fuera evidente. Se veía muy molesta—. Vivo aquí al lado. La vi tambalearse desde la acera. Está tan borracha que no sabe ni cuál es su casa.

Charlie asintió en dirección a su madre, aprovechando la oportunidad.

—Perdí mis llaves —lloriqueó y se colgó de mi brazo—. Mi novia sólo me estaba ayudando.

—¿Cómo que novia? —preguntó su madre.

-.-.-.-.-

Ese hombre ya está muerto... nomás no le han avisadoo.

Buenasss.

¿Cómo andan? ¿Qué tal les trató la semana?

A mí me agarró estudiando y trabajando, como siempre jaja.

Y también estuve fangirleando un poco por la película a través de mi ventana. Le hice un fanart y todo y después me di cuenta de que escribí mal el título. En fin, y me hago llamar escritoria JAJA Quedé como estúpida.

También estuve haciendo muchos dibujos. Subí una historieta de Marco y Jordan a instagram, los protagonistas de "Romeo, Marco y Julieta", historia que les recomiendo pasarse si les gustan las historias lgbt con humor (espero que sí, sino ¿Qué hacen en el capítulo 31 de esta historia?) y tienen moneditas.

¡Subí un video a youtube!  Es un storytime sobre cómo terminé haciendo un fanfic gay entre mi ex crush y otro chico, y metí la historia en pagadas.

https://youtu.be/AshQuintana

Los invito a suscribirse a mi canal de youtube y activar la campanita para que les llegue notificacion de cuando saque el video, o estar pendientes en mi instagram o twitter, donde estoy siempre activa. Pueden buscarme como Ash Quintana.

Ahora sí ¿Qué les pareció el cap de hoy? Me quedó largo sin pretenderlo, así que espero que lo hayan disfrutado un poco más que el anterior, que fue más cortito.

Nos acercamos a la recta final. 

¿Qué cosas esperan ver en los próximos capítulos?

Bueno, en fin, les dejo las ilustraciones y me despido. No olviden pasarse por mis redes sociales y los quiero mucho.

mis diosas 

Bai. 

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