13. Ahora ella es mi novia
Noah no me odiaba.
Comencemos por ahí.
Había estuvo enojada cuando me habló aquella tarde en el festival y por un momento temí haberlo arruinado, haber roto nuestra amistad.
Cuando terminamos de tocar en el escenario, bajé a buscarla con miedo y la encontré en la misma esquina en la que parábamos a fumar y hablar antes de entrar a clase. Ella estaba sentada en las escaleras de entrada de la escuela primaria y bebía un jugo de caja que sostenía entre sus manos.
La noche había caído hace poco y el viento comenzó a soplar con más fuerza. Me tuve que abrazar a mi misma para refugiarme del frío. Noah, por otro lado, fue lo suficientemente responsable como para llevar un abrigo y ahora se escondía bajo él.
Me hinqué frente a ella y la vi alzar la cabeza y quitarse el sorbete de entre los labios.
—Lo siento —dije en voz baja—. Lo siento. No quise lastimarte.
Noah levantó una mano y la dejó sobre mi cabeza. Alcé la mirada con curiosidad cuando me rascó entre el cabello con cariño y luego volví a fijarme en ella, sin entender qué significaba eso.
—No me has lastimado —dijo. Me pareció que intentaba no sonreír—. Y no puedo estar enojada contigo.
Su mano bajó hasta mi mejilla y la miré expectante. Estaba apenada por lo que había hecho y sabía que no era el fin del mundo, pero me daba mucha pena saber que la hice sentirse mal por no haber pensado en ella cuando hablé.
Ladeé la cabeza para acunar mi rostro en su mano. No lo diría jamás en voz alta, pero me gustaba mucho que me tocaran en general. Al menos, cuando se trataba de ellas.
Me miró, pero al mismo tiempo no lo hizo. Su atención vagó por mi rostro hasta detenerse en su propia mano. Parecía estar centrada en un pensamiento.
—No quiero que dejemos de ser amigas —dije.
Ella me miró de golpe.
—¿Por qué dejaríamos de serlo? —preguntó— ¿Tan mal besas?
Me levanté un poco, para alcanzarla y poder besarla. Ella tomó mi rostro con sus dos manos y la caja de jugo repiqueteó contra el pavimento cuando cayó.
Sus labios estaban fríos y húmedos. Sabían a cítricos y cigarros, y se sentían extraños pero al mismo tiempo familiares.
Había algo tan peculiar e íntimo en los besos, donde fuera y de la manera que sean. Una vez había leído que la ciencia aún no sabía decir por qué nos besábamos: Qué cosa llevaba a un humano a hacerlo.
¿Por qué?
¿Por qué a Noah, mi mejor amiga? ¿Por qué aquí, en medio de la calle? ¿Y por qué me sentía tan cómoda haciéndolo?
La culpa me invadió. La sensación horrible de que no deberíamos estar haciendo esto.
Así como sus manos me mantuvieron con ella hace unos segundos, ahora me alejaron. Me permitió uno o dos segundos de confusión hasta que habló.
—¿Por qué estás tan tensa?
Había besado a otras chicas antes y sentido esa adrenalina en el cuerpo que sólo ellas podían darme. Pero Noah era la primera a la que besaba en público, a la que dejaba que me expusiera de manera tan tonta y peligrosa.
—Nos están mirando —dije.
No estaba segura de que así fuera, pero las dos sabíamos que todos iban a mirarnos si hacíamos estas cosas. Incluso aunque pretendieran que no. Tener ojos clavados en la espalda era un peso nuevo para mí.
Ella arrugó la frente. Estiré una mano para limpiar su labio con el dedo pulgar. Sus ojos reflejaron las luces de los carteles luminosos.
—Todos nos van a mirar siempre —dijo—. ¿Te vas a esconder?
No quise hacerlo, pero me dio mucho pánico la idea de que mis padres o cualquiera de nuestros amigos nos vieran. No me daba pena que supieran sobre nosotros, pero el tener que dar explicaciones era algo con lo que no me acostumbraba y aún no quería lidiar.
Dejamos que el resto de la semana pasara. Ella ya no se veía más enojada, pero nunca lo hacía.
Mi cumpleaños llegó ese viernes, veintiséis de marzo.
Mamá y papá me dejaron invitar a algunos amigos en la casa con la condición de que no pisáramos el segundo piso. Incluso me acompañaron hasta el centro para comprar comida para todos y me ayudaron a cocinar un pastel del que me comí la mitad de la crema.
Fue en la tarde cuando me di cuenta de que tal vez no me estaba escondiendo tan bien.
Papá fue a la ciudad para pasar a buscar a las chicas y mamá y yo nos quedamos preparando emparedados en la cocina. La noche había caído y se oía el canto de los grillos desde el jardín trasero.
Lola no dejaba de entrar y salir de la casa porque la puerta trasera estaba abierta y a veces llegaba a tanta velocidad que se daba un cabezazo contra mi pierna.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Levanté la mirada de mi pila de emparedados y me quité uno de los auriculares, con el pan en la mano. Ella no me devolvió la mirada, sino que continuó cortando.
Se veía igual de cansada que siempre. Algunos mechones delgados caían de su cabello mal recogido. En su frente se agrupaban canas que.
—¿Qué? —pregunté y me metí un pedazo de pan en la boca.
Ella continuó sin mirarme.
—¿Te gustan las chicas?
Intenté tragar el pan pero se me cerró la garganta. Tuve un ataque de tos violento y luego calor. En el rostro, en las orejas, en el cuello.
—No —mentí. Miré el pan que ella había estado cortando, demasiado avergonzada—. No sé —me sentí pequeña—. ¿Por qué?
Ella continuó con su tarea, inalterable.
—Hmm.
La miré aterrada.
—¿"Hmm" qué?
—Nada.
—¿Cómo que nada?
Acabó con su emparedado y lo dejó en el plato junto al resto. Luego sacó otro pan de la bolsa para cortarlo en silencio.
Se sentía como estar siendo cuestionada por la santa inquisición. Mientras más tiempo de silencio guardaba, más nerviosa me iba poniendo.
Me metí otro trozo de pan en la boca, angustiada. Tal vez un poco más grande de lo que podía llegar a masticar.
—¿Es Charlie?
Intenté tragar y me atraganté.
—¿Charlie qué? —pregunté, con la garganta a fuego vivo.
Sentí mis ojos humedecerse.
Mamá suspiró, dejó el cuchillo y el pan a un lado y apoyó las palmas en la mesa, completamente seria. Giró el rostro hacia mí con cuidado y yo tragué.
—¿Tú y Charlie...?
—¡Buenas!
La puerta de entrada se abrió de golpe y Lola echó una carrera para recibir a Charlotte, quien acababa de entrar con los brazos extendidos para saludarnos. Se veía radiante y espabilada.
Cuando se acercó a nosotras en un par de zancadas las hebillas entre su cabello tintinearon al chocar entre sí.
La miré, pálida, incapaz de reaccionar.
Detrás de ella entraron Noah, Alana, Jade y papá.
—¡Feliz cumpleaños!
Charlie se acercó por detrás y pasó los brazos por encima de mis hombros para estamparme un beso en la mejilla. Presionó sus dedos en mi rostro con la suficiente fuerza como para que yo no me escapara y de no ser por lo que acababa de decir mamá, probablemente me hubiera reído y la hubiera intentado apartar jugando.
—Hola, Charlie —dijo mamá. Volvió a retomar su trabajo con los emparedados, pero ahora miraba a mi amiga con una sonrisa amable, de esas que las mamás le dan a los "buenos" amigos de sus hijos—. Ha pasado un tiempo desde la última vez que viniste.
Charlie dejó un brazo colgado sobre mi hombro y miró a mamá, sonriente.
—Los exámenes —dijo—. Mamá es una pesada y la semana entrante ya son las olimpiadas de matemática. Pero ya las extrañaba —Abrió más los ojos, como si acabara de recordar algo, y miró a papá—. Y a usted también.
El brazo de Charlie quemaba sobre mi piel, pero no había manera de apartarla sin verme sospechosa.
Mentalmente, estaba maldiciendo a mi mamá por haber hecho esta situación tan incómoda, a Charlie por ser tan efusiva y a mí, porque nunca antes me había puesto nerviosa simplemente por el hecho de que me tocara.
Me levanté de golpe y sacudí las migas de mi camiseta. Mamá y Charlie me miraron. Noah y Alana, que caminaban hacia nosotras, se detuvieron. Incluso Jade y papá volvieron la cabeza hacia mí.
—Me estoy meando —balbuceé.
Y corrí hacia el segundo piso antes de que alguien pudiera decir nada más.
Llegué hasta el baño y cerré la puerta. Me tomé un momento para repasar lo que acababa de pasar y luego me llevé las manos a la cabeza.
—Tonta —murmuré. Miré mi reflejo en el espejo: roja y alterada, como siempre—. Tú...gay.
Recogí la ropa que había dejado sobre la pila de toallas esa tarde y me cambié. Se suponía que iba a bañarme, pero se me pasó y no quería hacerlo con invitados en la casa. Mientras me colocaba la camiseta limpia me dije que no era tan complicado como parecía.
De acuerdo, mamá pensaba que Charlie me gustaba. ¿Y qué? Ya todos lo pensaban. Sólo tendría que aclararle que no era así.
Pero me hacía enfadar el pensar en que ya no podríamos ser como antes sin que me pusiera nerviosa por lo que los otros estarían pensando. Me daba miedo que ya no pudiéramos volver a ser como antes. Y todo esto era culpa del resto.
No mía.
Todos estaban complotados en mi contra y se habían sentado un día para decidir que debían molestarme con Charlie y volver todo absurdamente incómodo.
Salí del baño y me dispuse a bajar, pero oí murmullos desde mi cuarto. Caminé hasta él con recelo y cuando abrí la puerta me encontré con Noah y Alana subidas a los hombros de Charlie y Jade mientras peleaban con sticks de lacrosse.
Noah apuñaló el hombro de Alana con la parte trasera del stick y Jade retrocedió para mantener el equilibrio, pero él y la rubia cayeron con un estruendo. Charlie y Noah se volvieron a verme, aún armadas, y yo sólo atiné a cerrar la puerta.
Medio segundo después recordé que ese era mi cuarto y volví a entrar.
—¿¡Qué es esto!?
Jade tosió desde el suelo y apoyó el codo para levantar la cabeza. Su cabello caía sobre su rostro, alborotado, y le daba una apariencia un poco insana.
Sonrió.
—Feliz cumpleaños.
Le arrojé mi ropa sucia y él se levantó de inmediato para esquivarla. Ayudó a Alana a levantarse, quien ni siquiera se había molestado en intentarlo antes de eso, y luego tomó una bolsa de regalo que estaba sobre mi escritorio para entregármela.
Era mediana, con un patrón bonito en verde y rojo.
—Mi mamá lo escogió. Aún cree que eres mi novia y siente pena por ti.
—Dile que sólo estoy contigo por tu dinero.
Abrí la bolsa con curiosidad y saqué una tobillera. Era plateada y tenía diminutos dijes con forma de mariposas y estrellas. Era bonito. Me daba la sensación de que era una de esas joyas que se rompían con nada, pero era bonito.
Me agaché para colocármelo en la pierna y lo examiné.
—Nuestra pipa de la paz —dijo Jade. Se hincó frente a mí para acomodar la tobillera con cuidado de no tocarme y luego alzó la cabeza para verme. Durante un largo tiempo creí que las sonrisas de Jade eran falsas, pero ahora no estaba tan segura. Se veían auténticas, a su manera—. Ahora ya estamos casados. Disfruta tu amarre.
Lo empujé con fuerza para hacerlo caer.
Alguien llamó a la puerta, que estaba abierta. Papá llevaba una maceta gigante entre sus brazos con un pequeño arbolito en ella.
—¿Quién quiere ayudarme a plantarlo? Es un pino.
—¡Yo! —Noah se bajó de la espalda de Charlie y salió con papá.
Me dispuse a seguirla, junto al resto, pero Charlie me tomó por el hombro para detenerme. Jade reparó en eso y se volvió para vernos, pero le hice un gesto con la mano para que siguiera andando.
—Yo también tengo un regalo —dijo la pelirrosa—. Ahora los alcanzamos.
La miré con sorpresa e intenté preguntarle con la mirada de qué estaba hablando. Noah hizo amague de querer regresar al cuarto, pero Alana jaló de su brazo hacia afuera.
No me hizo falta ser muy inteligente para darme cuenta de que en realidad no quería dejarnos solas, pero nunca lo admitiría.
Cerré la puerta despacio y me quedé a una distancia prudente de Charlie.
Ella se acercó a mi cama para buscar algo debajo de ella y yo estrujé la tela de mi falda con un poco de temor de lo que fuera a sacar de allí. Su camiseta era de espalda descubierta y con el cabello sobre el hombro pude ver de nuevo todos sus lunares.
No.
Me pasé una mano por el rostro.
—¿Por qué nadie puede ver tú regalo? ¿Es algo ilegal?
Ella sacó el estuche de su guitarra y me sonrió.
—En realidad, no te traje regalo. —Abrió el bolsillo y sacó un sobre de papel madera—. Bueno, sí y no. Ya estaba aquí, así que, técnicamente, no lo traje.
La guitarra de Charlie permaneció escondida en mi habitación desde el festival. Ella no podría venir a tocar todos los días, pero me había pedido que aún así se la guardara. Quería que la tuviera yo.
—Es una mezcla de canciones. Ahora que lo pienso, suena gay. —Se levantó del suelo y sacudió sus pantalones cubiertos de parches y estrellas bordadas—. Pero a mí me gusta hacer mezclas. No es que seas especial ni nada, eh. Aunque sí lo eres, porque eres mi mejor amiga. —Hizo amague de entregármelo, pero se acobardó y quitó la mano—. No hay significado oculto. Sólo me gustan las canciones. Pero escúchalas, de todas formas.
Entonces sí me dejó tomar el sobre.
En el reverso había una lista con veinte canciones. Algunas que conocía y otras que no. Dibujó un gatito enfadado en la portada y de título colocó con marcador rosa "Si no te gusta, me mato".
Alcé la cabeza y la encontré con las manos detrás de su espalda. Me miraba expectante, con una sonrisa de orgullo en su rostro. Ella se creía una artista y estaba exhibiendo su obra de arte.
—Es lindo —le dije, un poco enternecida.
—Como yo. —Dio un paso hacia mí y meneó la cabeza como si quisiera sacarse unos pensamientos de la cabeza—. ¿Qué tenías hace un rato? ¿Por qué estabas medio rara?
Presioné los labios sin saber si decirle o no, pero acabé cediendo. No es como si me gustara mentirle.
—Mamá me preguntó si me gustaban las chicas y te sacó de tema de conversación.
—¿A mí?
Dejé el sobre en mi escritorio e intenté aparentar naturalidad
—Por alguna razón relacionó tu nombre y el mío con la palabra "lesbianismo".
Reí con nervios.
—¿En serio? —Charlie corrió algunas cosas del escritorio y se sentó sobre él, con cuidado de no aplastar la mezcla. Me miraba con diversión—. ¿Y qué le has dicho? —Abrió más los ojos y se llevó una mano al pecho—. Qué pena ¿Y si piensa que hacemos algo cuando me quedo a dormir? —fingió abanicarse—. He mancillado tu nombre...
—Cállate.
—Tu reputación. Te he quitado tu...
—¡Cállate!
Le tapé la boca y ella me mordió la mano para seguir hablando.
—¿Y si me obliga a casarme contigo? —preguntó. Intentaba verse preocupada, pero parecía estar haciendo un gran esfuerzo por no sonreír. Intenté cubrirle la boca de nuevo, pero me tomó por la muñeca para evitarlo—. Eh, eh, Andrea. No es tan serio. Saca esa cara larga.
Intentó tocar mi mejilla, pero aparté el rostro.
—Para mí sí es de vida o muerte —la regañé en un susurro, como si temiera que alguien nos estuviera espiando desde el otro lado de la puerta—. Luego... luego Noah se enfada, como la otra vez.
La diversión desapareció del rostro de Charlie tan rápido como llegó y me arrugó la frente.
—¿Cómo que "luego Noah se enfada"? ¿Ni siquiera andas con ella y ya te preocupa si le dan celos? Ahí no es, amiga.
—Yo también me enfadaría.
—Además. —Me ignoró sin soltarme—. ¿Desde cuándo Noah es celosa? Y más contigo que te conoce de toda la vida. Primero se enfada porque me dices que me quieres ¿Y ahora tampoco podemos ser amantes? Ridículo.
Le estampé la mano en la cara para hacerla callar. Ella soltó una risa y separó mis dedos para verme entre ellos.
Sus ojos eran usualmente azules, de esos claros, casi sin color, que parecen hechos de hielo. Pero a veces, como ahora, cuando la luz era mala, se veían de un gris opaco.
—Ella sabe que yo no me meto en relaciones de otros —dijo con suavidad, como si intentara tranquilizarme—. Por más que me gustes.
🌸🌸🌸
Holiii
¿Cómo andan? ¿Qué tal? ¿Cómo estuvo su semana?
La mía estuvo casi tan movida como la semana pasada JAJJA finalmente terminé todos las comisiones que tenía pendiente y aproveché para dibujar a iriel en la historia de ángeles que estoy subiendo a instagram.
Para los que aun no saben, hoy armé una guia en mi perfil explicando en orden un poco de la historia. Mañana planeo subir otro dibujo y más información.
¡ah! También subí un speedpaint de ese dibujo, aunque instagram me lo cortó por la mitad JAJAJ después voy a ver cómo hago para subirlo por completo a otro lado.
Pregunta.
¿Team Noah o team Charlie? 👀
¿O todavia hay algun alma pobre que es team Jade?
¿Qué shipps tienen de la historia?
¿Qué le regalarían a cada personaje por navidad, ahora que se acerca?
Besos! Nos vemos la semana que viene!
Bai ♡
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