Capítulo 19
Aviso:
Hola!. Se que recuerdan algunos como era este capítulo. Perdón, Pero este está mejor. Se los prometo, me tomé mi tiempo y ahora me dedicaré a escribir está historia hasta que la termine.
Espero disfruten la nueva portada, al igual que el nombre de la historia.
Perdón si esperaron mucho. Oh sí aun les interesa. Espero lo disfruten
Un consejo más. Escribí esto escuchando la canción de Billie Eilish: Chihiro, si gustan. Escuché la mientras la leen. A partir desde que Sprout y Hitch estén jugando nuevamente.
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Todo había comenzado como una noche tranquila. Los tres habían decidido relajarse en la casa de Sprout después de un día particularmente largo. Para variar, Sprout había sugerido jugar un juego de beber, asegurando que era una tradición en las reuniones "civilizadas". Al principio, Hitch no estaba convencido, pero Thunder, intrigado por la propuesta, aceptó con entusiasmo, y al final todos terminaron sentados en círculo con vasos en mano.
El juego había empezado de forma inocente: preguntas simples, desafíos tontos y muchas risas. Sin embargo, la resistencia de Thunder al alcohol resultó ser notablemente baja. Para cuando Sprout lanzó su tercer desafío, el pegaso apenas podía mantenerse sentado. Su intento de levantarse para aceptar un reto terminó en un desastre cómico: un paso en falso, un tambaleo exagerado, y finalmente cayó al suelo como un árbol derribado.
—¡Y ahí va el gran Thunder! —exclamó Sprout, riéndose tan fuerte que casi derramó su propio vaso—. ¿Qué pasó con el temible guardia del cielo? ¡Ni siquiera aguantaste una ronda completa!.
Hitch intentó ocultar una sonrisa mientras se inclinaba para revisar al pegaso. Thunder estaba completamente fuera de combate, murmurando incoherencias mientras yacía boca abajo en la alfombra.
—Creo que ya tuvo suficiente por esta noche —dijo Hitch, suspirando. Con la ayuda de Sprout, levantó a Thunder, quien parecía más un muñeco de trapo que el orgulloso guardia que conocían.
Mientras lo llevaban al sofá, Sprout no podía evitar seguir riéndose.
—Esto es oro puro. Nunca lo dejaré olvidar que fue el primero en caer.
—Tal vez no deberías haberle dado esos desafíos tan difíciles —replicó Hitch, aunque no podía evitar sonreír también. De alguna manera, la escena de Thunder completamente derrotado por el juego tenía su encanto.
Ya en el sofá, lo cubrieron con una manta, y Sprout sacó su teléfono, claramente dispuesto a documentar el momento para la posteridad. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de tomar una foto, Thunder murmuró algo que hizo que ambos se detuvieran en seco.
—"La reina… el peligro… todos…" —balbuceó, con el rostro todavía enterrado en el cojín.
Hitch y Sprout intercambiaron una mirada de desconcierto.
—¿Crees que está soñando? —preguntó Sprout, arqueando una ceja.
Hitch frunció el ceño, sintiendo que algo no encajaba.
—No lo sé, pero esas palabras no suenan como un sueño cualquiera. —Se cruzó de brazos, pensativo—. Tal vez deberíamos averiguar qué quiso decir… cuando despierte.
Sprout suspiró y volvió a sentarse, dejando el teléfono a un lado.
—Bueno, al menos será mañana. Y si lo preguntas, sí, todavía voy ganando este juego.
Una vez que dejaron a Thunder bien acomodado en el sofá, Hitch y Sprout regresaron a la mesa donde las botellas de vino, los vasos y las cartas del juego aún estaban esparcidos. Había un extraño silencio entre ellos mientras volvían a sentarse. Sprout, aunque intentaba mantener su actitud relajada, estaba claramente algo reservado. No era común que Hitch estuviera en su casa, y mucho menos compartiendo una noche como esta.
Hitch sirvió un poco más de vino en su vaso y luego miró a Sprout, quien jugaba con el borde de su propio vaso, evitando el contacto visual directo.
—¿Seguimos jugando? —preguntó Hitch, intentando romper la tensión.
Sprout se encogió de hombros. —Supongo. Aunque ahora que Thunder está fuera, no será tan divertido ganarte. —Lo dijo con una sonrisa forzada, pero no había el mismo entusiasmo que antes.
Hitch arqueó una ceja, notando el tono extraño en la voz de su amigo. Sin embargo, decidió no insistir. Abrió la tercera botella de vino, llenando ambos vasos antes de acomodarse nuevamente. El juego continuó por un rato, pero las respuestas de Sprout eran más cortas, casi mecánicas, como si su mente estuviera en otro lugar. Finalmente, después de un turno especialmente largo de silencio, Sprout dejó su vaso en la mesa y se cruzó de brazos.
—Hitch... —comenzó, mirando su vaso vacío como si fuera la cosa más interesante del mundo—. ¿Por qué viniste aquí esta noche?
Hitch levantó la vista, sorprendido por el tono directo. —¿Qué? ¿A qué te refieres?
—Ya sabes a qué me refiero. —Sprout finalmente lo miró, sus ojos mostrando algo más que simple curiosidad—. Después de lo que pasó en la comisaría esta mañana… pensé que querrías evitarme, no invitarme a pasar el rato.
Hitch suspiró, recostándose en su silla. —No sé… creí que querías compañía. Quiero decir, después de que ayudé a tu mamá a empacar y todo eso, pensé que estarías algo... decaído.
Sprout soltó una risa seca. —Ah, claro. La excusa perfecta: "Oh, pobre Sprout, ahora está solo en casa. Vamos a hacerle compañía como si fuera un cachorro perdido."
—No fue así. —Hitch frunció el ceño, pero su tono seguía siendo calmado—. Solo pensé que... tal vez necesitabas un amigo. Pero si prefieres que me vaya…
—No, no es eso. —Sprout bajó la mirada de nuevo, jugando nerviosamente con su vaso—. Es solo que... no entiendo por qué te molestas. Nos peleamos, ¿recuerdas? Dices que me preocupo demasiado por cosas que no importan. Y que soy un "drama ambulante".
Hitch sonrió con un dejo de culpa. —Bueno, en mi defensa, a veces lo eres.
Sprout lo fulminó con la mirada, pero no pudo evitar reírse un poco. —Idiota.
El ambiente se relajó un poco después de eso. Hitch tomó un sorbo de su vino y luego habló con más seriedad. —Mira, Sprout. Peleamos, sí, pero eso no significa que no pueda preocuparme por ti. Eres mi amigo, aunque a veces me saques de quicio. Además, no quería que pasaras la noche solo.
Sprout parecía querer responder, pero se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando las palabras de Hitch. Finalmente, levantó su vaso y lo chocó suavemente contra el de su amigo.
—Supongo que eso no está tan mal. Pero, para que conste, yo habría estado perfectamente bien solo. —Dijo con una sonrisa que no alcanzaba del todo sus ojos.
Hitch lo miró de reojo, pero decidió no insistir. —Claro, lo que tú digas. Ahora, ¿seguimos con "Yo nunca, nunca"? Te toca.
Sprout asintió, y con un leve brillo de picardía en los ojos, levantó su vaso. —Yo nunca, nunca... me he pasado de protector con alguien que no lo necesitaba.
Hitch rió entre dientes. —Eso fue directo.
—¿Vas a tomar o no? —replicó Sprout, divertido, mientras Hitch levantaba su vaso, aceptando el golpe sin discutir.
Y así, la noche continuó, con las barreras entre ellos desmoronándose poco a poco entre risas, bromas y una tercera botella de vino que pronto empezó a vaciarse.
Hitch tomó un largo sorbo de su vaso antes de dejarlo en la mesa. Miró a Sprout por un momento, con una expresión difícil de leer. Finalmente, dejó escapar un suspiro y preguntó con calma, como si estuviera comentando el clima:
—¿Desde cuándo aceptaste que te gustan los ponys?
Sprout, que había estado jugueteando con su vaso, se detuvo de golpe. Sus orejas se movieron ligeramente hacia atrás, pero no mostró ninguna otra reacción evidente. En lugar de mirarlo, se encogió de hombros, manteniendo su tono casual.
—No lo sé. —Su voz era indiferente, casi despreocupada, como si la pregunta no tuviera peso—. Supongo que nunca lo pensé demasiado... simplemente es.
Hitch no respondió de inmediato, solo lo observó en silencio, tratando de descifrar algo en la respuesta de Sprout. El silencio se alargó hasta que Sprout finalmente levantó la mirada y arqueó una ceja, casi retador.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Es porque me juzgas por eso? ¿Porque me gustan los chicos?
Hitch parpadeó, sorprendido por la pregunta directa. Sacudió la cabeza lentamente, su expresión suave. —No, no es eso. Solo… me dio curiosidad, supongo. No te juzgo, Sprout. Ni por eso ni por nada más.
Sprout relajó los hombros, pero todavía parecía un poco incómodo. —Bueno, si no me juzgas, entonces no hagas preguntas raras. —Intentó sonar firme, pero había un leve toque de nerviosismo en su voz. Se recostó en su silla y agregó, casi como si estuviera cambiando el tema—: Además, no es como si yo supiera realmente lo que quiero. Solo... pasa.
Hitch asintió lentamente, entendiendo que era mejor no presionar más. —Está bien.
Ambos volvieron a concentrarse en sus vasos por un momento, el ambiente aún un poco tenso pero no incómodo. Después de un rato, Sprout rompió el silencio.
—Por cierto, sigo ganando este juego. Y si vas a hacer preguntas así, yo debería estar sirviendo más vino.
Hitch rió suavemente, el ambiente aligerándose un poco. —Tal vez deberías.
A pesar de que las horas de la madrugada avanzaban y el cielo comenzaba a aclararse con los primeros tonos de un azul pálido, ninguno de los dos parecía cansado. Las botellas de vino vacías yacían en un rincón de la mesa, junto a los vasos medio olvidados. La conversación había ido y venido, a veces en bromas ligeras, otras en silencios cómodos. Pero la pregunta de Hitch seguía rondando en la mente de Sprout, como un eco persistente que no podía ignorar.
El pony rojo se encontraba mirando hacia la ventana, observando cómo la luz del amanecer se colaba suavemente entre las cortinas. Sus pensamientos no paraban de regresar a esas palabras. "¿Desde cuándo aceptaste que te gustan los ponys?" Por más que intentara sacárselo de la cabeza, algo en la forma tranquila y natural en la que Hitch lo había dicho lo hacía sentir... raro. No incómodo, pero sí diferente.
Finalmente, sin pensarlo demasiado, se puso de pie, dejando su lugar en la mesa. Hitch lo miró de reojo, curioso por el repentino movimiento, pero no dijo nada. Sprout caminó lentamente hasta donde estaba el sheriff y, sin ceremonia, se dejó caer en el asiento a su lado. Permaneció en silencio por un momento, mirando el suelo, antes de levantar la vista hacia Hitch.
—¿Por qué lo preguntaste? —dijo al fin, rompiendo la tranquilidad del amanecer. Su tono era serio, pero había un matiz de curiosidad en su voz—. ¿Era... por curiosidad? ¿O algo así?
Hitch se inclinó ligeramente hacia atrás, sorprendido por la pregunta directa. Lo miró por un momento, tratando de medir sus palabras. Finalmente, respondió con calma:
—Sí, creo que fue por curiosidad. Pero también... no sé, Sprout. Me importas, y quería entenderte un poco más. Eso es todo.
Sprout desvió la mirada, procesando la respuesta. No parecía del todo satisfecho, pero tampoco molesto.
—¿Entenderme? —repitió en voz baja, casi para sí mismo—. Bueno, no sé si yo mismo me entiendo del todo, así que buena suerte con eso.
Hitch sonrió ligeramente, apoyando un casco sobre la mesa. —No necesitas tenerlo todo resuelto, Sprout. Nadie lo tiene. Solo... sé tú. Es suficiente.
Sprout lo miró de nuevo, esta vez con algo más suave en los ojos. Por un momento, no dijo nada. Luego, con una pequeña sonrisa que intentó disimular, se recostó contra el respaldo de la silla.
—Eres raro, Hitch. Pero supongo que eso no está tan mal.
El sheriff soltó una risa baja. —Gracias... ¿creo?
Ambos se quedaron ahí, en silencio, mientras el sol comenzaba a asomarse tímidamente en el horizonte. La noche había sido larga, pero ninguno parecía dispuesto a darla por terminada todavía.
Sprout desvió la mirada hacia la ventana, observando cómo la claridad de la mañana comenzaba a llenar la habitación. Los tonos cálidos del amanecer daban al lugar un aire tranquilo, casi irreal. Thunder seguía profundamente dormido en el sofá, su cuerpo apenas moviéndose al compás de su respiración pesada. La escena era tan absurda como la noche que habían tenido.
—¿Sabes? —dijo Sprout, rompiendo el silencio mientras una sonrisa traviesa asomaba en su rostro—. Si Thunder sigue roncando así, voy a tener que cobrarle alquiler por usar mi sofá.
Hitch dejó escapar una leve risa, girando la cabeza hacia el pegaso dormido. —Definitivamente tiene pinta de estar demasiado cómodo. Pero al menos no está hablando en sueños otra vez.
Sprout se encogió de hombros, aún mirando la ventana. Sin embargo, después de un momento, sus ojos volvieron a desviarse hacia Hitch. Algo en la tranquilidad del ambiente, en la cercanía que sentía después de todo lo que habían hablado, le dio el valor para decir lo que llevaba rondando en su mente desde hacía rato.
—Hitch. —Su tono fue más suave esta vez, casi dudoso.
El sheriff giró hacia él, notando la expresión más seria de su amigo. —¿Qué pasa?
Sprout mantuvo la mirada fija en él por unos segundos antes de hablar. —¿Quieres intentarlo?
Hitch frunció el ceño, claramente confundido. —¿Intentar qué?
Sprout apartó la mirada un segundo, como si estuviera organizando sus pensamientos, pero luego volvió a mirarlo, con una mezcla de desafío y nerviosismo en sus ojos.
—Besar a otro chico.
Hitch parpadeó, sorprendido. Por un instante, el silencio entre ellos fue casi palpable, roto solo por el ronquido lejano de Thunder.
—¿Qué...? —Hitch parecía estar procesando las palabras, intentando descifrar si Sprout estaba bromeando o hablando en serio.
Sprout soltó una risa ligera, aunque había un tinte de incomodidad en ella. —Olvídalo. Fue una idea tonta.
—No, espera. —Hitch se inclinó ligeramente hacia adelante, su tono calmado pero curioso—. ¿Lo dices en serio?
Sprout lo miró de nuevo, esta vez con un aire más decidido. —Sí. No lo sé, pensé... ya que preguntaste antes y, no sé, quizás tenías curiosidad.
Hitch se quedó en silencio por un momento, mirándolo fijamente, como si buscara algo en sus ojos. Finalmente, una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
—Eres todo un personaje, Sprout.
Sprout rodó los ojos, recostándose un poco en su asiento. —Lo sé. Es mi encanto natural.
La conversación quedó flotando entre ellos, con el amanecer pintando tonos suaves sobre la habitación, mientras ambos intentaban descifrar exactamente qué significaba ese momento.
Sprout se bajó de la mesa con un suspiro, recogiendo una de las botellas vacías de vino mientras sus cascos resonaban suavemente contra el suelo. Caminó hacia la cocina, dejando caer la botella en el bote de basura con un sonido seco. Luego volvió a la mesa para tomar otra, cargando también un par de vasos en equilibrio mientras se dirigía al fregadero.
—Siempre acabo siendo el que limpia. —Gruñó con un tono teatral, más para sí mismo que para Hitch, aunque era evidente que no le molestaba del todo.
Hitch lo observaba desde su asiento, sin decir nada al principio. Había algo hipnótico en los movimientos de Sprout, tan naturales y despreocupados, mientras realizaba una tarea tan mundana. Sus pensamientos, sin embargo, estaban muy lejos de la cocina.
Siempre había rechazado la idea cuando surgía en su mente, esa pequeña curiosidad enterrada que aparecía en los momentos más inesperados. "No, eso no es para mí", solía pensar, apartándolo tan rápido como llegaba. Pero ahora, aquí estaba, sentado en una cocina que no era la suya, observando a Sprout, su amigo, su compañero de trabajo, moviéndose con total normalidad después de una conversación que nunca imaginó tener.
Y, por primera vez, no intentó alejar esa sensación. En cambio, la dejó estar.
Sprout dejó otro vaso en el fregadero, abriendo el grifo para enjuagarlo mientras murmuraba algo sobre lo pegajoso que estaba todo. Hitch seguía mirándolo, pero esta vez con una pequeña sonrisa en el rostro. Era extraño, pero no desagradable, el darse cuenta de que tal vez estaba dispuesto a explorar esa curiosidad.
Finalmente, Sprout se giró hacia él, secándose las patas con un trapo. —¿Vas a quedarte ahí toda la mañana o piensas ayudarme con esto?
Hitch dejó escapar una risa suave, levantándose de la silla con un movimiento relajado. —Podría ayudarte... pero me gusta verte trabajar.
Sprout rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír. —Muy gracioso. Ven aquí antes de que te cobre por el servicio de limpieza.
Hitch se acercó, apoyándose en el marco de la puerta de la cocina mientras Sprout volvía a concentrarse en los vasos. Había algo casi cómodo en la dinámica, en el ligero humor que ambos compartían incluso después de todo lo que habían hablado.
—Oye, Sprout. —La voz de Hitch era tranquila, pero había algo más debajo de la superficie, algo más serio.
—¿Qué? —respondió Sprout, sin mirarlo mientras seguía lavando.
Hitch cruzó los cascos frente a él, observándolo con atención. —Sobre lo que dijiste antes... tal vez sí quiera intentarlo.
Sprout se detuvo por un segundo, el agua corriendo aún por el fregadero, antes de girar lentamente para mirarlo. Su expresión no era de sorpresa, sino de algo más curioso, casi expectante.
—¿De verdad? —preguntó, su voz más baja, como si no quisiera romper el momento.
Hitch asintió, su mirada sincera. —Sí.
El silencio entre ellos volvió, pero esta vez no era incómodo. Era como si ambos estuvieran tomando un momento para procesar lo que estaba sucediendo, para aceptar que, tal vez, las cosas estaban a punto de cambiar.
Sprout se quedó quieto, como si su cuerpo estuviera atrapado entre dos emociones opuestas: el nerviosismo y una alegría contenida que parecía querer salir a borbotones. Había esperado tanto por un momento así, aunque nunca pensó que llegaría de verdad. Desde que conoció a Hitch, siendo apenas unos pequeños ponys corriendo por el pueblo, había sentido algo especial. Su primer flechazo de amor, aunque entonces no lo entendiera del todo.
Ahora estaban aquí, después de años, después de risas, peleas y crecer juntos. Frente a frente, con el amanecer iluminándolos suavemente y la tensión en el aire volviéndose casi palpable.
Sprout tragó saliva, intentando parecer más tranquilo de lo que realmente estaba. Pero cuando Hitch dio un paso adelante y lo abrazó, toda su fachada se desmoronó. Los cascos de Hitch rodearon su cuerpo, firmes pero reconfortantes, y Sprout pudo sentir el calor de su amigo mezclado con la ligera humedad en sus propias patas, todavía mojadas por lavar los platos.
Hitch respiró hondo, cerrando los ojos por un momento mientras apretaba ligeramente el abrazo. —No sé por qué estoy tan nervioso. —Su voz era baja, casi un murmullo, como si estuviera confesando un secreto—. Con una chica siempre ha sido más sencillo.
Sprout no pudo evitar reírse, aunque su voz temblaba un poco por la emoción. —Eso porque nunca te han dado un buen susto antes.
Hitch se apartó lo suficiente para mirarlo, sus ojos reflejando una mezcla de nerviosismo y calidez. —Tal vez. Pero esto… —Hizo un gesto entre los dos, como si intentara encontrar las palabras correctas—. Esto es diferente.
Sprout asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. —Sí… lo es.
Por un instante, se quedaron en silencio, simplemente observándose, como si estuvieran aprendiendo algo nuevo el uno del otro. Sprout, aún nervioso pero incapaz de contenerse, añadió con una sonrisa pequeña:
—Y para que conste… yo también estoy nervioso. Pero supongo que he esperado tanto tiempo que me da igual.
Hitch arqueó una ceja, intrigado. —¿Esperado?
Sprout bajó la mirada por un momento, ruborizándose ligeramente, antes de volver a enfrentarlo. —Sí. Desde siempre, creo. Tú… bueno, siempre has sido especial para mí.
Hitch quedó en silencio, sorprendido por la confesión. Luego, lentamente, sonrió, un poco más relajado. —No sabía que tenía ese efecto en ti.
Sprout rodó los ojos, pero su sonrisa permaneció. —No te emociones tanto, sheriff.
Ambos rieron suavemente, aunque la risa no hizo nada por apagar la electricidad que flotaba entre ellos. El mundo exterior se desvaneció por completo, dejándolos en ese momento, solos, y finalmente, dispuestos a enfrentar lo que sentían.
Sprout tardó un momento, pero finalmente correspondió el abrazo de Hitch, rodeándolo con sus cascos de forma algo torpe, aunque cálida. Sentir a Hitch tan cerca, su calor y la fuerza tranquila de su agarre, hacía que su corazón latiera aún más rápido. Era surrealista estar en esa situación, pero también… era perfecto.
Hitch fue el primero en hablar, su voz un susurro nervioso mientras mantenía a Sprout cerca.
—¿Y ahora qué sigue?
Sprout no pudo evitar reírse, una risa ligera y auténtica que llenó el espacio entre ellos. Se separó un poco, lo suficiente para mirarlo a los ojos, y la expresión en su rostro era mitad diversión, mitad ternura.
—¿Tú? ¿El gran casanova Hitch Trailblazer, preguntando qué sigue? —bromeó, sacudiendo ligeramente la cabeza—. Esto es algo nuevo.
Hitch sonrió, un poco avergonzado, y se encogió de hombros. —Bueno, digamos que esto no estaba en mi manual habitual.
Sprout dejó escapar un suspiro burlón, aunque la calidez en sus ojos no desapareció. Levantó un casco y lo colocó suavemente en la mejilla de Hitch, sintiendo el ligero calor que subía por ella. Era extraño verlo así, vulnerable, pero al mismo tiempo, eso lo hacía aún más especial.
—Solo tienes que besarme. Y ya. —La frase salió con una confianza tranquila, pero había un temblor casi imperceptible en su voz, uno que delataba lo mucho que significaba para él.
Antes de que Hitch pudiera responder, Sprout cerró los ojos y avanzó, sus labios encontrando los de Hitch en un movimiento suave y cuidadoso, como si temiera romper algo frágil. El beso era tímido, casi exploratorio, pero estaba cargado de todo lo que Sprout había guardado dentro durante años.
Hitch, al principio, pareció quedarse quieto, sorprendido por la iniciativa de Sprout. Pero rápidamente trató de seguirlo, inclinándose un poco más hacia él, sus labios adaptándose al ritmo lento y delicado que Sprout había marcado. Había una torpeza en sus movimientos, pero también una genuina intención de hacerlo bien, de corresponder.
El beso duró unos segundos que se sintieron eternos, hasta que ambos se separaron ligeramente, sus frentes aún juntas mientras compartían el mismo aliento. Hitch abrió los ojos lentamente, encontrándose con los de Sprout, que brillaban con una mezcla de nervios y emoción.
—¿Así de fácil? —preguntó Hitch con una sonrisa pequeña, tratando de aliviar la tensión que sentía en su pecho.
Sprout rió suavemente, bajando el casco de su mejilla pero sin alejarse demasiado. —Sí. Aunque… si quieres, podemos intentarlo otra vez. Solo para estar seguros.
Hitch soltó una risa suave, sintiendo cómo sus nervios comenzaban a disiparse. —Definitivamente.
Y esta vez, ambos se encontraron a mitad de camino.
Apenas se imcimaгon, ra intensidau aumentó rápidamente, como si ambos hubieran estado esperando ese momento durante demasiado tiempo. Hitch tomó la iniciativa esta vez, siendo más firme, más dominante, mientras sus labios se movían con determinación sobre los de Sprout. Sprout, sorprendido al principio, se dejó llevar, permitiendo que Hitch marcara el ritmo.
Pequeños jadeos escapaban de Sprout entre los besos, mientras Hitch lo sostenía con fuerza, asegurándose de no dejar ni un espacio entre ellos. Todo se sentía demasiado natural, demasiado bien, como si el mundo fuera solo ellos dos.
Pero entonces, un repentino golpe metálico los hizo separarse de golpe. Hitch, con la lengua aún ligeramente fuera, y Sprout, con la boca entreabierta y las mejillas ardiendo, voltearon al unísono hacia la fuente del ruido. Ahí estaba Thunder, tambaleándose por la sala, con los ojos entrecerrados y murmurando algo ininteligible. Había tropezado con una de las botellas vacías que Sprout no había alcanzado a tirar.
Sprout se llevó un casco a la frente, tratando de ocultar su frustración y vergüenza. Hitch rió nerviosamente, apartándose un poco más mientras intentaba recomponerse. Bueno, al menos no parece haber visto nada... creo.
Sprout suspiró y se levantó, todavía algo mareado por lo que acababa de pasar. Caminó hacia Thunder, quien seguía murmurando algo sobre nubes y carreras mientras se tambaleaba.
—Voy a llevarlo a la cama antes de que termine rompiendo algo.
Sprout bostezó, dejando escapar lo cansado que estaba después de la noche. Se giró hacia Hitch, con una pequeña sonrisa, aunque sus mejillas aún estaban sonrojadas.
—Nos vemos luego, sheriff.
Hitch asintió, aún colorado por lo sucedido, mientras trataba de evitar que su mirada vagara hacia los labios de Sprout.
—Sí... sí, claro. Buenas noches... o, bueno, días.
Sprout rió suavemente antes de girarse y guiar a Thunder hacia su habitación, murmurando algo sobre lo problemático que podía ser.
Hitch observó la escena por un momento antes de sacudir la cabeza y darse la vuelta, saliendo de la casa y comenzando a caminar hacia la suya. Mientras la brisa fresca de la mañana lo envolvía, dejó escapar una risa baja, recordando la intensidad del beso y todo lo que había sucedido esa noche.
—Definitivamente... no fue una noche cualquiera. —Murmuró para sí mismo, todavía sintiendo un calor extraño en su pecho mientras se alejaba. Y juraría que aún podía recordar el aroma de Sprout. Incluído su sabor.
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