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Capítulo 21. Anestesia.

TERCERA PARTE

—¿Estás seguro que no necesitas ayuda? —preguntó Tony desde la puerta, tenía grandes ojeras y se veía muy cansado—. Está bi... bie... bien... —respondió Tony dando un gran bostezo.

—Se lo prometí, yo lo cuidaría. No te preocupes te veo luego.

—Bien —dijo Tony no muy convencido. Salió del apartamento dejándolos solos.

Joe se levantó y caminó lentamente hacia Dante que estaba sentado cerca de la ventana, parecía estar mirando el paisaje fuera, pero no. Desde aquel fatídico día Dante estaba como dormido, no se movía, no comía e incluso era Joe quien se encargaba de su aseo.

—Hola mi pequeño —susurró Joe colocándose de cuclillas—. Es hora de tu baño —Dante ni siquiera reaccionó.

Joe tomó suavemente la mano de Dante y lo haló, Dante se movía como un autómata, no era capaz de mirar a los ojos, tenía la mirada perdida en un profundo y oscuro abismo. Joe metió la mano en la bañera para corroborar que tuviera una temperatura adecuada. Dante inmóvil junto a él mirando a la nada. Lo tomó y comenzó a desnudar siempre lenta y cuidadosamente, para él, Dante era de cristal y estaba tan fracturado que no quería que se siguiera cayendo a pedazos.

—Quedarás limpio y fresco —decía Joe aun sabiendo que él no podía escucharlo.

Echó un poco de agua sobre la cabeza del chico y masajeó un poco. Dante dio un suspiro y por un efímero instante pareció reaccionar ante ese cálido tacto.

—¡Dante!... ¡Dante!... Dan... —Joe se desilusionó al ver que volvía a tener la mirada perdida, aunque ya estaba algo acostumbrado pues habían sido varias las veces que Dante parecía tener una reacción, pero inmediatamente volvía a quedar en trance.

El día del sepelio fue doloroso para todos, pero en especial para Joe. Ese día mientras unos lloraban y otros elevaban plegarias al cielo, él veía como Dante parecía una estatua junto a él. No se movía, no lloraba ni siquiera veía. Sus ojos miraban hacia el interior de la nada. Y por más que lo intentara él no reaccionaba. Estaba atrapado dentro de sí mismo.

Desde ese día Joe se había dedicado únicamente a cuidarlo, recordando las últimas palabras de Tlacaélel. El corazón le dio una punzada al recordarlo pues durante un tiempo él había estado frecuentándolo hasta el punto en el que lo llamaba «hijo», sentía que él también había perdido un padre.

—Vamos...

Lo sacó de la bañera, secó y vistió. Dante no oponía resistencia alguna. Luego lo sentó a la mesa para alimentarlo, Dante llevaba semanas en este estado y durante ese tiempo él había tenido que aprender a cocinar y ver la forma de lograr que tragara la comida. Tan difícil era que había perdido peso y se veía más delgado de lo que ya era el chico, pero ni siquiera los médicos o psicólogos habían logrado algo.

—Vamos... —Joe metió la cuchara de sopa en la boca—. ¡Maldición!... —se escurrió la sopa por la comisura de los labios—. Por favor, come —cucharada que le daba se volvía a salir pues Dante no tragaba—. ¡Maldición, maldición, maldición!... ¡¡ya basta, regresa!!... por favor, regresa... Maldición, maldición, maldición, maldición, maldición, maldición, maldición....

Joe explotó arrojando todo al suelo, estaba harto de ver cómo el amor de su vida se apagaba y él no podía evitarlo. De solo ver oscuridad en esos hermosos ojos antes brillantes y alegres. De escuchar cómo nadie era capaz de ayudarle. Estrelló su puño contra la pared y rompió en llanto.

—¿Por qué? —dejó la pregunta en el aire mientras colapsaba.

Se deslizó hasta quedar sentado en el suelo con la cara entre las rodillas haciéndose pequeñito. Esas lágrimas se reflejaron en las opacas pupilas de Dante y estas recuperaron el brillo. Fue como un resumen en unos segundos, Dante vio el accidente, el fuego y el dolor. Sus ojos comenzaron a humedecer. Vio a Joe en el suelo y supo que necesitaba ayuda, se levantó un poco entumecido y caminó torpemente hacia Joe.

—¡Dante, mi amor! —Joe lo haló con fuerza hacia él cuando sintió esas manos suaves y pequeñas tomarlo del rostro—. ¡¡¡Despertaste!!! —lo besó con desesperación.

Dante comenzó a llorar, todo el dolor al que se había anestesiado cayó sobre él. Dante lloró hasta que no le quedaron lágrimas dentro y en todo ese tiempo Joe no se movió ni un centímetro abrazándolo con tanta fuerza como si quisiera unir los pedacitos del alma que el pequeño había perdido. Tal vez, así era.

«Perdón» le imploró a Joe.

«No. No tienes que pedir perdón. Te duele. Lo sé».

«Quería despertar. Pero era como estar atrapado en mí. Era como verlo a través de un cristal opaco. Cómo estar muy lejos. Tus lágrimas me trajeron. No quiero que sufras».

«Tonto, soy yo quien tiene que cuidarte. Se lo prometí».

Joe tragó saliva, mencionar a Tlacaélel podría poner malo a Dante ya que este recién estaba despertando del terrible bloqueo.

«No seas tonto. Estamos solos. Debemos cuidarnos entre los dos. Eres todo lo que tengo».

Dante dejó escapar un sollozo. Joe lo cogió del mentón y le dio un casto beso.

«Tienes razón. Te amo. Todo mejorará si estamos juntos».

«Pero ¿cómo lleno este vacío? ¿Cómo dejo de sentir este dolor que me asfixia?».

«Ese dolor nunca se irá. Con el tiempo se hará más pequeño, pero nunca dejará de doler. Lo siento... no puedo hacer nada otra vez».

«¿Cuándo sucederá eso?».

«No lo sé. Pero déjame ayudarte. Intentaré que mi amor pueda ser un anestésico. Tal vez te ayude».

«Sí».



https://youtu.be/wP8NgmhO358

Joe se levantó y ayudó a Dante a hacer lo mismo porque este aún estaba un poco rígido. Joe lo cogió con firmeza y lo estrelló suavemente contra su pecho, le colocó una mano en la cintura y con la otra alcanzó su móvil.

«¿Qué haces? Sabes que no puedo oírlo».

«Déjate llevar».

Joe comenzó a bailar lentamente al ritmo de esa preciosa melodía guiando a Dante, que torpemente, seguía sus pasos. Con cada paso, giro o movimiento el dolor se hacía más pequeño, Dante se aferraba a Joe como si el soltarlo significara morir. Dante no lo podía ver, pues tenía su rostro escondido en el pecho de Joe, pero sabía que también estaba llorando ya que podía sentir algunas escurridizas lágrimas caer sobre él. Joe aspiró el aroma del cabello del chico y era también sanador y reparador, ese cálido olor parecido a las flores en el verano.

Ambas almas desgarradas continuaron esa danza fusionándose hasta tratar de reparar todas sus heridas, hasta ser uno solo, hasta que sus corazones y su respiración se sincronizaron pareciendo un mismo cuerpo. No supieron cuánto tiempo estuvieron así hasta que Joe sintió como Dante se quedaba dormido en sus brazos. Joe lo cargó tratando de no despertarlo, lo llevó hasta su habitación y recostó en la cama abrigándolo con suma delicadeza.

—Descansa mi niño, a partir de mañana tienes que ser el doble de valiente —depositó un beso en la pequeña frente—. ¿Qué pasa?...

Dante se despertó y lo tomó de la mano, justo, cuando Joe se estaba retirando. Dante le sonrió desbordando el corazón de Joe, pues no veía esa sonrisa desde hacía mucho, se secó las lágrimas y besó las delicadas manos del chico. Estaba temblando, la sonrisa de Dante era capaz de mover todo su mundo.

«Tienes razón. Todo estará bien. Porque tú estás conmigo y estamos juntos».

«Siempre».

«Espera no te vayas» le indicó cuando Joe volvió a hacer el ademán de levantarse.

«¿Qué pasa?».

«Es que tengo miedo a dormir solo» Dante se sonrojó y jugueteó con sus pequeñas manos.

«No pasa nada, estoy en la sala».

«Esta habitación es demasiado fría para mí».

«¿Quieres otro cobertor?».

Joe corrió hacia el armario y rebuscó hasta hallar un cobertor muy grande y suave.

Dante lo miró como diciendo: no tienes remedio.

—¡Dante!... Da... Mmm...

Expresó sorprendido cuando Dante lo atrajo hacia él y lo beso apasionadamente.

—Ah... ya entendí —se dijo a sí mismo.

«¿Estás seguro?».

«Sí. El único antídoto contra el dolor es el amor y mientras exista un poco en el mundo siempre habrá esperanza. No lo dejemos morir».

Joe se quitó rápidamente la deportiva y se trepó sobre Dante aprisionándolo de forma juguetona contra el colchón. Lo besó profundamente, lo besó con amor y con la esperanza de un mejor futuro juntos. Comenzó a desvestirlo. No había palabras, estas salían sobrando. Dejaron que sus cuerpos hablaran por sí mismos buscando un alivio del mundo.

«Te amo. Estaré a tu lado y te protegeré para siempre».

Joe gravó esas palabras con cada beso que plasmó en cada centímetro de piel.




Lo sé, este capítulo ha tenido demasiados sentimientos a flor de piel.

¿Qué fue lo más triste de este cap?

¡Qué ternurita me dio Joe que no entendía las indirectas!

Si te ha gustado el capítulo como la misma historia No olvides dejarme un comentario y sobre todo una estrellita. Pica la estrellita que aparece hasta el final. (¿sabías que tu escritor come estrellitas? ¡No me dejes morir de hambre!), son gratis y a mí sí que me ayudan muchísimo.

❤️

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