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Capítulo 19. Tras la máscara. Parte 2


«Hijo. Ve a la tienda rápido. Necesito esto» Tlacaélel le encargó a Dante.

«Sí».

Dante caminaba pensativo, estaba un poco molesto por el comportamiento de Marco, no lo parecía comprender y últimamente era un poco controlador (aunque pensándolo mejor, siempre había sido así desde el principio) e impulsivo. Tampoco estaba muy contento con Joe, aparte de que siempre estaba arreglando todo a puños le encantaba aparecer en los momentos más inesperados y eso lo confundía.

―¡Vaya, vaya que tenemos aquí! ―comentó Joe de una forma sumamente seductora―. ¿Por qué tan sol...? ¡Ay que pendejo soy! ―se dijo Joe dándose un golpe en la frente―. ¡Ya deberías haberte acostumbrado maldito idiota! ―exclamó riñéndose a sí mismo. Mientras Dante pasaba junto a él sin darse cuenta.

Joe caminó rápidamente unos pasos y se plantó de nuevo en su camino... ¡Paf! Dante, que no había visto nada pues iba absorto en sus pensamientos, se estrelló contra el firme pecho de Joe. Este lo cogió antes de que cayera al suelo.

«Perdón. ¿Estás bien?».

«¿Qué haces aquí?».

Joe le iba a responder, pero Dante lo interrumpió.

«No importa. Yo voy estoy ocupado, voy con Marco».

«Mentira. Tú vas comprar cola a la ferretería».

Dante puso cara de miedo y se puso a la defensiva.

―Ay ya la cagué ―murmuró Joe.

«¿Cómo sabes eso?» Lo interrogó Dante entrecerrando los ojos.

«Tu papá me dijo que te enviaría a comprar algo. Entonces nos toparíamos por casualidad. Y te invitaría a comer. ¿De verdad crees que papá necesita esa cosa que vas a comprar?».

Le comunicó sin pizca de remordimiento.

―«Eso explica porque papá necesitaría esto... espera, ¿papá sabía? ¡Está planeando cosas a mis espaldas y con Joe!» ―Dante se indignó en su interior.

«Entonces. ¿Vamos a comer? Sé que no has comido».

―«¡Y eso explica porque no me dejó comer nada si no venía a comprar esto!» ―refunfuñó.

Dante suspiró pesadamente y asintió. Joe sonrió triunfante.

https://youtu.be/NuTqqbRIP1A

―¡NO, MALDITOS... MIL VECES MALDITOS!... me están viendo la cara ―Marco maldecía desde el interior de su automóvil.

Por azares del destino se había estacionado justo enfrente del restaurante donde Joe y Dante reían alegremente. Ver como Joe cogía la delicada mano de Dante y le daba un casto beso, así como luego verlo besarlo en la mejilla fracturó algo dentro de él. Algo que ya estaba resquebrajado desde hacía muchísimo tiempo atrás.

―Mi... mi papá tenía razón... nunca encontraré el amor porque soy un desviado y enfermo... ¡pero no es mi culpa! ―Marco se comenzó a dar golpes a sí mismo en la cabeza en repetidas ocasiones hasta herirse―. No, papá no debería tener razón. Él, era malo. Papá era malo...

Miró a través del cristal de su ventana y vio aquello que derramó el vaso. Aquello que rompió algo en su interior irremediablemente, rompiendo a su cordura también. Joe besando a Dante en los labios, y este, sonrojándose y respondiendo torpemente el beso con extrema timidez.

―No... ―susurró―. Da... Dan...

(Flashback)

―¡¡¡Ah!!!... ¡no, papá!... ¡ya no me pegues, me portaré bien lo juro, ya no jugaré con él!... ¡¡ah!! ―gritaba con desesperación un Marco de ocho años con el rostro ensangrentado.

―Maldito pervertido... no tendré un hijo... desviado... ni enfermo... ―decía entre golpes aquel hombre del bigote―. Te corregiré ahora que estamos a tiempo. Si la puta de tu madre no se hubiera largado esto no pasaría.

―¡No, detente por favor!... ¡papá, no! ¡¡¡Ah!!!

―¡Cállate maricón, entiende que si no te corrijo ahora nunca serás feliz con una mujer! ¿Acaso quieres un enfermo? ¡¿Eh, eso quieres?! ¿Te gusta ser un puto? ―se desató el pantalón―. Te voy a enseñar lo que les pasa a los putitos a ver si te gusta tanto.

―¡Papá, me duele!

―Si no te corrijo nunca serás feliz ―jadeó aquel monstruo.

La puerta de la pequeña despensa se abrió, la luz encegueció por un instante al chico de ojos color avellana, el oficial se inclinó hacia él.

―Tranquilo hijo, ¿estás bien?

―¿Está muerto? ―miró hacia la mesa de la cocina en donde el hombre del bigote estaba como dormido.

―Sí.

—¡Qué terrible! — el chico no mostró sentimientos de tristeza sino una macabra sonrisa—. ¿Qué lo causó? —tenía la mirada perdida, pero continuaba con esa sonrisa perversa.

—Probablemente una sobredosis, ¿quieres salir de ahí, hijo?

―Sí eso debió ser ―comentó inexpresivo y escondió unas jeringuillas con rastros de alguna sustancia tras de sí.

―¿Qué te pasó? ―exclamó sorprendido el oficial cuando sacó al jovencito de ese lugar y notó los golpes, moretones y la sangre seca en sus muslos y en su ropa interior.

―El monstruo...

(Fin del flashback)

―Si yo no puedo ser feliz, ustedes tampoco lo serán... ―sentenció con la mirada perdida y un par de lágrimas surcando su inexpresivo rostro. Encendió en motor y lo puso en marcha, pero un lujoso coche llamó su atención.

«Voy al baño».

Le informó Dante a Joe. Dante se sentía acalorado por el beso que su Joe le había dado. Ahora ya no tenía dudas, amaba a Joe y estaba seguro de que su lugar era junto a él.

Joe sonrió viendo como Dante con la cara muy roja iba al sanitario. Por fin las cosas se habían arreglado, Dante era suyo y su corazón sería únicamente para su chico. Era genuinamente feliz por primera vez desde hacía mucho.

―¡Así que aquí te encuentras intento de hombre! ―chilló como un cerdo Estíbaliz.

Joe volteó y se encontró con una Estíbaliz cabreada y a punto de explotar, Joe suspiró no esperaba que su día se arruinara de esa forma.

―Me quieres explicar ¿qué coño es esto? ―le enseñó la demanda de divorcio―. ¿Divorciarte de mí? En tus sueños, no voy a perder mi estatus ni todo lo que he conseguido.

―Cualquier duda o reclamación, habla con mi abogado ―le respondió Joe secamente sin mirarla.

―¡No te hagas el valiente conmigo! ―todos los demás comensales voltearon a ver a Estíbaliz que prácticamente estaba gritando como loca―. ¡Tú sólo eres un cobarde, ni siquiera eres un hombre, a lo mucho puedes servir como billetera!

―Estíbaliz, estás dando un pésimo espectáculo, cállate y lárgate. Se acabó no puedes hacer nada...

―¿Nada? ―dijo arqueando una ceja―. Si continúas con esta estupidez te voy a denunciar por violencia y te pudrirás en la cárcel hasta que demuestres tu inocencia, claro, suponiendo que te dejen probarla. Sólo imagínalo: ¡oh, señor juez, ese hombre es perverso, todos los días bajo sus golpes son un infierno y cuando abusa de mí, me ha obligado a ser suya una infinidad de veces contra mi voluntad, ayuda por favor! ―Estíbaliz hizo gala de su mejor actuación―. No seas estúpido. Te reto a que le digas al mundo: Soy José Urrutia y mi esposa me golpea, ¿a quién crees que le van a creer?... ¿te creerían?

Joe tuvo miedo, pero la sonrisa de Dante se dibujó en su mente y fue como un Patronus que ahuyentó todo ese miedo. Joe sonrió y se puso de pie. Se acercó a milímetros de la cara de Estíbaliz.

―Haz lo que te plazca, perra, mientras él esté a mi lado nada puede herirme. Si he de caminar sobre el fuego, ganarme el desprecio del mundo y dormir en una cama de espinas, que así sea.

―Él... ―repitió Estíbaliz―. ¿Así que es por ese desviado? ¡Ese lisiado inútil! ―Joe frunció el ceño ¿Estíbaliz sabía algo que él ignoraba? ―. ¡Te arrepentirás!

Alzó la mano y la dirigió con toda su furia y fuerza hacia el rostro de Joe, Joe cerró los ojos esperando el impacto seguido del dolor, pero nunca llegó. Joe abrió los ojos, Dante había regresado y había cogido la muñeca de Estíbaliz al vuelo evitando el golpe. Estíbaliz tenía una cara de terror y asombro pues no se esperó encontrarlo ahí, Dante tenía una mirada de furia ¿quién se atrevía a golpear a su Joe?

―Tú ―murmuró horrorizada y se soltó del agarre con desesperación―. A partir de hoy me encargaré que sólo conozcan el dolor, te lo juro. Toda tu vida será un infierno, haré que tu nombre sea maldecido por miles —y se fue huyendo, casi corriendo como loca.

―¿Qué fue eso? ―se preguntó Joe. La situación había sido tan rara que estaba tan metido en sus pensamientos y no se había percatado de que Dante tiraba suavemente de la manga de su chamarra y le hacía unas señas.

«¿Qué?».

«Ella. Esa mujer es esa chica de pelo rojo».

—¿Quién eres imbécil? —resopló Estíbaliz cuando aquel tipo la encaró antes de subirse en su automóvil.

—Lo mismo quisiera saber, ¿por qué te acercaste a ellos?... ¿qué querías de ellos?

—¡Eso no te importa! —Estíbaliz se subió a su automóvil e intentó cerrar la puerta, pero aquel hombre de pelo castaño y ojos avellana se lo impidió—. ¿¡Qué te pasa cabrón!?

—¡Tranquilízate! Creo que ambos tenemos muchas cosas de qué hablar. Al parecer no soy el único al que él arruina la vida.

—Te escucho —ronroneó Estíbaliz.



https://youtu.be/QgpPoFrb2Ag




Puedo escucharlos gritar de emoción, demasiadas revelaciones y emociones.

¿Qué creen que pasará?

¿Acaso Marco y Estíbaliz?

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