
Capitulo 12. Soledad.
Joe giró el dial de la radio, aquella canción lo hizo removerse incómodo en el asiento. Cruzó el letrero que les daba la bienvenida a los visitantes a la ciudad. Dos años habían pasado desde que se había ido, suspiró con melancolía y sus ojos se llenaron de lágrimas, Dante... ¿qué sería de él?
Cogió el viejo móvil que tenía antes de irse (y que llevaba dos años apagado) y lo encendió.
―¿Hola?, ¡Tony, soy yo! Sí, sí... perdón, voy a visitar su sepulcro y luego... ¿nos podemos ver? ¡Perfecto! Ja, ja, ja yo también.
Se miró en el espejo retrovisor y aunque sus ojos seguían de un intenso color verde ya no tenían ningún rastro de brillo, lucían apagados, tenía ojeras muy marcadas y estaba pálido como un fantasma, también había perdido muchísimos kilos de peso, lo cual le daba una apariencia enfermiza. Se tomó el antebrazo, pero una punzada de dolor lo hizo dar un respingo, desde hacía mucho tiempo sólo vestía camisas de mangas largas, aunque hiciera calor... y sólo él sabía la razón... olvidar.
Se estacionó en el aparcamiento del cementerio, bajó con un robusto ramillete de flores amarillas y se encaminó hacia el lugar donde reposaba su hermano, Alain. Joe iba cada año para visitar la tumba y platicaba con Alain como cuando eran pequeños, siempre rogaba su perdón porque en el fondo él se seguía culpando de su muerte. Sin embargo, esta vez desde que se fue de la ciudad no había regresado. Acarició el borde de la tumba y suspiró.
―Hola, hermanito, volví... ¿me extrañaste?
Joe limpió un poco la tumba y acomodó las flores lo más bonito que pudo pues no era muy bueno para esas cosas. Se inclinó y se acercó como quien susurra un secreto al oído.
―¿Sabes? A veces creo que pronto estaremos juntos otra vez, mi vida apesta. Si es que a esto se le puede llamar vida. Siento que estoy a punto de romperme completamente desde... desde que ya no lo tengo a él... mi pequeño ―Joe dejó escapar suficientes lágrimas como para regar las flores que acaba de colocar, pero no era suficiente para desintoxicarse de todo el dolor que llevaba acumulado.
—Pero, ¿qué? —Joe levantó una piedrita donde hacía dos años, la tarde que se fue, había dejado algo.
Aquella tarde pasó para despedirse de su hermano pues no sabía cuándo volvería, había decidido cortar con todos los recuerdos que lo ligaban con la ciudad y el más fuerte de todos era Dante, sacó de su chaqueta una pequeña foto de Dante que le había tomado esa tarde cuando buscaban un presente para Tlacaélel sin que se diera cuenta y la depositó ahí. Pero, aunque ya habían pasado dos años la fotografía seguía tan viva como si acabara de ser revelada. La miró y su corazón volvió a latir en su pecho que durante años permaneció inerte y con ello una oleada de dolor lo inundó arrojándolo en un torbellino de miseria. Sus sentimientos no habían cambiado en nada, parecía que nunca lo harían. Aún amaba perdidamente a Dante.
Después de un largo rato se levantó del suelo, se limpió los rastros de polvillo blanco de la nariz y se dirigió a su automóvil. Mientras se dirigía hacia el lugar en donde había quedado con Tony Joe iba ideando mil maneras de preguntar sobre el pequeño Dante sin hacerlo directamente, pues él mismo sabía que debía mantenerse alejado, alzó la mirada y le pareció ver unos ojos negros conocidos en un autobús que avanzaba a la distancia.
―Da... ¡Dante! ―gritó a todo pulmón, no sabía por qué hacía eso ni siquiera estaba seguro si de verdad era él, pero una fuerza de desesperación se apoderó de su mente―. ¡Dante!
Aceleró, pero el tráfico estaba tan pesado que terminó perdiendo de vista el autobús y con ello recuperando la cordura...
―¿Qué mierda estoy haciendo? ―se dijo mientras su corazón latía desesperado en su pecho.
―¡Ho...! ¡ugh!... me, me estás apretando muy... duro ―se quejó Joe poniéndose un poco morado cuando Tony se lanzó como loco para abrazarlo con tan fuerza que a pesar de su gran tamaño temió por la integridad de sus costillas―. Me da gusto... pero... ya... ya suéltame pasiva estúpida.
―¡Cállate Jirafo! No te he visto en mucho tiempo...
Ambos chicos se sentaron en la mesa y ordenaron para comer. Joe estaba feliz de ver a su mejor amigo del mundo, aunque Tony fuera un enojón lo quería muchísimo. Tony se veía un poco maduro y mucho más guapo.
―Entonces ―comenzó Tony―. ¿Cómo es vivir con esa perra-bruja-cara-de-perro-hija-del-dementor?
―Cada día, no, cada segundo a su lado es... es... ¡una mierda!
―Se nota ―dijo Tony mirándolo con preocupación―. Te vez fatal, ¿estás enfermo? ¿Ordeno un filete mega? Seguro te falta comer más. Tas muy flaco rey.
Joe se sinceró con Tony, estar casado con Estíbaliz era un infierno, básicamente ella tenía su vida en sus manos y lo peor, que parecía tener el permiso de su padre. Joe comenzó a usar un poco de maquillaje para ocultar las marcas que le quedaban cuando a su «amada esposa» le daban arranques de ira y que cada vez eran más frecuentes, pero ella no sólo tenía sus manos para infringir daño, sino que su lengua viperina hería sin pizca de compasión, a veces las heridas que más causan un daño irreparable son las que no dejan marca en el cuerpo sino en el alma. Trabajar para su padre era horrible pues a cada segundo le recordaba que lo imperfecto que era, constantemente le reprochaba que si no hubiera sido por él, Alain seguiría vivo y tendría un mejor desempeño. Eran tantas las cosas que tenía por dentro que lo estaban pudriendo poco a poco.
Sin embargo, lo peor de todo, era ese sentimiento de absoluta soledad que lo invadía al irse a la cama pues dormía solo, apartado de Estíbaliz incluso y no tenía con quien compartir sus miedos e inseguridades. Siempre lo estaba, no tenía amigos en esa ciudad y prefirió dejarlo así, no quería que nadie viera el enorme y oscuro abismo dentro de él. Soledad que se acrecentaba cuando pensaba en el pequeño Dante, la verdad, no había habido noche alguna en la que no pensara en él.
Sin embargo, hubo algo que no se atrevió a decirle y que de hecho nunca se lo había revelado y es que era adicto a tantas cosas, pero había sido en los dos últimos años que su adicción se había recrudecido en un intento de escapar de su infeliz vida consumiendo todo tipo de sustancias y cayendo también en el alcoholismo, no le mostró como sus brazos estaban masacrados por tantas inyecciones.
―Oye... ¿sabías que Dante no terminó el colegio porque esa vez dejó de asistir para buscar empleo y ayudar a recuperar la casa? ―soltó Tony luego de un buen rato charlando. «Perfecto» pensó Joe así no tendría que preguntar directamente.
―¿En serio? No lo sabía, pero, pero y... ¿cómo le hará? ―trató de hablar lo más calmado posible, pero la emoción de saber sobre su pequeño no la podía ocultar.
―¿Aún lo quieres verdad? ―Tony arqueó una ceja como diciendo ¡te tengo!
—Eh... no... —Joe ladeó la mirada y trató de cambiar de tema, pero no se le ocurría nada.
―Ay por favor, puedo ver como se relajaron tus hombros y casi suspiraste aliviado que sacara el tema por ti. Tranquilo, hermano, sé que un amor como ese no se puede olvidar así de fácil. Aún creo que hubieran hecho una linda pareja... el chico no esta tan bien, verás...
Tony le contó como Dante tenía tres trabajos para poder mantener la casa y los medicamentos de su padre, pues este no había mejorado con la terapia que recibió, que tenían deudas y que también había cambiado demasiado.
―Ahora es más hermético que antes, ha creado una barrera que lo aísla del mundo, aunque somos amigos ni yo puedo atravesarla y saber que necesita. Creo que su corazón está lleno de rencor y odio ―suspiró Tony.
―Pero, ¿por qué no lo has ayudado? ¡Te lo encargué...!
―Mira grandísimo idiota, ¿qué crees que llevo haciendo todos estos años?, me costó mucho trabajo que me aceptara como su amigo, yo lo ayudé a buscar un empleo donde está seguro y no corre peligro, en los otros yo les pago a sus jefes para que le den seguridad extra y siempre estoy a su lado en todo lo que puedo. Parezco su hada madrina, aunque no tenga una varita, bueno sí tengo una varita, pero no hace magia, bueno sí, pero eso es otro tema. Además, también tengo una vida. A todo esto, ¡yo no fui quien huyó!
―Pe-perdón, es que... que ―suspiró―. No creí que estuvieran las cosas así, pero tienes razón tú estás a su lado. Yo sólo soy un cobarde que no puede ni hacerse cargo su puta vida. Ya debe ser todo un hombre —comentó tratando de imaginarlo un poco más alto.
―¿Te quedarás? ―Tony suavizó el tono.
―No, sólo vine a visitar la tumba de Alain, yo... no puedo volver a esta ciudad de esa forma... aunque sea lo que más deseo.
Tony se dejó caer en la mesa golpeándola ruidosamente con la frente demostrando desilusión.
―Oye, ¿sabías que mañana por la noche será la ceremonia de graduación? ―Tony se incorporó y sonrió de forma semejante al Grinch.
―¿En serio? ¡Felicidades! Serás un gran...
―¿Vendrás? ―lo interrumpió―. ¡Ay vamos, tienes que estar, me lo debes pedazo-de-caca-de-búho! ―puso la cara más tierna e inocente que pudo.
―Está bien ―Joe rodó los ojos, tomó un papel y anotó su nuevo número―. Mándame los datos y ahí estaré ―Joe vio un extraño brillo en los ojos de Tony como quien se anota un triunfo, pero lo ignoró―. Bien nos vemos. Tengo que irme ya.
—Oye espera, ¿por qué usas mangas tan largas haciendo calor? —Tony lo cogió del antebrazo.
—No es nada déjalo —Joe se libró del agarre—. Me tengo que ir ya.
Ambos se dieron un fuerte abrazo. Joe salió feliz de recuperar su amistad mientras que Tony salió ansioso por la noche siguiente, ansiedad no por el evento en sí, sino por el reencuentro de unos ojos verdes y otros negros y el torbellino que podría desatarse.
―¡Santa virgen de la papaya, ayúdame! ―susurró Tony.
¿Alguien más sufrió al ver a Joe en ese estado?
No se imaginan el infierno de vivir con esa bruja.
No olvides dejarme un comentario y sobre todo una estrellita (¿sabías que tu escritor come estrellitas? No me dejes morir de hambre ★), son gratis y a mí me ayudan muchísimo.
IG Y TW: alastor_martinez
¿Ya me siguen?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro