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40. En casa (I)

Por MichellBF & Shad-cco


Como bruja de cuentos: anciana, demacrada y débil; se arrastró por las ruinas que se fueron creando bajo sus pies. Sus pasos eran lentos, llenos de dudas, con sus huesos crujiendo como la madera que cede ante un gran peso, su longevidad pareció entonces un sueño inalcanzable. La Oscuridad mantuvo su cabeza oculta entre el pelaje para ocultar el vacío de sus ojos; escuchaba a su acompañante hablar, pero evitó responder, pues sabía que de su boca seca a duras penas saldría algún jadeo.

Madame Nyx siguió por el camino que Lucifer le indicaba, mantenía presente la promesa del rey oscuro: una fuente de energía que le devolvería la fuerza. Pero cuando el camino se hizo más claro, la decepción invadió a La Conciencia de La Oscuridad: solo encontró ruinas cubiertas por capas densas de polvo y cenizas; un marchitamiento pronunciado era visible, un fuego voraz, impulsado por una fuerza devastadora, había acabado con la edificación, dejando solo vestigios.

Aquel jadeo que retenía fue liberado al sentirse estafada. No había tal fuente.

—Despeja el velo de tus ojos, ve más allá de la oscuridad. —Escuchó a Lucifer.

La mujer giró sobre sus pies descalzos, detallando el terreno. Había silencio, ni siquiera el viento zumbaba entre ellos; ni luz, las nubes parecían estar en complot con el rey oscuro para mantenerse acumuladas sobre el terreno.

—No llega la luz del sol ni el viento, te encuentras en una tierra que no ha sido pisada por humanos en décadas... o al menos no ha sido pisada por humanos que hayan sobrevivido para contarlo —agregó tras captar la presencia de restos humanos cubiertos por cenizas.

Madame Nyx vio lo mismo que él, partes de cadáveres de distintos tamaños se esparcían en las inmediaciones del terreno marchito; supuso que en vida habían sido humanos curiosos que intentaron averiguar lo que hacía del lugar tan oscuro y macabro.

Intrigada, dio algunos pasos más y alcanzó el corazón del terreno, ordenó a sus piernas que cedieran y estas, con esfuerzo, la dejaron descender hasta que pudo palpar el suelo con su mano; un rastro de energía la invadió entonces y ella suspiró.

—Ya lo sientes —dijo Lucifer mientras descendía el cuerpo de Lady Morpheus junto a Nyx para que la inconsciente mujer tomara de la tierra maldita la energía que necesitaba.

—¿Cómo? —preguntó una jadeante Nyx, descubriendo a través de la energía transmitida la historia de aquella tierra.

—El tiempo se detuvo en este lugar hace treinta y siete años. Desde entonces, esta porción del mundo humano se fue separando; sigue aquí, a la vista de los humanos, es cierto, pero el dominio sobre estas tierras ya no pertenece a este plano —relató Lucifer con serenidad, como si se tratara del protagonista de la historia, un sobreviviente de ella.

Madame Nyx disfrutó sus palabras al tiempo que absorbía la energía, sintiéndola recorrer desde sus dedos hasta el vacío de su alma; los huesos fueron crujiendo al recuperar la firmeza que nunca debieron perder, la piel se despojó de las arrugas y el brillo inusual en sus ojos se fue asentando de nuevo.

—Hazlo de prisa —apremió Lucifer—. Nuestros invitados llegarán en cualquier momento.

—¿Cómo sabrán que estamos aquí?

Lucifer caminó hacia lo que antes había sido la estancia principal de aquel edificio, en restos de mármol alcanzó a detallar el tallado de letras, con vileza las acarició.

—Ya lo saben. Ella lo sabe.

«Te veo en casa, Venatrix».

«No podré protegerlos... no en ese lugar», había dicho Venatrix en su mejor versión del español a sus compañeros antes de repetirles que no estaban obligados a acompañarla, «...por eso iré sola. Vuelvan a casa», dijo antes de irse para prepararse, desechando cualquier oportunidad de réplica.

Mago Universal no hizo nada por detenerla, se encontraba callado desde que ambos regresaron al Templo, y cuando el joven héroe Kriger se atrevió a preguntar a qué lugar se refería, creyeron verlo intentar responder, pero ni un mínimo sonido emergió de entre sus labios, no pudo decirlo, no en voz alta, su silencio fue interpretado por los héroes.

Nerviosos por lo desconocido y ansiosos por acabar la travesía, los héroes se levantaron sin decir nada y dieron un paso al frente, en dirección al líder que los miraba con ligero asombro y un notable orgullo, así demostraron estar listos para el siguiente combate, el que esperaban fuera el último antes de la victoria.

—Mago, si hay algo que debamos saber antes de partir... —Vincent fue el primero en hablar.

—Sí —atajó—. No sabemos lo que encontraremos allá, no sabemos cómo nos afectará estar en ese lugar, es... incierto.

—Como todos los lugares a los que hemos ido desde que empezamos esta pelea contra la maldita Sociedad Oscura —replicó Nakai, mostrando luego atisbos de suficiencia—, y míranos... seguimos de pie. ¿Por qué nos afectaría lo desconocido ahora?

James respondió con una ladina sonrisa a la que el chico rudo correspondió.

—No la dejaremos ir sola, estamos listos —dijo Vincent.

James Jerom, cargado de duda por el siguiente destino, dejó de lado sus inquietudes para permitir que la motivación de sus compañeros lo impulsara a iniciar el andar. Guiados por Mago Universal, el Escuadrón de Héroes marchó por el pasillo del Templo que en poco los llevó a donde Venatrix residía; la vieron descansar contra el pecho de un acurrucado Dreccan, el dragón alertó la presencia de los héroes y se movió con ligereza para recibirlos, parecía cuidar de no lastimarla entre sus movimientos, ella siguió el curso de la mirada del dragón, encontrando una fila de héroes preparados para la última batalla; suspiró, cansada, mas no sorprendida, sabía que no iría sola aunque así lo quisiera.

Dreccan apartó su cola para dejar que Venatrix recorriera el espacio que la separaba del Escuadrón; cuando estuvieron cerca, ellos notaron la diferencia en la cazadora. No encontraron esa chispa atemorizante en sus ojos que los obligaba a estar alerta, su cuerpo no estaba tenso como solía estarlo. Si antes se mostraba preparada siempre para pelear, entonces ya no parecía estarlo. Sus piernas seguían manteniéndola de pie, pero sus pasos eran solo eso: pasos, sin la habitual firmeza e imponencia ante los demás.

Todos lo vieron, lo que creyeron nunca llegar a ver.

Venatrix estaba derrotada.

La examinaron más y más, sorprendidos por aquello. Lucía, aunque decepcionada, ligera y calmada, como si el peso hubiera desparecido de sus hombros al aceptar un destino que no podría cambiar con ninguna fuerza.

Quizás, a causa de ese pensamiento, era que ahora se mostraba desarmada, ni espadas, ni cuchillos, ni armas, nada con lo que pudiera defenderse en la batalla venidera. El mensaje fue claro: no tenía intenciones de luchar.

Lo peor fue que ella parecía estar bien con aquello. Sí, estaba decepcionada, pero en medio de aquello, parecía haber encontrado paz.

—No pienso... —comenzó a decir.

—Y nosotros no pensamos dejarte en esta batalla sola —interrumpió June.

Sin fuerza, Venatrix calló sus palabras, dejando en su lugar un profundo suspiro. Tampoco pretendía pelear contra ellos.

Sin causar sonido alguno, ella se giró cuando sintió la energía erizar los vellos de su nuca, la sombra a sus pies se alejó de ella para crecer como un cuerpo separado del principal, su forma femenina se fue deformando hasta crear una brecha oscura semejante a un portal; los héroes sintieron la energía oscura provenir del interior.

—Es él —dijo Venatrix, y se adentró en aquel portal sin mirar atrás.

Los héroes la siguieron, sintiéndose sumidos en una infinita oscuridad donde no fueron conscientes de nada más que sus propios pensamientos, o eso creyeron. Sus propias vidas fueron desapareciendo cuando fueron impuestos los recuerdos de una vida pasada, sintieron el calor de una madre y un padre, el resguardo de un hogar, la protección de una familia, sintieron miedo y dudas, enojo y amor; la vida de una joven se fue pintando en la oscuridad que nublaba sus pensamientos, momentos importantes de su crecimiento, y en un mismo instante, vivieron la tragedia donde un hogar desaparecía a causa del fuego invocado por un ser maligno. Fueron vistazos fugaces a la fatídica noche, suficientes para descifrar una pequeña parte de lo que Venatrix había vivido.

La oscuridad se fue disipando junto a los recuerdos, dando espacio para que se extendiera ante ellos el terreno donde antes había estado la mansión Delacroix y de la que ahora solo quedaban ruinas.

Se estremecieron al verlo. Se encontraron justo en la entrada del terreno, delante de un camino compuesto por piedras y restos de pavimento; a cada lado se extendían metros de tierra marchita, ligada con la ceniza y otros restos. No existía vida en aquel lugar, y aunque sabían que el hecho había ocurrido años atrás, no pudieron evitar pensar que todo apuntaba a un hecho reciente.

—Se congeló en el tiempo —dijo James, adivinando el pensamiento de algunos de los héroes—. Es como si todo acabara de ocurrir, por eso todavía se ven indicios de fuego —explicó, señalando pequeñas flamas que se ubicaban en algunos lugares.

Vincent miró hacia atrás y notó como la edificación más cercana se encontraba, en realidad, muy lejos. Supuso que la historia de aquel lugar, sumado a su aspecto, habían sido el génesis de historias de terror que asustaron a los vecinos al punto de no habitar en las cercanías. Volvió la mirada al frente cuando escuchó que uno de sus compañeros hablaba.

—¿Has venido antes? —preguntaba Nakai.

James negó con la cabeza sin retirar la mirada del frente.

—¿Y ella? —preguntó June esa vez, señalando a una Venatrix que había recorrido gran parte del camino y se encontraba por delante de ellos.

—¿Tú qué crees? —preguntó de vuelta cuando la vieron detenerse y arrodillarse en lo que antes fue el umbral de su hogar.

En sus manos vieron un trozo de metal donde se alcanzaban a leer algunas letras que, sumadas una a una, conformaban el fin del apellido.

Delacroix.

Jonathan, seguido por Nahia, divisaron objetos que captaron su atención, alertaron a los héroes para que vieran lo mismo que ellos y uno a uno fueron demostrando sus reacciones.

—La Santa Iglesia ha intentando mantener a los humanos lejos de este lugar —escucharon a Venatrix—, por años han ejercido labores de prevención, pero el ser humano es curioso por naturaleza, esa es la consecuencia —dijo, posando su mirada en aquello que pasmaba a los héroes: los restos de distintos cadáveres dispersos por el terreno.

Antes de que alguno pudiera opinar, invadió sus oídos una tonada suave proveniente del interior de las ruinas, la melodía, aunque suave, inquietó a los héroes que se vieron obligados a seguirla para llegar al origen. Venatrix fue la primera en ver el piano de su familia en el centro de lo que fue la estancia principal, el instrumento musical se mostró en perfecto estado, blanquecino y reluciente como el mármol, con sus teclas siendo acariciadas por las manos delicadas del rey.

Lucifer paseaba sus dedos de lado a lado, ejerciendo un roce contra la superficie de las teclas, como quien daba caricias a su amante, buscando tentarla a cometer pecado. Junto a él reposaba una radiante Elizabeth Morpheus, mostrándose encantada tanto por la melodía como por el autor de ella.

Al otro lado, la blancura del piano era contrapuesta por la oscuridad que cubría a Madame Nyx, erguida y renovada para el encuentro final.

—No es posible —susurró Katrina.

La melodía aumentó en volumen y velocidad, parecía llegar al auge de la misma y Lucifer iba acorde al ritmo, moviendo sus dedos con mayor rapidez, mientras realizaba caricias más profundas que erizaban la piel. Cuando el auge fue alcanzado, los presentes exhalaron, una reacción en cadena involuntaria.

—¿Recuerdas cuando tocabas esto para mí, Venatrix? —preguntó, exaltado—. No conocía tu habilidad musical sino hasta ese día, ¿recuerdas? Cuando revelaste ante mí esa parte de ti que creías olvidada. Allí entendí tu modo de pelear, usas en el combate la misma fuerza y pasión que usas para tocar el piano —habló mientras posaba sus manos sobre el teclado—. Siempre sabes qué tecla tocar y cuál seguirá para poder crear la tonada que esperas —dijo, ejemplificando con el toque de algunas teclas.

Lucifer, ante el silencio, se giró a verla y fue consciente por primera vez de la apariencia de Venatrix. Un ligero rastro de decepción se mostró en su rostro.

—Pero supongo que hoy no tocarás para mí, ¿o me equivoco?

Venatrix no respondió. En su lugar, Mago Universal dio pasos al frente.

—No te equivocas —respondió—. El juego terminó, Lucifer. Quiero...

Lucifer se burló, una risa modesta que se esparció por las ruinas como un viento frío, erizando la piel de los héroes.

—Quiero —repitió con ironía mientras se levantaba del piano—. Yo quiero verte de rodillas suplicando por tu vida; quiero ver los espíritus de tus predecesores pedir perdón por los ultrajes que realizaron en mi contra durante milenios; quiero ver tu cuerpo empalado por la espada que los tuyos me robaron. Quiero tantas cosas, Mago Universal, pero, por ahora, debo conformarme con lo que tengo.

Una de sus manos, ubicada al nivel pecho, descendió hasta alcanzar el nivel de sus caderas, con aquel acto, su traje ondeó por el viento repentino, la misma corriente de aire sacudió las vestimentas de las damas que lo acompañaban antes de hacer lo mismo con los héroes. Luego de aquello, todo empezó a sentirse diferente para ellos, sus cuerpos perdieron el equilibrio ante la invasión de una sensación fría que chocó con un ambiente caluroso. La visión de los héroes se oscureció y llenó de luz en cuestión de segundos antes de recobrar la habilidad y poder ver el nuevo escenario que los rodeaba.

—Y lo que tengo es a ustedes... en mi reino —concluyó Lucifer, haciendo real el miedo de los héroes.

Los miembros del Escuadrón miraban absortos a su alrededor, la realidad había transmutado por el fuego de la maldad absoluta, los había rodeado y consumido todo el entorno, para dejar en su lugar un desolado páramo; perplejos y asombrados lo vieron.

Estaban en el Infierno. 


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