38. Incursión decisiva (III)
Por GabrielO5, BeKaMM & Shad-cco
El grueso hormigón y madera que conformaba la pared que delimitaba la estancia con la otra habitación acabó totalmente destrozado, y de entre la pantalla de humo y polvo viejo acumulado por las eras, emergió Jonathan Mayers, quien entre jadeos y ataques sanguinolentos de tos intentó ponerse de pie, hasta que la espectral figura de su deformado enemigo se mostró ante su mirada cual si se tratara de una visión de su interminable pesadilla personal. Sus ojos escarlata centelleaban entre la oscuridad de la mansión, su prominente altura y deforme musculatura lo habían dejado irreconocible ante sus ojos, quien otrora había sido uno de los guerreros más prolíficos del Kage no Senshi, ahora no era más que un monstruo, una pesadilla viviente que no descansaría hasta dejarlo bajo tierra.
Lenta y pausadamente intentó volver a ponerse en pie, estaba muy herido, aturdido por los golpes y la tortura a la que había sometido durante quien sabía cuánto tiempo. Las risas profundas de Dakken imperaron entre el sombrío manto que rodeaba aquella habitación, parecía ser un comedor.
—Mírate, eres patético —soltó. Su actitud pedante y el eco de aquella cavernosa voz infernal lo hacía sonar monstruoso—. Desde que te vi llegar al monasterio supe que serías una molestia para mí. —Dio un par de largos pasos y con una patada lo impulsó hasta chocar contra una pared, haciendo caer en el proceso una elegante pintura con un escenario dantesco en ella—. Debiste quedarte en tu ciudad, Gaijin, así quizás todo habría sido diferente. Quizás así todos en casa aún estarían vivos. —Cierta nostalgia se plasmó en su horripilante y demoníaco rostro—. Pero eso ya no importa. Ahora, con este poder en mis manos, nada ni nadie se interpondrá en mi camino, restauraré el clan y lo convertiré en lo que siempre debió ser.
Un juego de lastimeras risas provenientes del joven guerrero lo hizo flaquear. Jonathan alzó la vista y con su limitada visión lo centró, sentía una avalancha de sentimientos que no pudo disimular.
—Todavía no lo entiendes. —Se puso de pie—. Todo lo que aspiras, todo ese poder que siempre anhelaste tener, serán lo que te lleve a tu perdición. Nunca te interesaron las enseñanzas de los viejos maestros o las escrituras de nuestros antepasados, nunca fuiste un guerrero de verdad, ni siquiera ahora. Eres un asesino despiadado, una aberración, algo que debe ser detenido.
—Ja, ¿y quién me detendrá? ¿Tú?
—Nunca le conté esto a nadie. Pero en cada combate, en cada duelo o entrenamiento que tenía que tener contigo, siempre me contuve para no lastimarte. —Cerró sus puños con firmeza—. Pero ahora me queda claro que para ponerte un alto, tengo que matarte, de una vez por todas.
El monstruoso Dakken exhibió una sonrisa. Ambos alzaron los puños y adoptaron una posición de combate.
—Ya nos estamos entendiendo.
Blazer tembló preso de la ira incontenible, rugió con fuerza y cargó contra él. Dakken lo imitó. Ambos se lanzaron uno contra el otro y en simultáneo conectaron un poderoso puñetazo que los llevó a colisionar contra el suelo. La rabia asesina y el fuego infernal que le corrían por las venas lo hicieron levantarse casi de inmediato y buscar correr hacia él de nuevo. Pero Nahia apareció de entre las sombras y como si se tratara de una felina, saltó y le hundió ambas katanas contra la espalda.
El demoniaco guerrero rugió, llevó sus manos a su espalda y la atrapó, entonces la estampó contra el suelo. Tomó una estatua cercana y la alzó, Nahia se apartó a tiempo antes de que la estrellara. Rauda desenfundó unas dagas y las lanzó contra él, pero, aunque se quejó, las arrancó sin inmutarse demasiado. Dakken avanzó para atacarla, pero Blazer intercedió, se le lanzó y le conectó una patada giratoria al rostro, su enemigo mandó un manotazo que eludió barriéndose en el fino suelo de aquel comedor, se le escabulló entre las piernas y aprovechando una de las navajas que Dakken se había arrancado, le cortó las piernas y talones, consiguiendo así que perdiera fuerza y se agachara un poco.
Jonathan lo recibió con un puñetazo al rostro tan fuerte que le desvió la cara en dirección a Nahia, quien le asestó una patada. Fue así que el par de guerreros aprovecharon la ventaja numérica y le suministraron a aquel demoniaco ser una ráfaga de golpes simultáneos y bien conectados que consiguieron debilitarlo y, a la vez, enfurecerlo más.
Con un rugido, Dakken se levantó de golpe. Lanzó a Nahia con una patada y tomó a Jonathan del cuello para estrellarlo contra la gran mesa de caoba negra que cubría una buena porción del comedor. De milagro no se rompió, así que se aferró a su prominente brazo como un primate, Dakken lo levantó de nuevo y volvió a estrellarlo, esa vez la mesa cedió y se rompió en cientos de pedazos. Jonathan se incorporó lo más rápido que pudo, lanzando algunos pedazos para distraerlo en lo que se le ocurría algo para detenerlo, pero, antes de que pudiera arrojarle la última pieza, con ambas manos lo atrapó y estrelló contra el suelo, comenzando así a asfixiarlo.
—¡Ríndete, Gaijin! —rugió, apretándole las manos contra el cuello—. ¡Ríndete y entrégame el mundo que buscas proteger para así convertirme en su nuevo rey! —Jonathan pataleó y luchó por zafarse, hasta que, en un último intento, tomó el madero afilado que buscaba lanzarle y se lo enterró contra el ojo. Su némesis bramó con dolor, soltándolo y haciéndose para atrás.
—¡Nunca!
Jonathan gruñó, se lanzó en una voltereta hacia atrás que remató con una patada, se puso de pie y le asestó dos golpes directos al rostro, uno de cada lado, huyó de sus zarpas y entonces vio a Nahia corriendo hacia él.
—¡Jon! —le arrojó una de las katanas.
Veloz se apresuró a sujetarla, Dakken fue tras él, por lo que Nahia aceleró y le mandó un corte a la espalda. Dakken se incorporó, así que Jonathan conectó otro corte en el costado apenas tuvo el arma en sus manos, Nahia le siguió con otro en la pierna y Jon uno más en el pecho. Ya Dakken ni siquiera podía centrarlos, era como luchar contra dos veloces espíritus que se movilizaban en una vorágine de sombras en el viento, tan solo se limitaba a manotear como un descerebrado autómata, buscando acertar contra alguno, pero ellos se anteponían a sus ataques y conectaban sus seguidillas sin problemas. Lo habían llenado de tantos cortes que quedó al borde del colapso.
Entonces, en un último intento por repelerlos, alzó sus brazos al cielo y mandó un impacto contra el suelo tan poderoso que incluso una ligera expansiva los sacó a volar a ambos. Pero terminó chocando contra el suelo, lanzando algo de sangre y dolorosos quejidos que acrecentaban conforme la batalla se prolongaba.
Dakken rugió, una etérea aura carmesí pareció cubrirlo por un momento y pronto sus heridas más profundas y visibles empezaron a desaparecer, mientras que la ira acrecentaba en torno a sus ojos demoníacos. Se levantó con total dificultad, viendo que Nahia también batallaba para ponerse en pie y así reincorporarse al combate, pero estaba bastante herida. Al cabo de unos instantes, el monstruoso guerrero se puso de pie y con imponencia y desprecio observó a Blazer.
—Todo tu esfuerzo —empezó a avanzar hacia él, lentos y cavernosos eran sus pasos, pero se sentían profundos cual el andar de un titán—. Todo por lo que alguna vez luchaste, habrá sido en vano, todos aquellos a los que alguna vez buscaste salvar, morirán. El mundo que tanto quisiste proteger será conquistado cuando la Sociedad Oscura consuma todo lo que existe. Tu lucha fue nada más un desperdicio, ahora morirás, y todo tu legado y del Blazer desaparecerá. Deja de intentarlo y acepta de una vez tu destino, la lucha terminó.
—En verdad... —Jonathan lanzó un cuajo de sangre al suelo, se limpió e incorporó lentamente mientras tomaba la espada—. No lo entiendes... Nunca lo entendiste. Hasta que mis fuerzas se acaben y mi corazón deje de latir, no me detendré, porque conozco el dolor y la oscuridad que seres como tú son capaces de provocar, y no pienso permitir que ni tu ni nadie se salga con la suya. —Apretó con firmeza la empuñadura y miró su reflejo por un instante en la hoja—. Si he de morir, entonces que así sea, pero no voy a permitir que consigas lo que quieres.
—¡Entonces muere!
Dakken azotó el suelo con todas sus fuerzas y, como si se tratara de una suerte de primate bestial, corrió hacia él. Jonathan lo imitó, aceleró a tope y, cuando estuvo a nada de colisionar con aquella mole, lanzó la espada por los aires, se le deslizó justo por debajo de sus pies en el momento en que buscó atraparlo, con agilidad giró por el suelo y atrapó la espada, y cuando Dakken se giró para matarlo, lo atravesó justo en el pecho.
La hoja le perforó de lleno la piel y emergió hasta la espalda. El golpe fue directo y consiguió frenarlo de una vez por todas.
Dakken abrió sus fauces y escupió sangre negra y pesada, tembló y, tras unos segundos, cayó de rodillas, viendo de lleno a quien lo había derrotado.
—Gaijin...
Jonathan entrecerró los ojos y de un solo movimiento arrancó la espada de su adversario, Dakken acabó cayendo al suelo, finalmente abatido.
—Todo ese odio en ti te transformó en quien de verdad eras por dentro. Lo siento, pero debías ser detenido. —Agitó la espada para limpiar la sangre que había quedado y marchó con Nahia, quien apenas se había podido poner de pie—. ¿Estás bien?
—Sí, sí eso creo. —Se estiró y su espalda tronó con fuerza—. Dios, necesito unas vacaciones.
—Lo sé.
—Por Dios. —Amplió los ojos al ver a Dakken en el suelo—. ¿Está...?
—Eso espero. —La casa tembló con fuerza y el sonido de la batalla cercana incrementó—. Vamos, terminemos con esto.
Adyin dio un giro para evadir la muerte por milímetros, Madame Nyx había transmutado en un grotesco monstruo informe; con la mitad de su cuerpo convertido en un insensato caos de tentáculos, ojos, garras, dientes y cuchillas.
—¡Todos los corazones fueron arrancados en una plegaria egoísta por La Luz! — exclamó el monstruo, con voz estridente y horrible, a la vez que atacaba para aplastar a Génesis—. ¡Una temerosa esperanza es todo lo que el mundo conserva!
En una embestida atroz, la guerrera de Galtha fue lanzada contra uno de los pocos estantes que aún permanecían intactos, este se hizo pedazos con un sonido atronador.
La bruja dirigió su abominable figura hacia Katrina, que aún no se había repuesto del todo.
—Las serpientes se arrastraron sin picar entre la multitud y fueron asesinadas para ser alimento... —musitó la aberración mutante con un tono y énfasis que no podía ser descrito en palabras humanas.
Algunos monstruos aparecieron para defender a la adolescente, sin embargo, fueron destrozados en un instante. Los tentáculos horripilantes atraparon a la mexicana.
—El magro por el magro fue devorado...
La cabeza de Nyx se abrió por la mitad para revelar una espiral infinito de dientes puntiagudos, iba a tragarse a su hija.
—¡No, no, no! —suplicaba Katrina, luchando con desesperación.
Génesis escaló sobre la abominable criatura, levantó una espada que brillaba como el sol y decapitó a la villana antes de que pudiera devorar a Sombra. El cuerpo del horror se tambaleó hacia atrás y cayó como un grotesco montón de carne, despidiendo a la vez un olor nauseabundo, repugnante más allá de toda medida.
Adyin se movilizó para ayudar a su compañera, quien parecía hallarse en un estado próximo a la muerte; su tentativa fue interrumpida por un grito ensordecedor y un viento helado que la hizo caer de rodillas.
—Por Iodré... —Las palabras de la atónita guerrera hicieron eco en el vacío infinito.
Las heroínas ya no se encontraban en la macabra Mansión Morpheus, o al menos eso parecía, a su alrededor había una sola cosa, oscuridad; pero no como la que existía en el mundo terrenal, esa cosa era algo consiente, sensible; su color no era negro como tal, era algo más profundo y estremecedor, una perversión de las tinieblas primordiales que existían mucho antes del universo.
Parecía no haber viento, ni oxígeno, sin embargo, Génesis no vio interrupción alguna en sus procesos orgánicos vitales. Por supuesto que ese detalle, a pesar de ser extraño, era el más insignificante, la demoníaca presión era el verdadero problema. La oscuridad alrededor apretaba igual que el océano contra los macabros moradores de los insondables abismos. La guerrera sentía que su cuerpo iba a explotar, solo moverse suponía una labor imposible, era como estar en una prensa hidráulica.
Algo surgió desde las entrañas de aquella negrura aplastante y maléfica, una criatura con alas de murciélago, estas sostenían una figura decadente, putrefacta, insana; parecía un ángel cuya piel había sido arrancada. El color de la cosa no era ni negro ni azul, o ningún otro que pudiera encontrarse en el reino de los mortales, era algo sórdido y repelente, una putrescencia más oscura que la muerte o la corrupción.
No tenía voz ni boca, pero murmuraba cosas en el cerebro de Génesis, cosas que ella creía conocer, suscitando recuerdos y pesadillas que no eran suyas, cuyo terrible significado destruía su mente. La criatura extendió las grotescas alas para sofocarla; Adyin sintió como todo su ser se desvanecía, estaba a punto de ser una con la oscuridad.
—¡Déjala en paz!
Una fuerza monstruosa separó a la pesadilla descarnada de su víctima, arrancándole las alas. Sombra extendía ambas manos hacia la cosa. La adolescente despedía un fulgor siniestro. Los ojos de Génesis sangraron al intentar reconocer los enervantes colores que rodeaban a su compañera, quien gritó y cerró los puños, en consecuencia, el repulsivo monstruo fue triturado mientras se retorcía como una serpiente gigante.
En ese momento, el universo se estremeció, la presión y oscuridad cedieron terreno. Katrina cayó sobre los brazos de la guerrera, sus poros sangraban, no tenía pulso; la conclusión fue devastadora. Había fallecido; un cuerpo mortal no podría manejar fuerzas de ese calibre sin destruirse en el proceso.
—Katrina... no...
Al mismo tiempo, todo se volvió rojo como el Infierno. No había cielo, solo una densa niebla escarlata invadida por entidades alargadas y macabras; fantasmas de un mundo extraño en el final de los tiempos. En el climax de la perturbadora imagen emergió una mancha negra, hambrienta, inexorable, similar a un agujero negro viviente, su tamaño parecía superar los límites del infinito y, sin embargo, se movía devorando todo con sus mandíbulas de gusano empapadas en sangre.
En medio del terror y la locura, el brazalete de Génesis comenzó a resplandecer como una estrella en el vacío, la mente de Adyin se purificó cuando la energía recorrió cada centímetro de su cuerpo y, como si un cálido abrazo la protegiera, pudo por fin pensar con claridad. Quizá no tenía el poder para enfrentarse a una fuerza primordial de la realidad como lo era Madame Nyx, pero podía usar la novena energía y la guía de la bendición de su diosa en el cuerpo de Sombra para devolverle la vida, en ella residía un poder similar al que enfrentaban; era arriesgado, prohibido por la alquimia y por el curso de la vida, pero frente a la criatura imparable, no tenía opciones.
Adyin tomó en sus brazos el cadáver y corrió. No podía siquiera ubicarse dentro de aquella realidad carmesí, pero tenía que alejarse lo suficiente de esa criatura.
Las venas de sus brazos comenzaron a iluminarse como si fuera un faro dentro de la oscuridad. La cálida luz se movió desde ella hasta el cuerpo de su compañera. La criatura abismal se precipitó en su dirección, esa luz llena de vida era demasiado llamativa para no querer devorarla. Génesis giró la cabeza para ver la velocidad cada vez mayor del horroroso perseguidor. Mientras tuviera a la niña en sus brazos, no podría defenderse.
Hubo un rugido ensordecedor, aterrador que traía consigo la promesa de muerte. Adyin aumentó su velocidad, moviéndose a través de las aberraciones de esa realidad que jugaba con su percepción. Concentró su mente en una sola cosa, mover la novena energía del cristal en su cuerpo, crear algo con las técnicas prohibidas de la alquimia.
Se burló de sí misma. Había prometido proteger los principios que ya había roto dos veces por ese grupo de héroes. La novena energía era equivalente a la vida, pero eso no significaba que pudiera generarla de la nada. Solo necesitaba una chispa que pudiera encender las brasas dentro del cuerpo cada vez más lleno de esa pura energía en el cuerpo de su compañera. Un ataque vino desde su costado, que fue evitado por puro instinto de supervivencia. Se arrodilló, abrazando más contra su pecho el cuerpo de la joven. Una criatura amorfa la había atacado, era una variante más pequeña de la cosa en que se había transformado Nyx. Algo parecido a una boca apareció en el centro del cuerpo del monstruo y lo partió a la mitad; rugió amenazante.
La guerrera no tenía que ser muy inteligente para saber que comenzaban a rodearlas. Bajó su mirada a la chica en sus brazos. Su expresión a la hora de su muerte no era apacible, parecía asustada, triste y cientos de emociones complejas que apenas podía comprender. Entonces su decisión por traerla de vuelta se reafirmó. Esa joven con pintura corrida en la cara tenía que vivir más, tenía que conseguir una vida larga y sin esa expresión. Génesis saltó alto, evitando de nuevo el ataque de la criatura y corrió. Quedarse quieta era buscar la muerte.
La oscuridad abrumadora, las criaturas amorfas y los ruidos inquietantes la rodeaban, perdía el sentido del tiempo con eso. No fue hasta que pudo sentir que podía manejar el circuito de la novena energía dentro del cuerpo de Sombra que se detuvo.
—Por Iodré... —oró en silencio, a la espera de poder redimir algún día lo que estaba por hacer.
Sin importarle que las criaturas se acercaran cada vez más, la novena energía que estaba sin rumbo llenó cada parte del cuerpo de Sombra, envolviendo cada célula sin movimiento dentro de ella. La calidez de la bendición que la protegía comenzó a moverse a su voluntad y se transfirió poco a poco, devolviendo lentamente la vida que se había perdido.
Un dolor agudo atravesó a Adyin. Su mente, antes clara, se llenaba de gritos, estática, de un sinsentido que la abrumaba. Pero aún así no paró. Todo comenzó a perderse en la bruma y se aferró al único pensamiento de salvar la vida de Katrina, una joven que creía que tenía el derecho de poder cambiar su futuro.
A su alrededor, las horripilantes criaturas se apiñaron, verdes y con grandes mandíbulas. Todas hacían resonar sus cuerpos acorazados con ruidos extraños, y de ellos se abrieron cientos de ojos que fijaron su atención en las jóvenes iluminadas por la fuerza de vida que emanaba.
Génesis sintió que la calidez que siempre envolvía su corazón y mente desapareció de su cuerpo, dejándola con un sentimiento de soledad y frialdad. Entreabrió los ojos, observando su preciada bendición envolver el cuerpo de Sombra, la novena energía circulaba a ritmos enormes. Y justo en ese momento, pudo sentirlo. Un pequeño latido que se aferraba a ese hilo de vida. Entonces supo que había tenido éxito.
Con sumo cuidado dejó a la joven apoyada en el suelo y se giró, sus enemigos las tenían rodeadas. Sobre ellas, los demonios informes se unían, tal vez en busca de crear alguna criatura más macabra. No tenía importancia para ella en ese momento. Su mente no estaba clara, ya no podía distinguir sus pensamientos de la bruma en su cabeza. Ahora solo confiaba en los datos que su monitor desesperadamente arrojaba en un intento de poner lógica a lo que sus ojos observaban.
Uno de esos gusanos se abalanzó sobre Adyin, quien reaccionó materializando su espada, iluminada con pequeños hilos de luz que poco a poco se iban apagando y dejaban a su paso el frío resplandor del metal. No esperó un segundo ataque cuando se abalanzó sobre las criaturas y atacó sin piedad ni razón.
El cuerpo de Katrina reaccionó violentamente. La joven tomó una bocanada de aire mientras se recomponía. Observó sus manos, incrédula, estaba segura que había muerto tratando de detener a esa maléfica criatura que se hacía llamar su madre. Su mano temblorosa fue hasta su pecho, donde una extraña y apacible sensación permanecía en silencio.
El ruido de lo que parecía una batalla llamó su atención. Genesis luchaba contra lo que parecía ser un cuerpo putrefacto, tenía algunas partes carentes de carne, el rostro estaba deformado y en la espalda unas alas medio destruidas por su batalla. Gritaba palabras que parecían inentendibles, pero Sombra podía reconocer que esa horrible criatura era al menos una parte de su madre.
Cientos de pequeños bichos llenos de ojos intentaban escalar desde las piernas de la guerrera, arrancaban trozos de carne y bañaban de sangre violeta sus cuerpos, pero incluso con eso, ella parecía perdida, luchaba ferozmente, atacó hasta que el filo de la espada se hizo mella y la hoja se rompió.
—¡Génesis! —intentó llamar su atención sin resultados.
Sus ojos se cerraron, enfocándose en las sensaciones que experimentó después de morir. La soledad y desesperación parecían aterradoras, pero extrañamente familiares. Sobre esos sentimientos tan vacíos también podía sentir el cálido aliento de algo desconocido, algo que podía controlar. Cuando volvió a abrir sus ojos, una pequeña luz dorada envolvía sus brazos. Se sentía asombrada por la sensación tan llena de vida que podía controlar con esa luz. Entendió que aquel poder era completamente diferente al suyo, pero, en esas circunstancias, era lo único que necesitaba para detener a Madame Nyx.
Levantó sus manos a la altura del pecho, mientras una esfera de luz se formaba y disipaba la niebla roja a su alrededor poco a poco. Los repugnantes bichos que escalaban por las piernas de Génesis fueron evaporados por la hermosa luz que emanaba de Katrina.
—Oye, güerita, ¿estás bien? —preguntó al llegar a su lado. Adyin respiraba con pesadez, pero su mirada nunca perdió de vista las criaturas contra las que luchaba—. ¿Génesis?
Ella no respondió.
Sangrando de medio centenar de heridas, la guerrera aún luchaba contra un enemigo que no existía, igual que lo haría una máquina defectuosa. Sombra la tomó por los hombros, su simple toque bastó para regenerar las heridas en el destrozado cuerpo de la albina. Génesis la miró en silencio, perdida en el resplandor milagroso de la joven. En un instante todos los temores la abandonaron.
—Funcionó.... —mencionó perpleja y asombrada.
Más gusanos y otras perversiones sin rostro las rodearon, eran gigantes, con alas de buitre y el tamaño de edificios; al fondo se alzaba la mancha voraz e infinita, clamaba por devorar la totalidad de la existencia.
Con la frente en alto, Sombra enfrentó aquella imagen nacida del armagedón
—Gracias por salvarme, yo me encargo a partir de ahora. —Katrina le dedicó una sutil sonrisa.
Un fuerte resplandor desintegró a los enemigos más cercanos. Katrina se había concentrado en materializar a sus siempre confiables emisarios, pero no apareció ningún sirviente monstruoso, en su lugar, emergió una tempestad de entidades luminosas. Era como si las puertas del cielo se hubieran abierto para derramar tropas celestiales de ángeles que exterminaban las huestes del Infierno.
Y de verdad parecían ángeles de fantasía, estas apariciones eran opuestas y a la vez parecidas a los monstruos comunes de la mexicana; bestias majestuosas de pelaje dorado y semblante imponente, águilas blancas del tamaño de dragones, caballeros de brillante armadura igual a escoltas imperiales, figuras altas de largas túnicas plateadas, que al extender sus manos destruían las oleadas de enemigos con un haz de luz purificador.
Adyin miraba la escena estupefacta, la bendición de Iodré sobre la novena energía había alterado e invertido los poderes de su compañera, quien brillaba de manera similar a Amaterasu.
Nyx no tuvo oportunidad; cada ataque era contrarrestado y respondido por uno luminoso que no hacía más que borrar la mancha de oscuridad y maldad. El ser de horror gritó en desesperación al sentir que era reducido con cada ataque. Se retorció y encogió a medida que su macabra multitud era erradicada, al final solo quedó una diminuta mancha negra e indefinible, que se arrastró hasta las heroínas formando lo que parecía una silueta femenina.
—En comparación... el mayor de los terrores no es nada. —La voz salió agonizante, rota—. La Luz te seduce, pero el alma sigue siendo negra y helada... —Luego de escupir estas palabras tuvo un ataque de carcajadas dementes.
Génesis se adelantó con la velocidad que su impulso podía darle y, empuñando su sable corto con brillo oscuro, apuñaló justo en el centro a Madame Nyx. Un grito desgarrador resonó por todo el lugar mientras desaparecía aquella silueta, y entre más se desvanecía, sus alrededores volvían a ser las viejas y destartaladas paredes de la mansión.
Sombra nunca apartó su vista de lo que era su madre. Y justo antes que desapareciera, dijo las últimas palabras para ella.
—Mi alma puede ser negra, manchada de oscuridad, pero eso nunca va a significar que seré malvada y cruel como tú... es una promesa —juró con voz decisiva.
El grito, que ahora era pequeño y agudo, terminó por desaparecer, y con él la ilusión que había atrapado en pesadillas al dúo de heroínas. Katrina cerró los ojos, grabando en su memoria esos instantes. Quería poder describir lo que sentía al saber que su madre estaba muerta. Tal vez felicidad por darle fin a ese cruel ser, o tal vez tristeza por no tenerla. Pero nada de eso era lo que sentía.
Solo había paz, se sentía apacible y tranquila. Sus seres de luz pronto regresaron a su nicho, dejando estelas de luz cuales estrellas en el cielo. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue a su compañera, de rodillas en el suelo, envuelta en las estrellas cada vez más pequeñas y transparentes.
Estaba de espaldas, pero aun así podía verla respirar con pesadez, mientras con su mano izquierda sostenía sus cabellos con fuerza.
—¿Génesis? —le habló como cuando instantes atrás había despertado de la muerte.
La guerrera se levantó en silencio y se movilizó en busca de una batalla que le hiciera recobrar la razón. Sombra la siguió, preocupada. Sabía que lo que tenía dentro de sí, lo que le había devuelto la vida, no le pertenecía, y con solo ver el estado de su compañera podría decir lo importante que era. Aunque se sentía completamente reacia a abandonar esa paz y calidez, tendría que hacerlo.
En ese momento, el suelo dejó de resquebrajarse y los temblores cesaron, soltando los últimos vestigios de polvo de las grietas de la destruida mansión, la tormenta escarlata y los voraces hilos de oscuridad se habían ido. Desde su ubicación, las heroínas veían al Escuadrón de Héroes reagruparse en la estancia central para enfrentar a un acorralado Lucifer que, lejos de sentirse intimidado, sonreía malicioso. La batalla del Escuadrón de Héroes contra las fuerzas malignas de la Sociedad Oscura había terminado, solo restaba alguien más en el tablero: debían destronar al Rey.
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