38. Incursión decisiva (II)
Por Kathwriter, MelvinPin & A_Grant
Una fuerte explosión sacudió gran parte del lugar. La onda expansiva provocó que las paredes y pilares de cemento más cercanas se derrumbaran con suma facilidad como si fuera una simple maqueta de trabajo escolar. Los decorados de metal y madera volaron en varias direcciones. A pesar de que escombros de diferentes tamaños caían sin parar, Cronos se mantenía firme con toda la furia del mundo sobre sus amorfa musculatura; a eso se le sumaba la maligna energía oscura que lo rodeaba.
Desde un piso más abajo de la mansión Morpheus, se encontraban dos de los héroes más recientes del equipo. Kriger desviaba todos los pedazos de cemento que caían con ayuda de su telequinesis, algo fácil para el joven héroe que de a poco se estaba adaptando a su nueva vida heroica, mientras, por otro lado, no muy lejos de Danilo, Binaria disparaba rayos emergentes de las muñequeras de su armadura a los escombros.
El polvo se levantó al instante como un enemigo más al acecho, pero Kriger lo dispersó con un ligero movimiento de su mano derecha, solo para encontrarse con Cronos observándolos con furia desatada desde un piso más alto.
—Es un hueso muy duro de roer —mencionó la pelirroja con el ceño fruncido.
—Y que lo digas —secundó Danilo sin quitar la mirada del gigante.
Con un rápido movimiento, Cronos aterrizó junto a ellos de un salto, tan potente que hizo temblar toda la estancia y dejó grietas alrededor. El titán corrió dispuesto a aplastar a los dos héroes, pero juntos, atacaron en defensa; Kriger arrojando escombros con su telequinesis y Binaria disparando los rayos de sus brazaletes.
Pero a apenas y pudieron con él. Cronos hizo polvo varias de las rocas con solo una palmada, otras las aplastó. Las balas y los rayos láseres de Binaria tampoco habían hecho efecto, la energía siniestra que rodeaba a Laurence le servía como una capa de protección.
—¡Tenemos que acercarnos más a él, no le hacemos ni cosquillas! —gritó a lo lejos Danilo, asegurándose de que su compañera escuchara.
Aquella pequeña distracción la tomó desprevenida. Cronos saltó con la suficiente rapidez para golpearla de un fuerte puñetazo. June recibió el impacto en seco y cayó boca arriba.
«Daños al 74%». La voz de Masha emergió casi de la nada con un ruido metálico. «Preparando secuencia de absorción de impactos: 100%».
—Apresúrate, Masha, por favor. No tenemos todo el día —dijo June en una voz apenas audible.
«¿Estás bien?»
—¡June! —Danilo voló hacia ella lo más rápido que pudo y usó sus poderes en el trayecto para alejar a Cronos con un inesperado pulso telequinético.
—Claro que lo estoy, no te preocupes —contestó June por lo bajo.
Danilo se posicionó frente a Cronos a tan solo tres metros de distancia y aplaudió con fuerza, generando una onda expansiva con su telequinesis que sirvió para retener por un instante a su rival.
—¿Estás bien? —Kriger la tomó por los hombros con evidente preocupación.
June rio por lo bajo. Kriger y Masha hacían las mismas preguntas.
—Sí, gracias, no pasa nada. —June se levantó con facilidad—. Mi traje almacena la energía de los golpes que recibo, puedo devolverlos cuando yo quiera. Justo de eso hablaba con Masha.
Su conversación se vio interrumpida cuando, a lo lejos, se divisó una luz escarlata, y pronto el paso de un gran remolino del mismo color los zarandeó con fuerza, tan fugaz que no se percataron de su interior.
«James y Amara libran una batalla contra Lady Morpheus dentro del remolino», mencionó Masha, quien hizo la réplica a Danilo.
—A veces olvido que Masha existe —comentó el joven.
—Es como si tuviera a otra persona hablándome todo el tiempo en mi cabeza. —June tocó su casco con ligereza—. La gente podría pensar que...
—¡Eso es! —Danilo abrió sus ojos, interrumpiéndola. Tenía un plan.
Un nuevo ruido los llevó a girarse con sobresalto. Cronos se acercaba.
—Escucha, June —dijo—. Tengo una idea. Intentaré enlazarme telepáticamente contigo, así coordinaremos mejor nuestros nuestros ataques y lo venceremos.
—¿También puedes hacer eso? —preguntó Binaria, incrédula—. ¡Grandioso!
—Sí... —Danilo respondió con incertidumbre—. Aunque solo lo hice una vez por error.
—¿Estás tratando de decirme que te deje entrar a mi cabeza sin tener la menor idea de lo que haces? —June se mostró algo decepcionada con la respuesta—. Kriger, eso podría ser arriesgado, peligroso...
—Lo haré, podré controlarlo.
Kriger se mostró convencido, sentimiento que se encargó de transmitir con determinación en su mirada a su compañera, quien, alertada por un nuevo rugido de Cronos, terminó por asentir.
—Solo intenta no provocarme más problemas psicológicos de los que ya tengo —bromeó, aliviando los nervios que le generaba la idea de dejar entrar a alguien a su mente, su mundo—. Tú inténtalo, yo lo distraigo —agregó con seriedad.
Kriger asintió y, levitando en el aire, cruzó sus piernas, entrelazó sus manos y cerró los ojos. June, por su parte, emprendió de nuevo la lucha contra Cronos. Se desplazaba a la izquierda, a la derecha y en cualquier dirección en la que pudiera esquivar los puñetazos del gigante. Luego de un respiro se preparó para recibir un golpe directo y absorber el impacto con su traje, pero una patada inesperada por un lateral en la cabeza la desestabilizó, y rápido se levantó del suelo para esquivar un fuerte puñetazo que formó un hoyo en el suelo.
—¡No, no! —se exasperó Kriger—. No me puedo concentrar con tanto ruido.
—Lo siento, tesoro, no tenemos un botón de silencio —soltó mientras esquivaba otro golpe.
Kriger supo entonces que debía cambiar su estrategia. Con la presión en contra, llevó sus dedos a las sienes y fijó su mirada en Binaria. Su frente se arrugó y, al cabo de unos segundos, un fuerte dolor de cabeza fue la antesala a un mar de pensamientos chocando contra su mente, algunos buenos, otros cargados de ira, otros negativos, otros fueron recuerdos fugaces de una vida ajena a la suya. La recarga provocó que una gota de sangre le brotara de la nariz.
La cefalea también incrementó, a tales cantidades que Danilo lanzó un fuerte grito. Pero no estaba dispuesto a entregarse al dolor, y continuó. Cronos tomó entonces un trozo de escombro y lo arrojó al joven héroe, pero, antes de que el proyectil llegara hacia él, abrió los ojos y lo destrozó con tan solo mirarlo.
—¡Tu pelea es conmigo, grandote! —Binaria liberó la energía absorbida de los golpes con un megarayo que derribó a Cronos bocabajo contra el suelo—. ¡Lo hice! —Se giró feliz hacia Danilo.
A espalda de June, Kriger observó a Cronos a punto de levantarse una vez más.
«¡Detrás de ti!», le advirtió.
La anctoniana reaccionó a tiempo y recurrió a camuflarse con el ambiente, para luego levantar un campo de fuerza alrededor de Danilo. Ambos se hicieron invisibles para confundir al irracional Cronos.
«Ey... ¡estás en mi cabeza! ¡Lo hiciste!, celebró Binaria.
«¡Sí! Pero ahora concentrémonos en acabar con esto. Tengo un plan... necesitaremos hologramas».
«Ok, te escucho».
Dejó que el poder de Kriger la guiara, que se fusionara con el suyo, era el único modo de ser más fuerte, más rápida y más letal. Era el único modo de atacar a Cronos de una vez por todas. June recibió la información directo a su cabeza sin escuchar aquella joven voz llegar a retumbar en su mente, una inexplicable pero interesante sensación a la que iba a costar acostumbrarse. De inmediato, proyecciones holográficas de Kriger y Binaria hicieron que Cronos dirigiera su confundida mirada a otra parte.
Laurence lanzó un feroz golpe que resultó perdido en la nada, momento que Binaria aprovechó para arremeter contra él una, dos, tres veces. Cronos intentaba regresar el ataque, pero cada vez que un holograma se desvanecía, otro surgía con la misma rapidez, mientras que June, oculta a su vista, lo debilitaba con golpes desde diferentes frentes.
Kriger generó una nube de polvo y la levantó como una pared ante Cronos, encegueciéndolo sin darle oportunidad de responder. Ambos héroes luchaban con todo lo que tenían y no podían sino desear que su plan al fin surtiera algún efecto. Fue ahí cuando un movimiento mal calculado terminó en un golpe directo para June.
El campo de fuerza alrededor de Kriger titiló hasta desvanecerse y el joven fue visible de nuevo. A la distancia, June pudo sentir el nerviosismo que lo invadió y, en consecuencia, la conexión mental se rompió. No tuvo tiempo de levantar otro escudo alrededor del muchacho, Cronos arremetió contra ella con una sonrisa desquiciada.
Partes del traje volaron en diferentes direcciones. Danilo corrió a ayudarla, pero la masa de músculos lo golpeó justo en el abdomen y lo hizo volar hasta el otro lado de la sala. El choque de su cabeza contra la pared estalló el dolor cerebral a niveles críticos. Kriger se encogió en el suelo, tosiendo la sangre de la nariz que llenó su boca.
Cronos tomó a Binaria cual muñeca de trapo y destruyó más partes de su traje.
«Daños al 50%», anunció Masha.
La inteligencia artificial fue silenciada cuando Cronos comenzó a asfixiar a Binaria. Masha se concentraba en desplazar todas las energías de las reservas respiratorias hacia el traje, cuando la mano de Cronos rozó el dije de rosa negra y, por fortuna para June, salió despedido hacia atrás.
—Rosa sombría de Ancton, animal —masculló con dificultad—. Agradece que no te haya vaporizado.
June, apenas pudiendo ponerse en pie, miró a Danilo, lo había subestimado, era más fuerte de lo que creía. Para confirmarlo, el joven pelinegro descargó lo que quedaba del techo sobre Cronos, y June terminó por enterrarlo lanzándole rayos con las últimas reservas de energía de su traje.
La batalla había terminado. Estaba noqueado.
—¿Está muerto? —preguntó June, apoyándose del hombro de Danilo.
—Eso espero —contestó él.
Ambos caminaron entre escombros y nubes de polvo, cuando de pronto se oyó un gruñido y Laurence movió un dedo. Binaria y Kriger se miraron. Él, haciendo uso de todas sus habilidades telequinéticas, hizo que se elevara y luego lo embistió contra cada centímetro entre la pared y el suelo, para luego arrojarlo en la pila de rocas.
Binaria silbó.
—Si eso no lo dejó noqueado, no sé qué más podríamos hacer —comentó.
Entre risas y suspiros de alivio, los dos se marcharon.
Una tras otra, paredes fueron destruidas por el cuerpo de Wendigo al ser usado como ariete. Renegado empujaba como si su vida dependiera de ello, ignorando los arañazos del monstruo. Garra Nocturna los seguía de cerca, buscaba una apertura para atacar, pero las astas y garras de Wendigo siempre se interponían.
Para empeorar la situación, la Mansión Morpheus, o lo que quedaba de ella, empezaba a caer sobre sus propios cimientos. En una de las salas que atravesaban, un tentáculo de sombras irrumpió a través del techo y destruyó las juntas de un gran candelabro araña.
—¡Kai! —Dakota gritó justo antes de saltar hacia él y sujetarlo de su traje.
Sus pies se estamparon en el suelo y jaló con la fuerza para detenerlo un segundo, sin embargo, Wendigo continuó rodando un par de metros, lo suficiente para quedar bajo del candelabro en picada, el estruendo de metal y cristal al quebrarse fue seguido por el silencio.
—Gracias —dijo Nakai al recuperar la compostura.
—Eso de seguro fue Sombra —aseguró Dakota, después de que el apéndice oscuro desapareció—. Hay que ayudarlos...
—Tenemos prioridades —comentó Nakai. Los escombros sobre Wendigo se movían poco a poco, los cuernos del monstruo fueron los primeros en salir—. No le des oportunidad —le dijo antes de correr directo al enemigo, como solía hacer.
Renegado tomó los cuernos y con lo que pareció ser solo una fracción de su fuerza actual, extrajo a Wendigo del montón de metal y giró sobre su propio eje para arrojarlo contra la pared. Aún con todas sus heridas, Wendigo se levantó otra vez. Garra Nocturna aprovechó la oportunidad para saltarle a su espalda y cortar una y otra vez a través del grueso pelaje, era difícil que sus garras no se atascaran entre la putrefacta fibra, también debía mantenerse alerta de cualquier intento del monstruo para quitarla de su lomo.
Al no poder alcanzar a su presa, Wendigo comenzó a retroceder para aplastarla cual insecto, solo para ser detenido por Renegado, lo había atrapado y ahora lo sostenía desde los agujeros de la nariz. Antes de que pudiera usar las garras, recibió otro poderoso puñetazo directo a su ya resquebrajado cráneo, el sonido del hueso rompiéndose solo fue superado por el de su cuerpo al caer al suelo.
—¡Sus patas! —gritó Renegado.
De inmediato, Garra Nocturna saltó del lomo de la bestia y con sus garras le cortó los tendones de ambas piernas traseras, mientras su hermano se disponía a inutilizar las garras delanteras de la mejor forma que conocía; con un solo pisotón pudo sentir como todos los huesos bajo los pies de Wendigo eran destrozados, ahora esa garra no era más que carne en descomposición
—Una más...
Antes de que Nakai pudiera aplastarle la última extremidad, Wendigo se impulsó lo suficiente para atrapar uno de los muslos de Renegado con sus fauces. El grito de dolor de su sobrino fue solo el inicio. Luchó contra la enorme fuerza de Renegado y comenzó a agitar violentamente su cabeza con un solo motivo, arrancarle la pierna.
—Estaré satisfecho... —escucharon la voz de la bestia mientras sus dientes se enterraban en la carne de Nakai.
—¡No! —gritó Dakota en un intento por llegar a su hermano, pero fue encontrada por las astas del monstruo y le impidió ayudar.
Garra Nocturna pudo observar las heridas de Wendigo, se cerraban. La sangre de Nakai que caía en aquella asquerosa boca era suficiente para comenzar a curarlo, debía hacer algo antes de que recuperara movilidad. No importaba cuanto lo dañaran, Wendigo era insaciable, su única motivación era devorarlos.
Nakai golpeaba el cráneo del ciervo una y otra vez, pero solo causaba que mordiera más fuerte.
«¿Qué hago?», repetía Dakota en su mente.
Por un momento, se sintió como si todo se detuviera. Dakota debatía opciones, golpear a Wendigo no iba a dar frutos, debía haber otra forma de evitar que Nalzheehí se recuperara.
«Nalzheehí».
El nombre resonó para Dakota. Después de todo lo que pasó, se había olvidado que dentro de ese podrido cuerpo de bestia, Wendigo solo era un hombre.
Y todo hombre tenía espíritu.
Dakota saltó sobre el lomo de la bestia una vez más, pero esa vez no intentó atacarlo, solo se acercó lo suficiente al cráneo. Evadiendo las astas, colocó su mano sobre él y se aferró con sus garras.
—¿¡Qué haces!? —preguntó Nakai en un desesperado intento de abrir la mandíbula del monstruo con sus propias manos.
—¡Confía en mí! —exclamó Dakota mientras extendía su mano. Sin dudarlo, Nakai la tomó y Dakota cerró los ojos, colocando toda su fe en los ancestros—. Tokan omakeayo-sinsia —comenzó a repetir. Eran cantos que Nakai no había escuchado desde incluso antes de que ella naciera, cantados por su madre.
—Tokan omakeayo-sinsia —corearon los dos. Mientras pronunciaban las palabras, Wendigo comenzó a agitarse aún más a medida que los hermanos las repetían—. ¡Tokan omakeayo-sinsia! —recitaron una y otra vez.
Los ojos de ambos brillaron en un tono naranja, y la fuerza de su cántico arrastró a Wendigo y a aquel que estaba atado al monstruo a un lugar donde quizá podrían detenerlos.
El Plano Astral.
La pena y la desdicha se juntaron de nuevo para recibirlos. La niebla apenas les permitía verse el uno al otro.
—¿Funcionó? —preguntó Dakota.
Con una seña, Nakai le indicó que hiciera silencio, pocas veces había entrado al Plano Astral, pero en ninguna ocasión había arrastrado a alguien con él, aún tenía que averiguar si había sido una buena idea.
—Me traen a este reino... —escucharon la voz de Wendigo, junto con su característico olor descompuesto—. ¿Pensando que aquí serían capaces de evitar mi hambre?
La niebla empezó a disiparse. Entre ella vieron siluetas moviéndose, todas a la misma dirección, parecían apilarse y alzarse sobre la barrera.
—Ay, no...
Dakota apenas podía pensar. Cientos de piezas humanas deformes se unían unas con otras. Almas en pena tomadas por las garras de Wendigo en siglos o milenios, formaron parte de la bestia; en la cima, el cráneo de ciervo se alzaba; sus ojos huecos, ahora con flamas rojas; las miles de almas formaban brazos de los cuales emergieron garras de hueso, cada una del mismo tamaño de Nakai. La forma monstruosa de Wendigo superaba los cinco metros de alto y no poseía piernas, ya que cualquier extremidad de aquellos en el fondo de ese insulto a la naturaleza lo ayudaban a arrastrarse.
—¡MI VORACIDAD NO CONOCE LÍMITES! —declaró Wendigo, soltando un rugido combinado con los lamentos de cada alma que ahora era parte de su cuerpo.
Los hermanos se vieron obligados a taparse los oídos. La niebla se disipó a su alrededor, la esencia pura del Wendigo estaba ante ellos y no tenían oportunidad.
—¡Dakota, corre! —grito Nakai.
—¿¡A dónde!? —exclamó ella.
Una de las garras de Wendigo se abalanzó sobre ellos. Nakai tuvo tiempo de empujar a su hermana fuera del camino, recibiendo el golpe de lleno y atrapando uno de los apéndices de hueso con ambas manos. La bestia frenó su ataque, pero los dedos restantes de Wendigo se retorcieron cuales columnas vivientes y se clavaron a ambos lados de las costillas de Nakai.
—¡Consumiré sus almas primero! —Wendigo levantó a Renegado, quien poseía un nudo de dolor en la garganta.
—¡Nakai! —Dakota estaba desesperada.
Con toda la fuerza de sus piernas logró saltar hacia la extremidad de Wendigo, pero el cuerpo de la bestia no era normal, apenas entró en contacto con él, se movió como si cada parte tuviera conciencia propia, y manos emergieron de la masa de carne e intentaron atrapar a Dakota
—¡No, no, no! —repetía mientras se liberaba un zarpazo a la vez.
Dakota logró llegar a los dedos y usó sus garras para cortar las uniones de cada hueso que formaba la enorme garra. Una de ellas se rompió y Nakai consiguió quebrar la otra haciendo presión con su antebrazo. Ambos cayeron al suelo.
—¿Quieren jugar? ¡Bien! —Wendigo colocó su enorme mano sobre ellos y esta empezó a deformarse, astas gigantes emergieron en su lugar y las almas se retorcieron hasta imitar la silueta del cráneo de ciervo, enormes huesos que hacían de colmillos se clavaron en la tierra para formar una jaula.
—¡Lo siento, lo siento! —repetía Dakota—. ¡Esto es mi culpa, Kai! —dijo al ayudarlo a levantarse.
—No es momento para eso... —respondió su hermano. En ese instante, notaron que lo que podrían definir como la mandíbula de Wendigo comenzó a bajar, quería aplastarlos—. Maldita sea —dijo entre dientes.
Renegado subió sus brazos y empujó en contra de la fuerza de Wendigo con toda la energía que le quedaba. No podía fallar, debía resistir o serían aplastados.
—¡Kai!
—¡Busca una salida! —ordenó su hermano.
Dakota intentó correr para escabullirse entre los dientes de Wendigo, pero más barrotes de hueso se formaron, irguiéndose uno tras otro hasta formar varias capas de hueso, sus garras fueron inútiles y cada segundo era vital. Nakai ahora empujaba al monstruo directamente con sus hombros.
—No... no, no. —Dakota hiperventilaba, sentía que se quedaba sin aire mientras lagrimas brotaban de sus ojos—. ¿Qué hago?
—Dakota.
—¿Qué hago?
—¡Dakota! —La voz de su hermano la sacó del espiral de pánico, la veía con una sonrisa leve y compasiva—. Está bien... —susurró con calma, pero incapaz de ocultar que usaba toda su fuerza para evitar que los aplastaran—. Hiciste bien.
—Pero...
—Fuiste una heroína, ayudaste a los demás a encontrarnos, luchaste a través de ese infierno y pudiste ver la bondad en Sombra cuando cualquiera de nosotros la habría considerado enemiga —le dijo cuando la vio al borde del llanto—. Eres mejor de lo que yo podría ser.
—Por favor no te rindas...
—Eso jamás, aguantaré hasta que la última pizca de fuerza abandone mi cuerpo —prometió Nakai casi presumiendo—. Si este es el fin, solo me alegro de no estar solo.
Dakota respiró hondo y retiró las lágrimas de sus ojos.
—No estás solo —habló con determinación mientras se levantaba. Se colocó junto a su hermano y empujó al mismo tiempo con toda su fuerza sin importar que fuera menor a la de él—. Rowina nos espera en casa... —dijo entre dientes, concentrada en usar cada músculo para levantar las fauces de Wendigo—. ¡Tienes al Escuadrón! ¡Te deben una disculpa apenas salgamos de esto! —exclamó—. ¡Ellos también son tu familia!
La mandíbula no se movió un centímetro ante la fuerza de los hermanos, quizá no eran capaces de levantarla, pero no se iban a dejar devorar sin pelear hasta la muerte.
—¡Y no dejaré que mis padres pasen por lo que sání pasó! —gritó ella a todo pulmón—. ¡Volveré con ellos para poder decirles que soy miembro del Escuadrón de Héroes!
Nakai no pudo evitar sonreír, observó a su hermana, sus ojos verdes brillaban con determinación mientras los de él mostraban un brillo naranja igual de intenso.
—¡Entonces hagamos que los Wanikiy se sientan orgullosos! —declaró Nakai, enterrando los pies en el suelo.
Con la poca flama de fuerza que le quedaba, empujó una vez más. El suelo a sus pies se quebraba, las garras de Dakota se enterraban en el hueso del paladar de Wendigo, no le importaba que sus dedos sangraran ni que la presión en su cabeza la hiciera sentir a punto del desmayo.
—Estamos orgullosos... —escucharon.
Ambos observaron frente a ellos, un brillo igual al de los ojos de Nakai los cegó por un segundo. De repente, sintieron como si la boca que los iba a devorar se hiciera más ligera. Una mujer se unía a su lucha, el aura naranja a su alrededor ocultaba la mayor parte de sus rasgos, pero era imposible confundirla.
—Mamá... —susurró Nakai.
—Todos lo estamos. —Una segunda voz al lado de Dakota, Ajeiwa, ayudaba con una sonrisa. Era una versión mucho más joven de la que habían conocido, pero sin duda era ella.
—¡Sání! —exclamó Dakota.
Las almas de Tayen y Ajeiwa por primera vez podían ayudar a los hermanos directamente sin las barreras terrenales.
—Tú lo dijiste, mi niña, no están solos. —El brillo en Ajeiwa se hizo más intenso, impregnándose en las paredes de hueso a su alrededor—. Y parece que la presencia de ustedes dos era lo que faltaba.
—¿Faltaba? —preguntó Nakai, pero antes de poder decir más, las fauces de Wendigo se movieron, estaban abriéndose.
Ninguno de los dos entendió hasta que vieron a un hombre de larga cabellera y complexión musculosa al lado de su abuela, parecía levantarlo con una facilidad extrema, la garra de oso pintada en su pecho resaltaba como una insignia.
—Azhé... —soltaron ambos en tono incrédulo mientras Hanakai abría las fauces de la bestia.
—Nuestras almas no son tuyas, monstruo —aseveró Hanakai antes de arrojar un puñetazo hacia arriba que pareció convertir en cenizas la calavera de ciervo.
El amalgama de cuerpos que ahora era Wendigo se retorció en dolor y serpenteó de un lado a otro, pero volvió a incorporarse, aún en su grotesca forma.
—¿¡CÓMO!? —preguntó entre gruñidos, al tiempo que arrojaba otro ataque con sus garras muertas.
Hanakai solo levantó un puño para interceptarlo, al igual que su trampa de la muerte, esta se deshizo.
—Nosotros somos vida —contestó, sereno—. Tú eres muerte.
—Ya nos arrebataste mucho —agregó Ajeiwa—. Usaste nuestra sangre contra nosotros.
—No dejaremos que le hagas más daño a mis hijos —prometió Tayen.
Cada uno se ubicó junto a Nakai y Dakota. Uno tras otro, las almas de los Wanikiy abandonaron el cuerpo de Wendigo para unirse a su tribu y hacerle frente a la personificación del hambre y la avaricia.
La fuerza de Nakai y Dakota habían llamado a los demás con una nueva razón para volver a luchar y romper las cadenas que los unían a Wendigo. Su poder sobre otras almas se disipaba, solo quedaban unas cuantas.
Nakai avanzó. Wendigo estaba reducido a una sola alma agonizante que portaba el cráneo de ciervo que, casi fusionado a su cuerpo, se lamentaba y pedía clemencia.
—Nalzheehí... —susurró Nakai. Él no respondió.
—Hambre... hambre —repetía.
Nakai suspiró en pena, extendió su mano hasta tocarlo entre las astas podridas. Dakota lo siguió posando su mano en el hombro de Nakai. Tayen, Ajeiwa, Hanakai y todos los demás la imitaron, la energía fluyó entre toda la tribu hasta Nakai, quien arrancó la máscara de ciervo de la cabeza de su tío, terminando el ciclo de sangre de una vez por todas.
Nakai y Dakota despertaron en el suelo de la última habitación a la que habían llegado. La mansión aún temblaba por las batallas alrededor, pero el cuerpo de Wendigo no estaba por ningún lado, solo el de un anciano famélico vestido con harapos y apenas consciente. Dakota observó a su hermano con lágrimas, sin duda, de felicidad.
Pero Nakai sabía que aún no era el fin.
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