30. Fragmentada ilusión
Por Metahumano
Abriéndose paso entre el mar de curiosos y periodistas que se amuchaban contra las barreras de angustiados policías que trataban de contenerlos, Vincent avanzó hasta que pudo volver a ver el cuerpo de Mirlo; había sido descolgado y ahora descansaba en el centro del salón, rodeado de vidrios y como objeto de estudio de la comandante Miller, quien, a pesar de todo el bullicio, estaba con toda su concentración puesta en su trabajo. No era para menos: el héroe de la ciudad había sido asesinado de manera pública, en un evento para honrarlo, sin duda alguien intentaba enviar un mensaje y el peligro de no detenerlo pronto era evidente.
一Disculpe, señor, pero tiene que retroceder 一lo detuvo un policía corpulento, parándose frente a él para impedirle ver lo que pasaba, mientras le apoyaba su pesada mano en el pecho.
一Tengo que hablar con la comandante, es importante.
一Puede intentar localizarla en su oficina en...
一No entiende, yo vi algo, en el techo. Tan solo voy a...
一Escúcheme bien, va a retirarse ahora mismo de aquí o voy a llevarlo detenido por obstrucción de la justicia. ¿Esta...?
De repente, un silbido llegó a los oídos del policía desde su espalda. Al darse vuelta, se encontró con la Comandante observandolo con una mezcla de decepción y reproche que lo paralizó al instante.
一Déjalo pasar 一ordenó con seriedad.
A regañadientes, el cansado oficial levantó la cuerda de seguridad y Vincent no pudo evitar dedicarle una sarcástica sonrisa que tan solo lo enfureció más. Avanzó con cuidado, tratando de no pisar los cristales, pero también consciente de que no debía perturbar la escena del crimen. No pasó mucho tiempo hasta que se encontró frente a la Comandante, quien, en cuclillas, había vuelto toda su atención al cuerpo sin vida de Mirlo. El aroma de la carne quemada se mezclaba con el de los plásticos y demás materiales del traje, a Vincent le recordó al caucho chamuscado.
一Señor...
一Hardy 一completó él.
一¿Está acostumbrado a estar en presencia de cadáveres, señor Hardy? 一interrogó ella, tomándolo desprevenido por completo.
一Tengo el placer de poder decirle que no, comandante 一replicó él, aunque sabía a lo que se refería. Ni había pestañeado al estudiar el cuerpo chamuscado de Mirlo. Por si eso fuera poco, había algo en toda aquella situación que lo hacía sentir peculiarmente cómodo, casi como si estuviera en su hogar.
一Escuché decirle al oficial McGruff que vio a alguien en el techo, ¿eso es cierto?
一Bueno, decir alguien sería simplificarlo demasiado.
一Va a hacer que me arrepienta de haberle hecho cruzar esa línea, ¿verdad?
一Mire, vi algo ahí arriba. Si era una persona o no, no puedo estar seguro, pero sí sé esto: quería que lo viera. 一Vincent ignoró la mirada burlesca de Rebecca y prosiguió一. Algo está pasando, comandante Miller, y Mirlo es tan solo el comienzo.
一¿Por qué está tan seguro?
La pregunta lo puso en una situación incómoda: la de tener que aceptar la verdad. Vincent tomó una gran bocanada de aire, sintió su corazón acelerarse, sus palmas sudorosas. Sentía que algo, una misteriosa presencia que había estado rodeándolo hasta ese momento, al fin lo había alcanzado e intentaba poner sus asquerosas manos sobre su boca, como si buscara evitar que siguiera hablando.
一Porque algo aquí no está bien 一confesó luego de unos segundos de pelear contra aquella fuerza一. No puedo explicarlo, pero algo me ha estado siguiendo, intenta decirme algo y creo que Mirlo es parte de esto... y creo que usted también.
一Muy bien... necesita ayuda, señor Hardy, pero no mía. Por favor, retírese por donde...
一¿Nos vimos alguna vez? Antes de esta noche.
一No, ¿de qué está hablando?
一Entonces, ¿cómo sé que está saliendo con Karen Turner?
La comandante hizo una pausa, estudió al hombre que tenía enfrente de pies a cabeza y luego, con una furia apenas contenida, pasó por encima del cuerpo de Mirlo y lo tomó de la camisa, empujándolo hacia atrás con facilidad a pesar de su diferencia de tamaño.
一Escúchame bien, imbécil. No sé quién eres, ni qué quieres conmigo. Si estás buscando una pelea, elegiste a la persona equivocada.
一No me está escuchando, comandante. No la conocía hasta esta noche, no sé quién es Karen Turner y, sin embargo, lo sé. Entiendo lo extraño que suena todo esto, pero sé que seguir luchando contra ello solo va a empeorar la situación.
一Te quiero fuera de mi escena del crimen, ahora. 一Rebecca empujó a Vincent y él aterrizó sobre su trasero, clavando algunas astillas de vidrio en sus manos一. Tienes suerte de que no meta tu trasero en una celda hasta que decidas empezar a hablar con sentido.
Humillado, pero convencido de que estaba en la senda correcta, Vincent se levantó. El sudor en sus manos empezó a filtrarse en sus heridas, causándole un leve dolor que ocultó a la perfección. Volvió su mirada hacia la comandante, parecía estar al borde de irse a los puños. La necesitaba, sabía eso, pero si planeaba tenerla de su lado en algún momento de nada le iba a servir presionarla. Debía esperar. Esperar hasta que todo estuviera más claro, hasta que supiera qué era lo que pasaba en Krimson Hill.
一Volveremos a vernos, comandante 一sentenció, esa vez más tranquilo一. Tan solo espero que cuando nuestros caminos vuelvan a cruzarse, no sea demasiado tarde.
Sin más, Vincent se volteó y se alejó. Pasó él mismo por debajo de la línea de seguridad e ignoró la mirada aún furiosa del oficial McGruff. Luchando para abrirse paso entre la muchedumbre, logró llegar a la puerta, donde fue recibido por la gélida ventisca de la noche. Había empezado a llover y el agua fría limpió la sangre de sus manos con delicadeza. Cerró los ojos y se dejó llevar por unos segundos por la aparente calma de la ciudad. El sonido de la lluvia apagaba el de las sirenas y el murmullo de los reporteros, pero no pudo protegerlo del grito que lo arrancó de aquella paz.
一¡Vincent! 一Al principio le costó reconocer aquella voz, se sentía aturdido, mareado, pero al abrir los ojos se encontró con Cassiopeia y Ryan, lo observaban furiosos一. ¿Dónde diablos estuviste?
一Cass, puedo explicarlo...
一Estábamos preocupados, Vince. Desapareciste en medio del caos, nos dejaste solos 一continuó Ryan.
一Miren, creí ver algo sospechoso, así que me quedé a hablar con la policía. Ahora ya lo hice y estoy listo para volver a casa. Lamento no haberles dicho, pero...
一¿Y esa sangre en tus manos? 一interrogó Cass y, por un segundo, a él le costó recordar a lo que se refería.
一Oh, ¿esto? Tropecé y caí sobre unos vidrios, no es nada 一mintió y, de inmediato, supo que ella se había dado cuenta.
一Voy a buscar un taxi 一se excusó Cass, vaticinándole la discusión que tendrían cuando llegaran a su hogar.
Ryan y Vincent la observaron marchar, bajó las escaleras mojadas con una gracia inigualable a pesar de llevar tacones altos, los cuales producían un sonido rítmico al golpear contra el cemento. Cuando estuvo lo suficiente lejos, Ryan se volteó hacia su amigo, y él supo lo que se venía.
一Vince, te pedí solo una cosa para hoy 一le reprochó.
一Lo sé, pero no entiendes...
一Lo único que entiendo es que te necesitábamos, y no estabas allí, Vince. Estabas intentando resolver otro problema, de ayudar a alguien más. Nosotros nos podíamos ir al diablo.
一Sabes que no es así 一intentó ocultar sin éxito lo ofendido que se sentía por las palabras de su amigo.
一¿No lo es? ¿Estás seguro? Porque sin duda se sintió así desde donde estoy parado 一contestó Ryan, su rostro pasó del enojo a la compasión. Lanzó un suspiro一. Necesitas ayuda, hombre. Si no es la nuestra, te pido, por tu bien y por el nuestro, que intentes encontrarla en otro lado. Pero no puedes seguir así, lastimando a tus seres queridos solo para sentirte un héroe.
Vincent intentó ensayar una respuesta, pero las palabras lo eludían, sobre todo porque, muy dentro suyo, sabía que su amigo tenía razón. Optó por no responder nada y tan solo desviar la mirada. Ryan se percató de ello y sintió pena por su amigo, por su hermano.
一No voy a seguir discutiendo esto aquí, en primer lugar porque se me está congelando el culo, pero tienes que tomar una decisión, Vince 一continuó Ryan, esa vez apoyando una mano en su hombro一. ¿Qué estás dispuesto a sacrificar para perseguir estas fantasías?
«Todo», respondió una voz en su cabeza, pero sus labios no se movieron. Ryan le dio una palmada cariñosa en el rostro, le sonrió sin demasiadas ganas, se dio media vuelta y comenzó a bajar las escaleras. Él lo siguió, Cass lo esperaba en la vereda ya con un taxi a su lado. Antes de subirse al vehículo, Vincent dedicó una última mirada al ayuntamiento y notó que, desde la puerta, la comandante Rebecca Miller lo observaba. Una llama de esperanza se encendió en su pecho y lo mantuvo caliente por el resto de la noche.
Las horas se convirtieron en días y pronto una semana lo separaba de aquella fatídica noche en la que vio morir al héroe de la ciudad. Vincent había vuelto a hablar con Cass y Ryan, pidió disculpas por como se había comportado esa noche y prometió que no iba a volver a ocurrir. Por supuesto, evitó comentarles del demonio de ojos azules que parecía acecharlo día y noche, intentando arrebatarle todo cuanto le era preciado. Tenía que obtener respuestas, de una manera u otra, y no podría hacerlo encerrado en la institución psiquiátrica de la ciudad.
Por fuera, mantenía su facha de buen trabajador que salía a las nueve y se quedaba a hacer horas extras para cuidar bien de los niños a su cargo. Pero la realidad era otra. Tan pronto como entraba a su oficina, que había permanecido cerrada con llave hasta para la gente de limpieza desde que todo aquello había empezado, se adentraba en su investigación y se dejaba llevar por ella. La pared donde antes había colgado su título universitario, junto a fotos y otros preciados recuerdos, había sido invadida por recortes de periódico que se unían por un fino hilo rojo. Un cliché, lo sabía, pero no tenía otra manera de ordenarse, así que se lo permitió.
Los recortes recorrían los temas más diversos: escándalos políticos, asesinatos aparentemente azarosos, guerras de bandas, pero, al menos en su mente, podía ver con claridad cómo los hilos conducían hacia la noche que Mirlo murió.
El recorte de ese fatídico evento ocupaba el lugar central y en la foto que exhibía se podía observar a una preocupada Rebecca Miller hablando por teléfono, sin duda con alguno de sus superiores. Sin embargo, no hacía falta leer el períodico o mirar el noticiero para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo: Mirlo había mantenido a raya a los criminales de la ciudad durante diez largos años y, ahora que ya no estaba, era tan solo cuestión de tiempo para que ellos intentaran llenar el vacío de poder dejado por el héroe.
Los crímenes violentos habían aumentado de manera exagerada en las últimas semanas, la ciudad estaba bajo una situación de constante tensión y nadie estaba del todo seguro de cuál sería la chispa que haría estallar el polvorín.
Sin embargo, Vincent estaba dispuesto a evitarlo y sabía, en su corazón, que la clave para salvar a su ciudad estaba en encontrar a aquel diablo azul y detenerlo de una vez por todas. Solo así todo podría volver a la normalidad... solo así podría ser feliz. El problema era saber por dónde empezar. Después de todo, Mirlo no era una persona que careciera de enemigos. La lista de sospechosos bien podría tener el tamaño de la guía telefónica. Era inutil pensarlo así, necesitaba una pista sólida, un detalle que iluminara el camino por aquel laberinto y, entonces, como caído del cielo, llegó.
Como todos los días durante la última semana, oyó tres golpes secos en la puerta y salió, esperando encontrarse a Doly con algo de comer y el períodico que él le había encargado. Para su sorpresa, su secretaria y la comida no estaban allí, pero el diario lo esperaba a sus pies. Asomó la cabeza por el marco de la puerta, miró a ambos lados del pasillo, contó con encontrar a algún niño que le estuviera jugando una broma o algo por el estilo, pero nada.
Luego de escuchar las risas de los jóvenes a la distancia sintió una opresión en el pecho. No le estaba dedicando tanto tiempo como quisiera a su trabajo. Se planteó dejar el periódico para después y salir a ver cómo estaban las cosas por el orfanato, pero sus ojos se clavaron en el titular de la primera página:
«Noche de horror en Old Hill:
tres muertos en violento enfrentamiento
entre policías y criminales».
Sin pensárselo dos veces, Vincent levantó el periódico y de un portazo cerró. Procedió a recortar el titular y comenzó a buscar un lugar en donde ponerlo en su pizarra. De repente se quedó paralizado. Sus piernas temblaron, su corazón se aceleró y el recorte se cayó de sus débiles manos. Lo había logrado: sabía dónde encontrar al diablo azul y la respuesta se le hizo tan obvia que tuvo que contener las ganas de darle un cabezazo a la pared para castigarse.
Con su mente corriendo a mil por hora, se apresuró a tomar su abrigo y, sin más, abandonó su oficina. A su paso dejó caos y miradas desconcertadas entre los jóvenes inquilinos del orfanato, que lo observaban como si hubiera perdido la razón. Vincent pronto estuvo en la calle. El día estaba frío. Una leve llovizna azotaba el suelo, no era lo suficiente fuerte para sacar un paraguas (que de todas formas no tenía), pero de inmediato supo que iba a terminar empapado. No le importó. Se subió a su moto, que pareció rugir al ser encendida, y salió despedido hacia su destino.
Ryan había alzado la cabeza al escuchar el chirrido de las llantas contra el asfalto y observó a su amigo alejarse. Se excusó de la charla que tenía con uno de los chicos y se dirigió a la oficina de Vincent. No hizo falta ni golpear la puerta, sabía que él no estaba ahí, lo que lo sorprendió, después de una semana de intentar entrar y que estuviera con llave, fue notar que se encontraba entreabierta. Casi con temor de lo que iba a encontrar allí, Ryan la empujó y esta se abrió con un chirrido escalofriante. Pero lo que de verdad le heló la sangre fue lo que encontró ahí dentro. De pronto entendió por qué no había visto a su amigo en toda la semana. De inmediato dio media vuelta y abandonó el orfanato, rogando que no fuera demasiado tarde para salvarlo.
Vincent detuvo su motocicleta frente a una enorme fábrica abandonada en Old Hill, la parte más antigua de la ciudad, ubicada a las afueras. El lugar tenía una estructura gótica venida abajo, todas sus ventanas estaban rotas y, las que no, estaban demasiado sucias como para poder observar su interior. La lluvia se había intensificado y ahora golpeaba con furia su rostro y el asfalto por igual. Intentó adentrarse al edificio, pero la puerta estaba cerrada. Miró a ambos lados de la calle, nadie. Le dio una poderosa patada. La puerta crujió y cedió un poco, pero no lo suficiente, su pierna, en cambio, quedó bastante adolorida, de forma que decidió no volver a intentarlo.
Bajo la poderosa lluvia, caminó hasta un pasillo que alguna vez habría servido para transportar mercadería dentro del edificio. Ahora se encontraba a oscuras y terriblemente sucio, pero desde él se podía observar una ventana abierta lo suficiente amplia como para ingresar. El problema era que se encontraba demasiado alta. Vincent estudió su entorno. Había algunas cajas que parecían sólidas como para aguantar su peso, pero también demasiado pesadas para moverlas hasta alguna posición que le sirviera. Sin embargo, algo muy dentro suyo supo que había una alternativa.
Casi por instinto, Vincent comenzó a correr por el callejón. Su corazón estaba acelerado, su mente preocupada, su cuerpo parecía moverse por cuenta propia. Dio un salto sobre un tacho de basura que lo ayudó a tomar altura para saltar a una de las grandes cajas que adornaban el pasillo. Sin perder velocidad ni envión, dio otro salto que le permitió rebotar contra la pared y alcanzar la ventana abierta sin dificultades. Cuando aterrizó dentro de la destruída fábrica, su corazón aún latía a mil por hora. No entendía cómo había hecho eso.
«Mierda», pensó. Aún recordaba a su profesor de educación física de la infancia decirle que tal vez lo suyo era el ajedrez luego de verlo intentar jugar al fútbol y, sin embargo, allí estaba.
El sonido de la lluvia contra el techo de chapa lo ayudó a relajarse. Un trueno en el exterior le recordó el inminente peligro. Si no se equivocaba, estaba en la actual guarida del diablo azul. Cayó entonces en cuenta de que no tenía la más mínima idea de qué hacer en caso de que lo encontrara. Su plan jamás había llegado tan lejos. Pero era demasiado tarde para volver. Si tenía la oportunidad de detenerlo, de proteger a aquellos que le importaban, iba a tomarla, sin importar las consecuencias.
Tragó saliva. Su boca estaba seca y pastosa, en parte por la actividad física, en parte por la adrenalina de encontrarse en la cueva de la bestia. Sacó su teléfono, encendió la linterna y comenzó su recorrido. Sus pasos producían un delator eco a su andar, las palomas (o al menos convenció a su mente de que eran palomas) que habitaban el lugar también se alborotaban al verlo pasar.
Se detuvo y aminoró su marcha, no quería asustar a su presa ahora que estaba tan cerca. Aunque, tal vez, el diablo azul no fuera de los que se asustaban. Tal vez, Dios no lo permitiera, era de los que mostraba los dientes.
Al moverse más lento comenzó a percibir mejor los detalles dentro del edificio. Era claro que, a pesar de llevar años abandonado, no había estado todo el tiempo deshabitado. Había algunas latas de cerveza tiradas en las esquinas, uno que otro condón, más jeringas de las que le hubiera gustado reconocer y muchos graffitis en las paredes. Cosas inocentes al principio, nombres, frases de canciones, algún que otro símbolo que no reconocía, pero, entre todas ellas, destacaba un hermoso rostro femenino que no podía ser calificado de otra manera que no fuera una obra de arte.
La pintura cubría toda la pared y mostraba solo el seductor rostro de una mujer que, a pesar de los años, no había perdido la belleza. Su piel era pálida como la nieve; su cabellera era de un negro profundo y parecía ondear gracias a unas invisibles ráfagas de viento; sus labios brillaban como la sangre, pero lo más llamativo eran los ojos. Esos ojos escarlata que parecían estar vivos y observarlo casi con cariño, esos ojos hipnóticos que susurraban «quédate».
De repente, un sonido a sus espaldas lo arrancó de sus ensoñaciones y lo obligó a buscar refugio. Vincent apoyó su espalda contra una columna cercana y apagó su linterna. Pronto empezó a escuchar pasos y un haz de luz volvió a iluminar el rostro de la mujer, pero ahora ya no parecía tan amable como a él se le habían antojado hacía apenas segundos. Ahora miraba al frente con furia y a Vincent le recordó a una de esas vampiresas que solían salir en las películas de terror que miraba de niño junto con Ryan, que mostraban sus colmillos cuando las cosas no salían como querían.
Los pasos se seguían acercando y Vincent temió que lo hubieran descubierto. Pero si era así sabía que no se iría sin una pelea. Tomó una gran bocanada de aire y aguardó el momento justo. Cuando al fin los pasos estuvieron a su lado, atacó. La linterna de su oponente apuntó justo a sus ojos. No lo dejó ver con claridad, pero con el mismo instinto anterior, su mano se extendió hasta tomar el arma que portaba y arrancarla sin demasiados problemas. Sin embargo, un puñetazo lo alcanzó pronto justo en medio del rostro y lo hizo retroceder. Con un inexplicable giro, Vincent logró lanzar una patada que su oponente bloqueó, pero él la siguió de inmediato con un gancho que dio justo en la zona hepática del enemigo.
Por un segundo se permitió sentirse ganador del encuentro al ver a aquella sombra doblarse del dolor, pero pronto la figura se incorporó lanzando un uppercut que lo alcanzó justo en el mentón y lo tiró de espalda al suelo. Aquella sombra se apresuró a lanzarse sobre él, pero aún así Vincent no se rindió y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, dio un cabezazo a su oponente, lo que le permitió luego tomarlo del abrigo e invertir posiciones, quedando él por encima.
La linterna de su oponente rodó hasta enfocarlos, y Vincent descubrió que tenía entre sus manos a la comandante Rebecca Miller, que lo miraba totalmente enfurecida. Antes de que pudiera siquiera pensar en soltarla, ella le dio un poderoso rodillazo en la entrepierna y pronto ambos se encontraron en el suelo, quejándose del dolor.
一Idiota 一se quejó la comandante, sin siquiera mirarlo.
一Mala mía 一reconoció Vincent, también con la mirada clavada en el techo.
Poco a poco, ambos se fueron levantando. Vincent recuperó el arma de la comandante y se la entregó en un acto de buena fe, sin embargo, alzó las manos solo por si acaso. Rebecca lo observó y enfundó su arma, Vincent bajó los brazos y dejó escapar un suspiro de alivio.
一¿Puedo preguntar qué mierda hace aquí, señor Hardy?
一Llámeme, Vincent, por favor.
一Está bien. Puedo preguntar, ¿qué mierda haces aquí, Vincent?
Se detuvo y se lo preguntó a él mismo: ¿qué mierda estaba haciendo allí?. Sin embargo, supo que no había excusa que valiera, no con la comandante, así que optó por decir la verdad.
一Creo que la persona responsable de la muerte de Mirlo se esconde en este edificio. 一Rebecca no supo qué responder. Vincent se percató de ello一. Tú también estás aquí buscándolo, ¿verdad?
一No puedo discutir los detalles de una investigación en curso, señ... Vincent.
Un sonido distante los sobresaltó. Vincent tomó una posición de combate defensiva, mientras que Rebecca desenfundó una vez más su arma y la apuntó a la oscuridad apenas disipada por su linterna.
一Tienes que irte de aquí, Vincent.
一Ni hablar, yo llegué aquí primero. Además, ¿qué pasa si estoy solo y me pasa algo? La culpa sería tuya por dejar a un civil sin cuidado.
Rebecca suspiró con frustración y se preparó para contestarle, pero otro ruido proveniente de la oscuridad la hizo detenerse en seco.
一Mierda 一masculló la comandante. Vincent esbozó una sonrisa al saber que había dado en el clavo一. Bien solo... sígueme de cerca.
Vincent asintió y el dúo comenzó a surcar la oscuridad con lentitud, pero con una sincronía que les hacía sentir que habían hecho eso al menos un millón de veces.
一Sabes que vas a tener que decirme cómo diablos llegaste aquí 一murmuró la comandante, sin quitar su atención de su entorno.
一Bueno, fue bastante fácil una vez que comencé a notar el patrón. Los crímenes iban escalando por fechas y áreas, pero de una manera casi programada, un barrio después del otro y, en todos, hasta el momento, los crímenes comenzaron en las cercanías de edificios abandonados y se fueron expandiendo desde allí como una infección 一comentó Vincent y, a pesar de que no entendía cómo había logrado hacer la conexión que lo había llevado hasta allí, las palabras salían de su boca con una fluidez y seguridad que hubieran convencido hasta el más escéptico一. Una vez que noté el patrón, supe que Old Hill era el lugar que seguía, y así lo sugiere el tiroteo que hubo apenas a unas cuadras de este edificio. Sospecho que nuestro criminal se esconde en estos lugares y desde aquí comienza a dirigir la actividad delictiva de la zona hasta poder moverse a otro espacio para evitar ser detectado.
一Eso es... bastante impresionante para el director de un orfanato 一reconoció Rebecca一. Tal vez hubieras sido un buen detective en otra vida.
一En otra vida 一repitió él con una ligera sonrisa, como si la idea se le hiciera graciosa一. Pero cómo llegaste tú aquí. Sin ofender, pero, según lo que leí, la policía estaba sin pistas al respecto.
一Una llamada anónima. Nos alertaron de un posible sospechoso visto en las cercanías del edificio.
一¿La comandante suele salir a chequear pistas anónimas o están así de desesperados? 一Una mirada asesina de Rebecca le advirtió que no quería seguir presionando一. En fin, ya no sueno como un demente, ¿verdad?
一Oh, todo lo contrario, Vincent, ahora estoy convencida de que estás como una puta cabra 一replicó ella一. Pero tienes algo... no sé qué es. Lo sentí la noche que nos conocimos, pero había decidido ignorarlo hasta este momento. Tal vez haya algo de verdad en tus palabras, solo el tiempo lo...
Una figura oscura se movió a una velocidad inhumana entre las sombras, dándole pausa al dúo que se plantó en el centro de la habitación a la espera de nuevas señales de vida. Un movimiento a su derecha, otro a su izquierda. Ambos giraban tratando de distinguir algo en la infinita oscuridad de aquel edificio. Era claro que algo los acechaba, los rodeaba, y ellos sabían muy bien de quién se trataba. Se sentían expuestos, pero a su vez ambos estaban listos para el combate, y entonces, una voz.
一Así que esto fue lo que estuviste haciendo toda la semana mientras yo mantenía el orfanato en pie. 一La linterna de la comandante iluminó a Ryan, se acercaba a ellos con furia en sus ojos一. ¿Jugando al detective?
一Tenemos que sacarlo de aquí 一dijo entre dientes Rebecca, quien seguía escaneando sus alrededores en búsqueda de algún posible enemigo.
一Ryan, puedo explicarlo, pero necesito que salgas de aquí ahora 一dijo Vincent, sin separarse un centímetro de Rebecca.
一No estuve siguiéndote como un desquiciado por toda la ciudad para irme sin respuestas. Fue una puta casualidad que viera tu moto estacionada afuera 一continuó Ryan一. ¿Acaso perdiste la razón? Este no eres tú, Vincent. Tu lugar no está en algún edificio olvidado por Dios, persiguiendo fantasmas. Tu lugar es en el orfanato, ayudándome a salvar a los niños que la sociedad dejó atrás.
一Ryan, por favor...
一Tu lugar 一continuó一, es en tu hogar, con una mujer que te ama... con Cass. Vincent, es hora de que elijas. ¿Dónde quieres estar? ¿Aquí o con nosotros?
Tan pronto como Ryan terminó de hablar, los ojos de Vincent y Rebecca quedaron abiertos de par en par. Intentaron hablar, advertirle, pero sus bocas temblaban y las palabras no lograban escapar del nudo en su garganta. Detrás del recién llegado, una figura alta y oscura se alzaba de forma amenazadora, con sus ojos brillando en un profundo tono de azul que parecían quebrar el espacio a su alrededor como una señal intermitente.
一Ry... 一alcanzó a murmurar Vincent, cuando unas fuertes manos tomaron la cabeza de su amigo y le quebraron el cuello sin ninguna dificultad.
El cuerpo de Ryan Orvin cayó al suelo inerte. La comandante disparó dos veces, pero el diablo azul ya no estaba allí. Ella se lanzó a perseguirlo, Vincent tomó el cuerpo sin vida de su amigo y lo abrazó con fuerza mientras las lágrimas caían a chorros de sus ojos. Lo sacudió, esperando que de alguna manera eso fuera a traer vida de vuelta a su amigo. Deseó morir él mismo, dar su vida para que él pudiera seguir, pero era inútil. Ryan se había ido para siempre.
Sintió una respiración lenta, calmada a sus espaldas. La temperatura de la habitación pareció descender de forma exagerada, y supo de inmediato quién se encontraba allí. La tristeza fue reemplazada al instante por una furia que le hacía arder el pecho. Soltando el cadáver de su amigo, se levantó y dio un puñetazo que alcanzó justo en el rostro al diablo azul, pero él ni siquiera se tambaleó al recibir el impacto. La misma mano que asesinó a su amigo ahora lo tenía a él por el cuello y lo alzaba a algunos centímetros del suelo. Pronto quedó frente a frente con aquellos diabólicos ojos azules, lo único que emitía una luz en aquella oscuridad.
一Hazlo 一lo retó Vincent, haciendo un esfuerzo por respirar一. Hazlo porque, de lo contrario, voy a perseguirte hasta el mismo infierno.
Pero, para su sorpresa, no había furia en los ojos de aquel demonio. No reflejaban odio, ni malignas intenciones. En su lugar, eran ojos que mostraban una profunda tristeza, casi compasión, y la furia en el pecho de Vincent comenzó a descender poco a poco.
一Todavía no estás listo 一dijo aquel monstruo con una voz espectral一. Lamento que esto tenga que ser así, Vincent, pero tienes que despertar.
一¿De qué mierda estás hablando? 一logró balbucear.
一Volveremos a vernos y espero que entonces puedas venir conmigo, pero, hasta entonces... deberás sufrir.
Un haz de luz azul cegó a Vincent y se sintió caer al suelo junto al cadáver de Ryan. El diablo azul había desaparecido sin dejar rastros. La comandante Miller volvió a la habitación solo para encontrar a Vincent llorando de nuevo sobre el cuerpo de su amigo. Una vez más, el criminal más buscado de la ciudad se le había escapado entre los dedos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro