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13. Héroe novato (II)

Por MelvinPin


Dos días después de haber despertado, Danilo presentó extraños síntomas. Lo primero que manifestó fueron los cambios de humor, algunas veces se sentía muy enojado; en otras ocasiones, se sentía triste sin razón aparente. Los tronantes dolores de cabeza tampoco lo dejaban dormir, se retorcía y gritaba del dolor.

Su temperatura corporal se elevaba más de lo normal, su nariz sangraba de manera constante cuando sufría las terribles cefaleas que seguían arrebatándole el sueño. Sus padres se preocuparon tanto que creyeron que llegaría a morir. Incluso Danilo también lo pensó, más aún cuando sus nuevas y extrañas habilidades comenzaron a manifestarse.

Descubrió sus poderes una noche, cuando tenía la necesidad de ir al baño y debía ir solo porque no había nadie más que lo acompañara. Llevó su brazo a un extremo, que aún estaba canalizado, para que la vía del suero no se atascara con otro objeto, se sentó y luego bajó los pies de la camilla. Al terminar de colocarse las zapatillas, caminó hacia la mesa que estaba cerca. Quiso tomar agua, así que agarró un botellón y vació el líquido en una taza, alzó su brazo para beberlo, pero sintió una fuerte punzada que provocó que la soltara al instante.

Intentó atraparla con sus manos, pero algo más sucedió en ese momento, la taza, como por arte de magia, levitaba en el aire.

—Pero... ¿qué rayos? —preguntó para sí mismo, asombrado.

Por un momento llegó a pensar que el tiempo se detuvo y había quedado atrapado en alguna clase de bucle como en las películas que veía, pero al mirar a su alrededor, notó que todo seguía su curso.

Entonces lo comprendió. No entendía cómo, pero era él quien no dejaba que la taza cayera.

Meneó con suavidad una de sus manos, y observó que la taza siguió el compás de su movimiento, él la controlaba como si fuera un juguete a control remoto.

No les comentó nada a sus padres, no quería que se preocuparan.

Durante el tiempo que permaneció en el hospital se dedicó con mucho esmero a aprender a controlar su telequinesis. Si quería el control remoto para prender la televisión tan solo le bastaba mover sus dedos para que levitara y llegara hasta la palma de sus manos. Si algo se caía de la camilla, tan solo con el movimiento de sus manos lo recogía y lo colocaba en su lugar de origen, lo mismo hacía al abrir y cerrar las ventanas o la puerta, entre otras cosas más, muchas actividades se le hicieron más sencillas con su habilidad. Y así, luego de mucho tiempo, Danilo volvió a sonreír.

Cuatro días después, al fin le dieron de alta. Se encontraba sano, sus dolores de cabeza habían cesado y para celebrarlo sus padres lo llevaron a un parque de atracciones. Hacía mucho tiempo que ya no compartían momentos felices juntos, no después de la muerte de Erika.

Danilo se sintió como un niño al ver las diferentes luces y pancartas coloridas que adornaban el parque. Las atracciones mecánicas provocaban alegría a los visitantes, y no fue la excepción con él mismo. La montaña rusa, el martillo y los gusanos siempre habían sido sus favoritos.

—¿Y bueno, a qué te vas a subir? —Su padre lo miró.

—¿Qué quieres de comer? —preguntó su madre.

Danilo se mantuvo en silencio. Solo los observaba con una media sonrisa formada en su rostro.

—¿Qué? —quiso saber su madre.

—Muchas gracias por estar siempre conmigo. —Danilo los abrazó fuerte y ellos le correspondieron el abrazo de la misma forma—. Quiero subirme a la montaña rusa —confesó cuando se separaron, señalaba el juego mecánico con su dedo índice—. ¿Quién me acompaña?

—Yo paso. —A su madre no le gustaban ese tipo de juegos. Miró a su esposo—. ¿Qué dices tú, querido?

—A mí no me gustan esas cosas. —Su padre hizo gestos con la mano izquierda. No se iba a subir, pero eso Danilo ya lo sabía—. Tú súbete que nosotros te miramos desde acá.

—Ya me lo esperaba... —comentó con fingido disgusto. No tuvo más opción que subir solo a la montaña rusa.

Se instaló en el último vagón, pero en el momento en que empezaron a moverse, notó que la energía de la montaña rusa se interrumpió por escasos segundos. Fue casi imperceptible para todos, pero no para él. Miró con fugacidad a los demás juegos mecánicos, no pudo saber si también les pasó lo mismo o solo ocurrió con la montaña rusa.

La lluvia comenzó a caer. Para no mojarse la cabeza, Danilo se colocó la capucha de su abrigo. Los vagones subieron los rieles de la colina de elevación a una velocidad normal; al llegar a la cima, bajaron, y gracias a la gravedad, aceleraron. Segundos después, la energía eléctrica del juego se interrumpió de manera indefinida. Las personas en los vagones se asustaron al ver que no solo la montaña rusa se quedó sin energía, sino que también todos los juegos mecánicos y cada rincón del parque de atracciones presentaban las mismas fallas.

Las cosas empeoraron cuando los vagones en bajada no se detuvieron, avanzaban a una velocidad tan sorprendente que los frenos se dañaron y los tornillos que unían las cápsulas se fueron aflojando de poco en poco. El primero en soltarse fue el primer vagón, ocupado por dos jóvenes completamente asustados.

Danilo actuó con rapidez, sabía lo que tenía que hacer.

Llevó sus brazos hacia adelante para impedir que el primero cayera, tuvo que estar muy concentrado para evitar soltarlo, pero los adolescentes gritaron más fuerte, haciendo que los demás se desesperaran. Danilo tensó sus músculos. Era la primera vez que usaba sus poderes telequinéticos para salvar a alguien. Estaba sudando. Le costaba mantenerlo en el aire mientras los demás vagones se movían de un lado a otro, temía que todos se soltaran, y así fue.

El segundo vagón se salió del riel por el lado derecho, el tercero y cuarto por el izquierdo, en el quinto no había nadie, pero ese solo cayó al suelo sin más y el último se salió por el lado derecho con él adentro.

La única opción fue atrapar a las personas en el aire con su telequinesis y dejar que los vagones cayeran al suelo. Tras esa hazaña comprobó que podía usar su poder para hacer que su cuerpo levitara en el aire, de lo contrario hubiera caído junto con las demás personas. Estaba asustado. Al sentir que le era difícil controlar varios cuerpos a la vez, los bajó a todos lo más pronto posible.

Tan pronto como tocó el suelo, se colocó boca arriba para mirar al cielo. Dio un largo suspiro, no podía creer lo que había hecho, era su primer acto heroico en el que usaba sus poderes. Estaba algo cansado. Para su suerte, las personas que salvó no le prestaron atención, se hallaban en shock con lo ocurrido y la oscuridad también le había servido para ocultarse.

Se levantó y, como si nada, fue a buscar a sus padres.

Una semana después, el crimen en la ciudad se incrementó de forma drástica. Las especulaciones apuntaban a que el crimen organizado de la ciudad se había equipado con tecnología alienígena adquirida en el mercado negro.

Danilo sabía que debía actuar, sabía que tenía que hacer algo. Si nadie podía detenerlos, ni siquiera la policía, él sí, y más con sus poderes. Decidió ser un héroe y salvar a los indefensos al recordar lo que el Escuadrón de Héroes hizo por el planeta, ellos fueron su inspiración, su modelo a seguir.

El joven soñador se creó un traje con todos los recursos a su alcance. Estuvo revisando varias telas, necesitaba una que fuera resistente; optó por ponerse un antifaz azul para proteger su verdadera identidad. Con los conocimientos que su madre le otorgó sobre la costura pudo crearse un traje resistente de color azul marino. Usó pintura en aerosol para dibujar en el pecho de su traje un dragón de piel roja y blanca, aquel mítico animal era uno de sus favoritos de los libros que leía y las películas fantásticas que admiraba, y había decidido identificarse con él, además se colocó un cinturón de color negro, unas botas y guantes de color gris.

—Ahora solo queda el nombre... —murmuró al ver su reflejo, inflando el pecho mientras llevaba sus manos a la cintura. Su vestimenta lo hacía parecer heroico y magnífico.

De un salto fue hasta su computadora. Como todo buen joven, creía que las respuestas siempre estaban en internet.

«Nombres de superhéroe», escribió en el navegador.

Sin embargo, esas búsquedas no resolvían su problema. Noticias del Escuadrón de Héroes e historias fanfiction de aquellas celebridades eran el principal resultado.

Entonces dirigió su búsqueda en otro sentido. «Guerrero» eso era lo que quería ser, uno que pudiera proteger a las personas que amaba, y también a las más indefensas. Pero aún no lo convencía del todo, y fue cuando otra idea se cruzó por su cabeza.

Su familia contaba con una pequeña pero fuerte ascendencia Noruega, las historias familiares siempre habían sido una fuente de inspiración. ¿Qué mejor forma de hacerle honor que obtener su nombre heroico de ahí?

Fue directo al traductor del navegador y por fin su nombre estaba decidido: «Kriger».

—Es perfecto. —Sonrió

Durante un día entero, Danilo estuvo pendiente de los noticieros, de los programas de radio y de las redes sociales, pero ningún acto criminal se reportó en esos tres medios.

Estaba recostado sobre su cama con su traje puesto, aburrido y frustrado por no haber salvado a nadie todavía. Ya se había rendido, apagó la radio y silenció el televisor, mas no lo apagó. De repente la transmisión de la película de Star Wars se vio interrumpida, en la pantalla salieron unas letras que se leían «Noticia de último momento».

Danilo buscó a toda prisa el control remoto y subió el volumen hasta donde creyó conveniente.

«Robo en el Banco Central de Villa Paraíso», denunciaban los titulares.

—¡Este es mi momento! —mencionó, totalmente decidido a mostrarse ante la ciudad como un héroe, como Kriger.

Se colocó su antifaz, abrió la ventana que estaba cerca de su cama, se aseguró de que nadie lo viera, y como ya era de noche, se lanzó. Danilo empezó a volar con una sonrisa nerviosa, apenas estaba empezando a controlarlo, tenía que concentrarse para hacerlo, a veces iba demasiado lento por temor a caerse o a estrellarse.

Batalló durante largos minutos con su vuelo, hasta que aterrizó en la terraza del edificio de enfrente al banco. Observó el panorama desde ahí: afuera había cuatro motos parqueadas y la policía tenía acordonada la zona. Sin embargo, lo que sucedía al interior del banco era todo un misterio. Debía entrar allí como fuera.

Su única opción era llegar al otro lado, lo apartaba un gigantesco espacio de diferencia entre los edificios. Se acercó al borde y respiró hondo. No dejaba de sentir un cosquilleo creciendo en su interior, nunca había intentado dar un salto de esa forma, pero estaba convencido de que su telequinesis lo ayudaría a impulsarse.

Tomó una bocanada de aire, retrocedió unos cuantos pasos y corrió por lo largo de la terraza. Dio el salto justo en el borde y cerró los ojos con temor. No dejó de pensar en lo que quería que su mente hiciera. Pronto sintió las corrientes de aire golpeando su rostro, estaba funcionando. Cuando abrió los ojos, aterrizó justo en el tejado del banco.

Soltó un largo suspiro mientras se detenía a procesar lo que acababa de hacer, su corazón no paraba de latir, pero en el fondo sabía que los rehenes necesitaban de él. Seguro de lo que haría a continuación, dio una voltereta hacia atrás y cayó bocabajo hasta quedar a escasos centímetros de una escotilla del banco. Se mantuvo flotando mientras obtenía un panorama completo del interior.

Había diez hombres, todos con ropa negra y pasamontañas, apuntaban con pistolas a los guardias y a los trabajadores del lugar, ya no había ningún cliente.

Dos de los ocho ladrones se paseaban de un lado a otro mirando constantemente a través de las paredes de vidrio para avisar cuando los policías llegaran, dos más apuntaban a los guardias directo a la cabeza, a quienes tenían arrodillados y amarrados de frente. Los dos restantes dirigían sus armas a tres trabajadoras, las mujeres temblaban con nervios, mientras guardaban el dinero en bolsas negras, tan solo obedecían las órdenes de los criminales.

Kriger volvió al tejado. Revisó con rapidez el lugar hasta que encontró la apertura de los ductos de ventilación. Trató de quitar la tapa de forma manual, pero no lo consiguió. Usó su telequinesis para forzarla, la dejó en el suelo y se metió dentro, los ductos eran lo suficiente grandes para que pudiera pasar sin ningún problema. Estuvo bajando de forma cautelosa para no alertar a los ladrones, casi se cortó por la hélice que proporcionaba el aire a todos los ductos, pero con su poder detuvo los movimientos de las astas para poder pasar por completo, luego volvieron a girar.

Al llegar hasta el otro extremo, a tres metros del suelo, no bajó de inmediato, sino que con la telequinesis rompió todas las bombillas del banco. Los seis ladrones se alertaron y dos de las tres mujeres gritaron del susto.

—¿Qué mierda ocurrió? —preguntó uno de los hombres con la mirada puesta en las boquillas de los focos.

—¿Se sobrecalentaron o qué? —le preguntó otro a la mujer que terminaba de guardar los fajos de billetes en la funda negra—. ¡Responde!

La mujer de tez morena estaba tan asustada que no articulaba palabra alguna.

—¡Te hizo una pregunta, más te vale que respondas! —agregó otro de los criminales, apuntando su arma a la sien izquierda de la temerosa mujer.

La funcionaria solo emitió un ligero quejido. Temía morir si llegaba a gritar más fuerte.

—¡Así no se trata a una dama! —exclamó Kriger, haciendo su voz aún más ronca, se había quedado en los ductos, no era el momento de salir, aún no—. ¿Sus madres nunca les enseñaron eso?

—¿Quién eres? —preguntó uno de los que vigilaba a los guardias. Miró por todos lados, pero todo estaba oscuro.

—¡Sal de donde quiera que estés o mataremos a estas personas! —gritó otro, disparando al techo.

El lugar se llenó de un silencio absoluto.

—¡Conste que tú lo pediste!

Kriger lanzó la tapa del ducto de ventilación hacia la cabeza de uno de los hombres armados, quien cayó inconsciente con el fuerte impacto.

«Creo que me excedí un poco», pensó al ver cómo de rápido ya había un asaltante fuera de combate, y todo por no medir la potencia de su poder.

El otro ladrón agarró la bolsa llena de dinero y luego disparó sin control.

—¿Dónde estás, sabandija?

El héroe novato permanecía en oscuridad. Usó su telequinesis para arrebatarles las armas a todos ellos, las atrajo hacia él y las lanzó por las paredes de vidrio, activando por segunda vez la alarma del banco con la ruptura de los cristales.

—¡Maldito! —exclamó furioso el que los lideraba.

Con la alarma encendida, tuvieron ventaja. La luz intermitente de emergencia les permitió ver al héroe, de forma parcial, pero era suficiente para atacarlo.

—¡Allá está! —Señaló uno de ellos.

Seis de los siete decidieron atacarlo a puño limpio. Kriger los inmovilizó con sus poderes y los lanzó hacia las paredes sin que le tocaran un pelo.

—¡Detente! —Kriger fue hacia el último en pie. Era el líder del grupo—. Esto no saldrá bien para ti, ríndete.

El hombre que estaba de espaldas continuaba amarrando sus bolsas llenas de dinero.

—Te equivocas, para ti no saldrá bien. —El hombre giró su cuerpo y se colocó frente a frente contra Kriger, cargaba un arma alargada de brillo vinotinto. Danilo nunca había visto algo semejante.

De pronto apretó el gatillo del arma y disparó un poderoso rayo de color verde que impactó directo en el torso de Kriger. No esperaba para nada un ataque así. El héroe cayó sobre un florero mientras que el criminal reía y admiraba su potente arma con perversión. El nuevo producto que había comprado del mercado negro de San Francisco a un alto precio le resultó útil.

No perdió tiempo, y al ver que sus lacayos estaban inconscientes, se marchó sin preocuparse por ellos. Corrió a toda prisa, cruzó las paredes rotas, pero se detuvo al escuchar las sirenas de las patrullas de los policías.

—¡Alto ahí! —un policía habló por un megáfono.

El criminal hizo caso omiso, estaba confiado con su valiosa posesión. Se dispuso a usarla contra los agentes del orden y disparó dos veces seguidas a las patrullas, incendiándolas en llamas. Era su oportunidad para escapar, pero no pudo caminar, su cuerpo estaba inmóvil.

—¡No, señor, usted se queda aquí! —Kriger caminaba hacia él con la palma de su mano derecha apuntándole. Con su telequinesis le arrebató el arma y la usó para noquearlo, luego la partió en dos.

Los policías, aunque asombrados por la hazaña, apuntaron al héroe novato.

—¿Y tú quién eres? —preguntó uno de los policías—. ¡Alto ahí o te disparo!

—Pero... ¡yo soy el bueno! —se defendió ofendido, pero al ver la convicción del policía, no le quedó más remedio que hacer explotar los focos de un poste cercano para usarlo como distracción y escapar.

—En la noche de hoy, en la ciudad se suscitó un evento que llamó la atención de todo un país, un banco que había sido tomado por ocho criminales fue salvado por un hombre con traje azul y antifaz. En redes sociales, el misterioso sujeto se ha vuelto famoso gracias a los civiles que estuvieron presentes en el lugar de los hechos. El hashtag #SúperhéroeEcuatoriano —decía el presentador Marcelo, vestido en su pulcro traje—. ¿Cuál será el nombre de este héroe?

Danilo apagó el televisor y se lanzó bocarriba en su cama, soltando un suspiro de felicidad.

—Kriger, su héroe se llama Kriger... —dijo para sí mismo con una sonrisa de oreja a oreja.

Krimson Hill, 2019.

—Así que esta es la ciudad de Vigilante, es tan grande que no creo que lo vaya a ver ni de lejos. —Danilo miraba desde la ventana del avión, aterrizaban poco a poco en el aeropuerto de Krimson Hill. Debido a su fanatismo con el Escuadrón, había investigado las procedencias de algunos de sus miembros. Esperaba tomar fotos de la ciudad, pero estaba nublado como si la ciudad permaneciera atrapada en una noche perpetua, también llovía muy fuerte, el motivo de su viaje a Inglaterra era por su asistencia a una convención internacional sobre Enfermería Materno Infantil—. No se ve tan peligrosa como dicen.

—Si veo a Vigilante me tomaré una selfie con él —dijo el mejor amigo de Danilo, David.

—No si yo lo hago primero. —Danilo lo miró de manera desafiante.

Una vez en Krimson Hill, el joven universitario percibió por breves segundos un ambiente sombrío, como si lo observaran de todas partes y a la vez de ninguna. Miró a sus alrededores, pero nada extraño presenció, las personas del aeropuerto parecían ser normales desde su punto de vida.

Al bajar del avión, Danilo sintió de forma repentina que su mente se invadía por múltiples pensamientos. Eran tantos, que le provocaron una poderosa jaqueca y un gran desespero. Su nariz sangró, estaba sudando frío. Al ser uno de los primeros en bajar, ninguno de sus compañeros notó su estado ni la palidez imprevista de su piel. Solo en una cosa pensó hacer.

—Licen, ya regreso, voy al baño —le mintió a su tutora sin darle la cara. Una vez que ella le dio el visto bueno, se fue corriendo.

El aeropuerto era tan grande que no sabía en dónde colocarse su disfraz, pero tras mirar de un lado a otro, observó un letrero que indicaba el baño de hombres. Al ir tan deprisa, su pie chocó con el de otro sujeto, reaccionó rápido e impidió que cayera con su telequinesis, y antes de seguir su camino se disculpó.

Entró a uno de los baños. De su mochila azul sacó su traje y su antifaz, se los colocó con algo de dificultad por los fuertes dolores de cabeza que sentía. Para causar una distracción, giró todos los grifos de los lavamanos al mismo tiempo. Los hombres dentro del baño salieron con rapidez cuando el agua se esparció en todas las direcciones.

Kriger fue detrás, y con el camino despejado, voló lejos del aeropuerto con la esperanza de que nadie lo haya visto. Levitó a toda velocidad, guiado por los pensamientos negativos que abarrotaban su cerebro. Para su suerte, estaba nublado y podía volar más bajo de lo normal.

Detuvo su vuelo cuando se percató de que, en un pasillo estrecho, un hombre sometía a otro, le apretaba el cuello con fuerza y estaba a punto de asestarle un puñetazo, pero el héroe lo inmovilizó y con su poder alejó a los dos sujetos. El que estaba siendo atacado cayó de rodillas, empezó a toser, miró a Kriger y huyó.

—¿Y tú quién eres, fenómeno? —gritó el atacante, tratando de golpear al héroe, pero su cuerpo quedó inmóvil—. ¡Dejaste ir a ese bastardo que me robó!

Al escucharlo, el héroe inmovilizó al que se fugó.

—¿Por qué a mí? —preguntó mientras su cuerpo flotaba de regreso al punto inicial. A Kriger se le complicó movilizarlo con su telequinesis, el dolor de cabeza no cesaba, el ladrón tan solo pedía liberarse—. ¡Él también me robó!

—Ya veo por qué dicen que Krimson Hill es un nido de ratas. —Kriger les propinó un puñetazo a cada uno, y con sus mismos cinturones, los dejó amarrados barriga con barriga.

De pronto, sintió otra potente punzada en su cabeza. Llevó las manos a sus sienes, entre sus pensamientos distinguía una ubicación, un lugar que lo llamaba con toda la fuerza de su oscuridad.

Danilo sacudió la cabeza y continuó el trayecto. El dolor se intensificó al llegar a un viejo hotel de sus pensamientos. Voló alrededor con sigilo, acercándose a una de las ventanas de afuera, donde observó a un numeroso grupo de hombres con pasamontañas y muchas armas en mano, los lideraba un hombre negro tan grande como un oso, vestido con traje elegante.

Producto de su dolor de cabeza, por error tocó ligeramente la ventana. Trató de esconderse, pero fue tarde, Cronos ya lo había descubierto, y con sus temibles ojos rojos, le hizo sentir sus más terribles pesadillas.


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