23. Justicia
Azazel cayó cual proyectil, los héroes apenas pudieron esquivar el ataque, mientras que Kissandra se quedó estupefacta ante lo que pasó. Se retiró un poco y, aún sin poder creerlo, miró a quien se hacía llamar su consejero.
—Azazel... ¿qué haces? —La mirada de aquel anciano se había transformado en una mueca malévola que solo ansiaba sangre.
—Salvo nuestro mundo —respondió secamente.
En un parpadeo llegó hasta ella y la sujetó del cuello. Mientras Azazel se sentía poderoso, Kissandra no dejaba de sentir absoluta impotencia. Finalmente el anciano la arrojó con brutalidad. El impacto la hizo perforar el casco de la nave; rodó por el suelo hasta que se detuvo al impactar contra un maltrecho automóvil.
—Carajo, el anciano sabe pelear —soltó Vigilante, quien al igual que sus compañeros se había quedado estupefacto ante lo ocurrido.
Azazel volteó hacia ellos.
—Vincent... —expresó Mago Universal; pegó sus antebrazos y, tras recitar una oración, un sello de protección cubrió a todo el escuadrón.
Azazel propinó un golpe a toda velocidad, que si bien no destruyó el sello, sí logró cuartearlo y arrojar a todos los héroes fuera de la nave. Azazel se aproximó a ellos con el vuelo otorgado por Veolo. La Emperatriz se levantó enfurecida y corrió hacia él, lanzando decenas de ataques.
—¿¡Cómo te atreves a atacar a tu Emperatriz!?
Azazel esquivó todos los golpes y remató golpeándola por la espalda. Kissandra cayó al suelo abruptamente.
—Eres débil, Kissandra... está en tu sangre. ¿¡Crees que tu padre habría alcanzado tal grandeza sin mí!? ¡Él quería deshonrar la fuerza de Corvyn! ¡Tratados y comercio! ¡Tratar a razas inferiores como nuestros iguales! —gritaba Azazel mientras sujetaba a Kissandra por su cabellera rubia—. Ya me encargué de una mala hierba, ahora falta un último corte... —susurró.
Azazel acercó al rostro de Kissandra la mano que portaba el brazalete. Una de las gemas empezó a brillar como presagio de que lo peor estaba por venir, Kissandra quedó en shock ante sus palabras. Cassiopea, sin embargo, no aguardó; alzó sus manos y le arrojó un rayo de energía.
—¿Qué haces? —dudó Nakai, prácticamente aquello era una ayuda para la Emperatriz.
—Queda claro que ella no es quien busca aniquilarnos —aclaró Supernova.
—Tiene razón —agregó James—. Debemos detenerlo antes de que destruya todo. —Movió sus manos con sutileza, y en ellas aparecieron un par de discos azulados.
—¿Entonces ahora ayudamos a los malos? —cuestionó Vincent—. Excelente, a estas alturas ya nada sorprende.
Vigilante corrió hacia Azazel, y justo cuando él lo recibiría con un golpe, otro rayo proveniente de Supernova lo detuvo. Vigilante saltó y le pateó el rostro.
De nuevo, se preparó para atacar, cuando James arrojó contra él cuatro discos de energía centelleante. Con el oponente distraído, Blazer corrió a toda velocidad, saltó sobre un cúmulo de escombros y derribó al anciano tras golpearlo con ambas piernas; rodó un par de veces y sacó una daga, presto para acabar con él, pero Azazel se levantó y gritó.
—¡Basta! —Una onda expansiva alejó y derribó a algunos de sus oponentes—. ¡¿A caso creen que pueden derrotarme?! —Alzó la mano que portaba el brazalete y un gran rayo de energía emergió. Todos intentaron eludir el ataque o protegerse de alguna manera—. ¡Son escoria, todos ustedes! —Miró a Kissandra y disparó una vez más.
—¡Mago! —gritó Blazer, quien era él más cercano a ella.
De inmediato, James Jerom rezó una oración apenas audible. En consecuencia, el cuerpo de Jonathan se cubrió con una extraña burbuja azul. Llegó hasta Kissandra y saltó sobre ella, ambos ya estaban en la burbuja. El rayo impactó contra ellos, pero la burbuja logró resistir.
—¿Por qué? —Fue lo único que atinó a decir la Emperatriz, Jonathan se despegó un poco de ella.
—Porque somos héroes, y no importa quién esté en problemas, vamos a ayudar. —Le tendió la mano y, sin más que perder, ella aceptó.
—El anciano è pericoloso —dijo Venatrix, sacando una daga larga y afilada de su bota—. Debemos atacar juntos, o seremos derrotados —pudo articular dichas palabras sin retirar su vista de Kissandra.
—Camille tiene razón, si no lo detenemos, acabará con nuestro mundo y gobernará el tuyo —dijo Mago mientras Nakai, Cassiopea y Vigilante lo distraían.
—No puedo creer que haga esto... sirvió a mi padre por décadas con completa lealtad... su mano derecha —relató la Emperatriz, movida por un marcado gesto de decepción, mientras observaba cómo El Consejero era mantenido a raya por los guerreros de la Tierra.
—Pues parece que necesita aplicar políticas de contratación más severas, su majestad —comentó Jerom mientras, con un movimiento de manos, creaba un pequeño portal que salvó a Vigilante de ser aplastado por escombros.
La Emperatriz observó a su alrededor, solo para ver desde una perspectiva completamente diferente lo que ocurría en cada planeta que Corvyn conquistaba: resistencia; de hecho, la primera resistencia que alguna vez provocó tanto daño a su armada y ahora una posible pérdida. Azazel no pensó dos veces en traicionarla; por sus palabras era claro que jamás la respetó. Ni a ella ni a su padre... ni a su hermano. En su mente todo se hiló con claridad. Ahora que sabía la verdad del destino de su Kassian, no sabía de perdón posible ante tal traición.
—¿Cuál es su plan? —soltó Kissandra, decidida—. El brazalete es la mayor fuente de poder de mi planeta, nuestra última línea de defensa.
—Espero que sea tan sencillo como quitárselo —propuso Jonathan Mayers.
—O cortarle el brazo donde tiene el braccialetto —sugirió Venatrix.
—Tal vez cuando estaba en mi posesión haya sido posible —dijo Kissandra—, pero Azazel es conocedor del poder de las gemas en su máxima expresión. Además de hechicero, ya era un gran guerrero sin el brazalete, ahora es imparable. Él conoce todos y cada uno de sus usos y limitaciones, durante años ha estudiado el brazalete.
La Emperatriz tomó del suelo el armamento de soldados caídos, a la vez que les agradecía por su servicio. Una espada y un arma láser ahora posaban en sus manos.
—Imparable no es un término que entendamos en este planeta —comentó Mago Universal. Con un movimiento de manos, los cubrió de una neblina azul—. ¿Esto es algo que Lucifer consideraría una muerte digna? —le preguntó a Camille.
—Ninguna muerte sería digna para su cazadora —respondió. Apretaba el mango de su espada rota—. Pero deberá conformarse.
Supernova sobrevolaba la ciudad, en un intento por evadir los ataques de Azazel, quien, armado con la Piedra de Veolo, igualaba la velocidad de la heroína por los cielos. Cassiopeia respondía con ráfagas de energía, pero la velocidad del hechicero superaba la suya. Cuando estuvo lo suficiente cerca, Azazel intentó sujetarla de los pies, pero se vio interrumpido por una serie de explosiones en su rostro; cegado y aturdido observó quién había causado esa molestia, Vigilante yacía en tierra, observando desde lejos.
—Bueno... fueron mis últimos explosivos... ¿relevo?
Azazel soltó un grito de guerra y salió disparado al que consideraba el menor de sus problemas, dispuesto a destruirlo de un solo golpe. Sin embargo, antes de llegar a su objetivo, Renegado empujó a Vincent y atrapó el puño del invasor, recibiendo más fuerza de lo que alguna vez tuvo; sus pies se enterraban en la tierra mientras más fuerza aplicaba Azazel.
—Jamás podrán superar la fuerza de Corvyn —declaró Azazel.
—¿Te gusta oírte hablar, verdad? —preguntó Renegado, sarcástico.
Nakai lo sujetó del brazo con suficiente fuerza para fracturarle la armadura. Cerró su puño con fuerza y golpeó el rostro del anciano a la vez que lo estampaba contra el suelo, fracturando lo poco que quedaba de las calles. Golpe tras otro, Renegado enterraba a Azazel con pura fuerza bruta, hasta que el brillo de la Estrella de Saulón lo distrajo; de inmediato los golpes de Nakai fueron detenidos y sus puños quedaron atrapados en las manos de Azazel. Al mismo tiempo, la Gema de Ravah se iluminó y las heridas del anciano empezaron a desaparecer.
—Usas la fuerza de tus enemigos en su contra, respeto eso —dijo antes de sujetar al héroe del rostro.
Azazel comenzó a elevarse del suelo sin soltar a Renegado. Nakai intentaba soltarse sin éxito. Cassiopea se dispuso a lanzar un ataque directo, pero se contuvo para no herir a Renegado.
—Si se rinden les daré una muerte honorable y rápida —declaró.
Azazel observó a los héroes que ahora eran acompañados por una colérica Kissandra. La mujer de cabellos rubios levantó su espada, apuntaba directo a su exconsejero.
—¡Tú sabes mejor que nadie que un Corvyniano jamás se rinde en batalla! —exclamó la Emperatriz.
Azazel bufó con indignación y arrojó a Renegado cual muñeca de trapo hacia el grupo, donde cayó al suelo sin muchos problemas.
—¿Fue rudo contigo? —preguntó Vigilante, mientras Nakai limpiaba el polvo de su traje
—... Después de él sigues tú —respondió.
—Debo admitirlo, esta es la mejor batalla que he presenciado en mucho tiempo —admitió Azazel.
—Pues prepárate para presenciar tu propia derrota, anciano —dijo Mago Universal, con cadenas de energía azul serpenteando su alrededor.
Venatrix agitó su gabardina, dando un vistazo de todas las armas que poseía debajo de ella, sin soltar su espada rota; Vigilante electrificaba sus bastones a la vez que subía la guardia; Blazer regresó su capucha a la cabeza mientras desplegaba una lanza; Renegado golpeó la palma de su mano, causando un gran ruido explosivo, y, Supernova, se elevaba del suelo, con sus manos cargadas de energía. Finalmente, Kissandra, recargaba el arma láser en sus manos.
—Este planeta está protegido por el Escuadrón de Héroes, imbécil —finalizó con ojos centelleantes.
—Tu alma se quemará en el infierno... me encargaré personalmente de eso —declaró Venatrix.
Kissandra observó la pasión de los héroes que hace pocas horas planeaba destruir; su fervor para proteger a su planeta y a su gente era igual a la que ella sentía por Corvyn. En ese momento entendió que no había diferencia entre ellos, pero Corvyn había cometido graves errores, camuflado en nombre de buenas intenciones.
—Gusanos... —escupió Azazel.
En un movimiento de su mano, un rayo de energía emergió de la misma, Supernova se posicionó entre el rayo y el Escuadrón, liberando una ráfaga de energía que logró contrarrestar su ataque. La distracción no le permitió a Azazel ver los dos enormes portales que aparecían a sus costados, no pudo reaccionar antes de que dos gigantescas manos de energía azul salieran de los portales y lo aplastaran con una fuerza titánica.
—No aguantará por siempre, cualquier información que tenga debería decirnos ahora, su majestad —le dijo Mago a la Emperatriz.
—Solo busquen una apertura para quitarle el brazalete, no puede usar todo su poder sin destruirse a sí mismo —contestó la Emperatriz, con rifle láser en mano, sin quitar la mira de donde se encontraba Azazel.
Las manos gigantes comenzaron a ceder cuando el anciano usó toda la fuerza de Saulón para librarse de la prisión de Mago Universal, hasta que soltó una onda expansiva que las desintegró. Cassiopea reinició su ataque junto al constante fuego de la Emperatriz.
—JJ, ¿puedes darme algo de sombra alrededor de ese desgraciado? —preguntó Venatrix.
Mago respondió con una sonrisa de medio lado, justo antes de juntar sus manos en un conjuro.
—Ehcon al agah es euq.
De inmediato la luz del sol se vio opacada por un gran eclipse.
—Presumido... —comentó Vigilante.
—Ustedes tres, síganme —ordenó Venatrix a Vigilante, Blazer y Renegado, mientras abría un portal frente a ellos, Mayers tragó saliva al sentir la energía oscura del infierno rozar contra sus poros—. No es una sugerencia —dijo antes de entrar, los tres héroes se miraron entre ellos y siguieron a la cazadora.
La Emperatriz mantenía un fuego concentrado en Azazel, con cada tiro intentaba darle en la muñeca y remover el brazalete, pero, con la misma brutalidad, el hechicero intentaba asesinar a Kissandra. Ráfagas de energía la perseguían en el campo de batalla, mas ni una lograba dar en el blanco, debido a que la Emperatriz corría con agilidad sin dejar de disparar.
Bajo el hablar de su hechizo arcano, desde el aire, símbolos rúnicos aparecieron de la nada alrededor de Mago Universal. Otro igual de respladenciente se formó justo entre él y el invasor.
—¡Supernova! —gritó James.
Cassiopea lo vio y entendió la señal. En la primera apertura, Supernova disparó una ráfaga de energía a la vez que del sello rúnico se desataban poderosos relámpagos que golpearon juntos. Azazel fue enviado directo al suelo, incluso con el poder de las gemas resultó altamente aturdido; hizo un esfuerzo para levantarse y sanar sus heridas con el brazalete, pero una luz carmesí emergió de la oscuridad.
—Ahora me ves. —Vigilante lo golpeó dos veces seguidas en el rostro con sus bastones electrificados—. Ahora no —se burló. Desaparecía entre las sombras; entraba y salía de portales oscuros sin dejar de atacar, manteniendo al anciano en el suelo—. Podría acostumbrarme a esto —comentó antes de colocar los puertos eléctricos directo a los costados del cráneo de Azazel.
El hechicero intentó atrapar al héroe, mas él seguía desapareciendo entre las sombras. Otro portal se abrió a su lado. Lo primero en salir fue la lanza de Blazer, Azazel respondió con suficiente velocidad para que el arma solo le hiriera un ojo. Se escuchó un quejido doloroso de su parte. Finalmente, Jonathan emergió del portal con dagas en mano, sin embargo Azazel se movió tan rápido como la luz, acto que Blazer anticipó y le permitió clavarle una daga en la mano y otra en la pierna. Respondió con otro gemido quebrantador. El joven héroe corrió para recuperar su lanza, pero Azazel se levantó tan rápido como el poder del brazalete le permitió y tomó a Blazer del cuello.
—Insecto —aseveró Azazel, colérico y con la sangre escurriéndose.
Estaba punto de acabar con Blazer, cuando un dolor punzante le invadió la espalda. Otro grito retumbó.
—No bajes la guardia —le susurró Venatrix al oído, y retorció la hoja rota de su espada en la armadura del invasor.
Blazer logró zafarse del agarre de Azazel y lo golpeó con el mango de su lanza. Un último portal se abrió a la izquierda del anciano herido, Renegado emergió con la furia contenida en sus puños y le propinó un puñetazo en el rostro; el impacto sonó como un cañón y lo embistió lejos de los héroes.
—¿Qué me perdí? —preguntó Vigilante, luego de salir de entre las sombras.
Los tres héroes desviaron la mirada a Blazer, él soltó una sonrisa victoriosa; había conseguido arrebatarle el brazalete a Azazel.
—Este es el momento, podemos acabarlo. Hay que atacar —comentó Nakai, preparándose para un último encuentro.
Pero la Emperatriz atravesó el grupo de héroes, caminó hasta llegar con el anciano y los miró por encima del hombro.
—No —expresó, seria.
—Me lleva, no otra vez... —susurró Vincent.
El Escuadrón se preparó para encararla, cuando en ella se esbozó una sonrisa ligera. Saltó con fuerza y golpeó justo en el rostro a Azazel, todos quedaron sorprendidos ante su acción.
—Si alguien va a detenerlo, seré yo... por mi hermano. Por mi padre. Por mi gente. Por Covyn.
Caminó una vez más hacia él, mas Azazel se levantó, debilitado, y se limpió la sangre que dejó el impacto.
—¡Niña estúpida, con o sin brazalete los destruiré a todos! —gritó, preso de la furia.
Azazel se movió con sorprendente fuerza y se aferró del cuello de Kissandra, ambos atravesaron el aire durante unos segundos hasta que impactaron contra uno de los edificios cercanos a la plaza donde se hallaba la nave.
Kissandra se levantó, atenta a la nube de polvo, en busca de Azazel, cuando un golpe le llegó justo al rostro, seguido de una patada que la arrojó contra el muro más cercano. Una vez más el hechicero llegó hasta ella y se aferró a su cuello; ambos volaron fuera del edificio y aterrizaron en la plaza.
—¿Deberíamos ayudarla? —dudó Jonathan, mientras todos miraban el combate sin saber qué hacer.
—¿O tal vez traer palomitas? —sugirió Vincent.
—Esta es su pelea. —Venatrix se cruzó de brazos—. No podemos intervenir.
Kissandra le propinó un cabezazo que lo hizo soltarla, lo golpeó un par de veces en el rostro y luego lo pateó tan fuerte que rodó por el suelo. La rubia se le acercó con pasos lentos y seguros, pero él lanzó dos rayos que Kissandra evadió, aunque le dieron a Azazel el tiempo suficiente para levantarse. Ambos corrieron uno contra el otro y, tras recetarse una gran cantidad de golpes y ataques, Azazel logró derribarla, se colocó encima de ella y la golpeó sin parar.
—¡Eres una maldita deshonra!
El anciano juntó sus puños y lanzó el golpe, pero ella lo interceptó con los antebrazos. Nuevamente lo golpeó con tanta fuerza que lo lanzó lejos de ella y dio a parar con escombros cercanos. Azazel se arrastró por el suelo mientras una violenta tos lo hacía escupir sangre.
—¿Y ahora quién es la deshonra, anciano?
Kissandra lo miró con desprecio y se acercó a él. Entonces Azazel arremetió enterrándole una varilla afilada justo en su estómago. Kissandra gritó, y todo el escuadrón se quedó boquiabierto. Azazel la pateó justo en el rostro y ella cayó; con la poca fuerza que le quedaba se posicionó sobre ella y comenzó a ahorcarla, la rubia respondió con golpes, pero no lograba quitárselo de encima y, poco a poco, su fuerza disminuía.
James miró a su equipo, todos tenían la misma expresión en sus ojos. El hechicero suspiró y miró finalmente a Blazer.
—Chico —inclinó la cabeza hacia ella. Él entendió.
Jonathan desenfundó una daga y la arrojó por el suelo. Cuando Kissandra alcanzó el arma no dudó en atravesar el cuello del anciano en un movimiento horizontal. Azazel se alejó de ella mientras la sangre brotaba sin control.
—Mal-di-ta... —soltó entre ahogos.
—Cierra la boca. —Se acercó a él y sujetó con fuerza la daga alojada en el cuello del hechicero—. Y muérete de una vez. —Terminó de cortarle el cuello y Azazel cayó finalmente ante sus pies y los del Escuadrón. Kissandra, llena de golpes y heridas se acercó a los héroes para entregar la daga a Blazer—. Gracias.
—No hay de qué —respondió el joven.
Los héroes permanecieron en silencio durante unos incómodos segundos, hasta que la Emperatriz alzó su mano ante Mago Universal.
—A pesar de lo sucedido, me salvaron, y me ayudaron a descubrir la verdad sobre quién era el verdadero villano de esta historia. —Se giró hacia Azazel—. Gracias, Escuadrón de Héroes, me ayudaron a arrebatar el velo que cubría mis ojos... y a ver con claridad las atrocidades que ha cometido mi pueblo en nombre de la supervivencia.
—¿Es normal temblar al escuchar eso? —le susurró Jonathan a Nakai.
—Cierra la boca —le respondió sin despegar su vista de la Emperatriz.
James la miró y finalmente correspondió el saludo.
—Para eso estamos.
—Entonces... ¿esto terminó? —dudó Vincent, incrédulo.
—No —contestó James—. Aún debemos salvar a un planeta de su extinción.
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