El susurro gritó y gritó, y gritó, queriendo que se oyera su voz
Pero parecía una tarea difícil,
Porque nadie le prestaba atención, ya sea,
Porque no lo oían o
Porque no se entendía que era lo que decía
Pero el susurro no se rendía, ni lo haría tampoco
Estaba convencido de que, al menos, uno lo escucharía y una vez que sucediera su voz se propagaría
Entonces lo intentó, una y otra, y otra vez
Oyéndose cada vez menos que antes,
Porque se estaba quedando sin voz, sin aire
Cuando pensó que, a pesar de haber dado todo de sí, que nadie lo escucharía y se iba a dar por vencido,
Por fin había llegado ese alguien que oiría todo lo que tuviera que decir.