Keith agradecía haber aprendido a ocultar sus emociones mientras crecía, si bien muchos podían considerarlo cruel e insensible debido a ello también era cierto que a los demás se les hacía más difícil el poder encontrar con que herirlo.

Y no es que no le doliera lo que le decían, pero si había aprendido algo era la ventaja que podía llegar a tener si actuaba como si nada importara y que nada lo afectaba, si actuaba como una maquina sin sentimientos entonces todo era genial.

Claro, eso sí no estabas en el espacio con un grupo de chicos que no tienen otra cosa que hacer que no sea ponerte nervioso e incómodo, porque Pidge y Hunk eran unos genios de la informática pero también en ser capaces de que Lance y él llegaran a tener momentos extremadamente incómodos.

Ese motivo era el que había hecho que ellos dos acabaran encerrados dentro de un tipo de armario que había en el castillo, el espacio de este era demasiado angosto y cualquier movimiento que hiciera uno de ellos terminaba causando que sus cuerpos se restregaran sin poder evitarlo.

La mente de Keith trataba de distraerlo de lo que pasaba y Lance también ponía su esfuerzo en hacerlo, porque en ese momento no paraba de hablar sobre sus recuerdos del Garrison, de como siempre peleaban por todo y pronto el asiático olvido el hecho de que Lance estaba muy cerca, pero no era por los recuerdos ni nada de lo que salía de la boca del moreno.

De hecho era la boca del moreno la que estaba distrayéndolo, o más bien era todo su rostro, sus largas pestañas perfectamente arqueadas, sus ojos azul oscuro parecían hundirlo en lo más profundo del océano, sus labios ligeramente rosa que llamaban su atención y...

Keith parpadeó asustado cuando una mano del de orbes azules se colocó en su rostro, no tardó en notar que el paladín azul mordía su labio inferior mientras tragaba con dificultad y comenzaba a acercarse lenta y dudosamente, justo cuando parecía que iban a decir o a hacer algo fue que la puerta se abrió mostrando a un Coran muy preocupado acompañado por los otros tres paladines del equipo.

Ni él ni el cubano tardaron en separarse y salir de aquel lugar agradeciéndole al alteano, claro que no se vieron las caras en todo lo que quedo de la tarde, porque por lo menos él no saldría hasta que su corazón volviera a latir de manera correcta.

Y es que eso era lo único que odiaba de ocultar sus emociones, que aun si podía aparentar estar tranquilo su corazón comenzaba a latir desenfrenado cuando estaba nervioso, justo como lo estaba haciendo en ese momento por culpa del menor.

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¡Hola a todos!

Prometí una actualización doble de todas mis historias si lograba ganar el semestre universitario (Lo cual sucedió), así que por eso mismo les dejo esta bella, (Y corta), escena.

Próximamente una escena de solo una parte.

Nos leemos pronto.