Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La ley

  Un día, no recuerdo la fecha exacta, fui a llevar a mi bebé al matadero porque el límite de hijos permitidos en mi país era de dos por familia. Al cometer el delito de embarazar a mi esposa por tercera vez, teníamos que estar dispuestos a cumplir el castigo garantizado por el gobierno.
Anteriormente ponían una inyección que provocaba un aborto instantáneo, pero nuestro pueblo se convirtió en una de las ciudades turísticas más importantes del mundo; entre las maravillas que ofertaban se encontraban feroces leones de más de cinco metros de altura. ¿Con qué creen que alimentaban a tan horribles bestias? El circo anunciaba con un cartel la fecha y el horario de estreno, pero los extranjeros no se percataban de la puerta trasera: allí, donde la cola de personas con niños esperando su turno para entregarlos como ofrendas de comida se alargaba con cada llegada.

Sin otro remedio que ofrecer a Julie como cena, me dirigí al número de padres que abandonaban a sus hijos en contra de su voluntad  para que uno de los animales los devorara pieza a pieza. Me asombró ver a tantos de ellos cumpliendo el decreto número ocho dirigiéndose mansamente a esa masacre. Aunque era eso o ver cómo aniquilaban a toda tu familia, además de que quedarías encerrado en un calabozo de por vida.
Finalmente llegó mi turno, señalaron un cuarto con solo una puerta visible que cerraban por control remoto,  se abriría cuando el león atrapara carne humana. En dicho caso una luz verde iluminaría la zona, y el garaje se desplegaría para dejar salir al adulto.
Por dentro todo salpicado como una guarida de psicópatas asesinos; herméticamente cerrado  a excepción de una ventana en la parte de abajo para depositar al bebé en mi caso, pero habían personas que escondían a sus hijos hasta que eran descubiertos grandes, y a ellos los llevaban directamente a la jaula de reserva alimenticia. A mí hija la traía envuelta en una manta oscura, y la tuve que mirar a los ojos antes de hacer lo que haría a continuación.

     La ventanilla se abrió mostrando las patas del animal queriendo coger su comida, y automáticamente metí el cebo. El cabrón del león se llevó un trozo de una zarpada, y mis gritos por el dolor se escucharon en toda la carpa con seguridad. La sangre comenzó a esparcirse juntándose con la de las víctimas anteriores. Preparado como en los tiempos de oficial de guerra, enseguida me hice un torniquete en el tobillo para no desangrarme luego del pie arrancado. 
El bombillo se iluminó de verde, y al mismo tiempo devolví a mi niña al  fondo de tela falso en la gabardina que traía puesta, el cual hice especialmente para este caso.

   Respiré con dificultad mientras caminaba rumbo a la salida ayudándome de un bastón que traía simulando una cojera antes, pero ahora era real.

Un hombre abrió la puerta de salida sin sospechar nada, solamente me miró de reojo al verme cojeando, pero no expresó palabra alguna. Caminé rumbo a la puerta principal pensando que me había salido con la mía, cuando de repente siento una mano que me detiene apretando mi hombro derecho.

—¿No me oye? Lo estoy llamando—dice un señor con uniforme militar.

—Perdone, señor—respondí dándome la vuelta, sin dejar de aguantar "mi gran barriga"—. Quedé sordo sirviendo al país hace muchos años.

—Algo le pasa a su pie—señala la herida—. Está sangrando.

—No se preocupe. Estoy perfectamente—aclaré sonriendo con una mueca dolorosa. "El dolor está en tu mente" repetí como me habían enseñado en las clases Anti-tortura.

—No puedo permitir que se vaya de aquí de esa manera. Acompañeme.
Mi hija estaba muriendo asfixiada bajo mi ropa, sólo estaba calculado escaparme y llegar al auto en treinta segundos. Si iba con el oficial tanto ella como yo estábamos muertos.

—No voy ir con usted a ninguna parte—repliqué fuera de sí.

De pronto me vi rodeado de una brigada de soldados armados.

—Acompañeme—repitió el oficial cambiando la amabilidad por un tono severo.

Con el rabo entre las patas fui tras el oficial. 

El hombre giró el picaporte que conducía a su despacho, y con alivio me fijé que nadie nos seguía. Con un rápido movimiento agarré el arma de su regazo, y clavé la punta en su sien, el bastón cayó al piso, pero me la arreglé para sostenerme en una pierna.

—El pie me sangra porque tengo una herida de guerra. Nada más.

—Por alguna razón no quiere ser revisado–dijo el hombre que para mi asombro no estaba nervioso—. Yo puedo ayudarlo, si la herida es antigua estará bien.

—Es reciente—repliqué—. No voy a permitir que mi hija sea devorada por unos leones. He defendido a este país y me merezco una vida tranquila.
Sin previo aviso la puerta de la oficina se abrió, parándose en firme uno de los soldados del escuadrón. Tuve intenciones de dispararle pero la voz del capitán nos detuvo a los dos de apuntarnos con las armas.

—Dejenos solos.

Y cuando el otro así lo hizo me miró con vergüenza y admiración.

—Yo soy un tercer hijo. Si mi mamá tuvo los huevos de esconderme a pesar de lo que dictaba la ley, y usted también haría lo que fuera por quedarse con el suyo, no puedo impedirlo.

Me quedé estupefacto, aunque receloso de que fuera una trampa. Me tendió el bastón y me sonrió.

—Estarán bajo mi protección. Saque al bebé de dónde lo tiene y regresen a casa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro