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CAPÍTULO 39

SEMANAS DESPUES

AARON O'CONNOR

Necesitaba mucho valor para hacer lo que tenía pensado hacer, no aguantaría seguir viendo lo que yo estaba provocando. Todo se acabaría aquel día, llevaba mucho tiempo pensando como lo haría, que diría o que haría después.

Quizás se necesitaba más que simple valor para aguantar la presión en el pecho y el nudo en la garganta. Necesitaba quizás no solo fuerza física, pero no podía seguir viendo el caos que mi egoísmo estaba provocando.

Las manos me sudaban y temblaban, estaba aterrado, el vacío en mi estómago y la sensación de vómito en mi garganta persistía, pero debía hacerlo por el bien de ella.

Quizás planearlo era sínico de mi parte, pero por que yo improvisara o fuese capaz, no. Solo deseaba acabar con el egoísmo y el daño que podía ocasionar, y esa era la mejor manera.

Mire mis manos en el volante y me aterra a tener que llegar a casa, enserio, algo en mi me decía que me arrepintiera de lo que para mi ya era un hecho aunque doliese, aunque quisiese vomitar y huir. Debía ser responsable con el desastre que había ocasionado y que había estado ignorado ya por un tiempo.

Trague saliva y estacione mi auto, tomé mi teléfono y busque el chat de Emily, solté un suspiro algo pesado. Me desabroque el cinturón ya que sentía como si me hiciese más presión en el pecho, pero persistía, no quería llamarla, era lo que menos quería, pero era mi obligación.

Presione aquel maldito botón de videollamada deseando que no contestara para aplazar todo.

—No contestes —suplique—. Por favor, no contestes —susurre.

Los pitidos sonaban tan tortuosamente lento, la garganta se me seco y sentí que ninguna palabra iba a salir.

—Hola Roonie —apareció Emily al otro lado de la pantalla.

Se veía radiante, su cabello estaba peinado como una pequeña coleta, tenía un overol de mezclilla oscuro y una camisa blanca. Tenía un pequeño collar de tono plata y una guitarra como un dije. Se veía hermosa, mordí mi labio intentando acallar lo que estaba a punto de decir,pero debía planear muy bien y dejar de la conversación prosiguiera.

—Hola Emily —sonreí mirándola y encendí la luz del interior del auto para que me pudiese ver mejor—. Te vez muy linda.

—Muchas gracias —sus mejillas tenían un tono rosado que la hacía ver preciosa—. ¿Dónde estas? —preguntó y acomodo el teléfono para dejarlo al lado de una pintura que estaba haciendo.

No podía ver que estaba pintando ya que la perspectiva me lo impedía, pero deseaba verlo para desviar un poco la conversación de mis intenciones.

—En el auto —murmure y me acomode en el asiento.

Escuchaba la voz de Samuel al fondo, sabía que le quedaba poco para devolverse, pero en cierta manera me reconfortaba salir que estaba acompañándola y apoyándola de manera incondicional.

—Te ves mucho mejor que la última vez —sonrió y me di cuenta de que tenía pintura en algunas partes de sus manos.

—¿Segura? —pregunté un poco inseguro por lo que estaba escuchando—. Por qué siento que no he cambiado mucho.

—Quizás tú no lo veas —aclaro su voz—, pero yo sí —su mirada parecía que brillaba mientras miraba la pintura.

—Me gustaría ver que estas pintando —sentía como la garganta se me secaba y tome una botella que estaba a mi lado.

—Es sorpresa —sonrió  mirando hacia la pantalla—. Además hasta ahora voy a pintar la primera capa y no se ve muy bien.

Me quede mirándola allí en silencio mientras la música que se escuchaba tan suave y pacíficamente, el ambiente a través de la cámara se notaba tan irreal, pacifico. Lo que yo no podía experimentar ella si lo hacía, en cierto modo me daba un poco de envidia.

Sabía que no podía tener envidia de mi pareja pero me sucedía, lo hacía. Envidiaba muchas veces la situación en la que había nacido, su familia, su capacidad para encontrar paz a pesar de la tormenta que podía estar sucediendo a su alrededor.

—Ojalá lo pudiese ver —susurre con cierta desesperanza.

—Y lo verás —aseguró la rubia—. Solo dame unos días más y lo tendré listo.

Ojalá pudiese, pero simplemente no, no podía alargar algo que se estaba convirtiendo en dañino y que a mi sinceramente y en cierta parte en un tiempo me dejó de importar. Y era hipócrita, por que si me importaba como se sentiría Emily, pero hacía unas semanas había perdido el interés.

Me seguía interesado Emily, la amaba, pero simplemente ya no deseaba lastimarla, no me interesa seguir haciéndolo. No me interesaba en mantenerme en un conflicto interno entre mis sentimientos y lo que moral y responsablemente me correspondía.

La charla siguió por casi una hora, habían momentos de silencio y alguno de los dos buscaba romperlo. Miraba como Emily estaba empeñaba en acabar aquel misterioso cuadro que en algún momento me pensaba mostrar.

Los nervios en cada estúpido silencio me dominaba, por que buscaba romper en silencio con mi tema pero el corazón no me lo permitía, quería mantenerla a mi lado de alguna forma, no quería lastimarla. Quería tenerla enfrente besarla y hacerle el amor como nunca lo habíamos hecho.

Si no nos hubiésemos distanciado quizás estaría con ella en el mismo apartamento, besándola, haciéndole saber que ella es de las pocas cosas buenas que me habían sucedido en mi vida. Que haberla conocido me había iluminado, pero que aunque ella luchaba por mantenernos flote no se podía luchar contra algo que podía terminar peor.

Un último beso, un último abrazo entre las sábanas, una última caricicia, un último jugueteo y miradas futivas. Pero no, las situaciones funcionaron de maneras diferentes a las que yo mismo esperaba.

—Te amo Emily Romanov —la garganta me dolía—, con cada partícula que me compone...

Su atención se enfocó en mi, mi pecho sintió más presión que antes, mi corazón se había acelerado y sentía resequedad en mi garganta. Dios, que difícil era mirarla y afrontar mi responsabilidad sin lastimarla.

—Pero no creo que te deba seguir lastimando —la voz se me cortaba mientras intentaba seguir.

—Callate, Aaron —suplicó—. No sigas, por favor.

—No es justo para ti seguir luchando en algo en lo que deje de esforzarme —mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas—. Emily, no estoy dispuesto a lastimarte.

Solo escuchaba su intento por no llorar, no era capaz de mirarla, no quería hacerlo, esto quizás era lo más duro.

—Por favor, dime que es una maldita broma —demandó, sus ojos están cristalinos y brillaban con la esperanza de fuese así, pero no, yo estaba seguro—. Dilo, Aaron.

—No lo es, Emily —aclare mi garganta buscando fuerza para seguir—. Emily, no te quiero lastimar...

—Lo estás haciendo —afirmó con su voz temblorosa—. Los estás haciendo en este mismo momento.

Sabían que iba a suceder, sabía que me dolería el pecho, que el vacío en mi vientre aumentaría y que el dolor de cabeza iba a ser evidente. Pero el dolor físico no se asemejaba nada al dolor que me generaba el verla llorar. Sus ojos se habían oscurecido, aquel verde brillante que había visto al inicio de la conversación ya no existía y me frustra a saber que la razón era yo.

Habia prometido protegerla y amarla. Y lo hacía, la amaba con todo mi ser, pero la protegía de una tormenta que había iniciado hacia mucho y contra la que estaba luchando de una manera tan ardua sin fruto alguno.

—Emily, no sigamos manteniendo algo que posiblemente ya no tiene futuro —quería sentarme a llorar por lo que estaba escuchando de ella pero no podía. Debía mantenerme fuerte mientras ella me viera.

—Puede mejorar y lo sabes —afirmó con su voz algo congestionada.

—Claro que puede mejorar, pero yo ya no quiero —mentí.

Quizás esa sería la manera de acabar su sufrimiento, diciendo mentiras a la persona que más amaba en el mundo.

Trague saliva buscando que eso fuese lo suficiente para que ella se alejara de mí.

—¿Hace cuanto? —preguntó con la voz temblorosa.

—Hace unos meses —volví a mentir tan descaradamente.

Hubo un silencio en la llamada y la cámara de Emily se había desactivado. Estaba preocupado de lo que pudiese hacer, me preocupaba su estabilidad y su salud mental. Pero no quería ser la razón de que ella se sintiese insegura de ella misma.

Emily colgó la llamada, el pánico invadió mi cuerpo, mi corazón amenazaba con salirse del pecho, mi garganta me dolía y las lágrimas salían con pánico de mis ojos. Devolví la llamaba, una, dos y tres veces, pero seguía sin recibir respuesta alguna.

Rezaba por qué contestara, pero no lo hacía y en un momento su línea dejó de responder, sabía que aunque estuviese con Samuel ella no estaba bien, y la razón era yo.

Que hipócrita era, por que la quería a mi lado, pero también no la quería lastimar tan descaradamente como los demás. Debia resignarme a dejarla ir, por que si la amaba lo haría, la dejaría crecer y hacer su vida, lejos de mi, del desastre personificado.

No contesto, y en un punto aquel pitido dejo de sonar.

Quizás ese era el fin de lo que una vez me prometí proteger. Era irónico por que le había prometido que no la lastimaría, y allí estaba, sentado en un auto con el corazón estrujado por que lo había hecho, había faltado a una promesa.

Sonaba estúpido, pero para mi ella era muy importante, quizás me merecía aquella tortura, aquel dolor en el pecho, las ganas de arrepentirme y decirle que le había mentido, que la amaba con todo de mi ser.

Ella era mi todo. 

Mi galaxia.

Mi Luna.

Mi sentimiento más ferviente, el sentimiento más sincero en mi vida, me lo había hecho sentir aquella rubia de ojos verdes, que posiblemente no volvería a ver.

Me quede allí, en aquel asiento, solo, en un estacionamiento, con el corazón desolado, y la culpa dominando cada parte de mi mente. Con ganas de simplemente tomar un avión y llegar a Cambridge, besarla y arrepentirme de todas mis decisiones. Pero no podía, debía dejarla ser, dejarla crecer y limitarme a verla feliz... sin mi.

EMILY ROMANOV

El dolor, hacia mucho que no sentía aquella sensación, aquella donde te engañan y no te dabas cuenta. 

Era una estúpida.

Le creí, creí cada una de sus estúpidas palabras que salían de su boca. Fui engañada de una forma tan vil que me enojaba.

No sabia por que estaba llorando, si de la ira o por que de verdad me estaba doliendo recordar cada momento a su lado. Cada beso, abrazo, cada caricia y mirada furtiva que me regalaba luuego de tener sexo. Y eso me dolìa, recordar que quizas el fue muchas cosas, pero habia sido aquella persona con la que me pude abrir luego de intentar cerrarme a ese sentimiento.

Odiaba el hecho del que me haya engañado de manera tan descarada sin siquiera una explicaciòn razonable. Me enojaba el hecho de haberle dado el beneficio de la duda, las personas como el nunca cambiaria, estaban acostumvbrados  a mantener el mundo bajos sus pies y hacer postrar a aquel que se revela.

Le creì, ese era el mayor de mis problemas.

Me enamorè.

Me enamorè tan fervientemente que en algun momento pensè que quizas todo iba a ser transitorio, que mejoraria y simplemente volveria a ser como en el inicio. 

Recordar me dolia, el corazon me dolia.ç

—¿Mimi...? —.Samuel entrò a la habitacion rapidamente y me evolvio en sus brazos.

A pesar de que su abrazo era sincero solo queria estar sola. Queria dejar de recordarlo, borrarlo de cada parte de mi cuerpo y de mi mente. Queria saber que era una estupida mentira y que aquel momento solo era un mal sueño.

¿Porque siempre que me enamoraba salia lastimada? ¿Por que no podia ser feliz como los demas?, ¿Porque al parecer el mundo me daba la espalda cuando todo iba bien?

Solo queria dejar de sentirme asi, misrrable, insuficiente, estupida, tan estupida... El sentimiento no se iba, solo se intensificaba con cada recuerdo invuluntario que se presentaba en mi mente.

¿Cuando podrè ser feliz? Quizas nunca, esa es era mi màs sincera respuesta a esa pregunta. La vida no era un cuento de hadas que fuese hecho para hacer a todos felices. Y eso debia hacer, dejarlo ser feliz aunque yo queria hacer parte de eso, acompañarlo y no dejarlo solo.

Llorar, esa fue mi solucion, quedarme alli, en una banqueta en una habitacion con olor pintura mientras era mecida como si fuese un bebè.

Escuchè mi tono de llamada en repetidas ocasiones pero lo deje, sabia que era èl y no le daria el beneficio de verme llorar por el, no por èl. Una, dos, tres y cuatro veces escuchè sonar mi telefono y simplemente lo dejaba sonar. Y lo apaguè para intentar quitar las ganas de llamarlo y suplicar, por que no lo haria.

No me dejaria arrastrar a sus pies. No otra vez, no me dejaria vendar los ojos nuevamente.

No me dejaria llevar por el compas de sus palabras, de sus mentiras y de el sabor tan adictivo que tenian sus labios contra los mios.

 Y por instinto toque mis labios, intentando recordar la sensación de su piel contra la mia, de su voz contra mi oido, de su mano tomando la mia cuando tenia frio. 

Era doloroso pensar que quizas en un algun momento creì que fue real y en que punto dejò de serlo.

Quizas las emociones eran tantas que hasta me confundía, todo en mi interior era una tormeta que no iba a cesar, que amenazaba con llevarse todo aquello que luche por tener, por organizar. 

Cuando por fin me sentia emocionalmente estable, viene Aaron O'Connor y se lo lleva todo. Todo por lo que luchè, todo lo que tanto me costò y que le entreguè sin que me lo pidiese. Por que asi era el amor, dar sin  querer recibir, pero yo di mucho màs de lo que quizas el me estaba dando.

—¿Què pasò? —preguntò Samuel con un tono lo suficientemente bajo como para no soprenderme— ¿Porque lloras?

—¿Por que el amor duele? —solté intentando aguantar las lagrimas que amenzaban con seguir saliendo.

Se me quedo mirando a los ojos por algunos segundo y luego dio una pequeña sonrisa, soltò un suspiro algo pesado y me abrazo nuevamente, pero esta vez apoyo mi cabeza en su pecho. Pum, pum, pum... el compas de su corazon era tan lento que podria llegar a ser relajante. El mantenia su respiracion lo mas ritmica y lenta que podia. Y realmente era como encontrar calma entre una catastrofe.

—Te duele por que fue de verdad —susurró y pude sentir la vibración que se generaba en su pecho cuando pronunciaba alguna palabra. Pero eso no quitaba la sensación de desolación que me estaba atacando—. Suerte tiene aquel en el que te fijas, Emily.

Mis sollozos no paraban, quizás ninguna palabra em aquel momento me podía ayudar, era como luchar contra una corriente más fuerte que cualquier otro navegante. 

Di mucho y me quede sin nada, esperando lo mismo, nada. Solo quería que aquel fugaz momento que nos había regalado la vida diese un poco más.

Un poco más hubiese sido suficiente, pero el tiempo es cruel y hace aprender que por más que deseemos, más rápido posiblemente nos lo arrebata. 

Y dolía, la realidad era cruda y yo no vivía en un cuento de fantasía, y sembrar la duda de lo que habíamos vivido era lo que me torturaba. Por que quizás todas las noches pensaba que el destino por fin estaba jugando a favor, pero no, nuevamente caí en la falacia a la que llamaba amor.

—¿Quieres un poco de agua? —preguntó Samuel mientras me mecía un poco.

Negué, no quería hablar, tenia miedo a que si articulaba una sola palabra más iba a terminar por desgarrar mi garganta intentando gritar de lo frustrada y lastimada que me sentía. 

Quería llamar a Aaron y gritarle que aunque podía amarlo simplemente me encargaría de olvidarlo, de simplemente dejarlo en el pasado e intentar seguir mi vida, aunque en eso se me fuese la vida. Aun si eso podía cambiarme, pero lo haría, lo superaría, no ahora, quizás no en  unos días, pero lo haría.

—¿Quieres estar sola? —susurró Samuel acomodando unos mechones de cabello.

Negue nuevamente.

Antes pensaba que quizás llorar sola era lo mejor, pero ahora que en el habia encontrado un poco de paz, no lo rechazaría. No dejaría que un abrazo sincero, unas palabras reconfortantes me calmaran de todos mis tormentosos sentimientos.

—No te vayas...—aclarè mi garganta ya que sentia una sensacion extraña—, por favor —supliquè

—No me iré —acarició mi cabello con suavidad y me mecio lentamente—. Nunca me iré.

Las lágrimas seguían saliendo, me dolía, tan adentro que quizás no sabía cómo cómo podía comprar aquel dolor. Solo quería dejar de sentir, dejar de llorar, pero no podía, era imposible, aquella sensación no se desvanecía.

¿Por qué el amor era tan doloroso? No lo sabía, pero tenía claro de que no hay momento más tortuoso que sentir como tú corazón se demorona, y quiza, como el pensar de que en ti hay algo defectuoso.

Me rendí, me rendí frente a al estúpido sentimiento, frente al pensar que quizás no vencí, aún teniendo todo en contra, aún así, quise luchar, demostrar que no era tan débil como una vez fui.

Pero habían batallas que no podía ganar y luego se una racha llega una dettota. El problema es que esa vez perdí todo en el intento, y eso, eso se llevo cada partícula que me hizo ser feliz por un corto momento.

Y eso fuimos,
Fuimos un fugaz momento en el universo
Un tal vez entre todas las posibilidades
Y un para siempre dentro de nuestro corazones.

Fuimos quizás algo diminuto dentro de lo inmenso,
Algo que sólo nosotros entendiamos
Y el tiempo llegó,
Sabíamos que no seríamos eternos.
El problema era el tiempo,
oh, amigo traicionero
Llegaste y dejaste un desastre a tu paso.

No te importo quien saliese lastimado
O quien aun deseaba luchar,
Por qué nunca veías como con tanto empeño deseaba triunfar.
Pero así esa la vida
Cruda, y un tanto injusta con aquellos que un día decidieron soñar...

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