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CAPÍTULO 32

AARON O'CONNOR

Sentía cierto desdén de dejar muchos de mis recuerdos en aquella ciudad, pero por otra parte mi corazón y mi mente sentía alivio de intentar y empezar a hacer mi vida en otra ciudad, lejos de los conflictos entre mis padres y los malos recuerdos con los que había estado cargando durante años.

Tomé mi maleta y mi habitación parecía más vacía de lo que yo estaba acostumbrado, aún estaban mis muebles pero sentía que le faltaba aquella esencia que la hacía parte de mi espacio. Suspiré y mire el cuadro que Emily me había regalado y solo sonreí. Lo dejaría allí en las vacaciones volvería por el, lo colgaria en un lugar donde lo pudiese ver todos los días y que me recordará un poco de ella.

Salí de allí y solo podía mirar a Camille con sus ojos llorosos implorando por qué no me fuera, por qué la llevara conmigo, pero no, eso era imposible por el momento. Necesitaba dinero, bastante para por fin librarnos de todos aquellos problemas que solían a quejarnos. Me esforzaria por ser capaz de llevarme a Camille a Washington pronto,pero el esfuerzo debía ser mutuo, ambos debíamos resistir para que pronto se acabará la tormenta.

Salí de la casa y al lado de mi auto estaban mis padres y algunos de sus allegado con una sonrisa emorgullecida en sus rostros. Todos llevaban ropa un poco formal, creo que eran de sus mejores prendas en sus armarios, y se las ponían ¿por mi? Era imposible de creer que aquel grupo de personas fuesen capaces de mostrase tan felices por mi, por un simple chico que iba asistir a la universidad.

—Mucha suerte, hijo —exclamó mi madre mientras mantenía una sonrisa y una postura casi perfecta—. Te extrañaremos mucho.

Mentía, era claro que mentía y que posiblemente disfrutarian mi ausencia, sin problemas, sin golpes o gritos. Sin más, por fin tendrían calma y paz y disfrutarian de Camille y de su mentira muy bien estructurada.

—Gracias, mamá —susurre dejando mi maleta en el suelo.

—Suerte, campeón —dijo mi padre mientras me abrazaba aún con su estúpida sonrisa en su rostro.

Intenté reprimir las ganas de soltar una carcajada por lo que decía, su mentira de la familia perfecta tenía la fachada perfecta y lo peor es que sus amigos y compañeros también la creían. Ingenuos. Mantuve una pequeña sonrisa en la comisura de mis labios que lograba hacer que los músculos de mi cara me dolieran un poco.

Mire mi teléfono y mire la hora, no sería un viaje muy largo pero yo quería que fíjese así, quería disfrutar un momento de estar conmigo mismo y la música. Una sensación que no podía reemplazar, la calma y paz que me brindaba el sonido de la música en un auto y una carretera era casi afrodisíaca y adictiva para mi. Así me liberaba y sentía que mis sentimientos afloraban y podía ser yo mismo, sin máscara o sonrisas falsas.

— Creo que es hora de que yo me vaya —anuncie manteniendo una pequeña sonrisa—. Los llamaré —mentí. Subi la maleta en el baúl del auto—. Muchas gracias por venir a despedirme, los extrañare —mentí de nuevo.

Subi al auto y me abroche el cinturón, estaba más que preparado para alejarme rápidamente de aquella casa, pero no quería que mis padres me griatran si algo llegaba a salir mal. Baje la ventana del auto y allí seguían aquellas personas con sonrisas tan falsas que parecían como si fuesen causadas por hilos que eran tirados desde la comisura de sus labios hasta sus mejillas, doloroso, falso y tortuoso.

Una vida perfecta que era más imperfecta que de lo que nosotros podíamos pensar.

Teníamos mucho, pero a su vez nada. Lo material me sobraba, pero en mis adentro siempre tuve aquel vacío de amor que yo intentaba llenar en Camille y que poco a poco Emily había logrado llenar.

Siempre me había aconsejado Emily que asistiera a terapia para intentar alivianar aquella carga pesada que me esforzaba por llevar desde muy joven. Pero no, en cada ocasión que me lo decía la rechazaba sin argumentos válidos. No creía ser capaz de hablar sobre lo que pasaba en mi casa y mucho menos perjudicar a mis padres de la manera en que lo haría si llegaba a abrir la boca.

Solo debía ser fuerte, mucho más fuerte para ser capaz de llevar la carga, fuerte por Camille y por mi. Debía resistir todo lo que mi mente y mi cuerpo me lo permitiese. Y eso no entendía la rubia, ella no entendía lo que yo había estado luchando durante años y al final terminábamos discutiendo por lo mismo.

Mi papá me sacó de mis pensamientos mientras intentaba mantener su sonrisa con un poco de exasperación.

—Te extrañaremos —mintió—. Buen viaje —se alejo un poco de vidrio.

Sonreí un poco y encendí el auto, mire una última vez por el cristal mi casa, a mis padres, a mi nana, a Camille y aquellas personas que solo estaban allí acompañando el evento. Suspiré y me despedí por última vez para luego darle marcha a mi viaje.

El viaje sería largo y eso me ayudaría en cierto modo a disfrutar de los países que por tanto tiempo había estado ignorando.

[...]

Llegué a un hotel que quedaba por la carretera luego de casi 10 horas de viaje con algunas paradas para orinar y comer cualquier cosa que me encontrara entre los minisupermercados que habían a mi paso.

La habitación del hotel se veía bastante cómoda, tenia una cama un mini bar en una pequeña nevera que había a su lado, un baño que parecía estar bien aseado y algunos productos de aseo. Suspiré y deje mis maletas aún lado de la cama, necesitaba descansar algunas horas para poder seguír por el largo camino que aún me quedaba.

Me quite la camisa y me puse un pantalón cómodo, me cepille los dientes y mientras lo hacía me fijaba en algunos detalles del baño, los azulejos eran de color blanco y negro lo que le daba un toque elegante. El piso de la habitación tenía una alfombra que al tacto era suave, las sábanas de la cama estaban cambiadas y eran de un color vino tinto bastante bonito. La habitación estaba pintado de un color beige, casi blanco que le daba un toque más elegante a la habitación.

Me terminé de lavar los dientes y mire algunos mensajes en mi teléfono que por el trayecto no había podido revisar, habían unos cuantos de Emily, al parecer el campus, las residencias la sorprendían y todos los clubes que habían. Aún no em contaba su ya tenía amigos o no, lo que me preocupaba, pero debía confiar en ella, ella era mucho más fuerte y valiente que yo así que en cierta manera eso me ayudaba a seguir adelante. Si ella podía, yo también.

Sonreí al ver todas las fotos que me había mandado, unas eran de ella en algunos lugares del campus y otras eran de sus cuadernos. Me sorprendía como aún seguía escribiendo, dibuja do y llenando aquellas páginas, amaba verla acabar sus cuadernos y luego, con el tiempo plasmar alguno de esos dibujos en uno de sus lienzos. Ella era tan meticulosa y misteriosa que posiblememte eso era lo que más me gustaba de ella... Nunca me había dicho la razón de por que primero dibujaba en su cuaderno y luego escribía, pero al parecer eso la ayudaba.

Realicé una video llamada rezando por que no estuviera durmiendo por que no la quería despertar. Me quedé allí, en la línea esperando por escuchar su voz en vez de cada pitido que emitía el teléfono.

—¡Ronnie! —exclamó la rubia con una sonrisa al otro lado de la línea.

Tenía su cabello recogido en un moño y algunos mechones ondulado se escapaban. Tenía unos lentes que solo utilizaba cuando leía y una camisa ancha que amaba utilizar como pijama.

—Mily, ¿como estas? —sonreí al mirarla, mi corazón parecía que iba a mil por hora con sola verla—. ¿Estabas ocupada?

—Estoy muy bien —sonrió y acomodó el teléfono para que la pudiera ver mucho mejor—. Estaba organizando algunos apuntes —afirmó y dejó algunos papeles aún lado—. ¿Cómo te ha ido con el viaje?

—Me duele el culo —afirme acomodandome sobre la cama—. Viajar en auto es más cansador, jamás pensé que estaría tanto tiempo en mi auto.

—Deberías descansar y empezar de nuevo cuando te sientas repuesto —dijo y se puso una manta en las piernas.

—Eso pensaba hacer, aunque quiero llegar lo más antes posible a Washington —me acomodé el cabello.

—Te extraño —susurro acercándose al teléfono—. Los extraño a todos —aclaró.

—Yo también te extraño, rubia —sonreí ante lo que había dicho—. Creo que me voy a cortar el cabello —afirme acomodandome otra vez el cabello.

—Para mi té vez guapo de cualquier modo —sonrió y se levanto de la cama.

No supe exactamente qué estaba haciendo pero sonaba cómo si estuviera moviendo algunos objetos. Así duro algunos momentos y luego volvió hacia el rango de la cámara.

—Y ¿tienes algún corte en mente? —preguntó.

—Aún no —di una leve pausa—. Pienso improvisar un poco.

EMILY ROMANOV

Habiamos terminado de hablar luego de casi dos horas, me sentía aliviada de verlo bien luego de tener que verlo golpeado. Sentía que quizás esas habia sido de sus mejores elecciones, podría ser un poco más libre y el mismo.

Deje mi teléfono en la mesita de noche que había a un lado de mi cama, suspiré un poco y me quedé mirando hacia la ventana que había al lado de mi cama. La noche se veía tan tranquila, el campus ayudaba a que todo se viera más hermoso de lo que ya era.

Me acomode la manta en mis piernas y me quedé allí sentada dibujando en uno de mis nuevos cuadernos a Aaron, él se había convertido en uno de los protavo istas de mis libretas. No sabía cómo lo hacía, pero, él dominaba los pocos pensamientos que se cruzaban en mi mente cuando no eran de mis deberes. Extrañaba su tacto sobre mi piel, su voz esbozando cualquier canción que se le ocurriera, sus bromas estúpidas y sus ganas de sorprenderme todos los días.

Recordé un dibujo que hacía mucho que quería realizar y me levante repentinamente de mi cama. Definitivamente necesitaba mi propio espacio, no era por ser egoísta pero deseaba poder levantarme sin miedo de despertar a nadie.

Abrí una de mis maletas y vi que solo había una pila de libretas llenándola,cada una con portadas, títulos y contenidos diferentes. Esas libretas eran mi yo, era una parte de mi vida, mi corazón y mis emociones en un cuaderno. Cada una tenía su propia historia y contaba una parte diferente de mi vida.

Recordaba que no había iniciado aquel hábito por gusto, fue un consejo de mi mi primera terapeuta que prometía que con ello podía desahogarme y su vez mejorar mis dibujos poco a poco. Sería como matar a dos pájaros de un tiro. Me daba nostalgia recordar mis días en Italia, cuando aún no me sentía insegura de mi misma y de mi existencia allí, cuando era feliz, antes de que me arruinaran mi vida.

Saqué uno de los cuadernos y encontré un dibujo de Samuel y de Vanessa, una foto que me habían mandado unos meses antes de que yo llegara a Estados Unidos, estaban en una playa sonrientes. Aún guardaba la foto original, engrapada en aquella página y debajo un intento por imitar la foto con mis dibujos. ¿Como había llegado hasta allí?, ¿En qué momento me habían sucedido tantas cosas?

Pasé las páginas y habían dibujos de algunas góndolas de cuando había viajado a Venecia. El paisaje era paradisíaco y por eso había intentado imitarlo. Pasé mis dedos sobre el dibujo sin intentar marchar los colores. Sonreí y la nostalgia de los recuerdos en mi tierra natal me invadieron, cosas malas y buenas me habían sucedido, pero aún así anhelaba por lo menos ir de visita.

Me sentía como un bicho raro en aquella ciudad, temía que la ansiedad me ganara en cualquier momento, después de todo, estaba sola en aquella ciudad, sin mamá o papá, propensa a que cualquier persona fuese capaz de romperme con cualquier acto.

Aún me constaba quedarme sola entre las multitudes o con un hombre, aún me constaba muchas veces quedarme dormida sin que aquellos recuerdos azotaran mi mente.

Me aterra a él hecho de que si Noah había aparecido en el instituto sin siquiera saber yo donde me encontraba también lo pudiese hacer en ese momento. Y odiaba esa sensación de inseguridad y de miedo que aún, después de tanto tiempo me seguía generando.

Me resistía a querer echarme a llorar cuando me sentía así, porque de alguna u otra forma eso me ayudaba aliviar la tormenta interna por la que sufría, pero a su vez, quería demostrar que era fuerte, que podía luchar contra mis sentimientos y su vez sonreír aún sabiendo que eran sólo mentiras lo que estaba expresando. Que la única verdad era de que mis sentimientos y pensamientos me traicionaban y que mi solución era llorar como un infante.

A pesar que posiblemente las terapias si me ayudaran, aún sentía que faltaban partes en mi que seguían trastornadas y que posiblemente nunca sanarian, por eso sentía que en las noches eran donde todos esos sentimientos salían a la luz. Quizás por que nadie me veía en las noches o solo por que simplemente en esa parte del día me sentía más vulnerable...

Quería mantener mi mente ocupada, pensar en otras cosas pero parecia en vano, todo era tormenta dentro de mi cabeza. No sabía ni como me sentía, ni como se supone que debería sentirme.

Vianca me tocó el hombro haciendo que me sorprendiera, no se cual fue mié expresión me ella se sentó a mi lado y se me quedó mirando.

—¿Estas bien? —me preguntó con algo de preocupación en su tono.

No respondí, cerré la maleta y me acomodé sentandome. La luz de las lámparas dejaban ver algunos rasgos de la chica.

—Si, solo no podía dormir —mentí.

Ella negó y me secó algunas lágrimas de las que no me había dado cuenta que estaban saliendo.

—Estabas llorando y muy quieta —susurró mientras me seguía mirando.

No me había dado cuenta, mis pensamientos me estaban abrumado nuevamente. No sabía que estuviese llorando, pero al parecer ya llevaba un tiempo por que tenía la cara un poco roja de llorar.

Y nuevamente el silencio reino entre nosotras. No quería hablar de eso, ni del por qué estaba llorando, aunque ni yo misma sabía la razón. Era extraño, pero me sucedía seguido, lloraba sin razon e intentaba buscar cualquier cosa en mi pasado o en mi día que justificara el por qué poco a poco mis emociones me consumían.

—¿Quieres hablar? —pregunto buscando mi mirada.

Negué, no estaba segura de hacerlo.

—¿Quieres un café? —desvío sus preguntas.

Negué nuevamente.

No sabía verdaderamente qué quería, solamente sabía de qué nada en mí interior estaba sucediendo de manera correcta. Y aunque muchas personas me dijeran que lo que sentía era mental, yo no lo sentía así. Mis pensamientos eran un caos.

Así que tan mental no era.

Me sorprendió cuando Vianca me abrazo, suavemente hizo que mi cabeza cayera en su pecho y podía escuchar sus palpitaciones, rítmicas y constantes, acarició mi cabello suavemente y me mecio entre sus brazos.

No dijo una sola palabra, por que no era necesaria. Quizás si necesitaba la compañía de alguien, había estado sola ese último mes y la distancia entre mis amigos, Aaron y mi familia me afectaba mucho más de lo que haza yo misma lo pensaba.

Me aterraba tener que enfrentarme a una ciudad y a un montón de personas sola. Tener que luchar conmigo misma y perder en el proceso.

—¿Y si te digo que no se ni porque me siento así? —susurre y cerré los ojos.

Vianca se quedó callada por un momento y me dio una sonrisa de medio lado, acarició mi cabello y volvio a abrazarme.

—Te entiendo —respondio luego de un momento—. No está mal no saber como te sientes, es totalmente normal —dio una pausa—, pero, es mejor hablarlo. Hablar en cierta manera te quita un peso de encima —afirmó—. Quizás no conmigo, pero si con alguien de confianza.

Hacia mucho que no hablaba con alguien sobre cómo me sentía, me estaba acostumbrando a ignorar mis propios sentimiemtos, a poner a los de los demás por encima de los míos por que quizás de esa manera así les demostraba que me importaban y que los quería.

—Gracias, Vianca —susurre y tome una bocanada de aire—. Creo que lo necesitaba —aseguré.

Se separó de mi, se levantó y me dio la mano para que también lo hiciera, espero a que me sentará en mi cama y me sonrió.

—Si necesitas algo me despiertas —afirmó y se acercó a su lado de la habitación—. Descansa, Emily.

—Descansa, Vianca —susurre y acomode el desorden que había en mi cama para luego recostarme—. Muchas gracias...

Me cubrí con la manta hasta la cabeza para intentar no abrumarme. Cerré los ojos con fuerza para intentar dormirme pero sentía que era imposible.

Y así fue, fue una noche más en que no llegaba a conciliar el sueño y si lo hacía, a duras penas lograba dormir algunas pocas y miserables horas. Eso hizo que al otro día despertará cansada y con ganas de querer dormir un poco más. Pero no lo podía hacer, debía cumplir con mis deberes y la cara de cansancio la escondía debajo de un poco de corrector en la zona de las ojeras.

Siempre era así, disimulaba mis problemas para no preocupar a nadie.

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