A. L. O. N. E

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— En medio de la sofocante penumbra, aquellos que hemos sido olvidados, no tenemos más que vagar por lugares sombríos, en busca de esperanza y un poco de afecto, añorando la calidez de unos brazos o el dulce néctar de unos labios. Carcomidos por la soledad se nos nota cansados, agotados de espíritu y llenos de anhelos, dichoso todo aquel que tiene un amor a su lado, bienaventurado los que han aprendido amar su soledad, para a cambio brindar una inefable compañía.

— Recurrentemente tengo la sensación de que algo me falta, no sé si sea compañía, algunos cigarros o más alcohol. Así que, por si nadie llega, iré por algo de licor; y si algo ha de venir que traiga cervezas, lo sé odio ese vicio, anhelar compañía en tan precarios momentos, y en ocaciones, al licor también.

—Incluso, no se me hace tan descabellado estar a solas, ¿sabes? Creo que me sienta bien la soledad, muchas veces necesito un tiempo conmigo mismo, para hallarme, para amarme, para recordarme lo mucho que he crecido.

—Culpadme, y he de aceptar mi castigo. ningún ser humano merece ser rescatado de su propia miseria, y yo estaba condenado al olvido, exiliado de mi propio mundo, pero aceptaba mi soledad como una amiga, y soñaba con recuperar su compañía algún día.

— Condenado al profundo aislamiento, a la soledad que me desmiembra, me sentía vacío y oxidado en los nudillos. Tenía que escribir, en una total calma de mi y de todos los demás, su llanto me ensordecía y aquel murmullo en pasillo me volvía loco; pero, el único que había perdido la cordura era yo; aquella habitación estaba vacía y los únicos en el lugar éramos yo y unos cuantos de mis escritor merodeando por mi mente.

—Podía pelear con mil oso, romper la ley de cualquier país, robar el banco más seguro e incluso hacerlo dos veces, podía vencer a la miente en una partida de ajedrez si se me diera la gana, pero... solo había una con la que no podía, estar en soledad; aquella maldita calamidad me hacía sentirme grande, pero infinita mente perdido.