Incomodo vio el reflejo de lo que fue o pudo ser, de pies a cabeza se analizó, ¿Qué era esta nueva forma que tomo?

Se separo de la vitrina donde reconoció su nuevo ser, la noche lúgubre contaba con las calles vacías de aquel pueblo, caminando a paso lento y tambaleante gracias el frio que azotaba su cuerpo por estar expuesto ante el cielo como un recién nacido.

Soltó un grito ante el espasmo ya conocido, hizo que callera de rodillas, a pesar de tener décadas viviendo aquel castigo, no se acostumbraba ante el cambio de formas y en su larga e interminable vida, ha sido casi cualquier ser existente en la tierra. Ahora por donde sea que vaya se han creado leyendas del cambia formas, aun así, no tenia a donde ir, sufría como todos, tenia frio y hambre casi siempre, al no tener a donde llegar se convirtió en una alma deambulante en la tierra, la diferencia era que el estaba vivo, así mismo todos y a la vez nadie sabia de que el estaba ahí.

–mami, un hombre desnudo – el grito de una niña.

Un hombre

Pensó. Hace mucho que no le tocaba ser un hombre, de lo cual estaba agradecido, el humano no tenia pelaje para cubrirse, ni garras para pelear o escarba, mucho menos dientes afilados para comer, aun así, sabía que era la raza mas peligrosa de animal, su manera de traicionar y juzgar la volvía mas salvaje que un simio en selva virgen.

Pronto las luces se encendieron tapando el estrellado cielo, los humanos salieron de sus madrigueras acomodadas y él con pánico en su nuevo cuerpo, con sus pies débiles y descalzos empezó a correr escondiéndose en el primer tacho que encontró en un callejón.

Universo sálvame de esta.

Pensaba, pero sabia que no que sus ruegos no serían escuchados, el único que le escucho resulto ser aquel bello demonio andante en la noche del bosque, hipnotizado ante la belleza extraña de aquel sujeto poco le importo estar tratando con fuerzas oscuras, así mismo termino siendo castigado junto con el bello demonio.

En ese aquereso basurero maloliente encontró unos pantalones y con eso corrió hasta el centro del bosque, a buscar aquella fea flor marchita. No importaba cuantas veces muriera y rencarnara. Siempre era en el mismo lugar y siempre volvía en busca de su amado demonio.

¿Cuál había sido el pecado que había cometido? Amar al ser incorrecto tal vez, caer ante sus manipulaciones y servir fielmente al que no debía. Mientras que su bello demonio fue destinado a ser parte de la tierra que tanto juro destruir, al fiel sirviente y amante le toco ser un cambia formas por la eternidad.

¿Cuál era el peor castigo? Siempre pensó que el del demonio, pero mientras mas pasaban los años, la tortura de un ser terrenal salió a flote, convertirse en alguien que vaga sin nadie.

Hubo veces que nunca volvió al bosque y que viajaba en manada, jauría o acompañado de uno de su nueva especie. Pero estos, llegada su época morían al igual que él, y volvía a empezar solo y esta vez con una marca de nuevos amores y amigos, así que decidió dejarlo y volver siempre con aquella flor, que siempre permanecía intacta, pero sin vida en medio de hierba mala.

Cuando por fin llego, se acerco con lentitud, se acostó enrollándose alrededor de su flor y quiso dormir, pero el frio se lo impedía.

–has vuelto – la ráfaga de viento azoto su cara.

No contesto, a pesar de que aprendió a hablar no le gustaba hacerlo

–te he extrañado –

Sabia muy bien que extrañaba no estar sola, no a él, nunca fue a él.

¿cuánto tiempo?. Pensó

–casi 10 años pequeño – se escucho decir.

–mucho mas largo que antes– a pesar de contestarse esa duda así mismo sin vocalización alguna, supo que ella lo escuchaba.

–tal vez pronto sea para siempre... un humano – dijo luego de unos segundos, a pesar de no encontrarse ahí, y ser una simple flor caída, siempre sabia que ser era.

Nunca lo supo y siempre se pregunto si aquella voz melodiosa que escuchaba era real o fruto de su imaginación, y si era real, ¿estaba solo en su cabeza o cualquiera podría escucharla?

Con la fea sensación en su garganta, volvió a sentarse.

–¿Quién eres, pequeño?

Siempre que volvía se lo preguntaba, sabia que lo hacia para que no se olvidara de lo que fue y quiere volver a ser. Nunca volvió a tomar su forma real.

No respondió, ya no quería hacerlo. Parte de él pensaba que, con el olvido, la agonía cesaría.

–¿Qué eres?!– insistió casi en un grito que logro asustarlo.

–mi señora... –intento persuadirla, pero un fuerte viento lo azoto y un pequeño remolido de este jugo con su cuerpo.

–¡¿Dime que eres?!

Con el miedo en su cuerpo, cayó rendido, sabía que ella lo preguntaba para mantenerse cuerda, pero él ya no podía, aun así, hablo esta vez físicamente, usando las cuerdas vocales, y con la voz quebrada se decidió a responder.

–un simple... y humilde servidor...

Tomó un poco aliento antes de terminar de hablar.

–... un simple y humilde...– repitió – cuervo

Atte: Zema