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EPILOGO


Ni siquiera tenía un nombre
hasta el momento en que te conocí.
Me diste amor
y ahora te has convertido en mi razón.

Eres mi tierra.
Yo soy sólo una luna
que ilumina tu corazón.
Me quedaré a tu lado.
Me convertiré en tu luz.
Todo por ti.

~Moon~ Bts

Namjoon estaciona el elegante Maserati cerca del ya conocido lugar de su infancia.

-¿A donde vamos, Nammie?

-Es una sorpresa.

-¡Namu! ¡Quiero sabeeeerrrrr!

-Llegaremos pronto, bebé. No debes quitarte la venda de los ojos y mantén los auriculares en los oídos. ¿De acuerdo?

Son más de las diez de la noche. La brisa nocturna mueve por momentos sus cabellos y la suave luz de la luna ilumina el sendero. Sólo sus siluetas se ven en aquella playa desierta.


Namjoon camina despacio sobre la arena, llevando a Seokjin a cuestas tras su espalda. Enfundado en su grueso abrigo, el castaño se sostiene fuertemente de su cuello y sus piernas van sujetas con cuidado por los fuertes brazos del peligris.


El moreno da un paso tras otro sin sentirse agotado. El cuerpo del escritor pesa muy poco, mucho menos ahora que ha pasado más de una semana desde su operación y acaban de darle el Alta esa misma tarde. A Seokjin no le gustaba la comida del hospital y adelgazó más de tres kilos en sólo una semana.


A insistencia de los doctores, el novelista accedió a quedarse más días en el Centro Médico de Yeosu, donde sus lesiones podrían ser mejor atendidas que estando en casa. Realmente se rehusó hasta el último momento, hasta que el peligris, con una insinuante sonrisa, le prometió que si accedía a quedarse lo premiaría cuando mejore.


¿Un premio de Kim Namjoon? ¡Oh sí! Él haría lo que fuera por uno igual de bueno que el de la última vez.

Jungkook realizó todas las gestiones para la hospitalización del escritor durante esos días. El SINC le otorgó tiempo de descanso hasta que estuviera recuperado de la fractura de su brazo, sin embargo, él aprovechó sus días libres para realizar los últimos encargos de Seokjin.


Ya no era su asistente, pero ahora como su más leal amigo, se ofreció cortésmente en ayudarle hasta que le encargaran una nueva misión. Viajó a Seúl para traer algunas pertenencias de la pareja, ropa y demás enseres que pudieran necesitar durante su estadía en Yeosu. Regó las plantas, alistó las maletas y viajó de regreso conduciendo el adorado Maserati del escritor. Al dejar el equipaje, le entregó las llaves del auto a Namjoon, junto con su bonsái y el celular que él mismo había desechado días antes a la basura. Sigue siendo un misterio para el detective cómo pudo el pelinegro conducir tantos kilómetros sólo con una mano. Definitivamente Jungkook era un agente excepcional.


Seokjin tuvo que llamar a su madre para informarle con pesar que en el último momento surgió una importante reunión de trabajo y no podría verla en Navidad, prometiéndole que la visitaría a finales de enero. Quería tener tiempo para recuperarse y que su madre no lo viera en aquellas fachas de moretones y vendajes por doquier. De verlo así, seguro le causaría un infarto.


Namjoon pidió vacaciones adelantadas para poder atender a Seokjin durante su recuperación. Su solicitud fue aceptada inmediatamente por el nuevo Superior Min Yoongi, quien había ascendido de puesto tras el arresto del anterior. Durante esos días, Namjoon y Yoongi hablaron por teléfono muchas más veces que durante los últimos siete meses. Al detective se le veía muy feliz cada vez que charlaban. Había olvidado lo mucho que extrañaba las conversaciones con su querido hermano mayor.


Dos días después del incidente, Hoseok llegó al Hospital de Yeosu, hecho un mar de llanto. Al llegar a la habitación de Seokjin, corrió rápidamente hacia el peligris. Lo abrazó con fuerza y luego lo golpeó repetidas veces en la espalda por no haberle llamado antes, acusándolo de ser un mal amigo y de haberse tenido que enterar por Yoongi de todo lo sucedido. Luego de calmarse y ver que ambos hombres se encontraban bien, los acompañó durante todo el día y sólo se fue de allí después que Namjoon le prometiera por Jjin-Jjin, su bonsái, única cosa con la que no se prestaba a falsos juramentos, que lo llamaría por teléfono todos los días hasta que ambos regresaran sanos y salvos a Seúl.


Namjoon y Seokjin pasaron la noche de Navidad en aquella habitación de hospital, en soledad, rodeados del bullicio de enfermeras por los pasillos y del característico olor de productos químicos esterilizantes. Hubieran preferido quizás algo más romántico ya que era su primera Navidad juntos, pero al menos se tenían el uno al otro y eso les bastaba para sonreir mientras se contaban anécdotas de sus vidas y recordaban tiempos de su infancia.


Tuvieron una exquisita cena y de postre un pastel de mousse de algodón de azúcar, acompañado con un vino especial de cerezas. Todo por cortesía de Jungkook, que les llevó al hospital la deliciosa comida antes de viajar a pasar Navidad con su familia en Seúl y regresar al día siguiente. El pelinegro no dejó de visitarlos continuamente durante los días en Yeosu. Su buen humor los animaba y las contínuas riñas tontas con el peligris asemejaban las comunes peleas de dos niños pequeños, haciendo que el escritor riera sin parar con cada ocurrencia e hiciera más llevadera su recuperación.


Definitivamente Seokjin echaría de menos a su más alegre, atento y fiel asistente.


En el hospital, el novelista siempre fue bien atendido por los doctores y el personal sanitario, pero extrañaba la tranquilidad de su hogar. Con el pasar de los días, la herida en su pie fue mejorando y la lesión en el hombro de igual forma, pero aún tendría que mantener el vendaje hasta que le quitaran los puntos de sutura. De las marcas de los golpes en su cuerpo, ya solo quedaban rastros verdes y violáceos poco perceptibles. Sobre todo el del rostro. El escritor se empeñaba en querer cubrirlo con maquillaje, pero el peligris lo detenía siempre, afirmándole que no era necesario porque lo veía igual de hermoso.


Seokjin no se podía quejar. Ser cada día mimado por Namjoon era lo mejor de estar enfermo. El peligris lo levantaba con caricias cada mañana. Lo ayudaba a alimentarse y asearse. Aprendía atento la forma en que las enfermeras curaban sus heridas para poder realizar él los mismos procedimientos cuando regresaran a casa. No lo dejó moverse ni un centímetro, ni que sus pies tocaran el suelo. Lo llevó en sus brazos hacia todos lados y el escritor feliz se dejaba consentir.


Durante los días de reposo, el novelista terminó de escribir el borrador de su nueva obra, sintiéndose satisfecho con el final que creó para sus personajes favoritos. Extrañaría a aquellos dos lobitos, Taeh y Guk, que unidos por la Diosa Luna, supieron enfrentarse al destino y crear un futuro mejor, donde reinara la paz y la armonía.


Namjoon y Seokjin trabajaron juntos en la aversión al mar del escritor. Practicaron viendo fotos y videos sobre la playa y el fondo marino. Aprendieron poco a poco a manejar las emociones del castaño y los síntomas que su cuerpo presentaba. Seokjin no podía afirmar que hubiera perdido totalmente su terror al océano, pero definitivamente ayudaba mucho recibir un profundo beso de Namjoon cada vez que su cuerpo amenazaba con entrar en crisis. Honestamente, el miedo seguía allí, aunque quizás en menor grado. Ni si quiera podía afirmar si aquello contaba realmente como terapia. Pero sus besos siempre le hacían perder el sentido, olvidar dónde se encontraba o incluso la imagen del mar que acababa de ver.


Sus labios encajaban perfectamente con los suyos. La forma en que la lengua del peligris se abría paso por su húmeda cavidad, recorriendo con destreza cada milímetro, haciendo suyo cada rincón de su boca, era extremadamente delirante.
Pronto el cuerpo del novelista reaccionaba más a las placenteras sensaciones que a la ansiedad. Si cada vez que viera la playa, recibiría uno de esos besos, entonces el escritor pensaría seriamente en comprar una casa en alguna isla paradisíaca y así asegurarse de tener el placer de probar esos labios cada minuto del día.


Seokjin se encontraba feliz desde que despertó por la mañana, ya que por fin podrían partir a casa esa misma tarde. Era un día antes de año nuevo y aunque podrían haber salido ya rumbo a Seúl, el detective insistió en querer llevarlo a un lugar por la noche antes de dejar Yeosu.

-¿Falta mucho, Namu?- vuelve a insistir el escritor, mientras mantiene su mejilla recargada en la corpulenta espalda y mueve alegremente de vez cuando uno de sus pies en el aire, al compás de los pasos del peligris.

-Cariño, sólo han pasado cinco minutos.

-Pero la intriga me está matando.

-¿La música de violines no te entretiene?

-Claro que sí, es muy relajante. Pero no puedo verte y me gusta mucho mirarte.- El escritor reparte pequeños besos en la morena nuca, intentando convencerlo. -¿Puedo quitarme al menos la venda?

-Estropearás la sorpresa.

-De acuerdooooo. Esperaré- responde el escritor haciendo un pequeño puchero con los labios. Repentinamente recuerda un dato importante. -¿Mañana es la fiesta de Fin de Año en casa de la familia de Jungkook, no?

-Sí. Pero si no quieres ir, lo entenderé. Podemos quedarnos en casa la noche de Año Nuevo, yo no tendría problema.

-¿Bromeas? ¡Claro que quiero ir! Llevo encerrado más de una semana en el hospital. Necesito aire fresco y un poco de diversión no me vendrá mal.

-Creí que no te gustaba estar rodeado de gente. Siempre dijiste que preferías la paz de tu hogar.

-Es correcto. Pero ahora para mí, cualquier lugar es mi hogar si eres tú quien está a mi lado.

-Jinnie, haces que quiera besarte de nuevo.

-Sabes que mis labios siempre están dispuestos para ti.

-Te tomaré la palabra en cinco minutos más, bonito.


Tras un corto tiempo de caminar cerca de la orilla, ambos llegan a los pies del acantilado. Namjoon guía sus pasos hacia la formación rocosa y entra en una mediana abertura sin dificultad, iluminando el lugar con la linterna de su teléfono celular.


Llega al fondo de la cueva y observa unos troncos apilados hacia un lado, cerca de una gran tela extendida sobre la arena y en una de las esquinas, un pequeño objeto brillante. Todo estaba perfectamente realizado, al pie de la letra, siguiendo las indicaciones del detective. Jungkook hizo un gran trabajo desenterrando aquel objeto metálico y dejando todo listo antes de marcharse a Seúl esa misma tarde.


Namjoon lanza un pequeño mechero hacia los troncos y éstos empiezan a arder, iluminando tenuemente el lugar.


Con cuidado baja a Seokjin de su espalda y lo sienta sobre la manta. Se coloca a su lado y retira la venda de sus ojos con delicadeza, al igual que la música en sus oídos.


-¿Dónde estamos?- cuestiona el castaño mirando alrededor.

-¿No lo recuerdas?

-Esto es... es... ¡Es nuestra cueva!

-Pensé que te gustaría verla por última vez antes de regresar a la ciudad.

-¡Vaya, que recuerdos!

-Los momentos más felices de mi vida los pasé aquí, junto a ti.

-Yo también, Namu. Yo también.


El peligris le acerca la pequeña caja metálica y la desempolva antes de dejarla en sus manos.


-Ábrela, es tuya.


Los ojos de Seokjin brillan de emoción al recordar aquella cajita que enterraron juntos en su niñez. Abre con cuidado la tapa y dentro encuentra un dibujo a lápiz que hizo de las Camelias junto a una pequeña foto de Namjoon cuando era niño. Sonríe al ver la foto. Es idéntico a como lo recordaba, con la misma sonrisa que iluminaba incluso más que el sol de verano. Posa sus ojos nuevamente en el interior y observa una carta finamente doblada junto a algunas hojas secas. La abre con delicadeza y reconoce la caligrafía tan cuidada que Namjoon siempre tuvo, incluso en aquel entonces y lee el papel en voz baja.

Querido Jinnie,

Quizás cuando leas esta carta, no estaremos juntos. Siento haberte prometido que sería así. No sé si tendremos veinte, treinta, o cincuenta años, pero quisiera que me recuerdes siempre.

Gracias por enseñarme a sonreír. Eres el mejor regalo que me trajo el mar.

Cuando sea mayor, te buscaré y te regalaré Violetas de Parma. Por favor, búscame tú también.

Siempre serás la pieza perfecta que complete mi rompecabezas.

Prometo esperarte, príncipe de las ballenas.

Nunca te olvidaré.

Te quiero.

Namu.


Seokjin guarda la carta en uno de los bolsillos de su abrigo. Un par de lágrimas ruedan por su tersa mejilla.


-Gracias...-pronuncia emocionado, mirando las hermosas pupilas azules. - Gracias por cumplir tu promesa.


Namjoon seca sus lágrimas con el pulgar.


-Te esperaría toda la vida si hiciera falta, lobito.


El escritor se acerca al peligris y deja un suave y dulce beso en la boca ajena.


-Te amo Namjoonnie. Por tu espíritu de hombre, por tu alma de niño, por tu sonrisa que nadie opaca, por tu mirada que me transmite calma. Estando cerca o lejos, tu esencia siempre permaneció en mí. En esta y en todas mis vidas, prometo amarte Kim Namjoon.


El detective le sonríe agradecido, acariciando la suave mejilla ajena.


-Entonces te regalaré también flores de ciruelo. Significan "Mantén tu promesa".

-La mantendré, hoy y siempre. Compraré una casa frente al mar. Mandaré a construir un enorme monumento frente al muelle. Sembraré un jardín entero de Camelias, Violetas y Ciruelos, para que recuerdes mi promesa cada mañana.

-¿Una casa frente al mar?

-Si reemplazas mis temores por besos, no me importaría, Nammie. Quiero flores todos los días, quiero tus caricias cada noche, quiero tres niños correteando por casa, quiero gatos arañando los sofás y perros saltando por el jardín... quizás voy muy rápido y se qué no hemos hablado de nada aún pero yo-...


La roja boca de Seokjin es callada por los gruesos labios de Namjoon que se posan sobre ellos en un apasionado y profundo beso que lo lleva a perder el aliento.


-Lo quiero todo contigo. Todo-afirma el peligris, mostrando un hermoso par de hoyuelos. -Quiero tenerte por siempre a mi lado, aunque si te tengo siempre encima, tampoco me quejaría, bonito- confirma sonriendo de manera seductora, perdiéndose en las profundos iris avellana que no han quitado su mirada de su boca. -¿Por qué no dejas de mirarme?

-Porque adoro el lunar que llevas debajo del labio y porque estoy mirando la inspiración de mi próximo libro. Ahora mismo, estoy imaginando un capítulo muy interesante...


Seokjin le devuelve una suave y coqueta sonrisa que en segundos se convierte en una risa traviesa. Empuja al peligris sobre la manta, dejándolo caer de espaldas. Con cuidado de no dañar su herido pie, se sienta sobre la fuerte pelvis del moreno. Desliza juguetonamente los frios dedos por debajo del jersey, apoyando sus manos en el perfecto y marcado vientre.


-Prometiste que me premiarías si me quedaba en el hospital.

-Bebé, aún es muy pronto y puedes lastimarte...

-Cumple tu promesa, Nammie. Hazlo por Jjin-Jjin y las flores de ciruelo.

-¿Y por las Violetas?

-¡Y por las Camelias!

-Ven aquí- le dice sonriendo el peligris. Se incorpora levemente y sostiene al castaño de los suaves cabellos. Lo acerca de nuevo a su boca para degustar de nuevo los esponjosos labios que adora besar. -Te amo, cachorro.

-Tu Omega también te ama y te pide que cumplas tus obligaciones como Alfa.

-De acuerdo, de acuerdo. Pero tu Alfa será cuidadoso, te tomará pero esta vez no te marcará.

-¿Por qué?- se queja el castaño con un adorable mohín.

-Porque aún estás herido y además ya eres mío, no hace falta ninguna marca para confirmarlo. Aunque... sí hay algo que me gustaría que llevemos ambos alguna vez, quizás como una marca.- Namjoon extrae de su bolsillo un pequeño llavero en forma de ballena que pidió a Jungkook que trajera entre sus pertenencias desde Seúl. -Cuando reúna el suficiente dinero,- dice situando el aro del llavero en el dedo de Seokjin, -mandaré a confeccionar para ambos dos anillos con esta misma forma.

-¡Oh por Dios! ¡Es Kori! ¿Todavía lo conservas? ¡Yo no quiero ningún anillo! ¡Quiero éste! ¡Es perfecto!- exclama feliz el escritor mirando su propia mano situándola frente a su rostro. -Haré un colgante con este llavero. Pero cuando mejore, igual quiero mi marca, ¿Eh?- vuelve a enfatizar travieso, con una bendita sonrisa que llena el alma de Namjoon.

-Lobito exigente. Creo que tendré que usar mi voz de Alfa contigo...- pronuncia el peligris, apoyando su peso sobre los codos y dejando un corto beso en la boca ajena. -¿Sabes? Te he soñado en innumerables ocasiones. Hoy sólo puedo sonreír al darme cuenta que eres mi más hermosa realidad. Estoy enamorado de ti y no sólo por tu bello rostro. Estoy fascinado con cada parte de ti. Por cómo hablas, ríes, piensas, escribes, respiras... o simplemente existes. Me encantas.


Seokjin esboza una gran sonrisa. Se acerca provocativamente a la boca del detective, atrapando el labio inferior con los dientes y tirando de ellos, gruñendo al hablar. -Demuéstramelo.


Y Namjoon sucumbió una vez más a los deseos de su amado y caprichoso lobo.


Le hizo el amor al compás de la nocturna marea. Despacio, muy lento, tomándose todo el tiempo del mundo en recorrer con sus manos su fina silueta y cada tramo de sus suaves curvas, cual tranquilo oleaje del mar de Yeosu. Adoró su cuerpo y los sonidos que escapaban de su boca. Se deleitó con el sabor a algodón de azúcar de su piel. Lo hizo suyo tantas veces como quiso, con cuidado y cariño.


Nunca fue sólo su atractivo cuerpo lo que le excitaba, era la forma en que se entregaba a él lo que lo hacía, dejándose arrastrar por el deseo que brotaba de cada célula de su ser, rindiéndose al hombre que su piel reconocía como único dueño.


Y en la soledad de aquella fría cueva, el invierno se volvió verano y el gélido glaciar se volvió fuego.


Seokjin encontró el propio infierno en la boca de aquel hombre, cuyos besos lo llevaban a arder en las más exquisitas llamas, haciendo cenizas cada resquicio de su consciencia que le llevaba a olvidar incluso el leve rumor de las olas que podían oírse al romper contra la orilla.


Namjoon sonrió complacido con cada roce de la tersa piel sobre la suya, que buscaba su calor con frenesí. Lentamente el castaño fue encajando en su alma y en su cuerpo. Seokjin llegó a su vida de manera inesperada, una mágica coincidencia que lo hizo acomodarse poco a poco en su corazón, siendo ahora la dulce cárcel de la que ya no quiere salir jamás.


Las fuertes manos de Namjoon guiaron con vehemencia la delicada cintura. Se dejó dominar por su Omega. Controlaba el apasionado vaivén del cuerpo de su fiera, arrullaba el rostro de su cachorro y besaba de nuevo a su hombre antes de acoplarse en su ser, volver a hacerlo suyo de nuevo y llenarlo de su esencia.


Los besos de Seokjin lo subían al cielo y lo bajaban nuevamente a la tierra, recordándole que era un simple mortal.


Con suaves caricias repartidas, el peligris remendó las alas de su bello ángel. Plantó besos en su tibia piel, cosechando sonrisas y dulces gemidos en cada roce y cada suspiro.


Y entre jadeos de placer y delirio, ambos finalmente entregaron sus almas, sosteniendo el corazón del otro en sus manos.

A la mañana siguiente, los castaños ojos despertaron con los pequeños rayos de sol que se colaban curiosos en aquella solitaria cueva, iluminando la entrada y dejando apreciar la hermosa vista del mar.


Asustado, se incorporó del placentero cuerpo sobre el que había dormido. Su respiración quiso agitarse, pero los fuertes brazos de Namjoon lo atrajeron hacia él nuevamente y lo apresaron en un cálido abrazo.


El somnoliento detective entreabrió los azulados orbes y sonrió al observar el océano. Abrigó el fino cuerpo sobre el suyo con una de las prendas desperdigadas por el suelo y dejó un tierno beso en los cabellos castaños.


Seokjin cerró los ojos y sus sentidos se calmaron en segundos al oír el latir del moreno pecho junto al suyo.


Namjoon había cumplido su promesa.


Juntos vieron nuevamente el mar.

Las calles lucen decoradas con luces de variados colores. El ambiente festivo se siente en cada rincón al llegar la noche de Año Nuevo.


Yoongi camina por las ruidosas avenidas sintiéndose fuera de lugar. Observa con recelo las tiendas abiertas, la algarabía de los niños y la gente de un lado al otro comprando los últimos detalles para la tan esperada cena.

Llega al portal de una bonita casa, con encantadores balcones de las que caen enredaderas de rosales rojos y blancos. Oye música en el interior. Duda en tocar el timbre. Ni si quiera sabe por qué está allí de pie. Nunca le agradaron la multitud ni las fiestas. Aún está a tiempo de volver a casa y llamar para disculparse, excusándose por surgirle un trabajo de último momento o algún caso especial.

-¡Oh, lo siento! ¡Lo siento!- se disculpa un joven que cargaba una torre de cajas, una sobre otra, quedando ahora todas esparcidas sobre el suelo. Corría hacia la misma casa y colisionó con Yoongi por la falta de visibilidad.


El muchacho avergonzado se apresura a recogerlo todo y Yoongi se agacha junto a él para ayudarlo.


-No te preocupes. ¿Te encuentras bien?

-Sí, sí, muchas gracias- responde sonriéndole con dos medias lunas en el rostro. Sus labios forman una cautivadora y radiante sonrisa.


Yoongi pierde el aliento por un segundo. Esa sonrisa. Tan brillante... tan parecida...


-¡Bienvenidos!- Exclama Jungkook, abriendo de par en par la puerta de la casa, atraído por el ruido formado por las cajas al caer. -Buenas noches, Superior Min. Felicidades por el ascenso. Me alegra que aceptase la invitación de hoy. Veo que ya conoce a mi primo WooYoung, tan despistado y torpe como siempre- finaliza dando un pequeño golpe en la cabeza al mencionado.

-¡Ey!- se queja el muchacho.

-¡De "Ey" nada! Más respeto para tu Hyung. Tía lleva horas esperando por tí, va a matarte cuando te vea. ¿Qué estabas haciendo? ¿Te entretuviste en el parque otra vez? No sé porque te llaman la atención tanto observar esas rosas amarillas.

-Pienso que son... bonitas- contesta el joven, bajando su mirada al suelo, visiblemente abochornado.

-A mí también me gustan- interrumpe repentinamente Yoongi.

Jungkook gira su vista hacia el Superior Min, alzando una ceja. El rostro de Yoongi se ruboriza con rapidez e intenta cubrirse detrás de las cajas que había recogido segundos antes. El agente lo observa con gracia y aprieta ligeramente los labios para evita reír.

-Creo que ambos se llevarán muy bien- dice, mirando con complicidad a ambos. -Pasen, pasen,- insiste el pelinegro empujando a los dos hacia dentro de la vivienda. -o se quedarán helados aquí afuera.

La puerta principal de la casa se queda entreabierta y Namjoon la abre nuevamente minutos después con uno de sus pies.


-Namu, creo que ya puedes bajarme, el doctor dijo que podría dar algunos pasos cortos- intenta el castaño convencer al testarudo detective, mientras es sostenido entre sus brazos.

-No, cachorro- niega el peligris, avanzando hasta la entrada de la casa.-Te dije que no dejaría que pusieras un sólo pie en el suelo, así que tu sólo déjate cuidar.- Seokjin hace un ligero y tierno mohín.


La música es amena y ensordecedora. La casa no es muy grande, pero el salón es lo suficientemente amplio y se ve poco espacio libre entra tanta gente que bebe y baila por doquier. Suculentos tentempiés se ven sobre las bandejas de la mesa central y algunos globos dorados decoran las paredes. Cerca de una gran ventana, Hoseok charla amenamente junto a su esposa y Sunhee, la hermana de Jungkook, mientras debaten cómo pudieron conocerse la famosa pareja estadounidense de la que todos han oído hablar y cuya imagen de revista les muestra el doctor en su teléfono. En dicha portada, salen saludando dos hombres mientras son fotografiados a la salida de un evento. El hombre rubio va en silla de ruedas y a su lado un sonriente Jackson lo conduce por la alfombra roja. A los pies de la noticia se lee: "¿El nuevo amor de Kevin Larts?"


Hoseok repara en la presencia de Namjoon y alza su mano, saludando alegremente a los recién llegados.


Entre la multitud, el peligris distingue a Yoongi de pie, riendo junto a un joven que parece habérsele caído una copa de vino al suelo.


-¡Bienvenidos Hyungs!- llega Jungkook saludando con una gran sonrisa. -Lamento que no pudiera quedarme mucho tiempo en Yeosu. Aquí les dejo el regalo atrasado de Navidad- dice, entregándole al castaño una mediana caja con un gran lazo rojo.


Seokjin la recibe, ya que Namjoon tiene las manos ocupadas sosteniendo a su pequeño gran lobo. El pelinegro le anima a desenvolver el regalo. El escritor sonríe al abrirlo y se queda extrañado mirando el contenido, sosteniendo en su mano una curiosa diadema con cuernos de reno y en el fondo de la caja, un pequeño plug en forma de una esponjosa y redonda cola de hebras marrones y blanquecinas.


Seokjin se ruboriza y mira asombrado a Namjoon.


-¡Para sus ejercicios!- exclama Jungkook feliz.

-¿Se lo dijiste?- cuestiona avergonzado el novelista, mirando al detective.

-Yo no. Él lo escucho y... es una larga historia.

-Por cierto,- vuelve a hablar el pelinegro, -ya no deben preocuparse. Ayer pasé por el departamento y quité todas las cámaras. Aquí les dejo las llaves. No necesitaré entrar más allí. Podría sorprenderlos de nuevo y quedar traumatizado. No es lo mismo en video que en directo- enfatiza riendo mientras deja las llaves en la mano de Seokjin.

-¿Cuáles cámaras? ¿Cuál video?- vuelve a preguntar el castaño, mirando al peligris.

-Otra larga historia...- responde el detective.

-¡Pero no se queden allí en la entrada, Hyungs! Entren, que mi madre quiere conocerlos. Le he hablado mucho de ustedes dos. ¡Ah! Pero antes, ¿ven lo que hay allí arriba?- Jungkook señala una pequeña rama que cuelga del techo. -Correcto, es un muérdago. Está allí desde Navidad, así que ya saben la tradición.


El estruendoso ruido de platos al romperse llama la atención del pelinegro. Observa a su risueño primo envuelto en contagiosas carcajadas y a Yoongi a avergonzado, recogiendo los trozos del suelo.


-¡Oh no! ¡WooYoung! ¡Superior Min! ¡Dejen eso allí! ¡Se pueden lastimar!- se gira brevemente hacia la pareja. -Hyungs, le dejo un momento, iré a arreglar el desastre antes que esos dos me destrocen la casa.

El peligris sonríe viendo a Yoongi sonrojado. Su hermano mayor sólo se vuelve así de torpe cuando bebe o cuando alguien le llama la atención... aunque al parecer no ha bebido nada aún. Regresa a mirar al lindo castaño en sus brazos que le sonríe mientras se coloca en la cabeza la graciosa diadema de reno.


-Pensé que el muérdago era sólo una tradición de Estados Unidos.- El novelista acomoda sus cabellos y guiña un ojo al peligris. -¿Qué tal me veo, Namu?

-Hermoso, como siempre- afirma con un precioso par de hoyuelos. -Realmente la tradición del muérdago viene de Europa antigua, una costumbre de Celtas y Vikingos. Jungkook debe ser amante de las tradiciones. La famosa planta simboliza la paz y bajo ella declaraban la tregua en las batallas o celebraban bodas. La leyenda dicta que aquella persona que reciba un beso bajo el muérdago, encontrará el amor o conservará el que ya tiene. Así que, siguiendo la tradición, ¿me harías el honor de concederme un beso, escritor mío?

-Uhmm...- el novelista finge dudar su respuesta, posando uno de sus dedos sobre su mentón.- Si me niego, ¿Se considera desacato a la autoridad?

-Así es, lobito. Podría arrestarte por eso.

-¡Hazlo, por favor!- le responde con rapidez, extendiendo sus brazos hacia él para ser esposado. -Hoy y todos los días de mi vida.


El detective sonríe ante la respuesta del escritor.


-Creo que también compraré unas esposas rojas a juego con esos curiosos cuernos de reno.- Namjoon besa las finas manos juntas y le sonríe ladino. -Y otras del mismo color de las orejas de lobo. Haz firmado tu sentencia, Jinnie- afirma, antes de acercarse al ajeno rostro, atrapando los labios del escritor en un ansiado y profundo beso.


Un beso que devuelve la paz a dos almas.
Dos piezas perfectas que en sus pechos encajan.
Dos corazones que juntos a la par vuelven de nuevo a latir.
Como una ola que regresa a su amada orilla.
Un reloj que por fin vuelve a contar las horas.
Dos vidas que se vuelven una sola y comienzan de nuevo a vivir.

°❀•°*°•❀°
FIN
°❀•°*°•❀°


Nunca dejes de leer un buen libro.
Hay personas destinadas a encontrarse
en el último capítulo.

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