9. Fortuna
— ¿Te sientes mejor? — pregunta el peligris en baja voz, recibiendo un pequeño movimiento de cabeza en afirmación.
Después de algunos minutos, Seokjin está respirando con normalidad. Comienza a percatarse de la realidad, moviendo sus ojos lentamente a su alrededor. Revisa en detalle los azulejos blancos del baño y el frío suelo. Sus sentidos captando la suave música en su oído y una cálida mano envolviendo la suya.
Se queda mirando ambas manos juntas y suelta la suya con lentitud, claramente ruborizado.
— Lo siento... No....No quería causarte problemas. — pronuncia el castaño, casi en un susurro.
El mayor sonríe. Aproxima una de sus manos a la mejilla del muchacho y lo ve arrugar la cejas y cerrar los ojos en reflejo, quizás asustado por el repentino acercamiento.
La mano del peligris recoge suavemente el auricular del oído contrario. Deja caer sus pestañas por unos segundos y aspira con deleite la dulce fragancia de algodón de azúcar que proviene de aquel hombre. Un perfume al que el detective parece ir acostumbrándose. La proximidad le invita a apreciar aún más de cerca la perfecta piel del joven, las finas líneas de su mandíbula, sus rojos y abultados labios que entreabiertos parecen querer llamarle...
Con la mano aún cerca de su rostro intenta tocar la mejilla del castaño, se siente atraído en tener esa tersa y blanca piel bajo sus dedos, quiere comprobar si la perfección ante sus ojos es real... pero se detiene. No es correcto. No quiere asustar más al joven después de haberlo visto en el estado tan vulnerable en que lo encontró.
Namjoon menea un par de veces la cabeza y se limita a retirar con la punta de sus dedos un par de cabellos del castaño, despejando su rostro, casi sin tocarlo, como una preciada obra de arte que teme dañar. Suspira y se pone de pie, alargando una de sus manos hacia el otro para ayudarlo a levantarse.
El escritor abre los ojos al sentir lejos la presencia del otro y ve su mano tendida hacia él. Duda en tomarla de nuevo, pero termina por hacerlo, ambos quedando finalmente de pie a poca distancia.
— Creo que podría acostumbrarme a este tipo de problemas — termina diciendo Namjoon, sonriendo con un hermoso par de hoyuelos en el rostro.
El castaño mantiene su vista en el amable joven. Su tierna y profunda mirada, su porte enérgico y decidido, sus fuertes brazos... Y de repente los recuerdos de la noche anterior vuelven a su memoria. Su deseo saciado con sus propias manos, su cuerpo llegando al clímax, su necesidad y su imaginación alimentados por las imágenes del moreno ahora frente él.
El color carmesí inunda sus mejillas, desviando sus ojos hacia el suelo, incapaz de verlo a la cara.
— ¡Jefe-Nim! ¡Por fin lo encuentro! - El asustado asistente irrumpe en el lugar, abriendo las puertas de par en par. — ¿Se encuentra usted bien?
Jungkook observa el estado en el que se encuentra el escritor y sus ropas desacomodadas. Mira hacia el extraño que aún sostiene de la mano a su jefe y arruga el entrecejo, malentendiendo la situación.
— ¡Es usted un acosador! — arremete el pelinegro contra el desconocido.
Lo empuja con fuerza apartándolo de Seokjin. Poniéndose enfrente del castaño.
— Usted no se preocupe Jefe-Nim, yo lo defenderé. Practiqué taekwondo desde los cinco años y puedo encargarme sin problema de esta situación. Éste musculitos no volverá a molestarle.— afirma Jungkook, tomando una posición de ataque y preparando sus puños.
Seokjin mira asustado a Namjoon.
Sorprendentemente sus azuladas y serenas pupilas ya estaban mirándole y de repente sus labios le muestran una de sus mejores sonrisas, mientras se cruza de brazos con tranquilidad.
— Tú debes de ser Jungkookie— comenta calmadamente el peligris, mirando al joven que parecía esperar una orden para atacarle. — Eres la viva imagen de tu hermana, sólo que ella tiene el cabello rizado. Sunhee no deja de hablar de ti cada vez que venimos a comer aquí.
El semblante del pelinegro cambia de repente, bajando sus puños.
— ¿Conoces a mi nona Sunhee? — pronuncia el asistente, emocionado al oír hablar de su hermana.
— Sí. Está muy orgullosa de todo lo que vas logrando por ti solo. Hace unos días nos contó que tenías un nuevo trabajo. Supongo que este hombre debe de ser tu nuevo jefe.
— Así es — afirma presuntuoso el pelinegro. Da unos pasos hacia adelante y mira más de cerca a Namjoon, alzando con curiosidad una de sus cejas. — Usted no parece ser mala persona. ¿Por qué estaba molestando a mi Hyung? ¿Es un sasaeng? ¿Algún tipo de fan obsesivo?
— ¿Un fan? — pregunta sorprendido el peligris.
— Si. Mi Hyung es el escritor más famoso de todo Estados Unidos. Es normal que cuente con varios seguidores en todo el mundo. Pero debo decirle que no es bueno obsesionarse con las personas. Si quiere un autógrafo sólo debe pedirlo con amabilidad. Aunque ahora no tengo un bolígrafo a mano... Uhmm... ¡Pero puede tomarle una foto a mi brazo! — confirma jubiloso el asistente, acercando el mencionado brazo hacia el peligris y dejando expuesto el reciente tatuaje con la firma de Seokjin.
Namjoon abre los ojos en sorpresa, mirando el aún fresco trazo en la piel del muchacho. Su intensa mirada azul viaja del tatuaje hacia Seokjin, que aún se encontraba de pie detrás del joven. El escritor, al ver la inocente acción de su asistente, se cubre el rostro con una de sus manos, cerrando los ojos y dejando ver sólo la mitad de su sonrisa y sus orejas enrojecidas.
Es una vista hermosa la de aquel hombre. De pie y avergonzado. Sus castaños cabellos mojados. Sus pobladas pestañas. Su blanca piel tornándose rosa en su cuello y mejillas. La camisa desabotonada y la tela húmeda, ciñéndose a los suaves músculos de su cuerpo y a su fina cintura.
La voz de Jungkook irrumpe sus pensamientos.
— ¿Es bonito verdad?
— Sí... Totalmente.
Y Namjoon no sabe si responde sobre el tatuaje o sobre el escritor. O quizás.... por ambas cosas.
El teléfono del peligris comienza a sonar en su bolsillo. Lo contesta mientras esboza una sonrisa, realizando una pequeña reverencia hacia ambos hombres antes de salir del baño.
— Hey, señor dragón. Me tenías preocupado. ¿Ya terminaste de arrojar fuego? Estaba a punto de llamar a los bomberos — comenta Hoseok, colgando la llamada y burlándose alegremente de su amigo al verlo volver a la mesa.
— Gracias por preocuparte por mi, Hope. — afirma el peligris sonriendo con gracia e ironía mientras tomaba asiento nuevamente en su lugar. — ¿Sabías que los dragones chinos solo lanzaban fuego para proteger algún tesoro? Según la mitología podría ser una brillante perla, pero no tenía valor material. Su valor era puramente espiritual.
— ¿De qué hablas? — pregunta extrañado el doctor. — ¿Se te apareció un genio de la lámpara? ¿Encontraste un gran tesoro en el baño que cambió tu fortuna o algo así?
— Quizás... encontré algo mejor que un tesoro. ¿Puedes darme el teléfono de Sunhee? Quizá ella pueda cambiar mi fortuna.
— ¡Dios! La comida picante te ha afectado el cerebro. Luego te lo daré, pero bebe un poco más de agua, a ver si con eso dejas de hablar cosas tan raras. Date prisa, no olvides que prometiste ayudarme con los nuevos muebles del consultorio antes de ir al trabajo.
Namjoon obedece a su amigo y mientras bebe no puede dejar de sonreír tontamente.
A sus pies se alza la imponente fachada de la comisaría de policía metropolitana de Seúl. Lleva casi seis meses sin pisar el mismo suelo y se siente nervioso como la primera vez.
Namjoon estaciona su motocicleta cerca de la entrada y camina con paso decidido hacia la puerta principal. En el camino saluda a varios colegas que se alegran al verle de nuevo.
Aún faltan unos minutos para la hora en la que fue citado y se siente inseguro ya que han sido muchos meses sin el habitual ajetreo y tensión a la que estuvo acostumbrado.
Mientras sube por el ascensor hasta la tercera planta, en la estrechez del lugar siente una dulce fragancia que se le hace familiar. ¿Se ha vuelto loco? Arruga una ceja y menea sus grises cabellos hacia atrás, disipando sus extraños pensamientos.
Llega hasta la puerta de la oficina y da un par de toques, antes de escuchar una grave voz indicándole que puede pasar.
El jefe se encuentra de pie acomodando unas carpetas en una estantería, al lado de su habitual escritorio de marfil en cuyo lado central se puede leer un cartel en letras doradas: Superior Kim Taehyung. Su joven perfil y su blanca tez contrasta con el oscuro traje que porta, el cual realza su buena forma física. Su semblante serio se divisa pese a algunos cabellos marrones que caen sobre su rostro.
Termina de acomodar algunos documentos antes de girar su imponente mirada.
— Es bueno verte de nuevo, Namjoon.
— Gracias, Señor.
— Toma asiento. ¿Como te encuentras?
— Recuperado totalmente para el nuevo caso que decida asignarme.
— Justo sobre eso quería hablarte. — El Superior Kim se sienta en su amplia silla giratoria, viendo al contrario imitar su acción en la silla frente su escritorio, y teclea un par de datos en su computadora antes de mirar nuevamente al detective, cruzando sus largos dedos encima de la mesa. — He decidido que debes empezar con casos más leves. Es lo que recomienda el protocolo.
— ¿Qué tipo de caso, Señor? — pregunta Namjoon extrañado.
— Tenemos una solicitud de la oficina principal. Es un caso de acoso hacia un extranjero con alto poder adquisitivo. Aún no se tiene un sospechoso pero existe tentativa de agravio hacia su persona. Solicita investigación y protección encubierta las veinticuatro horas. No desea levantar sospechas.
El peligris frunce levemente las cejas. ¿Protección veinticuatro horas? ¿Es acaso algún político o famoso?
Él no tenía tiempo para perder en eso. Lo suyo era el trabajo en equipo, las situaciones extremas, la adrenalina, el peligro de fuera.
— Señor, con el debido respeto, soy detective, no un guardaespaldas. — responde Namjoon, claramente en desacuerdo con la propuesta.
— Tuviste la misma preparación inicial para entrar al cuerpo policial y sé que podrás resolver este caso en menos de uno o dos meses. Es una solicitud de la oficina principal y no podemos rehusarla. Ofrece una interesante recompensa que aunque no es lo usual, lo dejaré a tu criterio. El teniente Min afirmó que serías un perfecto candidato para este caso.
— ¿El teniente Min Yoongi?
— Si. Está tratando ahora un expediente sobre asesinatos en tercer grado, pero dependerás de la gente de su equipo para cualquier tipo de investigación que necesites.
— Señor, pienso que mis capacidades podrían servir mejor en otro tipo de casos y...
El Superior Kim lo interrumpe, no complacido con que sus órdenes sean cuestionadas.
— Namjoon, todos nuestros agentes tienen casos ya asignados. No estaba dándote opción. Te estoy asignando directamente el caso — afirma el jefe alzando el tono, con frialdad en su voz. — Los datos te serán enviados por email. En tu taquilla encontrarás tu arma, tu identificación, la llave y la dirección del lugar donde vivirás desde mañana. Necesitaré un informe semanal sobre esto. Ahora bien, si me disculpas, tengo una reunión importante en cinco minutos. Puedes retirarte.
El detective hace una pequeña reverencia, manteniendo su ceñudo rostro y sale a paso rápido de la oficina. Sus fuertes pisadas van directamente buscando al causante de su enfado.
A unos pocos metros, entra en otra oficina impetuosamente, sin tocar la puerta.
— ¡¿En que demonios estabas pensando Yoon?! ¿Tanto me odias por lo de Jimin? — espeta el peligris con brusquedad.
El teniente Yoongi cuelga la llamada que mantenía por teléfono y desde su mesa mira fijamente al hombre frente a él.
— Me alegra verte de vuelta, Nam — contesta el teniente con total tranquilidad.
— ¡Y una mierda! ¿Me quieres fuera de tus casos? ¿Tanto te aborrece ver mi cara? ¿Por qué me propusiste como niñero de un ricachón?
— Principalmente porque sé que vas mal de dinero y te vendría bien el incentivo económico que dan por resolver el caso.
— Fue Hope. ¿Verdad? ¿El te lo dijo?
— Eso es lo de menos. Deberías agradecerme por esta fácil oportunidad.
Namjoon bufa maldiciendo y da media vuelta para salir de la oficina, pero se detiene un par de pasos antes, al volver a escuchar la voz de Yoongi.
— Nam, ayer estuve en el cementerio. Sabes que él no tenía familia y bueno... Gracias... Gracias por las flores... Las azaleas rojas para Jimin.
— No fui yo — responde Namjoon de forma cortante, sin voltear a ver al teniente. — Si hubiera sido yo, le hubiera llevado rosas amarillas, eran sus favoritas.
Y termina saliendo enfurecido de la oficina sin despedirse, dejando atrás el rostro confundido del mayor.
°°°°°°°°°°
Namjoon conduce su motocicleta hasta llegar a su edificio, llevando consigo todo lo que recogió de comisaría. Tendría que organizar sus pertenencias antes de ponerse a disposición de quien sabe quién. Seguramente algún famoso que con dinero puede conseguirlo todo. Ni si quiera ha podido revisar el email por salir echo una furia.
Sube las escaleras hasta llegar a su puerta y se encuentra una gran cartel en la misma. El propietario, cansado de esperar los pagos mensuales, había cambiado la cerradura y todas sus cosas se encontraban ahora en el sótano.
El día no pudo ser peor.
Namjoon da un fuerte golpe a la puerta, maldiciendo su mala fortuna.
El cielo está oscureciendo. ¿Donde va a pasar la noche? Se lleva una mano al bolsillo para coger su teléfono, dispuesto a llamar a Hoseok y de repente cae una llave al suelo, la misma que había recogido de su taquilla.
Quizás al señor millonario no le importe que adelante un día su llegada...
Por fin termina de acomodar su ropa en el armario de su habitación situada en la segunda planta. Le habían entregado su lujoso departamento esta mañana y se encuentra maravillado con el lugar. Los tonos claros predominaban la delicada decoración y la escalera central estilo caracol que une el salón y las habitaciones le daba el toque ideal. El escritor puede ver gran parte de la ciudad a través de los grandes ventanales. Por la tarde podría sentarse frente a él y tomar una reparadora siesta y por la noche admirar la belleza nocturna de la luna... Un lugar perfecto para inspirarse y escribir .
El departamento está amoblado, por lo que sólo tuvo que comprar pequeños detalles para poder empezar a vivir en él sin problemas. Compró algunas sábanas, mantas, toallas, cojines, utensilios de cocina y algo de comida. Jungkook se había ofrecido a ayudarle y habían terminado pronto de ordenarlo todo temprano, justo antes de ir al local de tatuajes. Faltan algunas cosas, pero puede esperar a comprarlas durante la semana.
El reloj marca las nueve de la noche y Seokjin decide darse una ducha rápida, antes de seguir escribiendo su obra.
Mientras deja caer el agua sobre su cuerpo, piensa en los extraños sucesos en el restaurante... En la crisis en la que no se había visto envuelto desde hace muchos años... Y en los apacibles orbes azulados de aquel moreno. Incluso cree recordar la sensación de sus largos dedos sobre su rostro, como una suave brisa. ¿Sería su imaginación?
Finalmente tuvo que irse del restaurante sin almorzar, aludiendo a su asistente que le había caído mal la comida de la noche anterior, disculpándose y prometiendo a su hermana Sunhee que regresaría pronto. Está seguro de que volverá, aunque piensa comer en otra zona del lugar por obvias razones.
Aún no se siente preparado para hablar con Jungkook sobre su gran miedo al mar. Sólo su madre y él saben sobre aquello. Y él sólo desea seguir ignorando su temor por todo el tiempo que le fuera posible.
"Nada graba tan fijamente un recuerdo en nuestra memoria
como el deseo de olvidarlo"
La tarde fue muy esperanzadora. En la reunión con el Superior Kim, le aseguró que su caso podría resolverse en poco tiempo, que se trataría con absoluta confidencialidad y que lo datos del agente asignado le llegarían por email al día siguiente.
Antes de salir del hotel esta mañana, había recogido un nuevo sobre negro en recepción. Pero esta vez incluía además dos fotos dentro, una de él entrando al hotel y otra de su asistente saliendo de la universidad... Nuevamente una pluma y una nota: "Cuide sus espaldas, Escritor".
Seokjin sale de la ducha y suspira con pesadez. Lamenta haber puesto también a Jungkook en la mira y ansía que el Superior Kim pueda darle por fin la solución que tanto busca.
Termina de secarse y se coloca su pijama favorito multicolor de una sola pieza, el que le encanta llevar puesto cada vez que escribe. Pone en sus oídos unos grandes auriculares rosas, perfectos para escuchar música en alto volumen y sentirse acompañado en la soledad de su gran departamento. Baja las escaleras y camina hacia la cocina, dispuesto a prepararse algo caliente de beber antes de continuar con su relato. Aún no tiene muchas cosas en el refrigerador, pero se aseguró de comprar Cappuccino Vienés instantáneo, una de sus bebidas preferidas, sobre todo por los trocitos de chocolate que quedan siempre en los bordes y se derriten suavemente en su boca.
Comienza a prepararlo gustoso en una enorme taza, tarareando una canción, meneando la cabeza y las caderas alegremente al son de la música en sus oídos, sin darse cuenta que a sus espaldas un extraño estaba de pie en el umbral de la cocina, sin perder detalle de todos sus movimientos.
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