8. Ansiedad
-¿Estás seguro que no duele?
- Ajam.
- ¿Ni un poco?
- Nada.
- ¿Nada de nada?
- No se preocupe Jefe-Nim. Soy un chico fuerte - confirma Jungkook flexionando su brazo libre y mostrando uno de sus bíceps con una enorme sonrisa.
Seokjin sonríe hacia él. Ojea unas revistas, sentado en uno de los sofás de la sala de tatuajes y revisa de soslayo de vez en cuando a su asistente. A pesar que dice ser fuerte, lo mira contraer el rostro en graciosas muecas, apretar los ojos y morder levemente sus labios en algún que otro trazo.
El escritor está cumpliendo su promesa.
Desde su asiento puede ver a Jungkook acomodado en una butaca especial, con el brazo reposado horizontalmente en un mueble contiguo, mientras un hombre realiza pequeñas punzadas en su firme piel, delineando un grabado que poco a poco va tomando forma.
Jungkook revisa con la mirada como va quedando su tatuaje y le fascina, puede notarse por la preciosa forma en la que brillan sus ojitos de emoción.
El tatuador termina su labor. Limpia la piel y aplica una crema cicatrizante antes de cubrir la zona y protegerla con un film transparente.
El asistente se pone de pie en un salto y frente al espejo mira orgulloso su brazo.
- ¡Su firma quedó perfecta Seokjin-Hyung!
- Me alegro que te guste Jungkookie. Aunque suene extraño, eres el primero que me pide un tatuaje de mi firma.
- Eso es porque todos se conforman con llevar la firma en un papel, pero yo soy mucho más inteligente - afirma el muchacho, subiendo y bajando graciosamente sus cejas.
- También debo decirte que eres el primero que se tatúa mi nombre al lado de un tatuaje de Iron Man.
- Él es mi héroe. Y usted también. Así que ahora tengo a mis dos héroes juntos - comenta presuntuoso, mostrando sus lindos dientes y meneando hacia atrás sus negros cabellos.
- Me siento halagado entonces - añade el escritor sonriendo complacido hacia el encantador joven.
El muchacho se había ganado en pocos días la total confianza del escritor. Casi no se habían visto, pero se enviaron multitud de mensajes, llamadas y emails. Jungkook había tenido contacto con su editorial y ya tenía organizado todos los eventos, plazos de obras y datos importantes para los próximos cinco meses. Incluso decidió cambiar algunas clases online en la universidad para poder estar el mayor tiempo disponible para Seokjin. Cada acción le demostraba que aquel chico era eficiente y muy responsable en todo lo que hacía.
Seokjin termina de pagar con su tarjeta black card y se dispone a recoger nuevamente su auto estacionado fuera, para dirigirse junto a su asistente al restaurante que había reservado Jungkook con anticipación.
Al contrario de lo que la gente pudiera pensar del escritor, era cierto que frecuentaba los restaurantes caros y lujosos, pero en su mayoría era por reuniones de trabajo. Él disfrutaba mucho más de una buena hamburguesa o cualquier comida casera, pero era muy difícil disfrutar un bocado cuando los fans se agolpaban alrededor. Agradecía que apoyaran su carrera y sus obras, pero en ocasiones podía resultar agobiante no poder hacer su vida normal.
Una de las cosas que más le está gustando de Corea es que aquí no es tan conocido como en Estados Unidos y podía disfrutar de salir sin preocupaciones.
Al llegar al lugar bajan ambos del auto, contrastando el lujoso Maserati entre los demás autos estacionados fuera. Seokjin se queda de pie frente a la puerta principal del restaurante, dudando un poco al entrar. La fachada no es llamativa, las paredes están un poco descuidadas y la zona es un barrio común, lleno de tiendas y bares, donde la gente va y viene sin parar. Un lugar bastante diferente de los que Seokjin suele frecuentar.
Unos obreros entran a paso rápido, alborotados por la hora del almuerzo y empujando levemente al castaño fuera del umbral.
Jungkook lo sostuvo de caer.
- ¡Adelante Seokjin-Hyung! Éste es el mejor lugar de todo Seúl. Confíe en mí. Mi nona Sunhee es la dueña y ya nos tiene reservada una excelente mesa - afirmó contento el pelinegro, dando leves empujones en la espalda del sorprendido escritor, haciéndolo entrar finalmente en el lugar.
Un olor agradable a comida recién hecha inundaba el amplio lugar, las mesas estaban llenas y el lugar estaba a rebosar de ruido de cubiertos chocando entre sí, gente bebiendo, riendo y brindando.
Seokjin no está acostumbrado a ese ambiente. Se siente un poco fuera de lugar. No por la sencillez del sitio, sino porque todos parecen tener familia y amigos con los cuales pasar un agradable momento... Y él no tiene mejores amigos ni familia cercana, salvo su madre, con los que poder compartir momentos así. Por un pequeño instante entristece su semblante al darse cuenta en la soledad en la que vive desde hace mucho tiempo.
La voz de una agradable mujer, vestida con un delantal y un pañuelo de flores rojas envolviendo sus cabellos rizados, irrumpe sus pensamientos.
- ¡Ay mi Kookieeeeee! ¡Cuánto tiempo ha pasado! - La pequeña mujer coge de la mejillas a Jungkook, pellizcándolas con dulzura. - Niño ingrato, tienes que venir más seguido a visitar a tu nona.
- ¡Nonaaaaaaaaa dueleeeeeeee! - exclama gritando y riendo el pelinegro.
La mujer repara en la presencia al lado de Jungkook y acto seguido, sostiene de ambas manos al desconocido, agitándolas entre las suyas alegremente.
- Y este guapo joven debe ser Kim Seokjin, el jefe de mi pequeño Kookie - saluda la mujer con una sonrisa. - Es un gran gusto conocerlo y le agradezco que le dé esta oportunidad a mi hermano. Él es muy bueno, responsable y sobre todo tiene un gran corazón. Lástima que el tonto de mi padre no lo sepa apreciar. Yo soy Sunhee, su hermana mayor, pero puedes llamarme nona.
- El gusto es mío nona Sunhee - saluda Seokjin haciendo una pequeña reverencia y sonriendo a la amable mujer.
- Pero no se queden allí en la entrada. ¡Pasen! ¡Pasen!
Ambos hombres caminan entre las abarrotadas mesas y los camareros que no paran de ir y venir con bandejas de comida que huelen de maravilla.
Sunhee los guía por un pasillo y llegan hasta una zona más al fondo del restaurante donde hay pocas mesas libres con un pequeño cartel de Reservado. El lugar está inundado de gente, risas y conversaciones.
- Esta es nuestra mejor zona, la gente adora venir aquí por la estupenda vista. Siempre está reservado -comenta Sunhee alegremente hacia ambos hombres. - Tomen asiento, en un momento vendrán a tomarles nota de su pedido. - Y mirando hacia el más alto agrega - Siéntase usted a gusto Seokjin-ssi, hoy invita la casa.
La mujer se retira sonriente y haciendo una pequeña reverencia.
-¡Seokjin-Hyung!, ¿No es maravilloso?, Le dije que éste era el mejor lugar de todo Seúl.- afirma orgulloso el pelinegro, tomando asiento en una de las mesas reservadas.
Pero el escritor no puede moverse de su sitio. Es incapaz de dar un paso.
Está congelado.
Sus grandes ojos miran estupefactos el enorme cristal azul que se alza en todo su esplendor a poca distancia de él.
No es un simple cristal. Es un acuario gigante de casi tres metros de alto y abarca todo el ancho de la pared. Decenas de peces de variados colores nadan de un lado al otro. Naranjas, blancos, amarillos. Unos pequeños, otros más grandes. Incluso pueden verse caracoles subiendo por la superficie interior y algunas langostas caminando por el suelo del mismo. Todo ello adornado por finas rocas blancas, plantas acuáticas y pequeños adornos en forma de conchas que se abren y cierran, soltando burbujas de vez en cuando.
Las luces verdes y celestes en el fondo del acuario le dan un toque realista, es como si...
- ¡Jefe-Nim, parece que estamos debajo del mar!
Y ése es el motivo por el que el escritor no puede moverse.
Cuando despertó del coma, después del accidente que tuvo en su niñez, descubrió que tenía una inmensa aversión al agua. Recibió tratamiento constante y terapias en las que poco a poco sus temores fueron cediendo. Finalmente llegó el día en que pudo darse baños en el hospital sin sentir miedo, incluso entrar en las pequeñas piscinas terapéuticas. Pero siguió conservando un increíble pánico a las grandes masas de agua y sobre todo una fobia descontrolada al mar.
Pudo sobrellevarlo en su vida diaria, evadiendo ciertos lugares. Evitó las playas en verano, los paseos en barco, los restaurantes frente al mar y los viajes en crucero. Inclusive en sus vuelos en avión, a pesar de ir siempre en primera clase, dejaba su ventanilla cerrada y no olvidaba colocarse un antifaz. Prefería dormir o escuchar música para no ver ni recordar la inmensa masa de agua azul bajo sus pies.
La música le relajaba.
Seokjin recuerda hace muchos años cuando el niño de hermosos hoyuelos lo animaba haciéndolo escuchar melodiosas notas de piano y violines, la música favorita del moreno que aprendió a amar gracias a su abuelo, dejándole usar uno de sus auriculares del pequeño reproductor de música que le habían regalado en las pasadas navidades. Ambos sentados en la arena, frente al mar, mientras Seokjin llorando le contaba lo triste que estaba porque era el Día de las Madres y él extrañaba mucho a la suya. Hace casi un año que no venía a visitarle y temía no verla más.
- Tranquilo Jinnie, verás que pronto podrás verla. Todo saldrá bien... Yo estoy aquí, contigo.
Y dejaba caer suavemente su brazo en la espalda del menor, dando pequeños y cariñosos toques en el hombro del castaño.
Y la tristeza y los temores se disipaban. Quizás por las apacibles notas musicales o quizás por el reconfortante abrazo del pequeño moreno que le llenaba de paz el alma y calidez el corazón.
Pero ahora no existe nada que ahuyente su temor.
El escritor está allí, de pie, frente a lo más parecido a uno de sus más grandes miedos.
Su tez palidece.
El terror deja paralizado su ser.
Su boca entreabierta no puede pronunciar palabra alguna.
Siente que el aire empieza a faltarle y no encuentra oxígeno entre tanta gente. Las voces y el ruido alrededor comienzan a marearle.
Con torpeza mueve una de sus manos y la levanta hacia el respaldar de una de las sillas a su lado. Intenta sostenerse pero trastabilla su paso.
- Seokjin-Hyung, ¿Se encuentra bien? - pregunta preocupado su asistente.
- Yo... Yo... Tengo... que ir al baño.
Y el escritor sale corriendo, tropezando con algunas mesas y camareros a su paso. En el pasillo encuentra un amplio baño y entra a toda prisa, sintiendo desmayarse.
Se moja la cara en el lavamanos con desesperación, empapando sus ropas. Sus latidos se vuelven cada vez más fuertes, al punto de parecerle sentir el corazón en la boca. Camina hacia atrás, temblando, abriendo de un golpe el cuello de su camisa y arrancando algunos botones en el acto.
"¡Aire! ¡Necesito aire!"
Su espalda choca contra la dura pared del fondo y sus piernas flaquean. Se deja caer, arrastrando su cuerpo agitado, hiperventilando y cayendo sentado en el frío suelo.
- ¿Nam, te vas a comer eso también? - le reprocha el doctor, bebiendo un poco de soju.
- Dijiste que estabas lleno, así que prefiero aprovecharlo yo. - responde el peligris, masticando gustosamente. - Además tengo que aprovechar que esta vez pagas tú.
- Es para celebrar tu regreso al trabajo. Dejé el filete porque me hice el fuerte, lo pedí muy picante y Sunhee me hizo demasiado caso. Competíamos los dos en Secundaria por probar quien comía más bolas de arroz picante y Sunhee siempre ganaba. - comenta el doctor sonriendo y recordando sus años de escuela. - Aunque reconozco que el filete está buenísimo. Siempre supe que ella sería una gran cocinera.- Hoseok hace una pausa y mira preocupado a su amigo. - Sin embargo creo que tanto picante no te sentará bien.
- Carne es carne. Además esta mañana no desayuné bien y necesito fuerzas para volver esta tarde a comisaría. Recuerda que es mi primera reunión de trabajo. Incluso llevo mi música para relajarme - agrega el peligris señalando con un tenedor los auriculares blancos cuyos cables sobresalen colgando por el cuello de su camiseta. - Me pone un poco nervioso no saber lo que me dirá Kim.
- ¿Tu jefe? ¿El Superior Kim Taehyung?
- Si, me citó esta tarde en su oficina -confirma el peligris tragando un trozo de carne de un solo bocado. - Es muy estricto en todo lo que hace. Imagino que es lo normal siendo la cabeza de nuestro departamento policial.
- Lo he visto un par de veces y realmente su mirada intimida un poco. Recuerdo que lo vi justo cuando el alcalde les otorgó esos premios en aquella misión contra una banda de secuestradores. No sonrió ni para la foto.
- Es buena persona, pero supongo que es su forma de ser y a veces...
De repente Namjoon enrojece por completo, sin poder continuar la conversación y comienza a toser escandalosamente.
- ¡Te dije que picaba! ¡Dios! Ja,ja,ja. Pareces un dragón echando fuego. Cuando vayas al baño, ese filete te arderá al salir. Ja,ja,ja.
- ¡Me estoy muriendo... Bro! - exclama el peligris sacando su roja lengua e intentando echarse aire con las manos - ¿Y sólo me dices eso?
- No. También pienso poner en tu lápida: Murió rojo como un tomate, gordo pero feliz.
- ¡Cuando regrese te mataré, Hope!
Y Namjoon sale corriendo hacia los baños en búsqueda del preciado líquido que calme el ardor en su lengua y labios, mientras oye a lo lejos las carcajadas de su mejor amigo.
Entra en los baños como alma que lleva el diablo, dirigiéndose directamente a los lavabos y bebiendo a borbotones desesperadamente el agua desde el mismo grifo.
El fuerte ruido de la gente de fuera se cuela por las rendijas de las puertas, haciendo que no repare en el hombre cabizbajo que yace recostado en una de las paredes.
Cuando su vista se posa en el joven, cree en un principio que está ebrio, común consecuencia de alguna salida de empresa. Piensa que algún colega suyo vendrá pronto por él y decide salir del baño para evitarse problemas.
Pero repara en su voz, sus entrecortados balbuceos, en su pecho agitado, subiendo y bajando, hiperventilando por falta de aire.
- ¿Necesitas ayuda? - pronuncia el peligris, acercándose inseguro hacia el joven sentado en el áspero suelo.
El castaño alza la cabeza y cruza su nublada mirada con el hombre que se arrodilla a su lado para hablarle.
Namjoon reconoce el rostro del muchacho. Esos hermosos ojos cafés, ahora enrojecidos por el esfuerzo y mirándolo con pavor. Su fino rostro, ahora desencajado en una angustiosa mueca. Su cuerpo inquieto, sudando y temblando en desesperación. Unas pequeñas lágrimas cayendo de sus espesas pestañas.
El detective reconoce esos síntomas. Él estuvo a punto de pasar por algo similar después de la muerte de Jimin. La angustia, el miedo y el desconsuelo, una mezcla de sentimientos sin saber como asimilarlos y llevando su ser al límite, hasta estallar y no poder más.
Una crisis de ansiedad.
- Hey... Tranquilo. - pronuncia suavemente el peligris.
Namjoon recoge delicadamente la mano del alterado joven, que asustado en aquel estado intenta rechazar su toque, pero el peligris insiste con suavidad y la mantiene, apretándola suavemente con la suya.
-Céntrate en mí, en mi voz. Respira... Así...
Seokjin intenta encontrar la calma en su intensa mirada azul. Escucha su grave voz y trata de imitar los suaves movimientos de Namjoon. Inhalando y exhalando. Siente la calidez de la mano contraria y la sujeta con fuerza, apresándola junto a la suya, con la necesidad de encontrar en ella su refugio, como un náufrago al encontrar por fin la isla que tanto anhela. Cierra los ojos, apoyando la cabeza en la pared, pero sus agotados pulmones siguen sin recuperar el ritmo y los ligeros temblores en su cuerpo se resisten a abandonarle.
Namjoon mira ambas manos unidas. El toque extraño sintiéndose inusualmente correcto. Preciso. Perfecto.
Desea ayudarle y en un intento para distraer su atención, coloca con delicadeza uno sus auriculares en el oído del escritor.
Suaves melodías instrumentales empiezan a sonar.
Seokjin abre los ojos lentamente, sintiendo todo aquello tan natural, tan familiar. Deja envolverse por las dulces notas que poco a poco van acompasando sus latidos y su respiración.
-Eso es... despacio. Todo saldrá bien... Yo estoy aquí, contigo.
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