4. Esperanza y destino
Namjoon se sienta cómodamente en el sofá del amplio consultorio. Las paredes blancas y el decorado minimalista contrasta con los grandes ventanales que dan paso al sol que iluminaba todo el interior.
Posa su vista en algunas revistas que estan ante la mesita del centro. Coge una de ellas y vuelve a acomodarse en el sofá, poniendo los pies sobre la mesa.
Escucha unos pequeños toques en la puerta y ve entrar a Hoseok, pasando detrás suyo y colocándose en el otro sofá, frente a él.
Ambos se miran por un largo momento.
Hoseok observa de reojo los pies sobre la mesita y hace un gesto, carraspeando su garganta. Namjoon retira los pies del mueble con lentitud, apartando la revista de sus manos y posa sus brazos en el sofá, de manera despreocupada.
—¿Cómo haz estado Kim Namjoon? Ha pasado tanto tiempo que casi olvido tu rostro — saluda el doctor con cierto sarcasmo en su voz.
El mencionado bufa y sonríe.
—Hobi, ya te dije que lo sentía. Sólo olvidé cancelar las últimas dos citas.— Namjoon se incorpora en el sofá hacia adelante y recoge de la mesita un pequeño bulto envuelto en servilletas. Se la alcanza hacia el doctor con una sonrisa. —Además te he traído esto como ofrenda de paz.
Hoseok recoge de sus manos las servilletas envueltas y saca un pequeño pastelito de dentro.
—Esto no parece ser el brownie que sabes que me gusta.— Toma un cupcake en su mano, mirando la crema rosa en la punta y deja el resto de dulces en la mesa. —¿Estás seguro que es una ofrenda de paz?
—Te juro que estuve esta mañana en tu pastelería favorita, pero al final terminé comprando esos cupcakes— afirma a su amigo y agrega suspirando. —Es una laaaaaaarga historia.
—Cuando dices 'Es una larga historia' siempre suele ser por un ligue nuevo o por alguna historia de tu niñez. Si es lo primero, podría suponer que ya estas recuperado totalmente. Ya habíamos hablado sobre eso. Aislarte del mundo en tu departamento, sin salir, culpándote de todo, no te ayudaría en tu recuperación.
—Lo sé, Hope. Pero ya lo he superado.
—Ciertamente hay muchas cosas que haz mejorado. Me alegra que dejaras la medicación para la ansiedad desde hace algunos meses. La muerte de Jimin fue muy dura para tí. Aunque sabes que mis servicios no eran necesarios. Podrías haber consultado cualquier psicólogo cualificado que podria haberte ayudado de igual forma.
—¿Contar toda mi vida a un extraño?
—De eso se trata Nam. Acepté tratarte
sólo por ser tú y por que no dejabas de rogarme con veinte mil mensajes cada día a mi teléfono, pero sé que no ha sido muy profesional de mi parte. Un especialista "extraño",— hace los signos de comillas con los dedos —tal como dices, tiene una vista más imparcial de los problemas y es probable que hubieras mejorado antes.
—Imposible— afirma el peligris, recostando su espalda en el sofá, cruzando una pierna sobre la otra. —Sabes que eres el mejor, Hope.
—Eso me lo dices para que firme el Alta de las sesiones en tu informe policial, ¿Verdad? — inquiere Hoseok, mirando con ojos entrecerrados a su amigo, haciendo una pequeña mueca con los labios.
Namjoon sonríe ampliamente, mostrando sus graciosos hoyuelos, haciendo difícil decirle que no.
—Eres imposible Nam.— Hoseok menea la cabeza mientras sonríe y le da un mordisco al cupcake que mantenía en su mano. —¡Hey! ¡Esto sabe a algodón de azúcar! Está muy bueno ¿Desde cuándo te gusta las cosas tan dulces?
Namjoon arquea una ceja. Intrigado coge uno de los pastelitos que permanecían aún en la mesa y le da una ligera mordida. Saborea el trozo y cierra un momento los ojos. Llevaba años sin probar ese sabor. Fue un autocastigo que se impuso para alejar los malos recuerdos de su niñez.
—Por cierto— agrega Hoseok, comiéndose el segundo dulce de la mesa. —¿No ha mejorado el dolor de cabeza?
—Antes solía pasarme al recordar las imágenes del día de la misión.— Namjoon se termina el pastelito y habla con la boca llena, —Pebro ghultimamende shon pog peshadigias. (Pero últimamente son por pesadillas)
—¿Malos sueños recordando a Jimin?
—No,— Termina de comer y sacude las migajas con sus manos. —malos sueños recordando mi infancia.
—¿Recordando al príncipe de las ballenas otra vez?
—Si lo dices así, parece una broma Hope. Fue algo serio— afirma Namjoon, desviando su mirada hacia el gran ventanal. —Ya lo sabes.
—Ok, lo siento, lo siento.— El doctor pone las manos en alto, con las palmas hacia adelante, en signo de rendición. —Aunque ya hemos hablado sobre eso Nam, nada de lo que pasó en ese accidente en el mar fue tu culpa. Solo tenías diez años.
—Lo sé.— Namjoon suspira y recoge sus semilargos cabellos hacia atrás con una de sus manos y vuelve a dejarla en el sofá, mirando nuevamente a su amigo. —Pero eso no es suficiente para que deje de pensar en que pude hacer algo más por ese niño. Si tan sólo no lo hubiera llevado al mar ese día, si tan sólo hubiera sido más fuerte... podría haberlo sujetado mejor, podría no haberlo soltado, podría...
—Podrías haberte ahogado.
—¡Podría haberlo salvado!
—Nam...- Hoseok hace una pausa, mirando los ojos tristes de su amigo. —deberías dejar de torturarte. Hiciste lo que podías. Lo intentaste hasta el final, llevas las marcas en tus brazos como pruebas. Sé que te lo he dicho muchas veces, sabes que me especializo en otro tipo de problemas, pero si quieres puedo recomendarte una compañera psicóloga muy amiga mía, Emi Noh, con la que podrías hablar sobre esto y trabajar en ello, sobre aceptar el pasado y evitar que afecte en tu presente.
—Te lo agradezco Hobi,— suspira Namjoon nuevamente —pero odio hablar de mi vida con extraños, ya lo sabes. He vivido con esto durante dieciocho años y puedo seguir haciéndolo.
—Sabes que no puedo obligarte Nam. Incluso sé que no estarías aquí si no fuera un requisito para volver a tu trabajo. Pero prométeme que cuando sientas que no puedes más con eso, buscarás ayuda profesional.
—Te buscaré, eso es seguro.
—No a mí, ayuda de cualquier profesional.
—Te buscaré por que eres el mejor y lo sabes.— afirma el peligris orgulloso. —Eres Hope, eres mi esperanza — El detective guiña un ojo a su amigo de forma divertida.
Hoseok ríe meneando la cabeza, mientras le alcanza una carpeta que Namjoon recoge con extrañeza.
—Aqui está tu informe firmado para que puedas llevarlo el lunes.
—¿Lo habías firmado antes de que viniera?
—Lo firmé porque sabía que tu condición es apta para volver al trabajo. Las secuelas que te quedaron después de tu misión fueron leves y haz podido superarlas. Ya no sientes ansiedad al estar en contacto con la sangre y los pequeños ejercicios que realizamos te ayudaron mucho. El ligero temblor al tocar un arma tampoco lo tienes ya. En una de las últimas sesiones me demostraste que podías cargar y descargar un arma sin problemas. Admito que estuve muy preocupado por ti las primeras semanas. Estabas generando un estado de depresión y te abandonaste demasiado. No querías comer. Incluso temí por tu vida. Llegaste a tener pensamientos suicidas al haber perdido a Jimin y ser tú quien estuviera vivo en su lugar...
—Siento haberte preocupado— dice Namjoon con cierta tristeza en la voz.
—Lo importante es que mejoraste, aunque nos costó algunos meses.— El doctor suspira y se acomoda en el sofá, relajando su cuerpo en el respaldar. —Sobre los dolores de cabeza que aún tienes, no creo que sean algo grave. Puede que los mantengas algún tiempo debido al estrés al que estuviste sometido en todos estos meses. Si empeora debes avisarme.
—Ok Bro, tú eres el experto.— Namjoon se levanta del asiento y se pone de pie, acomodando su chaqueta. —Me encantaría seguir charlando pero mi hora de sesión ha terminado. Ahora tengo que ir a rogarle al dueño de mi departamento que me dé más plazo para pagar las mensualidades que me faltan.
—Nam, ya hemos hablado de eso también. Puedo prestarte dinero. Puedo dejarte una de las habitaciones de mi casa mientras solucionas tus problemas. A mi esposa no le molestaría.
—No, no, no, Hope. Sabes que me gusta solucionar mis propios problemas. Además tu esposa debe odiarme por secuestrarte para ir beber algunos fines de semana.
Hoseok ríe por las palabras de su amigo. Negando con la cabeza y haciendo un gesto gracioso con la mano para que se fuera.
—Ok, vete, vete. Antes que te cobre una sesión extra.
Namjoon camina de espaldas hacia la puerta con la carpeta en la mano.
—Claro que no me cobrarías. No lo harías porque eres el mejor— El peligris se detiene antes de salir por el umbral. —¿Mañana vamos a por unas cervezas? Pero esta vez tú invitas o me prestas, porque estoy sin efectivo— dice el peligris, haciendo un pequeño puchero.
—Pensé que no querías que te prestara dinero porque te gusta solucionar tus propios problemas— reafirma el doctor de forma sarcástica y arqueando una ceja.
—Las cervezas no son un problema ¡Son una necesidad!— confirma orgulloso y sonriendo.
El comentario de Namjoon hace reír a Hoseok a carcajadas.
—De acuerdo, de acuerdo, detective Kim— pronuncia el doctor, recobrando el aliento después de tanto reír. —A las diez en el bar de siempre.
—Nos vemos allí Doc— se despide Namjoon y sale feliz por la puerta de la consulta, mientras silba contento.
Seokjin revisa algunos mensajes en su teléfono, recostado en su confortable cama de hotel. Encuentra varios de su madre. El castaño se incorpora preocupado al caer en cuenta que no le ha contactado desde que llegó a Corea y había prometido hacerlo ni bien llegara a Seúl.
Tiene al menos unas veinte notificaciones.
Esboza una media sonrisa porque sabe que la intensidad la heredó de ella. Escribe rápidamente un mensaje asegurándole que se encuentra bien y que le llamará dentro de poco para visitarla. Aunque quizás no le guste mucho la idea. Su madre regresó a Corea hace algún tiempo atrás y vive ahora en Yeosu, el antiguo pueblo de sus abuelos.
Seokjin sabe que viajar allí sólo le traerá malos recuerdos.
El escritor revisa los mensajes de sus redes sociales y algunos e-mails en su laptop, recostado aún en su mullida almohada.
Los mensajes de las redes los revisa casi sin responderlos todos. Muchos son de ánimo y agradecimiento por su trabajo y sus obras, pero algunos pocos seguidores siguen escribiéndole mensajes de odio por el final de su último libro, insistiendo en que cambie el último capítulo.
Está cansado de leer esos mensajes.
¡Él es el escritor, él puede decidir el final de su propia obra! ¿Por qué tendría que disculparse por matar al personaje principal?
De nada sirvieron los premios que le fueron otorgados, esos mensajes nunca pararon. Se mudó tres veces durante el año para evitar que le siguieran llegando cartas amenazantes en su buzón.
Seokjin suspira al recordar las veces en que recibió paquetes negros con mensajes extraños, o adornos de flores que le provocaron escozor en los manos, o tuvo pequeños accidentes, como la vez en que fue empujado por un joven que iba a toda velocidad en bicicleta mientras él caminaba por la calle o cuando casi le cayó una maceta desde lo alto de un edificio. Nunca denunció los hechos porque no quería preocupar a sus seguidores, ni que su nombre estuviera envuelto en esos tipos de escándalos.
Toda esa situación hizo que decidiera mudarse a Corea. Su madre le insistió en que aquí estaría más seguro y que podría seguir escribiendo sus obras. Y así lo hizo. Su empresa editorial estadounidense no tuvo problema en que él fije su residencia en otro país, siempre que siga trabajando con ellos. Lo consideran como su mina de oro y con su contrato ganan millones cada año, por lo son muy flexibles en cualquier asunto que tenga que ver con el escritor.
Pero él no quiere dejar de investigar todo lo acontecido, quiere hacerlo a la distancia, de forma privada, pero a su manera.
A través de conocidos de su madre, que mantiene cercanía con el mundo artístico profesional, pudo contactar con algunos cargos importantes de las oficinas centrales de policía en Seúl. Fue recomendado en hablar con el Superior Kim, acordando una cita en su oficina para el lunes, justo después de llegar al país.
El escritor espera realmente que el Señor Kim pueda ponerle fin a sus problemas.
Seokjin termina de escribir los mensajes en su laptop y fija su vista en algunos cupcakes rosas que tiene encima de la cama en una pequeña servilleta, los mismos que le costó tanto obtener esta mañana. Se lleva uno a la boca y cierra los ojos. Pero en vez de concentrarse en el sabor, su mente le muestra la imagen de unos profundos y oscuros ojos azules. Abre los ojos nuevamente con extrañeza y vuelve a llevarse otro pastelito a la boca. Esta vez al cerrar los ojos, en su mente, sólo puede ver una hermosa sonrisa y unos preciosos hoyuelos.
Sonríe para sí mismo. No sabe si volverá a encontrarse con aquel muchacho de la pastelería, pero su madre siempre suele decirle que no existen las casualidades y que todo esta previsto por el destino.
"Lo que está destinado a suceder, siempre encontrará una forma única, mágica y maravillosa de manifestarse".
Seokjin vuelve a sonreir, esta vez porque sabe que su madre casi nunca se equivoca.
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