35. El muelle de Yeosu
Quería enseñarte a volar,
pero querías mis alas.
Quería enseñarte a ver,
pero querías mis ojos.
Me tendiste la red
y me hundiste en tu celda.
Heriste a la única persona
que decidió detenerse,
para sacarte de tu pecera
y llevarte al mar.
~Gilraen Eärfalas
En la sala de espera del hospital de Yeosu, el impaciente peligris camina de un lado al otro del pasillo.
La chaqueta negra se desluce portando algunas manchas y restos de sangre. La ropa está sucia y sus cabellos despeinados. No ha tenido tiempo de darse un baño o de arreglarse.
Su aspecto ha pasado a un segundo plano.
Desde que trajo a Seokjin, inconsciente en sus brazos, lo vio desaparecer en una camilla, arrastrada por un par de enfermeras hacia el quirófano y no ha dormido desde entonces.
Yoongi estuvo acompañándolo gran parte de la madrugada, pero tuvo que marcharse hace más de una hora para encargarse del papeleo legal por el arresto del Superior Kim.
No pronunciaron casi palabra alguna. El teniente no encontraba la forma de empezar la plática, mucho menos sabía si era el momento adecuado para hablar sobre la misión del SINC.
Habían sido muchos meses alejados y Namjoon no se veía ahora en situación de oír nada que no estuviera relacionado con Seokjin. Así que se limitaron sólo a estar sentados uno al lado del otro.
Enfrascado en encontrar pruebas sobre el fallido caso de Incheon, Yoongi descuidó el estar pendiente de la recuperación de Namjoon, a quien siempre consideró como su hermano menor. El detective creyó siempre que el motivo del repentino distanciamiento era por culparle de la muerte de Jimin.
Nada más lejos de la realidad.
No obstante, solo bastó dos palmaditas del teniente sobre el hombro del moreno antes de irse, para sentir todo su apoyo.
La presencia de su hermano mayor le había reconfortado.
Ya tendrían tiempo más adelante de arreglar sus diferencias y recuperar el tiempo perdido.
Son casi las ocho de la mañana.
Jungkook llega a la sala de espera portando un vaso de bebida caliente en una de sus manos.
Tuvo que encargarse personalmente del traslado a Seúl de todos los hombres que trabajaron bajo las órdenes del Superior Kim, a quienes tomó declaraciones y encerró temporalmente en comisaría hasta recibir nuevas indicaciones del SINC.
Observa la figura del detective que se encuentra de espaldas, mirando a través de la ventana la apacible vista del mar bajo el cielo gris, junto a unos barcos de pesca amarrados cerca del muelle.
Namjoon se vislumbra a sí mismo en ese lugar, años atrás, corriendo de la mano de un pequeño de cabellos castaños y dulce olor de algodón, que lo llevaba feliz a comprar panecillos para darle de comer a la gaviotas. Fue allí donde empezó todo...
El agente se acerca a paso lento hacia el peligris y se sitúa junto a él.
—¿Un poco de café, Hyung?
Namjoon gira su vista hacia la mano ajena y toma el humeante vaso, realizando una pequeña venia.
—¿Alguna novedad?— cuestiona el pelinegro, mientras ambos caminan hacia los sofás del lugar.
Namjoon niega con la cabeza mientras se sienta y bebe del café, con la mirada perdida hacia la nada.
El silencio inunda la pequeña sala.
—¿No va preguntarme nada, Hyung?
El detective aleja la bebida de sus labios y responde sin mirarlo.
—Creo que me ha quedado claro que no eres un simple asistente.
El pelinegro suelta un suspiro.
—Así es. Siento haber tenido que infiltrarme de esta manera en la vida de Seokjin-ssi y la suya, pero era necesario mantener mi identidad oculta hasta que el Superior Kim diera un paso en falso y actuara por su propia cuenta, en vez de dar órdenes desde las sombras. Sólo de esa forma podríamos obtener las pruebas suficientes para arrestarlo.
—Entonces el Servicio de Inteligencia siempre estuvo al tanto de todo...
—El departamento del Distrito Central estuvo siguiendo el caso desde la frustrada misión de Incheon. Fui asignado desde el principio. Al descubrir que el aviso falso de la hora del cargamento de droga se dio desde la propia comisaría, se realizó un exhaustivo seguimiento de las redes de comunicación internas. La sorpresa fue encontrar diversos y continuos correos electrónicos relacionados con Seokjin-Hyung desde hace un año atrás.
—Así que ese maldito lo estuvo acosando aún cuando vivía en Estados Unidos— gruño el detective.
—Mi misión era encontrar al culpable del fracaso de la misión de Incheon y la relación con el acoso al famoso novelista, ya que al parecer la misma persona estaba detrás de ambos casos. Pude hackear la red de salida, para hacerme pasar por un informante de primer nivel y desviar todos los emails a mi servidor. Sin embargo, desconocíamos quien de todos los que trabajaban en la Comisaría Metropolitana de Seúl podía estar solicitando continuamente información personal sobre el escritor. El departamento Central contactó con el Teniente Min tras revisar su historial y descartarlo como sospechoso, de esa forma pude trabajar con él en este caso.— El pelinegro hace una pausa en el relato y coloca una mano en su bolsillo, cruzando una de sus piernas sobre la otra. —El teniente desconfiaba del Superior Kim. Sabíamos que el acosador tarde o temprano actuaría. Necesitaba estar junto a Seokjin-ssi todo el tiempo posible sin revelar mi identidad, por lo que tuve que presentarme ante él como un simple fan de sus obras.
Namjoon sopla sobre el vaso y tuerce levemente sus labios, asimilando la nueva información.
—Llevaste tu papel al extremo, Jungkook. Incluso llevas ahora un tatuaje con su nombre en el brazo.
—No me mal interprete, Hyung. Sigo siendo su mayor admirador. Realmente he leído todos sus libros y he seguido desde el principio toda su trayectoria literaria, muchos años antes de ser designado en este caso. Fue una gran casualidad saber que tendría que protegerlo— confirma con una melancólica sonrisa, mientras mira el grabado en su piel. —Sigue siendo un honor llevar su firma en mí.
—Eres una caja de sorpresas, Kook— afirma el detective, terminando de beber el café. —Sin embargo, hay algo que sigo sin entender ¿Cómo pudieron saber que nos habían secuestrado?
—Al nombrarme Seokjin-ssi como su asistente, me facilitó casi todo el trabajo. Yo tuve que encargarme personalmente de elegir el departamento donde vive y antes de que Hyung se alojara en él, instalé diminutas cámaras en cada rincón de la casa. La que coloqué en la entrada del departamento fue la que captó las imágenes del secuestro.
—Ya entiendo... Espera. ¿Cámaras? ¿En toda la casa? ¿Incluso en los dormitorios?
—Instalé algunos en el pasillo y parte de la entrada de cada habitación.
—Menos mal.
—Pero también coloqué un par en el salón— reafirma el pelinegro, alzando una ceja con picardía.
—Oh Dios...— expresa avergonzado el peligris, cubriéndose el rostro con la palma de la mano, recordando los últimos días que pasó junto al castaño y sus interminables sesiones de pasión.
—Y también uno en la cocina... en las escaleras... en el comedor...
—Basta, ya entendí que mi vida íntima ha sido expuesta en todo su esplendor— dice el peligris, cerrando brevemente los ojos, rememorando el exquisito placer que le dió al escritor sobre la mesa.
—¿Por qué cree que le regalé a Seokjin-ssi la diadema de lobo? En los dormitorios no habían cámaras directas, pero el audio desde el pasillo a veces era muy nítido— confirma divertido, soltando una ligera risa. —Pero no se apene Namjoon-Hyung. Somos adultos. Además, todas las escenas de sus "ejercicios"— enfatiza formando comillas con sus dedos —las borré de las cintas en cada informe que entregué al SINC.
—Eso me tranquiliza, supongo.— Namjoon lanza el vaso vacío hacia un cubo de basura cercano y regresa a mirar nuevamente al agente sentado a su lado. —¿Y cómo pudieron localizarnos en Yeosu?
—Gracias a usted, Hyung.
Jungkook acerca su mano al detective y toca uno de los brillantes botones plateados de su chaqueta negra.
Hace un ligera presión sobre él y logra desprenderlo. Lo sostiene en su mano y lo gira sobre la misma, dejando ver detrás un diminuto dispositivo con una luz roja parpadeante.
—Instalé un localizador en algunas prendas que solían usar ambos y en sus teléfonos celulares— explica el pelinegro. —Me di cuenta fácilmente de la predilección que tenía usted por esta chaqueta negra de Dior. Fue un gran acierto colocar el dispositivo aquí.
—No dejas de sorprenderme, agente.
—Lo sé. Si mi familia supiera sobre mi trabajo, seguramente opinaría lo mismo. Me lo dicen constantemente mis superiores. Soy el mejor— afirma orgulloso, con una leve sonrisa.
La conversación es interrumpida por un hombre vestido de blanco que entra en la sala de espera, preguntando por familiares de Kim Seokjin.
Ambos hombres se ponen de pie con rapidez.
—La situación fue complicada,— comienza a explicar el cirujano, enfrente de ellos, —la bala se instaló en el hombro y rozó la arteria principal. Tardamos en detener la hemorragia, pero afortunadamente se encuentra estable. La bala en el tobillo fue extraída con facilidad y no tuvo mayores complicaciones. Los hematomas en la zona del tórax, espalda y el rostro, ya han sido tratados. Podrá mover el brazo y caminar con dificultad al principio, pero se aconseja reposo. Los efectos de la anestesia pasarán en poco tiempo. Podrán pasar a visitarlo en la habitación 412 dentro de una hora. Eso es todo— concluye el doctor, haciendo una pequeña reverencia antes de retirarse.
Namjoon cae sentado nuevamente sobre el sofá y suelta un gran suspiro. Todo el peso de la preocupación que llevaba a cuestas, se disipa con las buenas noticias que informó el médico.
Jungkook se sienta junto a él y palmea un par de veces una de sus piernas.
—¿Lo vio, Hyung? Estaba seguro que todo saldría bien. Podremos verlo dentro de poco.
Namjoon ensombrece su mirada y gira sus azules ojos hacia el agente.
—No, Jungkook. Yo no lo veré— afirma, recibiendo la extraña mirada del pelinegro. —Sólo me quedé para confirmar que aquella bala no hubiese puesto en peligro su vida. Ahora que sé que se recuperará sin problemas, mi presencia aquí ya no es necesaria.
—No le entiendo...
—Seokjin fue quien se envió así mismo varias de aquellas Azaleas rojas y cartas amenazantes. Al parecer sólo quería alargar la investigación y que me quedara a su lado como un nuevo capricho suyo.
—Dudo que usted fuera sólo un capricho, Hyung...
—Además, me ocultó que sabía sobre el pasado y nuestra infancia juntos. A pesar de conocer que la tragedia que compartimos había marcado mi vida. Me ha quedado claro que todo lo que yo pensé que era especial entre nosotros, para él solo fue un juego.
—Namjoon-Hyung, desconozco los detalles de su niñez, pero pienso que debería de hablarlo primero con él, quizás todo sea sólo un mal entendido.
—No hace falta, Kook. Mientras estuvimos secuestrados, tuvo oportunidad de explicarse, pero se limitó a disculparse y aceptar los hechos. En fin...— el detective se pone de pie mientras se quita la chaqueta negra. —Devuélvele esto por mí, por favor.
El peligris comienza a caminar en dirección a la salida de la sala de espera. Rebusca en sus bolsillos, encuentra su teléfono celular y lo lanza a la basura.
—¿A dónde irá, Hyung?
De espaldas, Namjoon detiene sus pasos antes de cruzar el umbral.
—Al único lugar donde sé que Seokjin no vendría. Necesito... desaparecer un momento y ordenar mi vida.— Namjoon acomoda sus grises cabellos hacia atrás y suspira derrotado. —Necesito un tiempo a solas antes de regresar a Seúl. En unos días enviaré a Hoseok para recoger mis cosas del departamento.— Gira levemente el rostro hacia atrás, mostrando una triste sonrisa. —Gracias por todo, agente Jeon.
Jungkook ve la silueta desaparecer tras las puertas automáticas. Observa la chaqueta negra en su mano, mientras piensa que definitivamente todo aquello es un gran error.
—¡Buenos días Jefe-nim!
Seokjin entreabre los ojos y observa la alegre sonrisa de su asistente. Intenta incorporarse de la cama de hospital y seguidamente Jungkook se apresura a colocar algunas almohadas detrás de su espalda.
—Ya no necesitas fingir, Jungkook. Antes de perder la conciencia, lo escuché todo. Podría golpearte ahora mismo por traicionar mi confianza, pero no creo tener fuerza para eso.
—Lo siento, Seokjin-Hyung. Tuve que hacerlo. Pero sabe bien que yo soy del bando de los buenos y siempre estuve de su lado.
El escritor cierra los ojos brevemente, acomodando su cabeza hacia atrás sobre las suaves almohadas.
—Tendré que quitarte toda la colección de libros firmada que te regalé.
—¡Noooooo!— exclama de forma exagerada el agente, tomando una de las manos del castaño entre la suya. —Lo que quiera menos eso, ¡Sigo siendo su mayor admirador!
Seokjin abre los párpados y observa al pelinegro, casi arrodillado a su lado, que lo mira con ojitos de cervatillo herido.
—Ni si quiera puedo enfadarme contigo si me miras así.— Vuelve a cerrar los ojos y suspira. —Supongo que deberé buscar otro ayudante. No creo que sea compatible con tu trabajo policial.
—Desearía seguir siendo su asistente, pero creo que tiene razón.
El escritor gira su rostro hacia la ventana y observa las opacas cortinas que cubren en su totalidad gran parte de la pared.
—¿Aún es de noche?— pregunta el castaño.
—No, Hyung. Son más de las diez de la mañana. Pero pedí a una enfermera que trajera las cortinas más oscuras que tuviesen en el hospital para poder ocultar la vista. Ya sabe. Por su miedo al mar.
—Es cierto... el mar. ¿Seguimos en Yeosu?
—Así es, ¿Quiere que avise a su madre?
—No hace falta. No quiero preocuparla. Me duele el hombro horriblemente, pero creo que no moriré— dice, observando sobre cuerpo la bata del hospital entreabierta, que deja ver un lado de su pecho vendado hasta la zona de la clavícula y rodeando el vendaje por detrás de su espalda. Mueve los pies ligeramente debajo de la sábana y hace una mueca de dolor al intentar girar su tobillo.
—Debe descansar, Seokjin-Hyung. Sólo de esa forma podrán curarse sus heridas. Afortunadamente la bala no le causó demasiado daño.
La bala...
Abruptamente, Seokjin se incorpora de la cama, haciendo amago de bajarse de la misma, olvidando el dolor por la herida de su hombro al recordar los disparos de la pasada noche.
—¡Namjoon! ¡¿Dónde está Namjoon?!
—Tranquilo, Hyung. Namjoon se encuentra bien— habla el pelinegro, calmando al escritor. Se acerca a él y lo ayuda nuevamente a recostarse en la cama, cubriendo sus piernas con la manta.
—¿Dónde está? ¿Por qué no ha venido?
—Él... Él no vendrá, Hyung— afirma con pena, mientras se aproxima hacia una silla donde ha dejado la chaqueta Dior. Recoge la misma y la deja sobre el regazo del castaño. —Me pidió que le devuelva esto.
Seokjin desliza con tristeza sus dedos sobre el negro cuero de la chaqueta. A pesar de verla un poco sucia, la aprieta bajo su mano y se la lleva hacia la nariz, aspirando del cuello de la tela el difuminado perfume que queda del detective, mezclado con su propio dulce perfume de Prada.
—Él me odia, ¿Verdad?— cuestiona casi para sí mismo, dejando caer una lágrima de sus castaños ojos.
—No creo que lo odie, Hyung. Pero se siente engañado.
—Fui un idiota, Jungkook. Me serví de las flores y las cartas sólo para ganar más tiempo a su lado. Los días ya no eran suficientes. Fui codicioso. Quise que se convirtieran en semanas y las semanas en meses. Cada vez que dejaba de recibir aquellos adornos florales, temía que mi acosador se cansara de hostigarme y que el caso se cerrara. Temía que Namjoon me dejara. Temía no volverlo a ver.
—Tenía usted que haber hablado con él desde el principio, ser claro con sus sentimientos.
—Lo sé. Lo sé... —afirma afligido. —Cuando te pedí que averiguaras sobre él, al día siguiente de que Namjoon se presentase en mi casa como el agente asignado en mi caso, quedé impactado con toda la información que me enviaste por email. Ahora entiendo que sólo un agente del Servicio de Inteligencia podría haber averiguado tanta información.— El escritor suspira y seca sus lágrimas antes de seguir hablando. —Cuando leí en tu correo que Namjoon había nacido en Yeosu, sentí un gran pálpito en mi interior. El resto sólo fue ir uniendo punto por punto cada detalle que observé en él. Su amor por las plantas y flores, su fascinación por la música de piano y violines, la canción que me cantó para calmar mi crisis de ansiedad... la misma que me cantó cuando cumplí ocho años... ¡Sabía que era él!... Jamás olvidé sus ojos azules ni cuantos lunares tenía en el cuello, los conté mil veces cuando era pequeño. A pesar que estaba seguro que era él quien yo tanto quise en mi niñez, no era suficiente... quería conocer más a profundidad al hombre en el que se había convertido y que se enamorara de mí por quien yo era ahora, no por el recuerdo que tuviera de la infancia. Quería que lo descubriera él mismo, que se emocionara tanto como yo lo hice. Al ver que los días pasaban y no me reconocía, decidí que era el momento de contarle la verdad cuando viniéramos a Yeosu en Navidad. Pero nos secuestraron... todo salió mal. Supongo que lo estropeé todo.
Jungkook se sienta a un lado de la cama del castaño, observando su decaído rostro.
—¿Qué es lo que piensa hacer ahora, Hyung?
—¿Pedirle perdón, tal vez? Quizás no arregle nada, pero antes que vuelva a desaparecer de mi existencia, necesito que sepa que no quise engañarlo, que él nunca fue un pasatiempo para mí. Fue y seguirá siendo una parte importante en mi vida. El accidente en el mar que tuvimos de pequeños nos separó y encontrarlo de nuevo fue un regalo del cielo que yo no supe cuidar. Necesito hablar con él ¿Puedes pedirle que venga, por favor?
—Lamentablemente, yo no sé dónde está ahora. No ha llevado su teléfono tampoco. Se quedó en el hospital toda la noche, hasta esta mañana que el doctor le confirmó que la operación había sido exitosa y usted se recuperaría pronto. Cuando se fue, sólo dijo que antes de partir a Seúl, iría a un lugar donde usted jamás lo haría.
Seokjin se levanta decidido de la cama, quejándose levemente del dolor en su cuerpo y se calza unas livianas pantuflas.
—¿Que hace, Hyung? Acaban de operarlo. Necesita reposo.
—Sé donde está Namjoon. Necesito que me ayudes, Jungkook. Será el último favor que te pida como mi asistente.
—No creo que esto le venga bien a su salud, pero lo haré por usted. Ya no soy su asistente, Seokjin-Hyung, pero sería un honor que me considerara su amigo.— El pelinegro le acerca una pequeña muleta para ayudarlo a ponerse de pie. — Llamaré un taxi, ¿Dónde debo llevarlo?
Al único lugar que le trae dulces y amargos recuerdos.
El lugar que juró jamás volver a pisar.
El lugar que le hará enfrentarse a sus más grandes miedos.
El lugar donde empezó todo y donde todo debe terminar.
—Llévame al muelle de Yeosu.
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