33. Hogar del Cuervo
Me llaman cuervo.
Mi generación ha sido maldecida.
Mis patas son de cuervo,
las tuyas de cigüeña.
¿Cómo puedo competir?
No tengo esperanza.
¿Dices que es mi culpa?
Debes estar bromeando.
¿Dices que esto es justicia?
¡Debes estar bromeando!
~Baepsae~ Bts
Namjoon intenta abrir los ojos, acostado de lado sobre el frio suelo.
La venda sobre su rostro no le permite vislumbrar nada a su alrededor. Se incorpora a duras penas, quedando sentado sobre su lugar. Siente una corriente de dolor sobre su nuca y parte de su cabeza. Restos de sangre permanecen sobre el cuello y el hombro de su chaqueta negra.
Lo han golpeado fuertemente, dejándolo inconsciente.
No sabe dónde se encuentra.
El ruido lejano de algunos grillos le hace pensar que aún debe ser de noche.
En el sitio se respira humedad y polvo.
Intenta ponerse de pie, pero una fuerza ajena tira de él hacía atrás. Tiene los brazos atados con cadenas, unidas hacia la base de una columna de cemento.
Namjoon cierra los ojos.
Intenta rememorar lo que ha podido suceder antes de perder el conocimiento.
De repente vienen a él los recuerdos en cámara lenta de un fino cuerpo cayendo al suelo.
Una bata rosa.
Cabello castaño alborotado.
Hermosos orbes asustados.
Seokjin.
—¡SEOKJIN! ¡SEOKJIN!— Grita desesperado el peligris, abriendo los ojos debajo de la venda, recordando la última imagen del escritor.
El lugar hace eco.
Sólo la luz de una vela, sobre una antigua mesa, alumbra el lugar.
Está vacío y desolado.
Parece desierto, hasta que oye el pequeño murmullo de alguien que solloza bajito, intentando que su voz no se escuche.
—¡SEOKJIN!— Vuelve a insistir el detective. —Bebé, sé que eres tú. Dime algo. Dime que estás bien. Por favor...
—Shhh...— susurra el castaño con un hilo tembloroso de voz. —Ellos... vendrán. Volverán... a lastimarme.
—¿Estás herido?— pregunta el peligris angustiado, en voz baja, intentando mover el rostro hacia donde proviene la suave voz. —¡Voy matar a esos hijos de puta!
El detective no puede ver al escritor, pero escuchar su voz le tranquiliza.
Quisiera poder deshacerse de esas cadenas y correr a su lado.
Abrazarlo.
Sentir su corazón junto al suyo.
Decirle que sólo es una pesadilla.
Al salir esa noche de casa, fue interceptado por tres hombres que lo esperaban en el ascensor. No sospechó de ellos, ya que llevaban costosos trajes. La vestimenta común de la gente adinerada que vive en los lujosos barrios de Gangnam. Pensó que eran residentes del edificio. Sin embargo, cuando quedaban dos pisos para llegar a la primera planta, uno de ellos pulsó el botón de 'Stop' a medio camino. En ese momento supo que ninguno tenía intensión de salir del ascensor y aunque se defendió con ferocidad, ellos ganaban en número y lograron inmovilizarlo.
Sus recuerdos de hace algunas horas también le traen a la memoria la imagen del hombre en traje negro con aquella singular flor roja en la chaqueta.
Ese rostro, tan serio e indiferente en tantas ocasiones, esta vez tenía un brillo extraño en la mirada. Una rara sensación de superioridad y de saber que lo tiene todo bajo control.
Y claro que reconoce ese rostro.
Lo ha visto infinidad de veces.
Pero, ¿Por qué él?
¿Qué hacía él en casa de Seokjin?
El peligris oye sollozar nuevamente al novelista en la penumbra y se le encoge el corazón.
¡Maldición!
Su deber era protegerlo.
¿Qué demonios ha pasado?
—Tranquilo, cariño. Todo saldrá bien— dice en voz baja, para reconfortarlo aunque no pueda estar a su lado.
Repentinamente, una voz gruesa y profunda interrumpe el extraño vacío del lugar.
—No prometa nunca lo que no puede asegurar, detective Kim.
La cabeza de Namjoon se gira en dirección de donde proviene la voz, reconociéndola al instante.
—¿Eres tú? ¿Siempre estuviste detrás de todo esto? Debe ser una estúpida broma de mal gusto.
El hombre da un par de pasos rápidos, sonando secos contra el suelo. De un solo tirón, arranca la venda de los ojos del moreno y con la misma tela azota fuertemente la mejilla contraria.
—¡Compórtese detective! No debe insultar en frente de sus mayores.
Namjoon se recompone nuevamente sobre su sitio. El golpe le ha abierto parte del labio. Pasa la lengua sobre el mismo y siente el sabor metálico sobre el paladar. Escupe la sangre hacia un lado y regresa la vista hacia la figura enfrente de él, mirándolo con ojos enfurecidos.
—¿Eres tú el fan obsesionado con el final de la obra? ¿Quieres desquitar tu odio y frustración? De acuerdo. Hazme a mí lo que quieras ¡Pero deja ir a Seokjin!
—¿Obra? Aún no lo entiendes, Namjoon. Esto nunca se trató sobre el final trágico de una novela. Aunque fue fácil pasar desapercibido entre algún fan obcecado— dice el hombre, mientras camina hacia un lado de la casi vacía, sucia y oscura habitación.
El de traje negro se queda de pie finalmente frente a una gran ventana. A través de los vidrios rotos, ve a dos de sus hombres en el patio, vigilando. La luz de la luna alumbra el descuidado y seco jardín exterior. Allí se sembraban sus recordadas Azaleas. Y en esa misma ventana solía contemplarlas de niño, mientras contaba las horas una a una...
—No te culpo por no saber esos detalles— continúa hablando el hombre de pie en la ventana. —Muchos datos fueron recortados adrede en tu investigación. Aún así, me encargué de dejarte pistas en cada uno de mis ataques, sólo por el placer de ver cómo te confundías más y más con cada una de ellas. Pero he de decir que me sorprendió mucho que no siguieras ninguna, sino a cambio eligieras el camino de una pista que yo no había dejado para ti.
—¿De qué estás hablando?
—¿No hueles eso, detective? — pregunta el hombre, girando su vista al peligris, mientras mueve las manos sobre el aire. —¿Ese aire salado en el ambiente? Es la brisa del mar. Estamos en Yeosu. ¿No es aquí donde querías venir?
—¿Querías que viniera a este sitio? ¿Que viera esta casa en ruinas?
—Estas ruinas son del Orfanato Nabi. Las monjas solían decirnos que se llamaba así porque los niños son como mariposas. De pequeñas orugas pasan a ser hermosas aladas que luego vuelan para encontrar su hogar. Pero creo que conmigo se equivocaron... quizás yo no era una de esas coloridas mariposas. Tal vez siempre fui un cuervo de plumas negras.
—¿Plumas? ¿Esa era tu pista? ¿Por eso dejaste que averiguara sobre las fábricas de las cartas de bambú? ¿Querías que viniera a Yeosu para ver el solitario lugar donde creciste? ¿Para sentir pena por ti?
—Yo no te guie a este pueblo, Namjoon. ¿Por qué no se lo preguntas a mi estimado primo Seokjin? Él, que todo lo tuvo en bandeja de oro desde niño, que goza de manejar a todos a su antojo y tenerlos a sus pies. Él, que disfrutó de todos los privilegios que por derecho debieron ser míos, al ser yo el primer nieto del abuelo. Él, que siempre fue el centro de atención, el orgullo de la familia Kim.
—¿Tu... primo?— dice desconcertado el peligris. Dirige su mirada al escritor, que se encuentra en un rincón a su lado, con uno de sus pies encadenados hacia una vieja estructura de metal. Sentado sobre el suelo, con las rodillas flexionadas hacia su pecho, solloza mientras mantiene sus manos cubriendo su rostro. —¿Qué está sucediendo Seokjin?
—Yo... Lo siento... Namu... Yo...
—¿Namu?— repite incrédulo el detective. Ese apodo. Ese nombre que llevaba muchos años sin oír.
—Oh... Detective Kim... ¿Sigue sin entenderlo? Pensé que sería usted más inteligente— interrumpe el hombre de elegante traje, mientras se apoya sobre el muro de la ventana, cruzándose de brazos. —Déjeme contarle una pequeña historia. Hace muchos años, en este mismo pueblo, dos tontos niños se fueron a navegar en un pequeño bote con la estúpida ilusión de ver ballenas. Uno de ellos se ahogó y quedó en coma durante muchos años. Su adinerada familia gastó casi toda su fortuna en mantener a ese niño con vida en el extranjero. El gran imperio Kim se vino abajo, cerraron oficinas y sucursales en todo el país. Entre ellas, la que hubiera pertenecido a mi padre. El pobre, no pudo soportar quedar en la miseria y acabó con su vida. Y yo... termine aquí, en el Orfanato Nabi, rechazado por mi propia familia. Estar en coma por siempre hubiera sido el castigo perfecto, pero finalmente ese tonto niño despertó.
De repente, toda la historia se sentía real para Namjoon.
Cada detalle.
Cada pista.
El día de su cumpleaños.
El aroma dulce de algodón de azúcar.
Sus ojos castaños.
Las Camelias blancas.
¡El tatuaje de Cetus! La única constelación de la ballena.
El miedo incontrolable al mar.
¿Como no pudo haberlo notado antes?
Todo estuvo frente a sus ojos.
Todo encajaba perfectamente en la figura del novelista.
—Ese niño que se ahogó... ese niño ¿Está vivo? Es... ¿Eres tú Seokjin? ¡¿ERES JINNIE?! —pregunta el detective mirando hacia el escritor, con un brillo de emoción en sus pupilas, por haber encontrado por fin a la persona que tanto amó en su infancia.
—Lo es— responde el hombre de ojos oscuros. Enciende un cigarrillo y camina hacia una vieja y polvorienta silla. Coloca encima un pañuelo y se sienta, mientras exhala todo el humo de sus labios. Cruza las piernas y juega con sus dedos sobre su barbilla. —Y también es él quien enviaba la mayoría de flores rojas con esos sobres tan especiales.
—¿Cómo? — cuestiona el peligris, regresando la vista hacia el hombre sobre la silla. Cada parte de su rostro, emocionado antes por la revelación de quién era realmente Seokjin, se contrae ahora en confusión. —No entiendo...
—Yo solo envié dos o tal vez tres adornos florales... El resto fue enviado por tu querido escritor. Al parecer tiene una extraña obsesión contigo y quería enredar mucho más la investigación para mantenerte entretenido el mayor tiempo posible a su lado. Eres... como el juguete nuevo que era incapaz de dejar. Cuando lo descubrí, me sorprendí mucho que intentara imitarme enviándose a si mismo Azaleas rojas. Habértelo dicho antes a ti hubiera sido lo correcto, pero me pareció divertido ver como caías en las redes de alguien que sólo quería jugar contigo. Pensé que sería como devolverte un poco de tu misma medicina. Una pequeña venganza por toda esa larga lista de gente que usaste e ilusionaste durante todos estos años. Incluyendo a Jimin. —El hombre hace una pausa y acomoda su cabello hacia atrás. Tira la colilla del cigarrillo a sus pies y enciende uno nuevo. —Esos sobres de bambú eran utilizados siempre por la familia Kim. Se usaban en casi todos sus negocios. Mi padre conservó unos pocos. Al parecer, Seokjin aún guardaba algunos que usaba su madre y los empleó en aquellas flores. Contacté con él directamente como persona principal a cargo de su caso. Apenado de haber sido descubierto, dijo que lo hablaría contigo y lo solucionaría antes que yo tomara cartas en el asunto. Supongo que no llegaría a hacerlo aún.
—¿Seokjin?... —vuelve a preguntar confundido el detective, girando su vista hacia él. —¿Es de esto de lo que querías hablarme cuando llegáramos a Yeosu en Navidad? ¿Fuiste tú de verdad?... tú ... Sabías de las flores, de las cartas y de nuestro pasado ¡¿LO SABIAS?!
—Lo siento...— pronuncia sollozando el castaño. —Lo siento tanto...
—Yo... no puedo creerlo.— El peligris golpea bruscamente su cabeza sobre la superficie de la columna que lo mantiene atado. —Yo... te lo contaba todo ¡Te hice parte de mi vida! Confié en ti. Te hablé de mi pasado y de mi infancia. Y tu sólo... ¿Disfrutaste engañándome?... ¡¿Sabes cuántos años sufrí pensando que te había perdido para siempre?!
Seokjin continúa llorando, sentado sobre el suelo. Largos ríos de desconsuelo inundan sus mejillas. No se atreve a mirar nuevamente esos ojos azules que tanto amó en su niñez.
Sus manos cubren su golpeado rostro.
Una marca verdosa y morada sobre su mejilla.
Una herida sangrando a un lado de su boca.
El rostro le duele, pero no se compara al dolor que siente en el alma al ver cómo Namjoon lo mira con enojo y decepción.
Ya no hay dulzura en sus pupilas.
Ya no hay amor en su mirada.
Ya no queda nada.
—¿Qué se siente, Namjoon?— pregunta el hombre sentado en la silla, mientras juega con una colilla de cigarro a medio terminar entre sus dedos. Sonríe de medio lado, como si toda aquella escena le divirtiera —¿Qué se siente amar y no ser correspondido? ¿Qué se siente cuando amas por primera vez en tu vida y te hacen trizas el corazón? Ahora puedes entender cómo me sentí yo cuando vi que Jimin sólo se fijaba en ti... ¡Yo lo amaba!— exclama, apretando la colilla encendida dentro de su puño, el fuego escociéndole la piel, pero siendo incluso un agradable sufrimiento. —Pero daba igual lo que yo hiciera, lo que pudiera ofrecerle o el alto cargo que yo tuviera. Sus dulces ojos solo volteaban a verte a ti.
—¡Jimin no tiene nada que ver en esto! ¡Deja descansar su memoria en paz!— vocifera el peligris, harto de la situación y de tanta información que va llenando la copa de su estabilidad mental hasta rebosar.
—¿Descansar?... ¿Descansar, dices?... ¡Yo no he dejado de pensar en él ni un sólo segundo! Si no fuera por él, tu no estarías vivo. Verte rehacer tu vida como si no hubiera pasado nada, me enfurece. ¡Tu tendrías que haber desaparecido en aquella misión de Incheon! Si tan sólo mi estúpido enviado hubiera tenido mejor puntería...
—¿QUÉ? —se gira el detective sobre su sitio, encarando al hombre. —¿TU ENVIADO? ¿TÚ MANDASTE DISPARARME?
—No es nada personal, Namjoon. Nunca me caíste bien. Jimin siempre fue mi prioridad. Sabía que en cuanto desaparecieras del mapa, él solo tendría ojos para mi.
—¡TU FUISTE QUIEN DIO EL AVISO FALSO DEL CARGAMENTO DE DROGA ESE DIA! ¡ESTAS DEMENTE!
El hombre se levanta de su asiento, ajusta el traje sobre sus hombros y acomoda la pequeña Azalea roja sobre el pecho. Su mano busca en el interior de su chaqueta y recoge sin miramientos un arma que lleva en el bolsillo interior de la misma.
—Creo que ya hemos hablado demasiado, detective Kim.
El arma apunta al detective y posiciona su dedo en el gatillo. El de ojos oscuros ladea la cabeza, como si algo no le convenciera.
—No sé si es mejor dispararte a ti primero o si debería hacer pagar antes a mi querido primo por todo el dolor que me causó su sola existencia. Quizá sería más interesante ver cómo sufres viendo morir a tu amado escritor.
—Haz lo que quieras, imbécil— gruñe el detective.
—¿Estás seguro?— Gira repentinamente hacia Seokjin y lanza dos disparos directos hacia sus pies, hiriendo nuevamente el mismo tobillo que ya tenía lesionado y haciendo trizas la cadena que lo ata.
Un grito agudo y ensordecedor se oye en la habitación.
—¡SEOKJINNNNN!— clama desesperado el peligris.
—¿No decías que no te importaba?— cuestiona el hombre con sarcasmo.
El novelista deja caer todo su peso sobre el suelo. Su fina figura envuelta en la bata rosa, sucia y desgarrada, hecha jirones que cubren a trozos su blanco cuerpo magullado. Un gran charco de sangre se forma alrededor de su pierna y va perdiendo la conciencia de a pocos.
Sus ojos llorosos vuelven a posarse en Namjoon, a quien ve gritar de rodillas y moverse desesperado hacia él, intentando zafarse sin conseguirlo. La larga cadena que lo mantiene atado no lo deja acercarse más, quedándo solo a dos pasos de él.
"Lo... siento" murmura Seokjin sin voz, antes de cerrar los ojos, dejándose envolver por la inconciencia que va nublando su mente, mientras se desangra en el suelo.
—¡TE HARE PAGAR POR ESTO!— grita con rabia el peligris hacia el hombre de pie.
—Si él se desmaya, esto pierde toda la diversión— responde el de traje oscuro y vuelve a apuntar a Namjoon. —Aunque confieso que después de desvelarle mi identidad, me entretuve mucho dejando que mis hombres hicieran con él lo que quisiesen, mientras lo oía suplicar que parasen, gritando que él no sabía de mi existencia. Pero todo sufrimiento es poco. Le daré después el nefasto final que se merece, como en sus libros— dice de manera despectiva, mirando brevemente la figura del novelista sobre el suelo. —Pondré en el expediente que el famoso escritor y quien lo protegía, murieron a manos del fan acosador de quien se desconoce el paradero. Un trágico desenlace. Un terrible caso sin resolver— finaliza con ironía.
—¡Maldito bastardo!
—Supongo que yo seré el único espectador de mi venganza. Incluso me vestí elegante para este grandioso día.— Muestra su sonrisa oscura y burlezca. —¿Alguna última palabra antes de enviarte al otro mundo, detective Kim? Tienes tres segundos.
De rodillas, Namjoon cierra los ojos, mordiendo con rabia parte de su labio inferior, anticipando el final.
A pesar de haber escuchado toda la verdad, de sentirse engañado y herido, su mente solo puede pensar en Seokjin.
Los últimos segundos de su vida se llenan de recuerdos.
Pequeños momentos en que fue feliz.
—Uno.
"Soy Jinnie, ¿Quieres un poco de algodón de azúcar?"
—Dos.
"Eres mío, cachorro. Solo mío."
—Tres.
"Juntos volveremos a ver el mar. Es una promesa."
Una gruesa lágrima cae por la morena mejilla.
Ya no hay nada que él pueda hacer.
"Jaque mate"
El rey será derrotado.
—¡ALTO!— Se escucha una fuerte voz desde la entrada de la habitación.
Los oscuros ojos se giran con velocidad y apunta con su pistola fijamente a quién está en el umbral. El mismo que le apunta con otra arma a su vez.
—¿Quién demonios eres tú?— pregunta enfurecido el de traje oscuro.
—¡Agente Jeon Jungkook, Servicio de Inteligencia Nacional! ¡Queda usted detenido!
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