30. Doble reflejo
Namjoon despierta en el sofá con un cálido peso encima suyo. El escritor duerme plácidamente sobre él, después de una tarde de fuego y pasión desenfrenada. Suave al principio y salvaje al final. Justo como le gusta al peligris.
Es increíble la manera en la que encajan siempre ambos cuerpos. Nunca nadie había calado tan hondo en él. Es como si cada célula de su ser lo reconociera de otra vida. Como si siempre hubiera estado esperando por alguien como Seokjin.
Alguien que no sólo pudiera admirar su arriesgado trabajo o su marcada figura. Sino alguien que se interese por su interior, por el verdadero Namjoon.
Despacio, se levanta del amplio sofá y acomoda el cuerpo del castaño nuevamente sobre la suave superficie.
Lo oye murmurar entre sueños y volver a relajar su postura boca abajo sobre unas almohadas.
Se ve tan perfecto.
La línea de su espalda terminando en la grandiosa curva de sus bien formados glúteos, por los que ahora vuelve a rozar sus dedos, atraídos por la tersa piel.
Perfecto.
Los lunares repartidos por sus costillas y sus amplios hombros. Las finas líneas de su enigmático tatuaje de la constelación de Cetus, del que aún no le ha preguntado el origen.
Perfecto.
La manera en que se muestra dulce e inocente al inicio. En que lo tienta con su boca. El sutil modo en que muerde sus rojos labios. En que busca refugio en el moreno cuerpo, apegando más el suyo, formando ambas pieles un precioso eclipse.
Perfecto.
La forma en que en segundos se vuelve un animal furioso, apresando sus manos, arañando su cuerpo, cabalgando sobre él, exigiendo a gritos ser llenado con su esencia.
Perfecto.
Su estrecha cintura. Adornada con las marcas rojizas que dejaron sus dedos, al hundirse con fuerza en su fina piel, mientras guiaba a su fiera una y otra vez al tan ansiado clímax.
Simplemente perfecto.
Es una conexión que no puede explicar. Una conexión tácita, no verbal. Mucho más allá de sólo una atracción física.
Su cuerpo no ansía sólo volver a fundirse en él. Su cuerpo busca el calor de su tibia piel, sus sentidos claman por oler su dulce perfume y su alma busca descansar junto al hombre que lo llena de paz y tranquilidad.
Embobado, el peligris sigue contemplando su figura dormida.
Porque su belleza es mucho más profunda que un lindo rostro. La encuentra en los pequeños detalles que lo hacen perfecto.
Cada día se deja envolver por su magia, su adorable risa, sus curiosas manías, el brillo de su ojos. Y ya no puede evitarlo más... está enamorado hasta de las letras de su nombre. Incluso de sus caprichos y defectos, que a sus ojos sólo complementan su hermoso ser.
El único por el que podría llegar a enloquecer.
Su dulce perdición.
Namjoon recoge una manta caída a los pies del sofá y arropa el delgado cuerpo.
Pisa sin querer una venda en el suelo y nota que es la que llevaba Seokjin en el tobillo. La mira con tristeza y murmura "Lo siento", mientras la sostiene en sus manos y la deja sobre la mesa del salón.
Se acerca al ajeno rostro y deja un suave beso en su frente.
Su interior vuelve hormiguear con aquellos peces que felices revolotean por su estómago cada vez que ve a Seokjin.
Peces juguetones que rozan sus aletas en lo profundo de su ser cuando el castaño lo mira, lo toca... lo besa.
No piensa retenerlos.
Ya no.
Ha soltado sus redes y los ha dejado nadar libres, siguiendo la corriente del profundo mar de sus sentimientos.
Porque Seokjin es el océano que tanto buscó.
Alguien a su medida. Alguien no sólo para de desnudar su piel, sino también sus miedos y su corazón.
El detective camina desnudo por el departamento hacia su habitación. Se da una ducha rápida, con la intención de salir pronto a comprar los ingredientes para la cena.
Minutos después sale del baño, llevando sólo una toalla anudada a la cintura.
Sobre su cama está su teléfono. Revisa la pantalla y ve dos llamadas perdidas del Superior Kim. Seguramente debe estar enfadado. Con los últimos acontecimientos y los caóticos días, el detective ha olvidado enviarle el informe de la última semana.
Deja el teléfono sobre la mesita de noche, donde reposa el cuadro con aquella foto grupal de la condecoración por el éxito de la antigua misión. Junto a ella, una carpeta con documentos llama su atención. La última que le faltaba por revisar.
La abre y vuelve a leer el listado de las tres ciudades donde fabrican sobres con fibra de bambú. Los mismos sobres amenazantes que solía recibir el escritor.
Ha tachado ya dos nombres y mantiene sus ojos fijos en la última línea.
"Yeosu"
Sabe que es la ciudad donde vive la madre de Seokjin y donde el novelista desea que pasen juntos el día de Navidad.
Namjoon lleva muchos años sin regresar a ese pueblo. Casi desde que era un niño. Sólo el nombre ya le trae tristes y amargos recuerdos.
Es el último sitio donde quisiera volver. Pero sabe que es importante. Podría aprovechar el viaje para despejar la última pista de la investigación.
Además, sería incapaz de quitarle la ilusión a su amado escritor que lleva hablándole de los preparativos del viaje casi todo el día.
Aunque sienta la mitad de su alma partirse en dos. Él lo acompañaría hasta el fin del mundo si es necesario.
El peligris no quisiera regresar a Yeosu, ni ver nuevamente ese mar. Aquel que le borró la sonrisa de su tierna infancia y se llevó con sus embravecidas olas su primer amor.
Pero tal vez sea hora de enfrentar sus temores. Ya no es un niño. Es un hombre que ha reprimido muchos años su sentir. Un hombre que ahora sabe lo que quiere.
Es hora de desempolvar sus sentimientos.
Es hora de dejarlos salir a luz.
Namjoon abre uno de los cajones de la mesita y rebusca en el fondo, obteniendo una cajita de cartón. La abre y recoge con sus dedos el pequeño llavero en forma de ballena, descolorido por el paso del tiempo.
"Kori", murmura y suspira.
Es el momento de volver a la orilla de aquel mar. De dejar que Kore y Kori se reencuentren en la inmensidad de las cristalinas aguas.
Es el momento de decir finalmente "Adiós y para siempre" a su querido príncipe de la ballenas.
Una vez listo, el peligris baja de nuevo al salón, llevando una pomada en sus manos.
Seokjin ya ha despertado.
Sentado sobre el sofá, se ha vestido de nuevo con la misma bata de la que se deshizo horas atrás. Se encuentra un poco somnoliento por las pastillas que toma para reducir la inflamación de sus lesiones.
Frota un poco sus ojos, desorientado, sin saber qué hora es.
Namjoon lo observa con cariño.
Aún despeinado no puede dejar de admirarlo. Sigue siendo hermoso.
Se acerca a él, cogiendo a su paso nuevamente la venda que dejó en la mesa y se arrodilla sobre la alfombra, frente al castaño.
Coge con cuidado su tobillo lesionado y acaricia con sus dedos su clara piel. La hinchazón ha bajado, pero aún se mantienen las feas marcas verdosas. Con suavidad, frota el ungüento sobre su pie y lo envuelve nuevamente con el vendaje.
Finaliza dejando un pequeño beso en su tobillo.
Seokjin lo mira enternecido. Adora la forma en que el peligris cuida siempre de él.
—¿Saldrás a comprar?— pregunta el castaño, al ver sobre sus hombros la chaqueta negra de Dior que le regalase hace varias semanas atrás en aquel bar y a la que secretamente aplica de vez en cuando un poco de su perfume de algodón. Sólo por el placer de saber que vaya donde vaya, el detective seguirá oliendo a él.
—Así es. Me encantaría poder alimentarme de ti, día y noche, pero sólo de amor no se podrían mantener éstos músculos.
Seokjin le sonríe. Siente los brazos del peligris ajustar su cintura y descansar su cabeza sobre su regazo.
El escritor acaricia los grises cabellos.
—¿Puedes comprar otra olla?— interrumpe repentinamente el castaño el íntimo momento. —Creo que esta mañana, echaste a perder tres derritiendo el chocolate.
—Oh...¿Te diste cuenta?— dice Namjoon, enderezándose frente a él, con fingida tristeza, formando un puchero con sus labios.
—No te preocupes, Namjoonnie— afirma sonriendo el novelista, dejando un casto beso sobre su boca. —Puedes quemar todas las que quieras, si después de cada comida prometes que me darás un postre igual al de hace unas horas.
El detective sonríe de medio lado, guiñando un ojo y relamiendo sus labios.
—¿Estas coqueteando conmigo? —pregunta el castaño, al ver sus insinuantes gestos.
—No necesito coquetear, bonito. Te seduciré con mi torpeza— confirma el peligris, acercando su boca a la ajena, dejando en los mullidos labios un largo y dulce beso.
Y sí.
Seokjin cae profundamente por su torpe, tierno, fuerte y sexy detective.
Porque en sus azules ojos es donde quiere vivir y sus labios es donde quiere morir, una y mil veces más.
Jungkook cuelga el teléfono, por quinceava vez en el día.
Suspira agotado y tacha en su agenda la ultima línea de tareas pendientes de su Jefe, el escritor. Siguiendo sus órdenes, ha cancelado la asistencia de varias entrevistas y sesiones de fotos. Otros eventos los ha cambiado de fecha.
Por inercia, intenta coger otra libreta con la mano izquierda y hace una mueca de fastidio y dolor.
Aún mantiene el pañuelo de Seokjin sobre el cuello, el mismo que le prestó cuando sucedió el accidente en el set televisivo y ahora le sirve de gran ayuda para sostener su adolorido brazo.
Agradece que al menos tenga saludable la mano derecha para poder valerse por sí mismo y continuar haciendo su vida lo más normal posible.
Los exámenes en la universidad han concluido y los superó todos satisfactoriamente, como siempre.
Nunca tuvo problemas con los estudios. Su prodigiosa mente lo capta todo al segundo, como una esponja deseosa de sabiduría.
Siempre fue de los primeros puestos de su clase, incluso desde la escuela secundaria. Todo se le daba bien. Le encantaba la fotografía, la pintura y el teatro. Hasta los deportes más difíciles los llevaba a cabo con una destreza digna de admirar. Atletismo, baloncesto, fútbol, natación, boxeo, esgrima, judo, taekwondo... Pero su favorito siempre fue el tiro con arco. Su mano fija sobre la flecha, el control total de su pulso y su mirada siempre certera, hacía que batiera todos los récords de puntaje en la universidad.
Y aunque los deportes sean simples hobbies para él, su verdadera pasión es la informática.
Empezó como un juego de niños. Adoraba los videojuegos de internet y empezó a descubrir formas de desbloquear niveles de sus juegos favoritos online sin tener que pagar. De repente se abrió ante él todo un mundo virtual por explorar. Cada día ahondaba más en aquella red que lo tenía enganchado. Aprendió a falsificar usuarios en páginas de entretenimiento y solía ver animes y películas de estreno sin tener que pagar un sólo won, gracias a sus habilidades.
Podía pasar horas frente a un computador, casi sin comer ni beber.
Pero su curiosidad fue aún más allá de los videojuegos.
Aún recuerda aquella vez, hace poco más de un año, cuando el restaurante de su hermana Sunhee fue multado por mantenerse abierto en plena celebración de un cumpleaños de uno de los comensales más asiduos del lugar, sobrepasando el horario nocturno permitido. Era una multa cuantiosa, que a su hermana le era imposible pagar.
Jungkook, preocupado como todo buen hermano, intento salvar aquella multa de una manera poco legal. Con sus increíbles conocimientos, entró al sistema de la red principal de la Policía Metropolitana de Seúl. Modificó la clave de entrada, localizó la multa y la cambió de pendiente a anulada. Todo habría salido perfecto, de no ser por su poca experiencia en ese tipo de acciones.
Dejó abierta dos segundos la dirección IP de su computador y su vivienda fue rápidamente rastreada y localizada, junto con sus datos y los de su familia.
Al día siguiente, camino a la universidad, fue abordado por un hombre de elegante traje oscuro que le ofrecería un trabajo sumamente interesante, que le fue imposible no aceptar.
Sus conocimientos fueron ampliados con clases intensivas de redes, servidores y hacking del más alto nivel internacional. Sus excelentes aptitudes en los deportes fueron la base para superar los arduos entrenamientos a los que fue sometido.
Él seguía acudiendo a la universidad. Era la tapadera perfecta para su nuevo trabajo que tendría que mantener oculto hasta de su propia familia.
Sin embargo no se quejaba. Gozaba de ciertos privilegios que su nuevo empleo le otorgaba. Una cuenta bancaria con dinero suficiente para dos o tres años. Beca en la universidad. Un departamento alquilado sólo para él, en una de las mejores zonas del centro, aunque siempre dijera a los demás que era la casa de un amigo donde le dejaba quedarse. Inclusive un auto de lujo le fue dado, pero tuvo que prescindir de él, pues no podría explicar a su familia como podría haberlo comprado.
Sentado en el sofá frente a la ventana de su salón, Jungkook abre nuevamente el computador portátil, uno diferente al que suele usar para su trabajo de asistente o para la universidad.
Relee lo último que escribió en su correo electrónico.
De: [email protected]
Para: [email protected]
Asunto: Avance sobre objetivo - Kim Seokjin
Estimado Señor,
Adjuntamos los últimos datos de nuestra investigación.
- Objetivo viajará a Yeosu en dos días.
- Se prevee alojamiento en casa familiar. Dirección: Goso 9-gil, Yeosu, Jeollanam-do 59738 Corea del Sur.
Jungkook se mantiene pensativo un par de segundos y decide agregar una línea más al email antes de enviarlo.
- Objetivo contará con protección del detective Kim Namjoon. Extremar precauciones.
Seguiremos informando.
Esta vez asiente conforme para sí mismo y presiona el botón "Enviar".
Es una de las pocas veces en que ha conectado tan cercanamente con algún caso en particular.
Kim Seokjin le agrada y aunque puede haberle ocultado algunos detalles sobre su vida, no mintió cuando le dijo que era realmente su mayor admirador.
El día que el pelinegro discutió con su padre cuando descubrió sus preferencias por los chicos, coincidió con la mañana en que fue captado por la secreta red y por la que ahora goza de una vida casi sin preocupaciones.
Todavía recuerda cuando se fue de la casa familiar. Lo primero que incluyó en sus maletas fue toda la colección de libros del escritor. Sabía que su padre no aceptaría nunca su condición sexual. No sentirse aceptado por su propia sangre hizo que buscara refugio en las hermosas historias del famoso novelista. Aunque fuera un mundo imaginario, le hubiera encantado vivir en él.
Jungkook realmente ha leído todas sus obras. Fue una gran casualidad descubrir que el escritor sería el próximo caso en el que tendría que involucrarse.
Sin embargo, es un profesional y sabe que su trabajo es la prioridad.
Sobre la mesita del salón descansa una Glock G19 desarmada, su pistola favorita. Pequeña, compacta y fácil de llevar, pasando totalmente desapercibida. Jungkook recoge el revólver y con una sola mano, la que tiene saludable, intenta armarla nuevamente y cargarla con tres balas. Lo hace con una rapidez extrema y comprueba en su reloj de muñeca que lo hizo en cuatro segundos. El pelinegro asiente convencido. Lleva practicando esa rutina desde que regresó de Nueva York y ha mejorado mucho el tiempo necesario para tal labor.
Busca en su bolso el teléfono que le fue dado, uno diferente del que usa de forma particular y del que le fue otorgado por el novelista. Revisa la pantalla y teclea un pequeño mensaje de texto:
"Email enviado.
Pendiente de instrucciones"
El asistente suspira agotado.
Espera que este sea uno de los últimos emails que tenga que enviar.
Coge su teléfono, con la intención de escribir un nuevo mensaje al escritor para confirmarle que todos los eventos han sido postergados, pero se queda fijamente mirando su propio reflejo en la brillante y negra pantalla del celular.
Un doble reflejo.
Como si fuera dos Jungkooks en vez de uno. Dos caras de una misma moneda.
Está acostumbrado a crear un nuevo personaje en cada caso asignado. Pero ante Seokjin, a quien sigue considerando su héroe, le fue imposible mentir en su forma de ser.
Esta es la primera vez que se ha mostrado tal como es.
Mira con nostalgia, en su brazo, la línea del tatuaje con la firma del novelista. Cuando todo acabe, quizás sea lo único que le quede de recuerdo.
"Aguanta Jungkook", murmura para sí mismo, cerrando los ojos.
Su trabajo está casi terminado.
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