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3. Dulce encuentro


Suena la alarma del teléfono y Kim Seokjin no quiere despertar. Intenta apagarlo sin abrir los ojos pero es imposible. Resignado abre uno de sus párpados y desliza en la pantalla el símbolo de la alarma hasta apagarla.

Se despereza en su cálida cama de hotel, entre sus sábanas de seda y se encoge nuevamente en su particular pijama de una sola pieza, mullida y colorida, que parece asemejarse a algún animal fantasioso. Es una fría mañana de invierno pero se decide en levantarse antes que el sueño le vuelva a vencer.

Llama al servicio de habitaciones para ordenar algo de desayunar y sus abultados labios forman un pequeño puchero al colgar la llamada y saber que no disponen de cupcakes de merengue suizo con algodón de azúcar. ¿Pero qué clase de hotel cinco estrellas era éste?  Podría pedir alguna otra cosa para desayunar pero su antojo es enorme.

Piensa en sí mismo y sonríe imaginando en lo gracioso que sería si estuviera embarazado como alguno de los personajes de sus novelas omegaverse y que su alfa tuviera que correr para satisfacer los antojos de su pequeño cachorro. Cierra los ojos y lleva una de sus manos a su níveo cuello, frotando suavemente. Una marca, piensa. Sería genial tener una en el cuello y a través del lazo de una mordida, su persona destinada pudiera sentir lo que él siente y saber lo que piensa y lo que quiere.

Sin duda le encantaría vivir en un mundo así. ¿De qué otra forma podría alguien saber lo que desea y cómo se siente, sin verlo y sin tocarlo?

Eso sólo le pasó una vez, hace muchos años.

Su mente divaga rememorando la imagen de un niño cuyo nombre no recuerda, pero siempre le esperaba a la salida del colegio. Un niño de tez morena y preciosos hoyuelos, al que le daba la mano en sus paseos por la playa mientras recogían pequeñas caracolas de la orilla. No hacía falta que le dijera cuál de ellas más le gustaba, él siempre lo sabía y se la daba a modo de regalo. No hacía falta que lo llamara cuando se sentía solo, él siempre lo esperaba afuera de casa y lo recibía con una sonrisa. No hacía falta que le dijera que estaba aburrido, él siempre le contaba algún cuento de héroes y ballenas, le sorprendía con algún dato curioso sobre el mundo y la naturaleza, o inventaba algún juego para los dos. No hacía falta que llorara cuando se sentía triste, él siempre sabía el momento justo para darle un abrazo. No le hacía falta nada más. La felicidad se encontraba en su sonrisa y sus intensos ojos color del mar.

Seokjin suspira. Son tantas cosas las que quiere recordar pero su mente no se lo permite, sólo le muestra imágenes y pequeñas escenas que él intenta armar y formar con todas ellas su gran rompecabezas.

Fueron casi siete años los que estuvo en coma después de aquel accidente en el mar y al despertar nada recordaba. El día que despertó se encontró en la habitación de un hospital de Seattle, una ciudad que desconocía. Difícil fue reconocerse en el espejo. Su cuerpo tenía en aquel entonces quince años y los cambios eran más que evidentes. Tuvo que aprender a caminar e incluso a hablar y entender el idioma extranjero. Poco a poco fue recordando a su madre y su familia, incluso algunas partes del fatídico percance.

Tiempo después fue recordando imágenes de aquel niño, llegando muchas noches a soñar con él. Sabía que todos esos recuerdos no eran simples sueños, sabía que sucedieron en verdad, lo sentía muy dentro de sí, cuando cada vez que lo veía en sus sueños, despertaba con una calidez en el alma y una inmensa paz en su corazón. Años después quizo averiguar sobre lo sucedido y encontrar a aquel muchacho, pero sólo pudo descubrir que sus abuelos habían fallecido y no había más rastro de él en el pueblo.

Seokjin vuelve la mirada a su teléfono, decidido a llamar a su nuevo asistente y pedirle que encontrara algún lugar donde satisfacer su dulce antojo. Se detiene antes de hacerlo recordando que su ayudante anterior, aunque era un buen hombre muy profesional en su trabajo y siempre cumplía con todos sus caprichos, renunció días antes de viajar a Corea, asegurándole que pese a ser un buen jefe, él ya no tenía vida por estar veinticuatro horas pendiente de la suya.  Su antiguo exnovio le dijo lo mismo años atrás cuando decidió terminar su relación con unos aires de superioridad. Pero era un caso diferente. Él era modelo y aunque Seokjin creía que había encontrado su otra mitad, el otro sólo buscaba fama y popularidad, y cuando lo consiguió, todo se acabó.

Seokjin siempre estuvo acostumbrado a ser el centro del universo. ¿Qué había de malo en querer un poquito de atención?, ¿Era él tan absorbente como pensaba? Meneando la cabeza y negando para sí mismo, se puso de pie decidido a cambiar aquello. Él se sentía autosuficiente. Ir a comprar era una pequeña tarea que por supuesto él podría hacer por sí sólo. ¡Claro que podría!

Se da una ducha rápida y busca en internet, las pastelerías y cafeterías más cercanas a su hotel. Realiza un par de llamadas y en una ellas su rostro se ilumina. Había encontrado por fin el lugar que tanto buscaba, aunque no tenían servicio de reparto a domicilio. Confirma el pedido por teléfono indicando que lo recogería en media hora. Cuelga y mira su reloj. Son aún las diez de la mañana. Se alista con lo primero que encuentra en su maleta, unos jeans negros rasgados y una sudadera rosa con una amplia capucha. Se pone los lentes de sol y le queda perfecto para ocultar un poco su rostro, ya que esta vez no le da tiempo de aplicarse las cremas y bases de maquillaje suave que suele usar para mimar su piel. Y sale de prisa del hotel para coger un taxi.


Namjoon tiene hoy sábado su última sesión con su psiquiatra. Son las sesiones que le obligaron a tomar en el trabajo después del fatal día donde falló la misión. Le dieron libre elección de profesional y él eligió sin dudar a su amigo Hope. Sabe que hizo mal, no debería ser su mejor amigo quien lo estuviera tratando pero no se veía a sí mismo contándole toda su vida a una persona que no conoce. Hope sabe casi todo sobre él y eso piensa que debería ser una ventaja. Dejó de ir a las dos últimas sesiones porque según él se siente bien y ya no le eran necesarias, pero olvidó llamar a cancelar las citas y ahora su doctor favorito se ha enfadado un poco con él. Pero Namjoon sabe como contentar a su amigo, llevándole los brownies de chocolate y nueces que tanto le encantan, de la pastelería cercana a su consultorio.

Estaciona su negra motocicleta fuera del local y mientras cruza el umbral, sus fosas nasales se inundan del agradable y dulce olor que llena todo el lugar. Sus paredes amarillas y decoraciones con flores en variados colores le dan un toque especial. Es una pastelería muy concurrida y famosa por sus especialidades en postres exóticos. Hay muchas mesas llenas de parejas y familias que acuden con sus niños a desayunar.

Forma fila detrás de un muchacho que está hablando aún con la encargada del lugar y espera pacientemente su turno, mientras revisa algunos mensajes en su teléfono.

- Señor, sentimos que no pueda pagar su pedido con tarjeta. Tenemos el mecanismo estropeado desde ayer y por el momento solo estamos aceptando el pago en efectivo - repite apenada la muchacha por décima vez en el día, mientras mantiene sus manos aún en el pedido semienvuelto cuidadosamente en un papel especial.

- Se lo pagaré, lo juro - se excusa Seokjin, apenado hasta los huesos, cogiendo el pedido por uno de sus lados, intentado atraerlo asi sí mismo-  sólo salí del hotel deprisa y no pude traerme la cartera. Sólo tenía la tarjeta en el pantalón y-

- Lo lamento mucho, señor, - la muchacha sigue reteniendo el paquete envuelto y tira hacia ella con suavidad, no cediendo a la poca fuerza que pone el muchacho en sus manos - pero no puedo dejarle el pedido si no lo paga antes...

- Si usted me deja tiempo, puedo llevarme los cupcakes- vuelve a jalar levemente el pedido hacia él- , ir deprisa al hotel a por el dinero y volver.

- No puedo hacer eso señor, mi jefe se enfadaría. - la joven hala de nuevo del pedido, temiendo que incluso se estropeen los postres en el lento tira y afloja.

- ¿No puede hacer una excepción, por favor? - se quita los lentes de sol y los mantiene en su mano mientras le mira con ojitos aguados, casi en súplica - ¿Créame que soy una buena persona.. sólo tenía tantas ganas de probar este cupcake... ¿Cómo podría engañarle con este hermoso rostro? - hace el último intento para convencerla.

- Señor,- le mira la muchacha con tristeza-   realmente siento que no pueda llevarse su pedido, pero son las normas.

- ¡Por favoooooor!

Namjoon había dejado de revisar su teléfono y no había perdido detalle de toda la conversación que sucedía enfrente de él. Aquel chico parecía estar pasándola mal. Incluso le daba cierta gracia la forma en que rogaba por un dulce... la escena le era un tanto familiar y le causaba una sensación de dejavú. Namjoon no disponía de mucho efectivo, pero su sentido del deber le dictaba que tenía que ayudar de alguna manera.

- ¡Yo lo pagaré! - dice Namjoon en voz alta y grave, asustando a Seokjin, haciéndolo girar bruscamente hacia atrás para buscar de dónde provenía esa voz. Deja caer sus lentes y con la mala suerte de que aún mantenía una de sus manos en el paquete semienvuelto, tirando de ellos en el rápido movimiento al girar, ocasionando que algunos pastelitos vuelen por los aires y aterrizando dos de ellos en el cuerpo de aquel muchacho que gentilmente se había ofrecido a ayudarle. Uno de ellos cae en su chaqueta de cuero y otro se estampa en su rostro, arrastrando la crema del pastel en su mejilla y en parte de sus labios y barbilla.

- ¡Oh Dios mío! - exclama la encargada de la tienda, impresionada por todo lo que había acontecido y apurándose en entrar a la cocina para buscar algo con que limpiar aquel desastre en el lugar.

- ¡Lo siento muchísimo! - se adelanta Seokjin hacia aquel joven, dejando los pastelillos en el mostrador, cogiendo algunas servilletas de la misma y con ellas comienza a limpiar la mejilla de aquel hombre, mientras con la otra mano mantiene con suavidad su rostro - No era mi intención, me asusté un poco, - limpia esta vez la barbilla cuidadosamente - fue muy descuidado de mi parte, lo siento tanto - termina limpiando lentamente la comisura de la boca ajena.

Namjoon se había quedado paralizado. Quizá por sorpresa o quizá por aquellos profundos ojos cafés que se mantenían fijos en su rostro, realizando minuciosamente su tarea, mientras unos dedos frios mantenían su mejilla. Lo miraba morder levemente su labio con nerviosismo y soplar suavemente para retirar algunos restos de papel que habían quedado pegados en su rostro.
Aquel chico había invadido su espacio personal sin miramientos y al contrario de sentirse intimidado, se sentía nervioso por el contacto y un leve rubor comenzó a subir por sus mejillas. Quizo hablar pero no salía palabra alguna, sólo quedando sus labios entreabiertos. Sintió un leve rastro de dulce en su labio superior y pasó su lengua tímidamente sobre éste, sin perder de vista el rostro frente al suyo.

Aquel gesto hizo que Seokjin se alejara de súbito, cayendo en cuenta de lo que estaba haciendo, aún con la servilleta en la mano, fijando sus ojos en los ajenos, unos hermosos ojos azules oscuros que le miraban con estupor. - Lo siento, lo siento , lo siento. - repetía haciendo constantes reverencias, avergonzado al recordar las palabras de su madre, repitiéndole incansablemente que no actuara de forma tan despreocupada al llegar a Corea porque alli eran mucho más reservados que en EEUU y podrían considerarlo una falta de respeto. Eso era lo que menos quería que pensara de él aquel amable joven.

Definitivamente hoy todo le estaba saliendo mal, no era su día de suerte. ¿Por qué demonios salió del hotel? Tendría que haberse quedado alli o dormirse todo el día. ¡O morirse de hambre alli mismo en su cama!, ¡Maldito antojo!

- No te preocupes, - le responde Namjoon con una sincera sonrisa, mostrándo unos hermosos hoyuelos - estoy bien. Y extendiéndole la mano le da unos billetes que el castaño recoge con timidez.- Esto es para que pagues el pedido, espero que sea suficiente.

- No... No es necesario... Yo...

- Tranquilo, sé lo que es quedarse sin dinero en el momento menos pensado. - Su suave voz tratando de calmarlo. - Debo irme, llego tarde a la cita con mi doctor -busca en su pantalón las llaves de su moto- sólo venía por unos brownies pero creo que tendré que irme sin ellos - agrega con una leve sonrisa. - Que tengas un buen día - termina haciendo una pequeña reverencia antes de girarse para salir del local, más es detenido por una mano que delicadamente se posa en su brazo para detenerlo.

- Espera, por favor - le detiene Seokjin y rápidamente se acerca al mostrador y acomoda cuatro cupcakes en unas servilletas. -Éstos no se cayeron, llévatelos por favor, los haz pagado, son tuyos también.

- No es necesario, yo-

- Por favor, me sentiré mal si no lo haces.

Namjoon recoge los dulces suavemente de sus manos y al rozar los dedos ajenos con los suyos siente algo extraño. ¿Una leve electricidad tal vez? ¿O quizá la sensación de algunos peces nadando en su interior?

- Gracias. - Finaliza agachando la cabeza en una media reverencia y camina un par de pasos en dirección a la puerta. Se detiene y vuelve a girar el rostro hacia atrás y sonríe hacia aquel muchacho castaño antes de salir finalmente del local.

Seokjin se queda mirando la puerta de entrada de la pastelería. Termina por recoger algunos cupcakes en una mano y mantiene un par de billetes en la otra. Mira hacia el suelo y ve rotos sus lentes de sol. Bufa en una media sonrisa pensando en que tendría que comprar otros.

Quizá pese a todo, sí hizo bien en salir hoy de su hotel. Quizá hoy si podría ser su día de suerte.

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