26. Mío
Namjoon sale de los baños con paso firme, llevando a Seokjin a cuestas, dejando reposar el suave estómago del castaño en uno de sus fuertes hombros y sosteniendo su mochila en el otro.
—¡Nam! ¡No puedes llevarme así!—protesta el escritor con medio cuerpo colgando y dando pequeños golpecitos sobre la espalda del peligris. —¡Nos va a ver todo el mundo!
—No me importa la gente, lobito. No debes caminar. Te puedes hacer daño. Yo cuidaré de ti de ahora en adelante.
El novelista suspira rendido.
No hay nadie más terco que Namjoon. Eso lo tiene por seguro.
El detective camina hacia la sala de espera, donde Hoseok y Jungkook charlan tranquilamente, sentados junto a unas maletas.
Ambos comentaban lo sucedido después del accidente. La conmoción que se vivió en el set de grabación y sobre el lamentable estado en que quedó el señor Larts. El mecanismo de iluminación cayó casi por completo sobre él, dañándole gravemente las piernas. Su vida no corre peligro, pero es probable que no vuelva a caminar.
Le contó también sobre la caótica entrada en el hospital. El asistente con medio brazo colgando y oyendo a su jefe que no dejaba de gritar a los enfermeros: "¡Inyéctenme lo que sea, pero tengo que viajar hoy mismo! ¡Necesito ver a Namjoon!"
Jungkook también resultó herido al apoyar mal el brazo al lanzarse sobre Seokjin y caer ambos al suelo, teniendo como consecuencia una pequeña fractura en el hueso.
Con suerte todo salió bien.
No tuvieron tiempo de recoger sus cosas del lugar de grabación. Razón por la que dejaron los teléfonos y demás pertenencias allí, sin poder comunicarse con nadie. Seokjin tenía mucha prisa por salir del país y solicitó a la cadena televisiva que enviara todas sus cosas a Corea directamente, desistiendo de poner cualquier demanda por el accidente ocurrido. Sólo llegaron al hotel a cambiarse y recogerlo todo antes de partir en el primer vuelo hacia Seúl.
Una vez en el avión, la faz de Seokjin se relajó totalmente. Y así se mantuvo todo el viaje hasta que su vuelo aterrizó. Caminaron despacio, aún adoloridos, arrastrando sus maletas por las grandes salas del aeropuerto de Incheon, hasta que oyeron a Jackson gritar.
Al ver al detective sosteniendo las manos ajenas, Seokjin sintió una corriente de celos estallando como un volcán en su interior. Con vivo fuego en sus pupilas, soltó sus maletas en el suelo, dejando atrás a su asistente y caminó enfurecido lo más rápido que le dejó su lesionada pierna. Casi como en una escena crucial de alguna telenovela.
Hoseok ríe recordando la cara con la que se quedó Jackson después de ver a Seokjin apartarlo de su querido Namjoon. El rubio, enfadado al ver sus planes deshechos, finalmente se fue a Nueva York.
—¡Ya era hora de que volvieran!— exclama el doctor al ver acercarse a su amigo, poniéndose ambos hombres de pie. —Pensé que tendríamos que quedarnos a dormir en estos incómodos asientos.
—Al menos serán más cómodos que tu adorado sofá— responde el moreno en tono burlón.
—Muy gracioso, hermano. Veo que ya recuperaste el sentido del humor.
Hoseok se dispone a saludar al escritor, pero cubre su boca, intentando no reír al sólo poder ver frente a él la parte trasera de sus jeans en todo su esplendor. —Gusto de conocerte en persona Seokjin-ssi, aunque no pueda verte a la cara en este momento.
—El gusto es mío Hoseok-ssi, espero poder conocernos en mejores condiciones— responde el castaño desde la espalda del detective. —Quizá cuando tu amigo, el hombre de las cavernas, pueda dejarme algún día pisar el suelo.
Namjoon esboza una sonrisa de medio lado al oír al escritor. Gira su vista hacia el asistente, observando el pañuelo celeste que lleva anudado al cuello, el cual sostiene uno de sus brazos enyesados.
El peligris da un paso hacia Jungkook pero éste retrocede por instinto, cubriendo asustado su cuello con la mano que le queda libre.
—¡No me mate, Hyung! Juro que en la videollamada no vi nada y...— Jungkook deja de hablar al ver la mano extendida del detective. Con temor le ofrece también la suya y el moreno la estrecha firmemente.
—Gracias, Jungkook. Gracias por cumplir tu promesa de proteger a Seokjin— dice el peligris, ligeramente emocionado. —Te debo la vida.
—No fue nada, Hyung. Lo haría de nuevo si fuera necesario.
Namjon le sonríe y se gira, caminando con Seokjin sobre el hombro, quien esta vez ya no muestra a ambos hombres el trasero, sino su rostro visiblemente avergonzado. El escritor cubre sus ojos con uno de sus brazos y mueve la otra mano en señal de adiós.
—¿A DÓNDE VAN?—exclama Jungkook.
—¡A CASA!— responde el peligris cada vez mas lejos.
—¿¿¡Y NO VAS A LLEVARTE NADA!??— exclama Hoseok, indignado al ver todas las maletas que tendrán que cargar.
—¡SÓLO ME LLEVO LO QUE ES MÍO!— dice riendo divertido, mientras le da una nalgada a Seokjin que lo hace ruborizarse aún más.
Algunos viajeros los miran asombrados y los guardias de seguridad aguantan la risa al verlos pasar por la puerta principal del aeropuerto.
Seokjin va a matar a su amado detective cuando lleguen a casa.
¡Oh, sí!
Aunque quizás lo mate... a besos.
Recostado sobre su confortable y espaciosa cama se encuentra el escritor, rodeado de cojines y peluches. Tiene el cabello húmedo por la reciente ducha que acaba de darse. O mejor dicho, la ducha que acaban de darle.
Mantiene sobre su cuerpo una ligera bata de baño en tono rosa pastel, anudada a la cintura.
Debería estar cómodo y feliz. Pero mantiene un visible mohín en los labios.
Los brazos y piernas cruzadas denotan su intranquilidad.
—¡Cariñooooo, la cena ya va estar listaaaaa!— grita el peligris desde la cocina.
Y he ahí al causante de su enfado.
Namjoon.
Desde que llegaron ayer del aeropuerto, no ha dejado que mueva ni un solo dedo en casa.
Lo ha llevado en sus brazos a cada lugar del departamento. Al salón, a la cocina, a la habitación, incluso hasta al baño.
Lo ha alimentado, cambiado de ropa, incluso bañado.
Sin embargo esa no es la razón principal de su ceñudo rostro.
Anoche, el castaño intentó mostrarse cariñoso y sugerente... Pero en seguida fue detenido por el detective que con muy lindas palabras le explicó que no lo tocaría mientras no se recupere de sus lesiones.
¿PERO, POR QUÉ?
¿QUÉ TIENE DE MALO?
El escritor lo está deseando desde que se fue.
¿Es que no se da cuenta?
Arde de ganas desde que lo vio moverse tan sensualmente para él a través de la pantalla.
Pero el peligris sólo parece querer mimarlo y protegerlo.
Ok. Es verdad que aún le duele el pie. El tobillo sigue inflamado. Los puntos aún no han cicatrizado completamente en su cabeza y tiene algunos moretones en los brazos y la espalda, como consecuencia de la caída.
También le persigue un ligero malestar por los medicamentos que tiene que tomar para sus heridas.
Pero, ¿Por qué el peligris no se atreve a tocarlo? Seokjin no quiere sentirse como un niño pequeño, puede cuidarse solo. Es un adulto. Es fuerte.
¡Y SOLO QUIERE UN POCO DE SEXO, MALDITA SEA!
¡Eso no va a matar a nadie!
El peligris irrumpe en la habitación con una bandeja, llevando sonriente un plato humeante de comida recién hecha. Se sienta al lado de la cama del escritor. Coloca los palillos en sus dedos y recoge algunas verduras salteadas, dispuesto a darle de comer.
—Di aaaa...
Seokjin, cruzado de brazos, lo mira enfurruñado y gira la cabeza, evitando la comida.
—Cariño, tienes que comer. Sino no vas a recuperarte.
—Te dije que me siento perfectamente.
—Ayer dijiste que te dolía hasta respirar.
—¡Pero por la noche ya me sentía bien!
Namjoon suspira y deja la comida nuevamente sobre el plato, aparta la bandeja y la deja sobre la mesita al lado de la cama. Lleva su mano a la barbilla del enfadado castaño y gira su rostro suavemente hacia él, mirando con dulzura sus hermosos ojos color miel.
—Mi Seokjinnie, ya te expliqué lo que sucedió con Jackson en el aeropuerto. ¿O es que sigues molesto porque anoche no quise...
—No voy a rogarte más, señor detective musculoso ¡Encima no llevas camiseta! ¿Y te paseas por toda la casa así? ¿Es alguna especie de castigo tuyo?
—Cariño, tenía calor mientras cocinaba y me la quité.— El peligris suspira, mirando a su caprichoso cachorro que continúa mirándolo enojado. —Bebé, sólo estoy intentando cuidarte. Temo hacerte daño— dice mientras acaricia tiernamente su mejilla.
Seokjin bufa, pero su enfado se desvanece con el ligero tacto del peligris. Pone su mano sobre la del moreno, que aún se mantiene sobre su faz, y acurruca su rostro sobre la palma del detective, cerrando los ojos brevemente.
—Tu nunca me harías daño, Nammie.
Desde que pisó la casa, Namjoon no ha pensado en otra cosa que en tener su tibia piel desnuda bajo su cuerpo. Pero su razón se lo impide. Jamás se perdonaría ser el causante de empeorar sus lesiones. Así que intenta distraer su mente pensando en otras cosas. Regar sus plantas, revisar documentos de su investigación, cocinar, limpiar y en no dejar que el castaño realice ningún esfuerzo ni mueva uno solo de sus cabellos.
Pero Seokjin no parece pensar lo mismo que él.
¿Acaso no sabe cuán difícil es aguantar sus propios instintos?
¿No se da cuenta de la tortura que es tenerlo cerca sin poder probar el dulce sabor de su piel?
Seokjin da un suave beso en la mano del peligris y lentamente dirige la mano del moreno por su propio cuello. Baja con parsimonia por su blanco pecho, colándose entre la semiabierta tela de la bata de baño que lleva encima.
Namjoon se muerde los labios al sentir la suave y húmeda piel del escritor bajo sus dedos.
Oh... El novelista es tan malvado. Está poniendo a prueba la capacidad de contenerse de un simple mortal.
—¿Puedo intentar convencerte, Namjonnie?
Y la capacidad de reprimirse se va al demonio poco a poco.
🚫🔞Advertencia: Capítulo con contenido explícito. Si no es de tu agrado, puedes evitar leerlo y saltar al próximo. No afectará la trama ni el entendimiento de la historia.
Encima de las sábanas, Seokjin continúa recostado en sus confortables almohadas. Desliza la bata por uno de sus hombros, dejando ver su perlada piel.
Ha obligado al peligris a sentarse en una silla frente a los pies de su cama, advirtiéndole que se mantenga en aquel sitio sin moverse.
Muere de ganas por que sus grandes manos recorran su cuerpo, pero quiere castigarlo. Darle una pequeña lección por sobreprotegerlo tanto.
El escritor suelta lentamente el delgado cinturón que mantiene atada la bata a su fina cintura y la tela empieza a abrirse, dejando ver su firme abdomen y parte de sus tiernos muslos.
El detective entrecierra los ojos. Se cruza de brazos y mantiene una de sus manos sobre su barbilla, mirando atento el impresionante espectáculo de su amado escritor.
El castaño lleva una de sus piernas hacia arriba, haciendo un arco imaginario sobre el aire y la deja caer lentamente hacia un lado, dejando ver su intimidad en todo su esplendor.
Una de la cejas del peligris se alza en sorpresa y deja su lengua deslizarse por el carnoso labio. Seokjin esta vez no se muestra avergonzado, está disfrutando de las reacciones del detective.
Namjoon expira todo el aire que intenta contener en sus pulmones al ver la apetecible piel expuesta del escritor. Suave, dulce y tersa como el melocotón.
Pero sus felinos ojos están sumamente concentrados en una sola cosa.
Aquello que lleva entre las piernas.
El plug en forma de cola.
No sabe en que momento se lo ha podido colocar. Quizás mientras estaba terminando de hacer la cena.
Y le queda tan bien...
¡Oh, sí!
Tan perfecto que parece parte de su ser. Esas hebras coloridas en tonos marrones y cobrizos, resaltan aún más su blanca piel.
Y es tan erótico.
Tan animal.
Tan sexy.
Tan él.
Que quisiera levantarse de su asiento en ese mismo momento y hacerlo suyo de la forma más salvaje posible. Pero aún conserva un poco de su cordura, aquella que le dicta que debe seguir protegiendo y cuidando de su cachorro.
Sin dejar de observar al moreno, Seokjin se sienta sobre la cama, flexionado sus rodillas y se gira dando la espalda al detective. La suave tela de la bata de baño cae por sus hombros, dejando ver el singular tatuaje de la constelación de Cetus en el blanco lienzo de su piel. Cada lunar de su espalda unido en finas líneas, simulando el hermoso mapa estelar de una ballena. Por fin Namjoon lo puede ver con claridad. Su mente dormida no recuerda la importancia de aquella figura... pero sabe que es allí donde sus dedos quieren morir.
Quiere tocar cada marca, besar cada lunar de su exquisito cuerpo.
Porque para él, su piel es el universo entero.
Seokjin vuelve a mirarlo y travieso le guiña un ojo. La tela cae sensualmente por el final de su espalda, dejando ver la apetecible curva de sus glúteos.
Al detective se le hace la boca agua. Seokjin es su dulce pirómano, el único capaz de incendiar su mundo con sólo verlo.
Tentadoramente, el escritor se agacha, meneando su firme y redondo trasero adornado con la singular cola, buscando entre sus almohadas la diadema que guardó noches atrás. La encuentra y acomoda las peludas orejitas en sus castaños cabellos, completando su singular disfraz.
Seokjin es tan hermoso, más aún cuando está desnudo. Sus delicadas formas y fina silueta es una obra de arte digna de un museo.
Se deshace fácilmente de su bata de baño arrojándola al suelo. No sin antes recoger de la misma el fino cinturón de satén y anudarlo con un delicado lazo a su cuello, simulando la correa de algún sabueso.
—¿Sigo sin convencerte, Nammie?
—Soy policía, cariño. He sido interrogado, amarrado, incluso torturado. Será difícil que logres convencerme— alardea el peligris, aunque sabe que está perdiendo casi por completo la razón.
—Eso lo veremos, Alfa.
Seokjin comienza a gatear lentamente sobre la cama, como un animal en celo acechando a su semental, camino hacia Namjoon que no ha dejado de verlo en ningún momento, casi sin parpadear.
Al llegar al borde de la misma, a menos de un metro del peligris, se arrodilla sobre las sábanas de seda y desliza sus manos con suavidad sobre su propio cuerpo. Los finos dedos recorren lentamente sus costillas y pellizcan con lascivia sus propios pezones. Una de sus manos recorre sus caderas y baja hasta el centro de su ser, dando atención a su necesitado miembro, subiendo y bajando por su semierecta extensión.
Seokjin cierra los ojos y lleva su cabeza hacia atrás, gimiendo bajito por el delicioso placer que se da a sí mismo. Sus sentidos estallando de gozo, incentivados al saberse vigilados por los azules orbes que ya no se muestran tranquilos como un mar el calma, sino como olas embravecidas que golpean contra algún alcantilado.
Vuelve a mirar al moreno y esta vez no pierde detalle de su lengua que se desliza por su boca y termina mordiendo el carnoso labio inferior, casi hasta sangrar.
Namjoon abre las piernas. Lleva la grande mano al bulto que comienza a crecer en su entrepierna y comienza a apretarlo por encima de la tela del pijama que lleva puesto. Trata de contener al animal oculto en su ser, pero es imposible. El vigoroso miembro lucha por ser liberado y el húmedo glande asoma por la tela de la cintura del pantalón.
Seokjin está fascinado.
Le gusta lo que ve.
Llevar al delirio al detective es uno de los placeres más satisfactorios que ha experimentado jamás.
Se siente grandioso.
Poderoso.
La presencia del peligris no sólo lo hace sentirse seguro, protegido y valorado. Sino también amado y sobre todo... deseado.
Seokjin sonríe triunfante, clavando sus pupilas en la figura del moreno.
—Bonito, estás jugando con fuego.
—Lo sé. —El escritor baja de la cama y camina despacio hacia el peligris, apoyando levemente el pie sobre la alfombra para evitar hacerse daño, pero situándose con seguridad a horcajadas sobre las fuertes piernas del detective. —Me gusta quemarme en tu infierno.
Seokjin sabe que ha ganado la cruel y dulce batalla.
Los dedos del peligris suben lentamente por los suaves muslos, adorando cada centímetro de piel.
—Me haz hecho rogarte dos días enteros ¿Crees que mereces tocarme, Alfa?
Namjoon tira con moderada fuerza de la cuerda que el castaño lleva amarrada a la garganta, acercando de un solo impacto su cuerpo al suyo y quedando el largo cuello expuesto en ofrenda hacia él.
—No necesito permiso para tocar lo que es mío. —dice Namjoon con total seguridad.
La tibia lengua del peligris recorre un ardiente sendero desde su pecho y sube hasta su fina barbilla, dejando pequeñas mordidas sobre la blanca dermis.
Seokjin ladea la cabeza, mostrándose sumiso. Sabe que este hombre viene a desestabilizar su mundo, que tiene el poder de convertirlo en pedazos y rehacerlo a su antojo. Y aún así no duda ni un segundo en entregarse y dejar que haga de él lo que desee.
Porque él ya no se pertenece.
Su cuerpo y su corazón ahora son suyos.
—Me haz vencido, lobito— susurra Namjoon con grave voz, mientras una de sus manos lo apega aún más a su bronceado ser, acariciando la espalda desnuda de Seokjin. —Eres mío— gruñe sobre su cálido cuello. —Solo mío. Mi Omega.
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