14. El efecto Namjoon
El elegante Maserati azul se abre paso por la mojada carretera.
Namjoon pidió prestado el auto al escritor, pues la intensa lluvia dificultaría conducir su amada motocicleta.
El limpiaparabrisas se mueve constantemente frente a él y el detective lleva mil pensamientos cruzando por su mente, intentando encontrar relación en cada uno de ellos. El fallido accidente en el estacionamiento, el auto sin matrícula, las negras plumas, la presencia extraña del señor Larts, los sobres, las cartas, los mensajes... incluso las flores rojas que vio en la entrada antes de salir de casa.
El escritor afirmó haberlas recibido hace poco y le daba lástima deshacerse de ellas, porque insiste en que las flores son muy hermosas y ellas no tienen la culpa que sean utilizadas en viles fines.
Pero a Namjoon le preocupa mucho más el sentido en que pudieron ser enviadas.
Sabe que no es cualquier flor común.
Son Azaleas.
Las reconoce fácilmente pues pasó gran parte de su niñez ayudando y sembrando en el gran jardín de la casa de sus abuelos. Ellos le enseñaron con cariño y esmero sobre el cuidado de las plantas y los interesantes significados de las flores.
El peligris conoce bien lo que significa las Azaleas rojas... Venganza.
Pero, ¿Acaso no son el mismo tipo de flores que Yoongi comentó le dejaron a Jimin hace tiempo en el cementerio?
Sus pensamientos son interrumpidos por una llamada entrante en su teléfono y contesta activando el altavoz, sin dejar de conducir.
—Hola Hope.
—¡Nam, qué alegría oírte! Pensé que no me contestarías el teléfono. Estaba preparado para ir a recoger los despojos que quedaran de ti en algún lugar de Seúl. Tengo marcado este día en mi calendario cada año.
—¿De qué hablas, Bro?
—Espera. ¿Lo haz olvidado? ¿Haz olvidado tu rutina de depresión anual? ¿Olvidaste que un día como hoy perdiste a tu príncipe de las ballenas?
—¡Oh! ¿Es en serio? ¡Era hoy! Jamás lo había olvidado en todos estos años.— Namjoon responde asombrado pero inmediatamente sus labios se curvan en una sugerente sonrisa. —Estuve ocupado con un nuevo caso... Y con cierta fiera que creyó estar en celo y que hoy me dio sin querer los buenos días... Muuuuuy buenos días.
—Imagino que cambiar depresión por algo de sexo podría considerarse una buena terapia temporal.
—Salvo que no hubo sexo.
—Eso en tu caso es muy extraño. Dime por favor que no se trata de tu ligue tóxico.
—Ja,ja,ja. ¿Jackson? No, no. Que Dios me libre. Sigo ignorando sus mensajes.— comenta riendo el peligris. —Justo iba a llamarte. ¿Podrías encargarme unos cuantos cupcakes de algodón de azúcar de la pastelería cerca de tu consultorio?
—Espero que no sean sólo para observarlos, como sueles hacer con todas las cosas dulces que te traen recuerdos.
—No, esta vez son para regalárselos a alguien.
—El señor Kim, regalando cosas... ¿Y sin sexo?— pregunta aturdido el doctor. —Amigo, creo que necesitas terapia o te estás enamorando.
—Quizás... las dos cosas.
—Un momento ¿Don "No creo en el amor" me está diciendo que cree poder estar enamorado? ¡Dónde está Namjoon y dime lo que haz hecho con él! ¡Me estás asustando!— exclama escandalosamente mientras oye de fondo las carcajadas del peligris. —Ok. Reservaré tus pasteles para que los recojas esta tarde. Tengo consultas en cinco minutos con algunos pacientes y por eso te vas a librar de todas las preguntas que quiero hacerte. Pero quedaremos pronto para vernos. Y ME LO CONTARAS TODO. ¿Entendido?
—Sí, mamá. — afirma con divertida ironía.
—Buen chico, nos vemos Nam.
La imponente fachada de la comisaría le da la bienvenida y el detective estaciona enfrente, sin perderse las atentas y curiosas miradas de muchos de sus compañeros que al verlo en tan lujoso auto deben pensar que se ganó la lotería.
Camina a pasos rápidos para intentar no mojarse con la intensa lluvia, llevando unos jeans ajustados y una conocida chaqueta negra de Dior. La eligió especialmente de su armario pues aún conserva la suave fragancia del perfume de Seokjin.
Desde anoche sólo puede pensar en él y en su dulce aroma. Llevar la prenda puesta le ayuda a calmar un poco la ansiedad de no tenerlo cerca.
¿Será una obsesión?
Talvez si.
Una dulce obsesión.
Accede al gran edificio gris, pasando por algunos pasillos y usando el ascensor, hasta que sus pasos se detienen en la oficina del teniente Min.
Entra sin tocar, como tiene por costumbre hacer cada vez.
Yoongi se encuentra ultimando los detalles de un reciente expediente con un subalterno, quien al ver a Namjoon y saber de antemano su mal temperamento, hace una venia a ambos hombres y prefiere retirarse con prontitud de la oficina, cerrando la puerta tras de sí.
—Buenas tardes Nam, veo que nuestro cliente el millonario te está tratando muy bien. Tienes mejor aspecto— afirma el teniente entrelazando sus propios dedos encima del escritorio.
—Déjate de halagos Yoon. Iré directo al punto— comenta el peligris sentándose de forma descuidada en la silla frente a él. —El señor Kim casi fue atropellado anoche. De no haber sido por mí, hoy estaría bajo tierra.
Yoongi abre los ojos en asombro ante la impactante información.
—Creí... que sería un caso más simple.— pronuncia preocupado al notar el vendaje en el cuello del moreno y pensar que pudo ser causado por el accidente. —¿Tú te encuentras bien?
—¿Ahora te preocupas por mí?
—Siempre lo he hecho.
—No después de lo que pasó con Jimin.
—Sabes que tampoco fue fácil para mí. Necesité tiempo para asimilarlo. Él era alguien... muy especial en mi vida.
—¿Y yo? ¿Qué era yo en tu vida Yoongi? ¿Un trozo de mierda fácil de desechar? ¡Éramos como hermanos!
—Nam... Yo...
—Déjalo. No tiene sentido seguir hablando de esto— bufa cansado el peligris. —Necesito que tu equipo me envíe los datos del evento Dior de anoche. Cámaras de seguridad del estacionamiento. Lista de invitados. Contactos de vigilancia. Toda información necesaria.
—De acuerdo— pronuncia en voz baja. —Pediré que te lo manden a primera hora de mañana.— El teniente se levanta de su mesa, se dirige hacia uno de los estantes donde extrae una carpeta y se la entrega, antes de volver a sentarse. — Éste es el resultado de las nuevas pruebas realizadas a los sobres recibidos por tu protegido. Hemos descubierto que están hechos de fibra de bambú. Es inusual este tipo de sobres por su alto precio y es más inusual que se exporte a EEUU. Según los sobres revisados, son los mismos, tanto los del extranjero como los últimos recibidos en el país.
—¿Quieres decir que el sospechoso podría ser asiático?
—Más concretamente coreano. Existen sólo tres poblados rurales en el país que realizan estos sobres de manera artesanal.
—Ok. Trabajaré con esa información.— afirma el detective, dando un vistazo a las hojas de la carpeta. La cierra y le extiende a Yoongi una servilleta enrollada junto con un papel doblado. —Necesito también que tu equipo revise éstas nuevas plumas, los envíos de hace dos días de la floristería aquí apuntada y las redes sociales de mi cliente. El día de ayer recibió un mensaje anónimo aludiendo al accidente. Es probable que se enviara desde un IP falso, pero aún así prefiero descartarlo.— Se levanta de la silla, acomodando la chaqueta sobre sus hombros. —Bien, eso es todo por ahora. Dile al Superior Kim que le enviaré un informe el fin de semana. Debo irme, le prometí a Seokjin no tardar.
—¿Seokjin?— inquiere en tono acusatorio.—¿Tan pronto le hablas informalmente?
—No es tu problema, Yoon.
—Lo es si tu extraña cercanía puede afectar tu trabajo.
—¿Puedes meterte en tus asuntos?
—La última vez que decidí meterme en mis asuntos, todo salió mal— expresa con rabia en su voz. —Si tan solo hubiese informado antes sobre la íntima relación que tenías con Jimin, todo sería diferente. Él hubiera dejado de ser tu compañero en la misión, ¡Él estaría vivo!— exclama dando un duro golpe en la mesa con las palmas de las manos.
—¡Basta! Nadie va morir en este caso.— El peligris da unos fuertes pasos hacia la puerta, parándose brevemente en el umbral. —Y si alguien tiene que hacerlo, me aseguraré de ser yo. Así al menos podrás quedarte en paz con tu conciencia.
Namjoon sale cerrando la puerta bruscamente, dejando a Yoongi confundido y preocupado.
El teniente Min extrae un cigarrillo de uno de los cajones de su mesa y se acerca al balcón de su oficina. Mientras lo enciende y da una larga calada, intenta recordar en qué momento se estropeó aquella amistad de tantos años.
Sus brillantes ojos se pierden en la gran ventana frente a él. El claro de luna le permite apreciar las diminutas luces blancas y rojas de la ciudad, difuminadas por los grandes surcos de agua cayendo como cascadas sobre el cristal.
La lluvia bañaba la noche.
Su asistente se tuvo que ir hace menos de veinte minutos, antes que la tormenta empeorase aún más.
Seokjin pasó la mayor parte de la tarde escribiendo algunas páginas de su obra y jugando con Jungkook varios juegos en internet.
Descubrió que ambos tienen gustos similares y que su asistente es muy competitivo en todo lo que hace. Disfrutó como un niño cada partida, gritando con cada victoria y quejándose en cada derrota.
Intentó mantener su mente ocupada para evitar pensar.
Pensar, pensar y pensar.
Pero inevitablemente terminó pensando.
Exactamente como ahora, mientras frota suavemente sus brazos con un gel de olor a moras y cerezas, dándose un baño de espuma en su jacuzzi ubicado frente a la pared acristalada que le da una vista impresionante de todo alrededor.
Al recorrer la suave esponja por su piel no puede evitar recordar lo ocurrido anoche. Antes todo era borroso, pero ahora sus recuerdos son tan nítidos que le gustaría tener una videocámara en su interior y grabar cada imagen, cada palabra, cada gesto... cada beso.
Salpica el agua con las manos, intentando disipar las imágenes en su mente, pero es imposible. Los fuertes brazos de Namjoon, su piel bronceada, su boca siendo mordida por sus propios dientes, su piel rasguñada por sus uñas, su lengua recorriendo su cuello...
¡Dios!
Ahora no sabe como lo va a volver a ver a la cara.
¿Debería disculparse?
Qué estupidez.
¿Qué le diría? ¿Disculpa por montarte?
Ja, ja, ja...
Se ríe a carcajadas el castaño mientras sopla un poco de espuma de sus manos.
Un fuerte estruendo proveniente de fuera le sorprende y las luces de la casa se apagan por completo.
A tientas recoge una toalla e intenta salir de la bañera, pero sus jabonosos pies resbalan, terminando por caer de espaldas sobre el suelo.
Namjoon llegó hace unos minutos al departamento.
Lleva consigo la bolsa de la pastelería y comprueba con gusto que pese a la lluvia, los cupcakes favoritos de Seokjin siguen intactos.
La tormenta hace retumbar la vivienda y las luces de la cocina se apagan súbitamente.
Namjoon coge su teléfono del bolsillo y alumbra el lugar para evitar tropezar. De repente oye un fuerte ruido en la planta superior de la casa y corre a grandes pasos, subiendo los escalones de dos en dos, temiendo que el castaño pudiera estar nuevamente en peligro.
Cogiendo impulso, tumba la puerta con un duro golpe de su hombro y entra a la habitación, agitado y angustiado.
La puerta del baño está abierta y antes que pudiera pronunciar palabra, las contagiosas carcajadas del castaño comienzan a inundar todo el lugar.
Namjoon alumbra hacia el suelo y ve al escritor semidesnudo, con una pequeña toalla cubriendo parte de su cuerpo mientras su pecho se contrae en risas y más risas.
—¿Estás bien?— dice el peligris, mientras deja su teléfono encendido en el lavabo, alumbrando a media luz el lugar y tendiéndole una mano para levantarse.
—Yo sí, pero creo que mi puerta y mi dignidad no— contesta el castaño sin dejar de reír y tomando la mano del detective. —Al menos en la oscuridad, la humillación será menor.
El suelo aún empapado hace que Seokjin vuelva a resbalar, pero unos fuertes brazos lo sostienen de la cintura, evitando su caída y acercando su mojado cuerpo contra el moreno.
—Tengo mejores planes para hacer en la oscuridad— responde susurrándole con grave voz, muy cerca del oído del escritor, mientras siente caer lentamente la toalla que lo cubría.
—Creo que podríamos intentar primero en forma de perro, creo que me sale mejor— pronuncia sonriendo Seokjin.
—¡Hey!, aquí el maestro soy yo.
—Ok. Es tu turno ahora, genio.
—¿Acaso no te gusta esto? Mira. ¡Es mi anaconda!
—¡Por Dios! ¿Qué es eso? Es muy grueso ¡Parece una anaconda que se comió un elefante!
Las risas se oyen por toda la casa.
Ambos hombres están acostados en el suelo, uno al lado del otro, sobre la confortable alfombra de la habitación de Seokjin. Llevan los pijamas puestos y los brazos estirados hacia arriba, intentando mover los dedos en variadas formas. Ríen gratamente entretenidos, proyectando sombras que reflejan con las manos, ayudados por la suave luz del teléfono del peligris, simulando siluetas de animales en el techo.
El escritor gira la cabeza hacia Namjoon, quien parece intentar esforzarse en hacer la sombra de un conejo con sus manos. Observa atentamente su perfil apuesto y marcado, surcando en sus mejillas unos leves y encantadores hoyuelos. Baja su mirada hacia su cuello y ve el gran vendaje puesto, recordándole nuevamente todo lo sucedido.
—Namjoon, yo... Yo recordé todo. Gracias por protegerme anoche y sobre lo que pasó después, yo... Yo realmente lo siento. Lamento haber bebido tanto.
—Eres adorable cuando bebes— responde sin verlo, intentando reflejar otra sombra, esta vez de algún tipo de ave. —Deberías hacerlo más seguido, pero asegúrate que yo esté cerca cuando lo vuelvas hacer.
Seokjin se sonroja y gira nuevamente su rostro hacia el techo, alzando sus manos, formando con ellas la sombra de un pez.
—No deberías apenarte— agrega el peligris moviendo el rostro hacia el escritor, observando con atención sus finos rasgos y la forma en la que muerde sus labios. —Realmente me gustó, pero preferiría que estés consciente la próxima vez.
Seokjin se incorpora y se sienta apoyando las manos hacia atrás en la alfombra. Sin ver al peligris, coge uno de los cupcakes de la bandeja a su lado y le da un ligero mordisco. —¿Debería haber próxima vez?
—Eso sólo podrás decidirlo tú, bonito.— responde sin perder de vista su figura desde atrás. El ancho suéter de su pijama cae por uno de sus hombros, mostrando la clara piel de su espalda por donde asoma algún tipo de tatuaje que le encantaría ver alguna vez en su totalidad. —Pero puedo adelantarte que el día que lo decidas no podrás deshacerte de mi fácilmente. Soy más adictivo que uno de tus dulces favoritos.
—Quizá yo pueda ser más adictivo que eso— afirma vanidoso el castaño. —Llevas hablando más de diez minutos y no haz podido dejar de mirarme de espaldas. ¿Verdad? Aunque estoy acostumbrado.— agrega girando la cabeza hacia el detective —Es el efecto Seokjin.
El peligris ríe divertido y se incorpora en la alfombra hasta quedar a su altura, quedando su rostro muy cerca del castaño.
Observa un pequeño trozo de crema del pastel en sus labios y acerca una mano hacia la mejilla del escritor, sin perder de vista su cautivante y roja boca, entreabierta, tan apetecible que sería infame no caer rendido ante tal tentación. Se pierde en sus profundos ojos color avellana y avanza los pocos centímetros que le separan del castaño.
Y lo besa. Como deseó hacerlo desde que despertó con él en sus brazos.
Un cálido beso que lo lleva a presionar suavemente sus labios con los ajenos, moviéndolos con parsimonia y lentitud, degustando el dulzor en cada espacio.
Los labios de Seokjin se sienten suaves sobre él, como si besara una esponjosa nube, como si probara un trozo de cielo.
Saborea la crema del pastel en sus mullidos belfos que no sólo saben a azúcar, sino a miel de ambrosía, un alimento de los dioses que hacen de su boca su propio manjar.
Namjoon se siente seguro cuando percibe al castaño abriendo la boca poco a poco para él, entregándose, cediendo el paso a su tentadora lengua que sondea a fondo cada rincón de su cavidad.
Lame cada recoveco como si lo marcase desde el interior como algo suyo, devorando sus labios, besándolo hasta saciarse, sintiéndolo temblar en sus manos, hasta hacer que el otro jadee ansioso por falta de aire.
Separa su boca del escritor y mantiene una de sus manos acunando su rostro. Observa por uno segundos sus hermosos labios y con el pulgar repasa la comisura de su boca, retirando restos de brillante saliva que aún queda en ella.
—Y esto, cariño, es el efecto Namjoon— pronuncia el detective sonriendo de medio lado.
Con los ojos cerrados e intentando recuperar el aliento, Seokjin asiente con una ligera sonrisa en total acuerdo con la afirmación del peligris. Su fantasiosa mente incluso se atreve a pensar que si sólo de besos se viviera, podría sobrevivir con uno de éstos quizá cien años más.
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