4- Tarde especial
- Listo, ya son todos -dice Dylan, pasando una mano por su cabello para peinarlo.
- El líquido amniótico te sirve como fijador de cabello -dice el señor que carga a los becerros.
- ¡Richard! -una mujer de cabellos blancos lo fulmina con la mirada-. Hay una chica aquí con nosotros, no puedes decir ese tipo de cosas frente a ella -se me escapa una risa disimuladamente.
- Bueno, mujer. ¿Qué quieres que haga? -se voltea y ls mira fijamente-. Si la chica no quiere escuchar, es mejor que tape sus oídos y listo...
- Eh, disculpen. Pero yo ya estoy acostumbrada a esto -sonrío-. Antes vivía en una granja, con mi familia, en un pueblo... Pero ahora que estoy mayor, he decidido venir a la ciudad y ser independiente...
Ambos ancianos voltean a mirarme y sonríen con dulzura. La mujer se acerca y me toma de los hombros.
- Richard, se parece tanto a nuestra pequeña Hannah -sus ojos expresan nostalgia-. Hija... ¿recuerdas cuando eres como ella y tenías esos sueños?
- Sí mamá -sonríe la madre de Dylan y mira a la mujer mayor.
- ¡Bienvenida al pedazo de pueblo en esta gran ciudad! -dice el hombre mayor, me rodea con uno de sus brazos-. Nunca conseguirás algo semejante a esto, niña.
Todos sonreímos, la verdad me agradan mucho, son personas muy amistosas. Me siento como en casa.
Se llevaron a los becerros, todos son muy hermosos y cada uno tiene un nombre. Nos dirigimos a la parte de los jardines y están haciendo jugo con las uvas. En casa lo hacía de pequeña.
- ¡Hey, Charly! -saluda Dylan. Él es el único que está aquí conmigo para que no me pierda, los demás se están ocupando de otras cosas.
- ¡Hola, amigo! -lo saluda un chico moreno. Se acerca al oído de Dylan y susurra algo-. Es linda la chica ¿es tu novia? -obvio que lo dijo muy bajo, pero igual lo escuché, Dylan niega ligeramente y Charly entiende-. Es un gusto conocerte preciosa -me sonríe-. ¿Te atreves a hacer jugar con nosotros?
- Oye, creo que no deberíamos... -interrumpo inmediatamente a Dylan.
- ¡Me encantaría! -me quito los zapatos y quedó solo en mi vestido.
- Entonces, manos a la obra -le guiña un ojo a Dylan-. Abran espacio por favor, traemos a una nueva moledora, su nombre es... ¿Cuál es tu nombre?
- Soy Elisa -digo en voz baja y con timidez.
- Elisa, lindo nombre. Pero no tanto como tú -esos coqueteos más rayados que un disco viejo. Como si no los conociera; le devuelvo la sonrisa.
Me carga y me sube al gran cesto de madera, donde todos están moliendo fresas y uvas. Sentir las frutillas bajo mis pies es lo más especial y único que existe en esta vida, nada se compara con eso.
Charly convenció a Dylan de entrar al cesto, allí estábamos un grupo de aproximadamente 10 personas y todos se veían alegres. Me gusta estar aquí, una señora calló y le extendí la mano para ayudarla a levantarse.
- Gracias -dijo sonriente mientras se levantaba-. Eres una chica muy amable, nunca te había visto por aquí -nos reincorporamos en el trabajo de moler las frutillas.
- Es una larga historia -le sonrió-. Pero sí, soy nueva aquí -deje escapar un suspiro.
Todo el ambiente está tranquilo y callado, se siente la suave y fresca brisa, y lo único que se escuchan son las hojas de los árboles moviéndose.
- Mi nombre es Diana, linda. Para ser tu primera vez en un establo, lo haces bien. Tienes estilo para moler esas fresas.
Nos echamos a reír.
- En realidad soy nueva en la ciudad, vengo de una casa en el campo. Mi familia y yo teníamos nuestra pequeña granja -ella hace un gesto de sorpresa-. Me encanta moler las frutillas, pero en mi casa lo hacemos de una forma distinta.
Comencé a aplaudir llevando el ritmo, todos se voltearon, incluyendo a Charly que está lejos de nosotros. Daba pequeños pasos de baile y saltos.
- ¡Vamos todos a cantar! -Di tres aplausos-. ¡El ritmo has de llevar! -hice un pequeño salto-. ¡En familia es divertido! -Piso, giro y salto-. ¡El trabajo en equipo!
La señora me sonrió y todos me miraban detenidamente.
«Pareces una loca rara»
Como siempre mi hermosa cabezita, subiéndome el autoestima.
«Gracias por auto-ofenderte Elisa»
La verdad no me importa lo que otros digan de mí, mi madre me ha enseñado que lo que otras personas piensen de mí no vale nada, lo que importa es quien soy en realidad porque ellos no me conocen. Así que seguí con mi baile.
- ¡Sube, baja, ahora a un lado! ¡ríe, siente su encanto! ¡Quiero más intensidad! ¡La frutilla a triturar! -reía y la señora Diana me seguía el ritmo.
- Enséñame como lo haces, será divertido.
Yo sonreí muy feliz, comenzamos a bailar y cantar las dos juntas. Las demás personas se empezaron a sumar y cantaban con nosotras. En un abrir y cerrar de ojos, todos los que estábamos dentro del gran cesto trabajábamos en familia.
- Dylan, ¿No bailarás hijo? -Dylan miró a Diana y sonrió
«Mira su sonrisa Elisa, es un lindo chico y muy sexy. Ahora, baila con él.»
Maldición, otra vez mi puto subconsciente.
«¿Qué te sucede Elisa? ¿Cómo puedes pensar eso de él? Ni siquiera lo conoces, a penas lo viste esta mañana. A demás, casi tienes sexo con su hermano»
Soy un ser humano complicado, Dios, no me soporto a mí misma.
- Quiero, pero no sé bailar... -Diana lo fulminó con la mirada-. Bueno, no sé este tipo de baile... -corrigió rápidamente.
- Entonces deberás enseñarle a bailar -me dice a mí.
- Bien... -le daba las primeras pautas para el baile y el me copiaba muy rápido, lo hace bien para ser sincera-. Eso es todo...
- Gracias, ya me siento preparado para participar en Factor X -reí ante su pequeño chiste, lo gracioso es la seriedad con la cual dice las cosas «No pienses en eso»
- De seguro ganarás -colocaron música y debo admitir que tiene un ritmo muy pegadizo. Charly se acercaba a nosotros.
- ¿Puedo unirme a su baile? -cuestionó, mientras se quitaba los zapatos y arremangaba sus pantalones. Yo sonreí, pero Dylan no parecía estar igual de feliz.
- ¡Claro que sí! -a decir verdad, Charly me cae bien. Es un chico moreno de ojos grises y tiene la misma altura que Dylan. Pero lo único que no me gusta mucho es su "coqueteo"; eso es algo fastidioso, pero puedo sobrevivir.
«Solo dices eso porque piensas quedarte aquí en esta granja, te gusta mucho. O también... puede ser que te gustan los chicos que están aquí»
«No, no me gustan»
- Me caes bien linda -Charly sonríe coqueto y me toma de la mano-. ¿Quieres bailar conmigo un rato? Pienso que la música es buena para la ocasión.
- ¡Por su puesto que quiero bailar contigo! -me acerqué a él para corresponderle. Seguimos bailando, hasta que en un momento me cargó y me comenzó a dar vueltas en el aire. Fue inevitable, comencé a reír de la emoción.
- Me encanta cuando ríes, hermosa -me bajó con el mayor cuidado posible. La luz del sol hacia lindo contraste con sus ojos, los realzan y hacen más brillantes-. Debo irme... ¿Te gustaría salir conmigo esta noche? -sentí un poco de dudas, se supone que debería estar buscando trabajo. Pero creo que una noche fuera de casa no me hará daño, es sólo una cita.
- Sí, me encantaría salir contigo -ambos nos quedamos unos segundos en silencio y nos sonreímos mutuamente. Aún no me ha soltado la mano y la brisa mueve con suavidad su sedoso cabello.
- ¡Bueno, creo que debes ir a trabajar! -el repentino grito de Dylan nos sacó de nuestros pensamientos, me asustó ese idiota-. Fuera de aquí, cuidado al bajar de Charly. No quiero que te caigas sobre el excremento de caballo y te arrolle un tractor -tiene una sonrisa forzada. No lo conozco muy bien pero no soy tan ciega.
- Está bien -me dió un beso en la mano y después se alejó.
- Que lindas tus intenciones hacia Charly, le deseas mucho bien -mi sarcasmo es notorio.
- Gracias, soy una buena persona -me miró ¿enfadado? No sé qué cara es esa que tiene.
- Bien... -empecé a moverme en dirección a la salida de la cesta.
- ¿A dónde vas? ¿No vas a seguir aplastando fruta? -me comenzó a seguir.
- Ya no tengo ganas.
- ¿Que no tienes ganas? Entonces voy a hacer que cambies de opinión.
Sentí como me caía encima una pelota fría de las fresas y moras molidas. Me cayó en toda la espalda. Justo hoy tenía que llevar puesto mi suéter blanco. Me volteé de golpe y el estaba riendo, ¡TODOS ESTABAN RIENDO!
- Me las pagarás -susurre entre dientes y así comenzamos una guerra de fruta.
Me arruinó mi suéter, mi pantalón, mi cabello y todo. Ahora soy una ensalada de fruta viviente, este imbécil no se escapará de mí. Lo estoy destrozando, llenándolo de fruta.
- ¡ERES UNA BASURA! ¡AHORA TRAGA FRESAS!
- ¡AHORA ERES COMESTIBLE! -hizo una cara de pervertido y todos quedamos en silencio, que incómodo su comentario.
- ¡¿A CASO QUIERES COMERME?!
- ¡TE DEVORARÉ!
- ¡HAZLO SI PUEDES!
Corrió hasta mi para atraparme, pero lo esquive. Me resbalé y el terminó empujándome para que cayera. Mi respiración está agitada, llevamos más de 15 minutos luchando todos los que estábamos en la cesta.
- Ahora sí -se sentó sobre mí ahorcadas y tomó un puño de frutillas para embarrar lo en toda mi cara-. Estoy satisfecho con mi trabajo -canturreó levantándose y extendiendo su mano.
- Puto -me levantaba y tomé rápidamente un puño de frutillas pero antes de poder estrellarlo contra él, alguien me empujó y me hizo caer desde la gran cesta.
- ¡ELISA! -ya era tarde, estaba más sucia que antes; pero esta vez de algo que no quieren saber-. ¡¿POR QUÉ HICISTE ESO SHELLBY?!
- Mierda, no pensé que te alteraría tanto. Sólo te salvé de ella, te iba a ... -Dylan la interrumpe antes de seguir con su discurso de "¿Por qué Elisa está nadando en excremento de caballo?"
- Shellby, no sabes jugar -la miró con desagrado y bajó para ayudarme-. Lo siento, ella no quería hacer...
- No necesito explicaciones, ese no es asunto mío -me levanté con mi frente en alto y con cara y actitud de "Aquí nunca pasó nada"-. Gracias por su ayuda, Dylan; pero ya debo irme...
- No te irás de esa forma, vamos a la casa. Te ducharás y te vestirás con ropa limpia -llegó la señora Collins, sí, reconozco su apellido. Estaba en los productos a vender.
- No, yo no... -la señora Collins me interrumpe nuevamente.
- Entrarás a la casa y harás lo que dije, Hannah -¿Hannah? ¿Pero cómo lo supo?
- ¿Hannah? -Dylan tenía cara de confusión-. ¿Tu nombre no es Elisa?
Antes de que alguno de los dos dijera otra palabra, la madre de él me sacó de allí. Me rodeaba con su brazo.
- Señora Collins, se va a ensuciar su ropa...
- ¿A quién le importa? Hannah, esta vida es una sola; la ropa son solo trapos bonitos con los que cubrimos el cuerpo. A demás que no le tengo asco al excremento de caballo, cambié los pañales de mis hijos -río un poco nerviosa.
- Eso es cierto.
- Ahora vamos adentro -ella abre la puerta de la casa. Pero antes, yo hecho un último vistazo al jardín donde ya se está poniendo el sol del atardecer y logro ver a Dylan y Shellby abrazados, para después darse un beso... en los labios... qué asco.
- Al menos tuve un spa natural -dije sonriente, volviendo la vista a la casa.
Ser positiva en momentos así es lo mejor que existe. O al menos eso pienso yo...
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