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3- No todo es lo que ves

Los cálidos rayos del sol están sobre mí. Se siente su resplandor y como me acaricia para darme los buenos días. Ya debió haber amanecido.

Intento levantarme del lugar donde estoy, en verdad esta cama es incómoda, me estoy lastimando con lo que está debajo de mí. Intento abrir mis ojos pero es difícil, estoy muy cansada aún. Siento que algo camina sobre mí estómago y escucho ruidos extraños.

— ¡Ay! ¿Qué sucede? —me quejo al sentir algo mojado que cae sobre mí, es espeso como una baba y mis manos están llenas de eso—. No puede ser... —Inmediatamente toco mi cuerpo para saber si estoy desnuda o no y me levanto de golpe. Gracias a Dios, tengo ropa. No hice nada indebido con nadie.

Al mirar a mi alrededor noto que estoy en un... ¿establo? ¿qué carajos hago en un establo? Lo que caminaba sobre mí era una gallina que perseguía una cucaracha y lo que tenía encima era baba de caballo, y estaba dormida sobre paja de un establo.

— En lo que me he metido —llevo una de mis manos a mi frente con frustración.

— Tranquila mamá, estaré atento. Yo los ayudaré en ese momento, verás que serán hermosos —escucho que alguien está entrando al establo y decido esconderme ¿pero donde?. Busco con la mirada y el único lugar es dentro del cubículo donde esta el caballo, allí no me verán. Entro y cierro la puerta detrás de mí.

— Aquí no me descubrirán —suspiro aliviada y miro al enorme animal frente a mí—... Hola... Perdón por interrumpir tu privacidad, amigo. Sé que esta es tu habitación, pero entiéndeme, estoy intentando esconderme, es que no sé ni cómo terminé aquí y no recuerdo nada de lo que pasó ayer... —le explico todo al caballo frente a mí, el solo me mira con cara de aburrido—. Lo sé, estoy loca por hablar con un caballo, o sea tú. Pero bueno... Si nunca habías hablado con un humano esta es tu oportunidad. Es un gusto conocerte, mi nombre es Elisa —le sonrío amablemente, con los ojos cerrados mientras le hago una pequeña reverencia.

— ¿Elisa? Lindo nombre —mierda, ¿me habló? —levanto la mirada y el caballo ya no está—. ¿Eres una nueva empleada o nueva novia de mi hermano? —me volteó y me consigo con un chico alto, de cabello castaño claro, ojos café y tez blanca. Me mira fijamente—. También hablo con los caballos, bueno... Sólo con él, él es mi mejor amigo. Saluda amigo —el caballo relincha y después me hace una reverencia—. Le caes muy bien, su nombre es Franck y el mío es Dylan —me sonríe.

— Es un gusto conocerlos a ambos... Una pregunta ¿cómo terminé aquí?

— Mi hermano hace eso con sus novias, las trae a "una noche especial". Y tiene sexo con ellas en aquel espacio de allá —apunta justo a donde yo estaba durmiendo—. Siempre amanece aquí con ellas o se escapan después, dice que hacerlo al aire libre en una "aventura".

Empiezo a reír, primero por la locura de tener sexo donde las gallinas y los caballos hacen sus necesidades fecales y segundo, para no llorar por haber dormido donde tiene sexo con chicas. Qué asco...

— Y por cosas como esa es que no tengo novio —el chico ríe.

Estuvimos dando vueltas por los alrededores y lo ayudé un poco con la limpieza de los establos, es agradable estar aquí, me recuerda a mi hogar.

— Los jardines son impresionantes, debo felicitar a su cuidador...

— Cuidadora querrás decir. Mi madre es quien se encarga de atender las flores del jardín y del mantenimiento.

A lo lejos veo pasar rápidamente a la chica morena de ayer en la noche. Solo que esta vez lleva en sus manos una cesta con fresas, unas deliciosas y hermosas fresas. Ella voltea a mirar a Dylan y baja la mirada, después reconoce mi presencia y me lanza una mirada de odio. No le hice nada y ya me odia, lo normal en mi vida, siempre tengo enemigos gratuitos.

— Oye, ¿Quién es esa chica linda? La morena... —pregunto curiosa.

— Oh, ella... —suspira profundamente—. Ella es mi novia, es linda ¿verdad?

¡¿WTF?! ¡¿Ella es su novia?! Pero ayer ella le dijo a Jay que ella pensaba que era la única... Esto es medio sospechoso...

— Sí, es una chica muy linda. Tienes suerte de tenerla... —le sonrió mientras él la mira embobado—. Creo que debería irme a casa... No sé ni cómo terminé aquí —me empiezo a reír y el voltea a mirarme, tiene una sonrisa de lado.

— ¿Tuviste sexo con mi hermano ayer? —me pregunta frunciendo el ceño.

— ¿Yo? Se nota que no me conoces. Eso no se pregunta —él intenta hacerse el impresionado—. ¡Cochino! Lo mal pensaste —le doy un golpe en el hombro.

— Bueno, perdón. Eso fue lo que entendí —nos empezamos a reír.

— Quería decir que no soy fácil, yo no tuve sexo con él...

Somos interrumpidos por una dama de cabello rubio. Ella nos sonríe cariñosamente.

— Michael los espera en el gran comedor. Desea que prueben sus nuevos platillos —me mira fijamente mientras sonríe—. Eres muy linda querida, me recuerdas a una pequeña que conocí hace algunos años, pero es lejos de aquí... —mira a Dylan—. Hijo, que bueno que hayas conseguido una chica que valga la pena. Esa Shellby no me agradaba, siempre era muy engreída y ella tiene algo que no me gusta, es como si no fuera sincera o transparente... Ella era una chica con bajas expectativas... —Dylan la interrumpe.

— Madre... Elisa es una amiga... —¡¿AMIGA?! PERO SI A PENAS NOS ACABAMOS DE CONOCER. Solo sonrió y la dama—. Shellby es mi novia, aún porque la amo... —baja la mirada y queda en silencio. Pero que incomodo estar aquí.

— Sí... Yo solo soy una, conocida, porque a penas nos conocimos hace unos instantes en el establo. Y es un gusto... Y no, no soy su novia...

— Oh, en el establo. Ya entiendo, eres novia de Jay, lo siento —se sonroja—. Pero es una lastima que no sean pareja Dylan y tú, se verían lindos juntos...

— Mamá, mejor vamos al comedor... —Dice Dylan que está ¿sonrojado?

Llegamos al gran lugar. Estar dentro de la casa es diferente al establo, aquí parece un castillo o mansión.

— Bienvenue —hace una pequeña reverencia y todas las mesa se llena de comida, los meseros llegan para servir el menú completo—. Bon appetit.

— WoW, esto se ve delicioso. Pero... No sé si pueda comer tanto, a demás de que me da pena estar aquí... —lo último lo digo en susurro.

— No debes sentirte avergonzada, siempre hay mucha comida en esta casa, así que lo importante es compartir con aquellos que nos rodean —la mujer me sonríe.

— Gracias señora...

— ¡YA VIENEN! ¡DYLAN, DEBES APURARTE! ¡VAMOS, CORRE!

El hombre entró corriendo y salió del lugar tan rápido como llegó. Dylan se levantó velozmente de su asiento y lo siguió.

— ¿Qué sucede? —pregunto un poco alterada por los gritos del hombre.

— Es mejor que tú misma lo veas querida... —la mujer se levanta de la mesa y me guía hasta el lugar.

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