
Varias cabezas rodarán
La pradera ha perdido su mágico brillo natural.
No importa el verdor de la primavera ni el aroma limpio del pastizal que crece vigoroso.
No... nada importa.
Salvo el depredador que viene detrás, corriendo veloz, sediento de sangre.
Se escucha claramente el silbido de la espada al cortar el aire. La mano que la empuña nunca ha errado su blanco y ahora, incluso a la carrera, tampoco fallará.
La víctima corre trastabillando, ora con un pie golpeando alguna roca, ora cayendo y rodando sobre sí mismo. Y aún a pesar de todo, siempre termina poniéndose de pie y prosiguiendo con su escape.
Pareciera que el viento canta un réquiem anticipado.
Como si mil voces de los ya caídos pronunciaran una suerte de letanía musical.
Y la carrera continúa...
El cazador va sonriendo, saboreando el miedo de su inocente perseguido.
Hace siglos, cuando todo comenzó, el clan de la luna roja nombró a sus Jefes y Cazadores.
Centenares de años actuando siempre de igual manera... Un Jefe señala las víctimas que ha escogido como tributo a la Diosa de la noche. Un Cazador, entonces, sale tras la presa en una carrera que siempre lo corona vencedor.
Con el último rayo de sol, la presa cae sin oportunidad.
Esta vez, Uryuk es el elegido para la caza.
Ya tiene a la víctima en la mira, le ha perseguido durante kilómetros de sol y sed, por terrenos desérticos antes de alcanzar este verde espacio.
Una lomada aquí, otra más allá... de a ratos deja de verlo, pero Uryuk sabe que no perderá.
Cuando por fin lo alcanza, la espada se ilumina con el resplandor del sol que se va a descansar.
Algo en la mirada de la presa, desgarrador y lastimero; algo en su propia alma curiosa y terriblemente aburrida de la existencia que lleva.
¿Qué sucedería si él, Uryuk "el Grande", dejase escapar al marcado?
Una sonrisa maliciosa, clamando aventuras, pone en evidencia el plan del Cazador.
-Vamos, vete... -murmura, guardando su espada.
El muchacho, que deja de ser víctima y vuelve a la condición de simple humano, le mira atónito, incapaz de moverse.
-Vete, rápido... -indica Uryuk, con tono amenazador- Antes de que cambie de planes.
El humano tartamudea, mientras se incorpora y se lanza de nuevo a la carrera.
El Cazador sonríe una vez más.
Será entretenido ver cómo reacciona el Jefe...
Tal vez ahora pueda medirse de igual a igual con alguien capaz de hacerle frente.
Los hombres son demasiado débiles, es muy sencillo darles muerte. Ya no da ningún placer ni le permite sentirse superior el cortar el hilo de vida de un humano.
Sus Jefes no tolerarán ese agravio, La pelea vendrá seguro.
-A divertirse, pues... -susurra Uryuk, antes de retomar camino hacia su hogar.
Esa misma noche, varias cabezas rodarán.
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