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Volver a empezar

Hace tiempo ya que vengo observando a los niños y jóvenes de nuestra sociedad. Como docente, como madre y abuela, es una franja etaria que siempre me atrae y me sorprende.
Al pensar en mi infancia y adolescencia, una sonrisa aflora siempre en mi rostro, pues me considero una afortunada por lo que me tocó vivir. Y creo, sin temor a equivocarme, que nosotros, los mayores de 40 años, tuvimos la misma suerte, con la posibilidad de disfrutar mucho más, de esa etapa fundamental en la vida de cada persona. 
Claro que los seres humanos nunca nos conformamos y siempre queremos más. La radio no nos alcanzaba y celebramos la llegada del televisor en blanco y negro. Pero se volvió monótona así que en el 81, llegó el color a nuestra TV. Hasta las fotografías tomaron vida, llenándose de colores. El mirar algún programa que otro, jamás nos impidió reunirnos con los amigos en la calle, en la plaza, en el cine; incluso nos reuníamos en la casa del amigo que tenía televisión y mirábamos lo poco que teníamos para elegir. Luego, con el avance acelerado de la tecnología, en algunos hogares también había computadora y Nintendo, así que las reuniones de amigos continuaban. Las casas se vestían de risas y travesuras y eran más coloridas que las imágenes de la TV. Pero nada de esto era más importante que las reuniones afuera, al aire libre, donde se mezclaban pelotas con muñecas, bolitas con bicicletas, chatas con cochecitos, trepadas a los árboles, caídas, llantos, peleas… todo se arreglaba entre nosotros. Y al anochecer, el llamado a viva voz de la Chicha y de Carmita, marcaba la hora de ir a cenar y nos despedíamos hasta el día siguiente. Nos juntábamos los siete días de la semana. ¡Nada impedía eso! El distanciamiento social no existía, como sí existe en estos tiempos. Y no me refiero al provocado por la pandemia, sino al producido por el uso indiscriminado de los celulares. 
No hay duda alguna de que la llegada de la tecnología ha hecho mucho más fácil y cómoda nuestra vida. Pero, ¿a costa de qué?
Tenemos todo al alcance de un botón: libros, cursos, música, películas, pago de facturas, delivery, amigos, entretenimientos… ¡Vaya si es cómodo!
Y a medida que la tecnología avanza, se alejan los encuentros en la biblioteca, en las aulas, en el cine, en el parque, en la esquina, en el barrio, en las veredas… ¡Y nos quedamos solos!
Y cuando los celulares tocaron las manos de los adolescentes, ¡atraparon sus almas!
¡Juntos pero separados! Es increíble que este slogan tan de moda hoy, por la pandemia, hace rato que se da. Los jóvenes (y aquellos niños que lamentablemente ya tienen celular), andan como zombies en la calle, en la plaza, en los portales. Están juntos, con sus amigos, pero cada uno sigue prendido a su celular, en su mundo. Han hecho de la soledad, su mejor compañera.
Pero… Siempre hay un pero… Creo que esta pandemia tiene algo de positivo, aún con todo lo negativo que carga. El aislamiento y el distanciamiento social, moralmente obligatorio, nos ha hecho dar cuenta de cuánto necesitamos del otro. Es que somos seres sociales y necesitamos del otro para poder "ser" nosotros mismos. Nos necesitamos para poder "hacer" y para poder "dejar ser". Solo con el otro esto se hace posible y es la única manera que tenemos de aprender a vivir en sociedad. La pandemia ha actuado como el freno que necesitaba la sociedad. Hoy las familias volvieron a convivir y los niños y jóvenes han podido disfrutar de todo eso que se puede "hacer en casa", como cocinar con los padres, estudiar juntos, inventar juegos, mirar una película en familia, en fin, todo eso que nosotros tuvimos de manera natural.
Hoy, con la apertura responsable de los protocolos sanitarios, se ven más familias andando en bicicleta, más niños jugando juntos en la plaza y muchos menos celulares en las manos de adolescentes. 
Tal vez vivíamos demasiado apresurados y el "estar en pausa" nos permitió rescatar las cosas buenas de antes. 
Tal vez sea tiempo de volver a empezar…
Y tal vez por esas mismas ganas de volver a empezar, es que hemos vuelto a disfrutar de las fotos en blanco y negro...

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