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Pioneros

El 3 de julio de 1927, Uruguay, nuestro pequeño gran país, se convirtió en el primer país latinoamericano en donde las mujeres pudieron votar.
Se trató de un plebiscito local donde la ciudadanía decidía acerca de la integración de la localidad de Cerro Chato, a Florida, Treinta y Tres o Durazno.
La Corte Electoral dictó un decreto en el que señalaba: " Las personas, sin distinción de nacionalidad y sexo, que deseen intervenir en el plebiscito, deberán inscribirse previamente en el Registro que abrirá la Comisión Especial Parlamentaria".
La primera mujer que votó en Latinoamérica lo hizo en esta ocasión y fue Rita Rebeira, inmigrante brasileña de 90 años.
Ese día no resultó ser un día feliz, ya que, aunque la mujer estaba legalmente autorizada a ejercer su derecho al voto, la sociedad machista no se mostró dispuesta a aceptar "semejante disparate".
Entre rencillas de parejas y otras disputas entre vecinas, a las 16 horas de este "pintoresco" día, culminó la recepción de sufragios. Se contabilizaron un total de 357 votos, de un total de 383 inscriptos
Once años después, en marzo de 1938, la mujer votó por primera vez en el Uruguay, según había quedado establecido en las enmiendas de la reforma constitucional del 34.
A partir de esa primera vez que votó, el comportamiento de la mujer uruguaya comenzó a cambiar dentro de la sociedad: comenzó a fumar en público, a conducir vehículos, a postularse para cargos políticos.
Quizás al ver que fue su voto el que inclinó "la balanza" y determinó el triunfo de uno de los presidenciables, comprendió que ya era hora de que se le reconociera el valor que tenía; ya era hora de ser libre.
Si bien es cierto que aún hoy la mujer sigue luchando por el reconocimiento de sus derechos, se ha avanzado bastante en este intrincado camino, tan lleno de obstáculos, siendo quizás, uno de los mayores, la posibilidad de dar a luz a nuestros hijos. Este maravilloso derecho de la mujer, muchas veces se le ha vuelto en contra pues supone gastos para el Estado y empresas particulares. Felizmente ya existen muchos hombres que reconocen que la crianza de los hijos es una tarea de a dos.
El otro mayor obstáculo consiste en saber que la mujer es tan o más capaz que los hombres, para cumplir con cualquier tarea que se proponga realizar.
¿Será que los hombres tienen el temor de ser desplazados?
¿Temerán perder el poder del cual se apropiaron solo, y solo, por tener un pene?
La mujer se va abriendo caminos demostrando su capacidad, que es lo que verdaderamente tiene valor.
Seguimos en la lucha, es cierto, pero nos gusta luchar y celebrar cada logro, con el orgullo innato que poseemos desde que somos gestadas. Y cuando la matrona o el médico o las eco, dicen, a veces con pena o con casi un dejo de desprecio, "es nena", las madres "inyectamos", a través del "cordón de la vida", la valentía, las ganas y el amor necesarios para vivir y volar en el "mundo de los hombres".

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