La trata de personas...
El 30 de julio es el Día Mundial contra la Trata de Personas.
Sabido es que este problema no es de ahora. Cuando estudiamos la época en que éramos una colonia de España, allá por el siglo XVIII, nos asombrábamos con las historias de los negros traídos desde África, con el fin de ser vendidos al mejor postor, y convertirlos en esclavos. Éramos niños y no podíamos entender cómo era posible que esas cosas sucedieran. Varios de nuestros compañeros y amigos eran negros y nosotros no veíamos ninguna diferencia, salvo el color de la piel.
Saber que la esclavitud fue abolida en nuestro país antes de llegar a la mitad del siglo XIX, nos llenó de gozo. En nuestra inocencia pensamos que en nuestra época, eso "tan feo y raro", no existía.
En ese entonces no sabíamos que eso era, precisamente, trata de personas. Y jamás nos imaginamos que nunca dejó de existir.
La trata de personas es un delito en todo el mundo, y aún así, es un problema sufrido en todos los países. Explota a mujeres, hombres y niños con diferentes propósitos, entre los que se destacan el trabajo forzado y la explotación sexual, así como también la remoción de órganos, actividades delictivas y pornografía, entre otras.
En todos los países hay personas y organismos que trabajan para evitar este flagelo de la sociedad, aunque cada vez parece más difícil de solucionar.
Nosotros, la gente común, desconocemos la magnitud de esta situación. Quizás sea porque, felizmente, no la vivimos de cerca. Pero la gente que más sufre, es, precisamente, la gente común, y dentro de ella, la más vulnerable.
¿Y quiénes son los más vulnerables?
Los primeros que se nos vienen a la mente son aquellos que viven en la pobreza; en la pobreza económica, con carencias en la educación, marginados de la sociedad y con la esperanza de salir de un "agujero negro" que los oprime. La promesa de una vida mejor, aunque provenga de una persona desconocida, es el primer paso hacia un sueño por cumplir. Decididos a correr tras ellos, a aventurarse, caen en las redes de los traficantes de personas dispuestas a todo, con tal de no perder un buen negocio, porque de perderlo, corren el riesgo de perder la propia vida. Una vez que las víctimas son sacadas de su zona " de confort", ya no son dueñas de sus vidas. ¡Duele de tan solo pensar a lo que son expuestos!
Es por eso que el 30 de julio, a partir del año 2013, según lo estableció la Asamblea General de las Naciones Unidas, se conmemora el Día Mundial de la trata de Personas, con el fin de sensibilizar sobre un tema tan importante como los derechos humanos, e instar a los gobiernos a no decaer en los esfuerzos para lograr desestabilizar a los grupos minoritarios, aunque extremadamente poderosos, de traficantes de personas.
¿Y nosotros, la gente común, qué podemos hacer?
"Educar, educar, siempre educar", como insistió José Pedro Varela, nuestro revolucionario y visionario reformador de la la enseñanza. Educar en valores, acompañar a nuestros hijos en este camino, ser padres y abuelos presentes. Los niños y adolescentes necesitan de nosostros. Educar desde el hogar, hablar, jugar, reír, escuchar, comprometernos a ser parte de la vida de ellos. Enseñarles a aprender de los mal llamados fracasos. Establecer, junto con los lazos de amor, un vínculo de confianza que permita hablar de todos los temas y situaciones. Así como se está presente cuando los niños aprenden a caminar, nuestra presencia es fundamental para que niños y jóvenes acomoden el paso y transiten con firmeza, determinación y confianza, los diferentes caminos de la vida.
Solo así podrán elevarse y volar felices, en libertad.
Nosotros estaremos serenos sabiendo que cumplimos con nuestra labor. Y ellos volarán sabiendo que podrán volver al nido cada vez que lo necesiten.
"Los hijos no son tus hijos, son hijos de la vida", escribió Kalil Gibrán, pero nosotros debemos darles las herramientas necesarias para que desenvolverse en ella.
Nadie dice que la vida sea fácil, ¡pero vaya si vale la pena vivirla!
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