Allá por el año 1987, la población mundial llegó a  los cinco mil millones de personas. Por ese motivo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dos años después, declaró al 11 de julio como el Día Mundial de la Población.
Actualmente somos 7700 millones y se estima que dentro de diez años, la población mundial tendrá un incremento de 2000 millones.
¡Miles de millones de seres únicos e irrepetibles!
Y aún siendo tantos y tan diferentes, la naturaleza es tan perfecta, que hace posible que las personas adecuadas se encuentren y formen grupos que se ayudan entre sí y a los demás.
Claro que es sabido que también hay personas que se hacen mal a sí mismas, y por reflejo, también dañan a su entorno. Pero hoy hablaremos de esos seres maravillosos que tanto bien hacen a todo el mundo: las personas optimistas.
Si bien todas las personas tienen ese lado oscuro que los lleva a pensar en cosas negativas, en muchas de ellas prevalece el lado positivo con tanta fuerza, que las ideas negativas no pueden aflorar, y de hacerlo por algunos instantes, son desplazadas por la fuerza de las ideas positivas.
Se dice que cada uno de nosotros elige qué tipo de vida quiere para sí, día a día. Seguramente todos elegirían ser felices, pero la vida es muy dura a veces.
En un tema tan actual como el de la indigencia, ¿cómo puede sentirse feliz una persona que no pudo dormir por la noche, a causa del hambre y del frío? Para entender la situación de los demás habría que transitar la vida en sus zapatos, solo así podríamos opinar y ser justos.
Sin embargo, muchas de esas personas que viven en la calle, nos dan ejemplos de solidaridad y optimismo porque son agradecidas para con quienes les "dan una mano" y comparten lo "poco" que tienen, con aquellos que tienen menos.
Porque "tener" es mucho más que tener objetos materiales de sobra, "tener" es tener ganas de ayudar y  dejarse ayudar, es tener ganas de dar, es tener ganas de sonreír, de amar... es tener ganas de vivir.
¡Y esas son las personas optimistas!
Las que aún en la adversidad mantienen vivas, no solo la esperanza, sino también la confianza en sí mismos, sabiendo que el mundo gira y si se lo proponen, todo puede cambiar para bien.
Ser optimista no es genético.
¡Ser optimista es una actitud!
Se aprende con el ejemplo de nuestros referentes, sean padres, amigos, líderes, pero por sobre todo, está en cada uno la decisión de transitar la vida con las espinas que encontramos en el camino, esas que se clavan en el alma y que nadie puede evitar, o nos las quitamos, aunque duela,y  cambiamos de sendero.
No es difícil ser una persona optimista. Basta con tener confianza en sí mismo, no vivir comparándose con los demás, tener la capacidad de automotivarse  poniéndose metas posibles de ser cumplidas y luchar por lo que se quiere, saber disfrutar el presente y ver en los fracasos una oportunidad de crecimiento.
Los optimistas pasan por alto las críticas que se dan con maldad, pero toman muy en cuenta las que son constructivas y les ayuda a crecer.
Para ser optimista no es necesario vivir en un jardín florido ni haber tenido una infancia y adolescencia de ensueño. Tampoco es necesario tener una realidad maravillosa y sin preocupaciones.
Lo único necesario es elegir rescatar lo mejor de sí mismo, de los demás y de cada situación.
El optimista no es un pesimista desinformado, sino alguien que decidió hacer énfasis en lo positivo, porque nadie escapa al dolor ni a las frustraciones, lo importante es aceptar el desafío, ocuparse para hacer, crecer y mejorar.
"Cuando tratamos de ser mejores de lo que somos, todo a nuestro alrededor también se vuelve mejor"(Paulo Coelho).