LA TRAGEDIA
Adolescente desequilibrada
El impacto que ver el cadáver de la editora ha dejado en sus familiares es solo comparable al terror que se comienza a sentir en el lugar cuando de repente todo queda a oscuras y los forenses se ven imposibilitados para seguir realizando las autopsias que estaban haciendo ya que ni siquiera las luces de emergencia funcionan.
El fantasma de la adolescente se le aparece a todo el mundo lanzando gritos chirriantes y riéndose de tal manera que hiela la sangre en las venas de las personas. La desquiciada joven disfruta asustando a la gente que huye despavorida mientras Hayden atraviesa paredes y se divierte asustando a las personas, tirando al suelo los cadáveres sobre los que los especialistas están realizando el examen postmorten. No contenta con eso, la aparición se introduce en el cuerpo de la editora una vez todo parece haber vuelto a la normalidad, las luces han vuelto y ella parece haberse marchado.
Cuando los forenses se disponen a dejar el cadáver de la editora en condiciones para que pueda ser velado por su familia en el tanatorio, el cabello de la fallecida de repente comienza a oscurecerse y rizarse, sus facciones comienzan a cambiar hasta que los expertos ven un rostro totalmente diferente al que estaba sobre la fría superficie donde se lleva a cabo la autopsia. Los médicos no entienden que es lo que ocurre. Pero la chica aún no ha terminado de divertirse, abre los ojos y se incorpora sobre la mesa y mira a los forenses de forma maligna. Se acerca a ellos dedicándoles una aterradora sonrisa y observando los corazones de ambos con no muy buenas intenciones. Ambos caen al suelo asustados, momento que ella aprovecha para transformar su rostro en el de una criatura terrorífica con grandes colmillos y babas cayendo por su boca. Por suerte para los dos forenses, el estrés al cual el terror los está sometiendo hace que ambos mueran en apenas un par de minutos de un fulminante ataque al corazón. Al igual que ocurrió con el cabello de la editora, los de los forenses se vuelven blanco en apenas unos minutos, y en sus ojos hay una inquietante expresión de terror.
Hayden vuelve a recuperar su aspecto normal, en esta ocasión el de una joven adolescente de aspecto casi infantil y con voz dulce y añiñada dice.
—Yo no he sido.
La jovencita, cuyo espíritu flota por la oscura sala, se acerca a cada uno los cuerpos inertes de los forenses, sonríe con malicia.
—¿Qué os pasa? Estáis muy quietos y pálidos, ni que estuvierais...MUERTOS. —grita riéndose de manera escalofriante y abandonando el lugar atravesando una pared.
Horas más tarde, en la mansión, Marilyn al fin aparece en la habitación cuando la escritora lee, precisamente, una novela de terror psicológico.
—Lo siento, siento haberme ausentado tanto tiempo pero tenía, teníamos que protegerla de ella. Intentaremos visitarte más a menudo para que puedas cumplir con tu misión.
En el lugar donde se ha efectuado el examen a la editora unos compañeros de trabajo descubren los cuerpos inertes de los dos facultativos y horrorizados van a por algo para cubrir esos cadáveres y otorgarles algo de dignidad e intimidad.
Poco después algo hace enfurecer a la familia de la editora que amenaza con ir a televisión a contarlo.
En la mansión, el espíritu de la hermosa rubia le dice a la joven escritora.
—Cuando quieras podemos empezar, pero si tengo que marcharme abruptamente es porque ella nos ha descubierto.
—¿Empezar qué? —pregunta Kayden.
—A contarte nuestra historia. —le responde el fantasma.
—¡Perfecto! —sonríe la novelista. —Espera un instante que tomo mi tablet. —le explica la joven de piel oscura.
—¿Tablet? —se sorprende la rubia.
En cuanto la escritora saca la funda en la que guarda su dispositivo electrónico, aquel con el que siempre escribe sus historias, Marilyn se asusta.
—No temas, no es peligroso. —responde la autora de terror.
En cuanto la literata saca el aparato de su envoltorio, tiene que soltarlo inmediatamente ya que el dispositivo arde. Es algo raro porque lleva días apagado y con la batería cargada al cien por cien. El aparato se enciende solo por unos segundos asustando a su dueña. El rostro de la adolescente con el cabello suelto y enmarañado, la cara pintada de blanco como los payasos y la boca maquillada en rojo pero desdibujada se ríe de la escritora. Sus carcajadas se escuchan por toda la casa y la sobrina de George Monroe se asusta. El dispositivo electrónico se apaga de la misma repentina forma en la que se encendió y comienza a arder. Kayden frustrada porque eso impedirá que comience a escribir la historia de la pareja, grita al fantasma.
—¡Escucha, maldito demonio! ¡Vas a tener que matarme para impedir que haga lo que tengo que hacer! ¡Y aún así encontraría la forma de hacerlo! ¿¡Te quedó claro!? —vocifera la narradora de historias. —El mundo va a saber la verdad, descubrirán quien verdad fueron las verdaderas víctimas y quien la delincuente. La verdad verá la luz algún día y no permitiré que te salgas de nuevo con la tuya. Y si tengo que pagar un precio por ello e ir a buscarte al mismísimo infierno para darte tu merecido no dudes que lo haré ¡niñata!
Marilyn mira a la escritora sorprendida, hace años que nadie le decía esas verdades a la adolescente porque si lo hacían corrían el riesgo de morir en extrañas circunstancias, sin embargo esa chica tan joven le está plantando a la maquiavélica jovencita que lleva años aterrorizando a la gente.
La escritora, aunque no puede negar que le tiene miedo al fantasma, piensa que ya es hora que alguien se enfrenta a ese malvado ser, incorpóreo la mayoría de las veces. Nada, ni nadie va a impedir que ayude a la pareja y les otorgue la paz tras su fallecimiento que al parecer no pudieron obtener en su vida terrenal.
Por un instante, la literata recuerda aquella dramática visión que tuvo ante sus ojos hace tan poco tiempo y que le mostró al pintor llorando abrazado al inerte cuerpo de la rubia al pie de la escalera. Esa escena le partió el corazón y todavía, cada vez que la recuerda como en ese momento, sus ojos se llenan de lágrimas.
—¿Por qué lloras? —pregunta Marilyn a la joven morena.
—No es nada, no te preocupes. —trata de tranquilizarla la autora.
—No entiendo esa costumbre de las personas de decir que no les pasa nada cuando están llorando. Uno no llora por nada. —le dice la rubia.
—Eres una chica muy lista. Espero que algún día pueda cambiar estas lágrimas por unas de alegría si puedo ayudaros con mi libro. —se sincera la joven de pelo rizado.
—¡Ojalá! Michael no confía en que eso pueda ser posible, no confía en la gente. Le han echo demasiado daño. Aunque yo tengo esa esperanza de que en algún momento de la vida la verdad vea la luz, pese a que para nosotros sea demasiado tarde. —se lamenta la joven de cabello dorado.
—Haré todo lo posible por lograrlo, aunque no sé como voy a escribir con mi tablet inservible. —se lamenta la autora.
—No sé como funcionan esos extraños y diabólicos aparatos a la hora de escribir, pero antes la gente no tenía esas cosas y se escribía de igual forma. —le explica la sobrina de George.
—Una vez más tienes razón. Soy una amante de lo antiguo pero en cuestión de literatura a la hora de escribir me he centrado tanto en los dispositivos electrónicos modernos, al ser tan eficientes, que he olvidado como se escribía antes. Es un error imperdonable por mi parte, debería prever estas cosas y traer papel y bolígrafo conmigo.
Entonces la rubia sonríe de manera enigmática.
—Por suerte para ti en esta habitación hay papel para que puedas al menos empezar a narrar nuestra historia.
—¿En serio? ¡Eso es fantástico! —se sorprende la contadora de historias dibujando una gran sonrisa en su cara.
—¿Ves ese pequeño tocador que tienes casi al lado? —le indica la muchacha de ojos claros mirando en dicha dirección.
La escritora se acerca a un pequeño tocador de madera clara, oscurecida por el tiempo y la humedad y con rosas grabadas en todos los bordes del aparador.
—Hay un pequeño compartimento secreto donde escondía mis cosas más preciadas de ojos que no debían leerlos y que ella nunca pudo descubrir por suerte. Justo debajo del espejo hay un pequeño bote de perfume, si lo retiras veras una pequeña cerradura, la llave que la abre está colgada en el bote de perfume escondida entre el adorno del vaporizador. Ahí guardé siempre mis secretos más íntimos. —se sincera la rubia con ella.
La joven hace lo que le dice la aparición, toma la pequeña llave del perfume y abre con ella el pequeño compartimento del cual la mujer de cabellos dorados le habló. Al tirar del cajón para abrirlo encuentra una buena cantidad de hojas de papel algo amarillentas ya y un tintero con una pluma. También observa unas cuantas cartas, que Kayden por respeto, decide no tocar, ni leer, aunque siente una gran curiosidad por el contenido de las mismas. La joven escritora toma las hojas de papel, el tintero y la pluma, cierra el compartimento, esconde de nuevo la llave entre el adorno del vaporizador del perfume y coloca el frasco delante de la puerta del compartimento para que nadie lo descubra.
«Kayden, actúa con algo de lógica.» «En este lugar no vive nadie, solo yo y ellos que..son...» «¡Qué absurdo!» se dice la autora a si misma.
La joven se sienta sobre la cama y se pone cómoda.
—Bien, cuando quieras puedes empezar. —le propone la chica a Marilyn.
Esta suspira con tristeza y comienza a narrarle su historia, al menos la parte que a ella le afecta. Michael le contará la suya.
Continuará...
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Ya estoy escribiendo la parte siguiente del final de esta historia. Os pido un poco de paciencia.
Algo curioso sucedió apenas dos días después de escribir la escena de la tablet, mi tablet se estropeó pero fue por un descuido mio y la pantalla quedó destrozada. Casualidades de la vida.
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