LA MUERTE
—¿Cómo es eso? —se sorprende Kayden. —¿Por qué no me lo cuentas? Puedes confiar en mi. —le asegura la dueña de la vivienda.
Lo sé. —responde. —Pero ahora debo marcharme, está siempre al acecho. —le dice la rubia mirando hacia todos lados con el miedo reflejado en su bonitas facciones. —Cuídate de ella. Está mucho más presente en tu vida de lo que crees. —le desvela la hermosa rubia. —Es peligrosa, mucho más peligrosa de lo que piensas.
—Eso me ha quedado claro. He podido comprobarlo por mi misma, pero tengo la sensación que hay cosas que no me cuentas. —le dice la joven escritora.
—De momento es mejor dejarlo así. —le asegura la joven. —Intentaré venir a verte esta noche si puedo. —responde la rubia.
En ese momento, la puerta de la habitación se abre de forma repentina y con violencia. La adolescente atraviesa las paredes lanzando un grito que hiela la sangre en las venas de la joven que tanto se parece a ella. Marilyn se evapora en el aire con rapidez. La adolescente se acerca a la nueva dueña de la casa.
—¡Vete! —la amenaza depositando sus heladas manos de muerte sobre el cuello de la escritora que comienza a mostrar síntomas de asfixia.
Su rostro comienza a perder su color natural.
Mientras la joven mujer siente como se le escapa la vida, la adolescente aprieta más su cuello mirándola y riéndose al comprobar que la escritora está muriendo. Cuando la novelista cree que va a exhalar su último suspiro, la adolescente deja de presionar su cuello cuando algo la aparta de ella.
—¡Déjala en paz! —dice la adolescente con un tono de voz masculino, apartándose instantes después.
En ese momento, la adolescente empieza a retorcerse por unos segundos en el suelo. La adolescente grita y en ese instante el fantasma del retratista sale de su interior.
—No podrán protegerte siempre. —dice la joven mirando a su clon.
Luego se diluye en el aire en medio de una nube negra.
—Quizás deberías marcharte le propone el espíritu del pintor. Permanecer aquí es peligroso para ti. —le advierte el hombre.
—¡No! Esta es mi casa. Es ella la que tiene que irse. Además, la mujer que amas, prometió contarme vuestra historia para que el mundo sepa la verdad. —responde la Kayden.
—A la gente le da igual la verdad. —responde él. —Y si quien miente tiene determinado aspecto o edad, dan por sentado que dicen la verdad. Da igual que la verdad esté de tu parte y no de la de ellos porque al final, aunque seas inocente y lo demuestres, aunque no existan pruebas reales en tu contra o monten pruebas falsas, serás tratado como a un apestado. —se lamenta el artista. —Yo soy inocente. Siempre lo fui. Ya no pertenezco al mundo de los vivos y no tengo ninguna necesidad de mentirte. Marilyn está empeñada en que nuestra verdad, la auténtica verdad, aunque sea después de tantos años y después de muertos salga a relucir, pero ¿para qué? A nadie le interesa ya, no se puede hacer nada. Además tampoco importa mucho que un negro haya sido calumniado hasta el límite de lo que un ser humano puede soportar. A nadie le importa que fuese condenado a pasarse prácticamente toda su vida en prisión. —responde el fantasma regresando con su mente al pasado.
—Es posible que a algunas personas no les importe que una persona inocente sea juzgada o llevada prisión. La maldad existe, así como la ignorancia y como ellas no son las afectadas les da lo mismo el sufrimiento. Es más sabiendo que alguien es inocente no dudan en hundirle más fabricando mentiras. Yo no soy así, les golpearía en la cabeza para hacerles sentir una mínima parte del dolor que infringen a esa persona. Por eso me hice escritora, para contar historias que no siempre son de ficción. El género que escribo con mayor asiduidad es el de terror psicológico, puedo narrar cualquier otro, aunque para serte sincera el Romance es el que menos me seduce a la hora de contar una historia. Mi editora lo sabe pero eso le trae sin cuidado y me presiona para que escriba una historia pastelosa. —se sincera la contadora de historias torciendo el gesto. —Esas en la que siempre acaba todo bien y en las que por supuesto la protagonista es pura y virginal motivo por el cual él se enamora de ella, pero él es un casanova que seduce muchas mujeres, aunque casualmente a ella la respeta por ser virgen. O historias en las que un hombre se deja manipular por los malvados de turno.
—Y a ti no te seduce nada esa idea por lo que veo. —responde el artista. ¿Has dicho historia pastelosa? —inquiere él.
—Sí, demasiado almibarada y azucarada donde los protagonistas son perfectos en todo y ella se pasa el día llorando porque la separan de su amor. Esas historias en las que le hacen la vida imposible a la protagonista y ella solo llora, no se defiende, ni muestra un mínimo de carácter. —le explica la escritora torciendo el gesto.
—Oh, entiendo. ¿Te refieres a los melodramas? —contesta el pintor.
—Exactamente. Creo que en cierta forma exageran haciendo creer a la gente que dos personas no pueden vivir la una sin la otra y que mueren de amor. —responde la escritora de desagrado.
—Quizás tengas razón, pero hay gente que sí muere, "literalmente", por amor. Te lo aseguro. —se lamenta él.
—No lo discuto, aunque no tanto como se nos hace creer. Está bien que las personas, en especial las mujeres, que son quienes más consumen este tipo de género literario, lean novelas rosas porque las distraen de sus propias vidas, aunque no hay que perder la perspectiva y esperar vivir una historia que se asemeje a algunas de las que leen pues quizás nunca suceda. Permíteme que cuente vuestra historia, deja que el mundo sepa la verdad, sea cual sea.—propone la escritora.
—Está bien, pero debes ser consciente que no va a ser fácil y que alguien va a tratar de impedírtelo. Tú misma te pones en riesgo, pones en riesgo tu vida. —le advierte el pintor.
—Asumo las consecuencias y trataré de evitarlo pero no saldré de este lugar a menos que así lo decida.
—Entonces será Marilyn quien te cuente la mayor parte la historia. Ella será quien empiece. Espero que tengas una excelente memoria para recordarla porque tratarán de impedir que siquiera comiences a escribir. Tendrás que ingeniártelas para contar la historia y transcribirla. Te va a costar mucho lograrlo. —le advierte el joven aparecido.
—No soy una persona que se rinda con tanta facilidad, cuantas más trabas e impedimentos me ponen para hacer algo más me empeño en ello. Puedo llegar a ser muy cabezota. —responde la escritora haciendo sonreír al pintor.
—Ella y yo también lo éramos, supongo que es cosa de... —comienza a decir el muchacho.
—¿Cosa de qué? —pregunta la novelista.
—No es nada, no me hagas caso. —responde el artista evaporándose en el aire instantes más tarde.
El resto del día para la escritora transcurre con cierta normalidad si es que estando en aquel lugar se puede vivir con normalidad.
Al menos la malvada adolescente a la que tanto se parece inexplicablemente no ha vuelto a molestar.
La guionista espera la caída de la noche para que la rubia acuda a verla y empiece a narrarle su historia, sin embargo, al llegar la noche la hermosa rubia no aparece, ni esa noche, ni ninguna noche de la semana. La muchacha comienza a pensar que tal vez se haya arrepentido de su decisión de contarle su historia para que el mundo la conozca, aunque parecía muy decidida a hacerlo.
Lejos de allí, su editora aparece muerta en el despacho de su editorial y cuando la policía acude al lugar de su deceso, observan estupefactos una mueca de terror en su rostro. Tras practicarle la autopsia el forense dictamina que su muerte se debió a un ataque fulminante al corazón, algo sorprende mucho a los familiares de la editora ya que la mujer jamás había padecido del corazón, tenía un corazón totalmente sano. La dama se hacía chequeos anuales, se encontraba en perfecta salud y así se lo hacen saber los familiares al forense.
—Es muy posible que una situación límite de estrés haya podido con su corazón aunque estuviera en apariencia sano. Su cara antes de la defunción es de auténtico pánico. —les informa el médico sorprendiendo a la familia.
—¿Pánico? No entiendo que motivos podría tener mi tía para sentir pánico. Su trabajo quizás pudiera ser estresante a veces pero, ¿pánico? —se sorprende la sobrina mayor de la mujer.
–Otra cosa que me llamó la atención fue su cabello. —asegura el forense.
—¿Su cabello? —responde un hermano de la fallecida mirando al médico y secando sus lágrimas con un pañuelo de papel.
—Sí. Tenía el pelo totalmente blanco. —les confiesa el médico.
Los familiares se miran entre si sin entender.
—Eso no puede ser, mi hermana jamás en su vida se ha teñido el cabello, solo tenía treinta y ocho años y por suerte aún no habían empezado a salirle canas. En nuestra familia eso suele ocurrir pasados los cuarenta y dos años, más o menos.
—Si no me creen vengan conmigo. —les propone el forense acompañándoles al lugar donde tienen los restos mortales de la editora.
Cuando la familia de la editora ve su cadáver se sorprenden al observar algo inaudito en ella ; el cabello totalmente blanco y una horrible cara de espanto que asusta.
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