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LA MALDAD (2)


Por más que lo intenta, Kayden no puede evitar que las hojas que ya tenía escritas queden hechas cenizas.

—¡Oye psicópata! ¡Ten valor y preséntate ante mi ahora mismo! ¡Tengo cuatro cosas que decirte! —grita la joven frustrada.

Sin embargo, nadie responde a su provocación.

Por la puerta aparecen dos entes. Una mujer, que no es Marilyn, ni el de una mujer que ella conozca. El otro es el de una preadolescente muy parecida físicamente a Hayden y por lo tanto también a Kayden. Es la primera vez, desde que llegó a esa casa, que la escritora ve a esos dos espíritus nuevos. Al parecer aquel lugar está lleno de fantasmas. Marilyn, Michael, la niña sin rostro, la chica oscura y desequilibrada, esas dos ánimas nuevas y alguien que percibe, que apenas se vislumbra porque es un ectoplasma de lo que al parecer fue, en algún tiempo, una persona de sexo masculino. No puede distinguir nada más porque, a diferencia de los fantasmas que tiene ante si, que son apariciones completas algo translúcidas, este ente no se muestra con tanta claridad como los demás. Pero tanto el fantasma que se adivina, como la hermosa dama pelirroja y la otra joven miran hacia la editora y la escritora, una con una expresión dura y de enfado.

El otro ente con una expresión de tristeza y de gran confusión. Esas miradas parecen estar dirigidas a la jefa de Kayden.

La niña sin rostro aparece en la puerta y mira en la misma dirección que el resto de las ánimas. Claire dirige sus ojos hacia ellos y todos desaparecen, menos la niña sin rostro. Segundos después el fantasma de Marilyn aparece, toma a la niña en brazos y se evapora en el aire con ella.

Las dos mujeres descienden del primer piso al bajo y salen por la puerta de la edificación saliendo al exterior encaminando sus pasos a través de la vegetación que rodea la Mansión

—No conocía esto. —se sincera la escritora mirando el lago frente al que han llegado no se sabe como.

La joven ni siquiera sabía de la existencia de aquella porción de agua que está algo escondida y retirada de la Mansión que su abuelo la dejó en herencia, aunque yendo con su editora la han encontrado sin problemas.

En ese instante, una nueva visión se forma ante sus ojos. Flotando en el centro del lago se encuentra el cuerpo de una mujer joven de cabellos oscuros y rizados con ropa propia de mil novecientos doce. En la orilla un abatido George llora desconsolado de rodillas con las manos cubriéndose el rostro.

Súbitamente, la escritora cae al lago que es mucho más profundo de lo que ella pensaba. No sabe como ha ocurrido, si ha caído de forma accidental o ha sido empujada. Aunque intenta salir a la superficie le resulta imposible, algo o alguien se lo impide. La novelista bracea desesperada para tratar de salir de allí, pero hasta el momento todos sus esfuerzos resultan inútiles. Además las aguas de aquel lago son oscuras, demasiado oscuras y no puede ver nada.
Una luz muy blanca y brillante comienza a aparecer en el interior del líquido elemento. Una joven de cabello negro, pelo rizado y piel oscura aparece ante ella. Tiene un gran parecido con ella y con esa adolescente enferma de maldad. La escritora se asusta e intenta huir de ella. La chica la sonríe con dulzura aunque sus ojos muestran un gran pesar.

—No temas Kayden. Las apariencias engañan. No deseo hacerte daño. Tienes que salir de acá. Solo cuando cumplas con lo que tienes que hacer, entonces podremos descansar en paz. —dice la joven sonriéndole.

En ese momento, lo que impedía a la escritora salir del agua y ascender a la superficie desaparece y ahora comienza a subir con facilidad. Al emerger a la superficie la editora ofrece su mano a la joven para que pueda terminar de salir del agua.

—No deberías ponerte tan cerca de la orilla. A veces se producen...trágicos...accidentes que pueden causar la...muerte. —le recuerda Claire con una sonrisa enigmática en el rostro y consiguiendo que a la literata se le hiele la sangre en las venas.

La escritora tose expulsando el agua que ha tragado al hundirse en el agua y emprende camino de regreso a la mansión. Una vez allí va a su cuarto y se encierra con llave, se quita la ropa mojada y se pone un albornoz y ropa de abrigo. El agua del lago es realmente gélida.

—Kayden, ¿estás bien? —pregunta su editora desde el exterior de la puerta de la habitación mientras una sombra negra se ve por debajo de la puerta.

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Disculpas por lo corto de esta parte. Gracias por seguir leyendo y votando esta historia.

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