(04/07/2021)

Para @rafabmx01 en Instagram

La Biblioteca tenía casi la misma edad que la humanidad. Allí se resguardaban conocimientos ancestrales sobre civilizaciones, leyendas, evolución. La fibra de la vida misma se encontraba entre sus documentos, y como cualquier biblioteca, tenía secciones. La blanca era para las personas buenas y puras; la negra, para las malvadas y ruines. Las secciones eran gigantescas, pues se iban acomodando según las inclinaciones de los humanos.

El Guardián de la Biblioteca venía observando que la sección negra se hacía cada vez más grande. Sentía impotencia por no poder influenciar a los humanos, pues su labor solo consistía en guiar a las almas a las respectivas secciones. Con el pasar de los milenios fue amargándose, porque si alguien podía decir que había visto la decadencia humana, era él. Mentiras, traiciones, muerte, crueldad. Nunca les bastaba.

La soledad y la rabia lo impulsaron a convertir la Biblioteca en un lugar de penitencia, haciendo sufrir a la sección negra por sus crímenes, y a la blanca por permitirlos, por ser demasiado blandos.

De alguna forma los humanos se enteraron de lo que les esperaba después de la muerte. Empezaron a ser un poco mejores, pero solo por miedo, no por haber cambiado de verdad.

Siglos después de estas prácticas, llegó a la Biblioteca el alma de un joven que había sido asesinado por accidente. Cuando fue su turno de estar en presencia del Guardián, lo interrumpió: "Guardián, aceptaré lo que tengas para mí, pero permíteme decir algo primero".

El Guardián se quedó sin habla. Ningún alma se había dirigido a él antes, ninguna se había atrevido tampoco. El muchacho solo continuó: "Mi madre, una mujer muy sabia, solía decirme que ni la vida ni las personas son blancas o negras. Que tienen matices, como el gris. Tu sistema de secciones está mal, Guardián. No se puede ser o bueno o malo, porque ya todos lo somos. La diferencia está en nuestras elecciones".

El Guardián se ofendió porque nunca nadie lo había cuestionado. Fue cuando decidió castigarlo por su impertinencia, pero eso no lo alivió. En definitiva, las palabras del joven removieron algo dentro de él, y empezó a cuestionarse incluso si tenía razón. Desde entonces recorría más a menudo las secciones, observando todo con otros ojos. De vez en cuando se encontraba al muchacho, y no podía sentir más que duda y culpa.

"Tal vez hasta los seres divinos como yo se equivocan. Tal vez no soy ni de cerca mejor que ellos al encasillarlos". Aquella duda nunca lo abandonó, pero escuchó al joven de todas formas. Abrió una sección gris, y le cedió su puesto al chico. "Sin duda eres más sabio y entiendes mejor a los humanos que yo".

El joven pudo perdonar al Guardián, lo que comprobó que de verdad merecía el puesto. Los castigos cesaron de inmediato, y la sección gris se convirtió en la más grande de las tres.

El nuevo Guardián bajó a la tierra y dijo a los humanos que no debían tener miedo de morir, que ya no habría más castigos. Les prometió que el que obrara mal sellaría su destino, y que la justicia llegaría, aunque no por su mano. Todo se pagaba en vida, y todas las acciones tenían sus respectivas consecuencias.

El antiguo Guardián entendió que no era perfecto, y mucho menos lo eran los humanos. Su rencor disminuyó, precisamente, cuando pudo ser capaz de ver todos los matices. Empezaron a llamarle Gris, el espíritu que guía a los perdidos, pues sabe muy bien lo que es errar el rumbo y no tener a nadie que te encamine de vuelta.