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✨ CAPÍTULO TRES ✨

ALEJANDRA.

—¿Qué dijiste? —pregunta Luka.

—Que todo sería más fácil si pudiéramos escribir a nuestro chico perfecto, ya sabes, describir sus cualidades y todo lo que queremos en él. Así nos evitaríamos el azar del amor.

—¿Azar del amor?

—Sí, en el mundo hay millones de personas, de diferentes tipos, y digamos que escogemos a una para pasar el resto de nuestros días. Todo es felicidad y amor, hasta que de repente empiezas a conocer más sobre esa persona y te das cuenta de cualidades que nunca imaginaste. Es ahí cuando la frase «nunca terminas de conocer a una persona» cobra sentido. Por eso digo que es un azar, porque te enamoras ciegamente y no sabes si te hará bien o mal. Sin embargo, si pudieras escribir a tu chico perfecto, esto no pasaría, porque sabrías todo sobre él y sabrías en qué te estás metiendo.

—Eso es muy profundo de tu parte, Alejandra. De hecho, ya que tenemos tiempo y también tengo curiosidad por saber cómo describirías a tu chico perfecto, hagamos lo que dices. Además, así sabremos qué buscas en un chico.

—Luka, ahorita no quiero tener algo con alguien, y mucho menos buscarlo.

—Ale —sonríe—, solo hagamos esto. Prometo no meterte en Tinder ni buscarte a alguien —levanta la mano en señal de juramento—. Además, para que no te sientas sola, yo también lo haré.

Suelto una sonrisa.

—¿Nunca te rindes, cierto?

—La perseverancia es la mejor de mis cualidades —dice sonriente—. Vamos, Ale.

—Bien, hagamos esto.

Después de la plática, Luka volvió a encender el auto y nos dirigimos a mi casa. Lo más probable es que mis padres no estén ahí, ya que siempre trabajan hasta tarde y paso mucho tiempo sola. A veces me siento muy sola, pero con suerte tengo a Luka, que a veces me hace compañía hasta que mis padres llegan.

Después de unos largos minutos, por fin llegamos a mi casa. Al estacionarnos, salimos del auto, entramos a la casa y subimos directamente a mi cuarto.

—Muy bien, comencemos con esto —dice Luka algo emocionado. Debo admitirlo, se ve súper tierno—. Ya quiero escribir al posible amor de mi vida.

—Cálmate, Luka, que no es como si fuera a salir de la libreta.

Meto mi mano en mi bolso y saco una libreta que no me pertenece. Su cubierta es marrón y las hojas son de un hermoso color dorado.

—Empezaré yo —dijo Luka, tomando la libreta entre sus manos.

—Luka, espera, esta no es mi libreta.

Al escucharme, Luka revisa la libreta, tal vez en busca de algún nombre o algo que nos ayude a saber quién es el dueño.

—Qué extraño, no hay nada escrito. Tendremos que dejarla mañana en objetos perdidos —hace una pausa—, pero creo que podemos usar dos hojas y nadie se daría cuenta. Es que, dios, ¿has visto lo hermosas que son?

Tiene razón, las hojas son hermosas y atrayentes, te tientan a querer escribir en ellas.

—Bueno, la verdad me parece bien. Adelante, ¿cómo sería tu chico perfecto?

—Bueno —Luka toma su lápiz y, mientras escribe, va diciendo las características de su chico perfecto con una sonrisa dibujada en su rostro. Posiblemente lo está imaginando ahí, en su mente—, su cabello es largo, algo rebelde, de color castaño. Sus ojos son marrón oscuro, tan profundos como un abismo. Su piel es blanca, muy delicada, y en cuanto a su físico, es algo delgado con músculos semidefinidos.

Luka se detiene unos segundos para pensar.

—En cuanto a su personalidad, me encantaría que sea algo extrovertido, eso lo haría tierno. Algo de perversión nunca viene mal. Que sea dulce, pero que cuando se moleste sea algo amargado, para así poder darle abrazos. Que tenga sus defectos, pero que estos no sobrepasen la línea de la toxicidad, pues ningún humano es cien por ciento perfecto.

—Suena... increíble —digo, fascinada.

—Ahora te toca a ti —dice Luka.

Me pasa la libreta.

—Mi chico perfecto... pues lo imagino pelinegro, con ojos azules como el océano. Su cuerpo es esbelto, con una gran altura. En cuanto a su personalidad, pues que sea dulce y honesto, que me quiera y no hiera mis sentimientos. Me encantaría que compartiera el mismo gusto que yo por la lectura y, por último, que también tenga sus defectos, pero que no sean dañinos.

—Bien hecho —se acerca a abrazarme—. Ahora arranquemos las hojas, las guardamos y devolvemos la libreta.

Luego de hacer eso, ambos hablamos un rato, jugamos videojuegos juntos, comimos cualquier cosa que encontramos en mi alacena y más cosas. Si se lo preguntan, Luka y yo tenemos aproximadamente un año de amistad. Él me encontró destrozada en un baño, me ayudó y me apoyó cuando estaba atravesando lo que pasó con Mason. Desde entonces hemos sido muy unidos, a pesar de que no he vuelto a ser lo que era antes. Ya casi no me maquillo, ya no me visto igual, siento que parte de mi chispa se apagó.

«El amor te da brillo, pero también puede quitártelo»; esta frase cobró mucho sentido en aquel momento.

—Adiós, Luka, nos vemos mañana —digo para luego darle un corto abrazo.

—Hasta mañana, Ale —me da un corto beso en la frente—. Nos vemos mañana temprano; vendré a buscarte para que no tengas que tomar más el autobús.

—¿En serio? —digo superemocionada—. ¿No habrá problemas con tus padres por tomar su auto?

—Para nada, Ale. Mis padres dicen que puedo usarlo para ir al instituto porque ellos están planeando comprar uno nuevo en estos días. Sin embargo, no tengo permitido llevarlo a fiestas hasta que cumpla dieciocho.

—Estoy muy feliz por ti, Luka —digo sonriente—. Nos vemos mañana entonces. Te quiero mucho.

—Y yo a ti, Cooper.

Después de despedirse, Luka sube a su auto y yo me quedo un rato parada en la entrada. La noche es fría y silenciosa, perfecta para leer un rato con una taza de chocolate caliente. Y eso será lo que voy a hacer hasta que el sueño me venza.

NARRADOR OMNISCIENTE

Después de leer un par de horas, Alejandra se quedó profundamente dormida. Unos papeles que se encontraban guardados en su tocador empezaron a brillar intensamente para luego salir volando de ahí hasta las afueras de la ciudad. Una vez ahí, ambos papeles comenzaron a brillar aún más, hasta que de un momento a otro ya no eran papeles; fueron reemplazados por dos seres que cumplían todas las características que los chicos habían escrito anteriormente. Así, sin darse cuenta, habían escrito en una misteriosa libreta capaz de materializar lo que en ella se escriba. Suena como un sueño, pero lastimosamente, la creación de los chicos perfectos viene cargada de muchas consecuencias.

ALEJANDRA

Logré despertarme temprano para coger el autobús. Si se preguntan en este momento, ¿no que Luka te iba a buscar? Pues la respuesta es que al despertar me encontré con un mensaje que decía: «Ale, mis padres usarán el auto mañana para comprar el nuevo, por favor no me mates. No tenía idea. Te amo. Nos vemos mañana». En fin, la buena noticia es que aquí estoy sentada en el autobús, mirando por la ventana, esperando llegar al instituto.

Media hora después

Estaba bajando del autobús tranquilamente, hasta que observé algo que hizo que mi corazón se contrajera. En la entrada del instituto se encontraba la persona que menos quería ver en la vida, la persona que me hizo llorar muchas noches: Mason Porter. Un chico con rasgos asiáticos, de cuerpo atlético y amante del maquillaje, siendo esto último lo que logró llamar mi atención hacia él, pues antes de los libros el maquillaje era mi más grande amigo y encontrar un chico así es complicado.

Camino rápidamente a la entrada con la esperanza de que ninguno de los dos me viera, pues como siempre, Emma estaba abrazada a él. Además, no quería dañar mi día. Ya casi lo lograba, estaba a unos centímetros de entrar sin que notaran mi presencia, hasta que...

—La nerd de los libros, qué gran gusto verte por aquí —pongo los ojos en blanco al escuchar su voz tan irritante.

—¿Qué quieres, Emma?

—Ale, cuánto tiempo —dice Mason.

—Mason —digo su nombre amargamente—, bueno, tengo clases, así que me retiro.

Emma me toma del brazo para evitar mi huida.

—Que no te han dicho que es de mala educación irse cuando te están hablando.

—Simplemente, no quiero estar en el mismo espacio en el que estén ustedes dos.

—Pues a mí no me importa lo que quieras, me vas a tener que escuchar, perra.

—Dios, eres como el puto período: cuando estás eres la cosa más molesta del mundo y cuando te vas es todo un alivio.

Emma me miraba con los ojos bien abiertos.

—Te advertí que no me volvier...

—Solo déjala en paz, Emma —añade Mason.

—¡Oh!, ahora la defiendes, ¿cierto? Primero gimes su nombre cuando estamos juntos y ahora vienes a querer defenderla, esto es increíble —la rabia en su voz y en su mirada es indescriptible—. Te lo advertí, Alejandra, haré tu vida una mierda hasta que desaparezcas —dijo para luego salir disparada hacia la entrada del instituto.

—Veo que lo de ser idiota no era exclusivamente conmigo —le digo a Mason.

—Alejandra, deja...

—Ahórratelo, Mason —le interrumpo—, ya escuché muchas de tus mentiras y excusas. Simplemente limítate a mantener tu distancia conmigo.

—¿Cuándo vas a dejar que te explique lo que pasó?

—No quiero oír cómo justificas la mierda que me hiciste pasar y el daño que esta me hizo —trato de irme, pero él lo evita tomándome del brazo—. Mason, suéltame, por favor.

—No hasta que escuches lo que tengo para decir. Alejandra, yo...

—Que la sueltes, dijo —dice una tercera voz, la cual no me resultaba conocida, pero a la vez sí. Es extraño—. Suelta a la chica.

—¿Y quién eres tú? —pregunta Mason.

—Eso no es importante, simplemente déjala ir. Ella ya te dio una respuesta, y no es no.

Mason lo pensó unos segundos para después terminar soltando mi brazo y luego se fue del lugar. Yo me di media vuelta, pues estaba de espaldas al desconocido que me había salvado de esa situación, y al verlo y tenerlo de frente, mi boca se abrió.

Esto no puede estar pasando —pensé, mientras frotaba mis ojos varias veces para ver si esto era una ilusión, pero no lo era. En verdad era él, tenía frente a mí al chico que había descrito la tarde de ayer. Tenía enfrente a mi chico perfecto.

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