10:53pm

Diego y Paula se encontraban sentados en la grama sin emitir ni una sola palabra, ella se dedicaba a ver el cielo y él se debatía en su mente cómo podía tener una conversación con ella. ¿Acaso era tan difícil hablarle? Sus manos le temblaban y estaba seguro que tenía las mejillas u poco sonrojadas porque eso siempre le pasaba al verla. ¿Por qué debía sentirse de esa manera? Estaba tan nervioso que no sabía qué decirle, no sabía cómo iniciar la conversación.

— ¿Sabes qué es lo más lindo de la Luna? —le pregunto ella al chico.

— ¿Qué?

—Que está lejos y no podemos destruirla—respondió y miró  al cielo emitiendo un suspiro que él logró escuchar con facilidad—, somos una máquina de hacer desastres, todo lo que el hombre toca lo destruye y agradezco que la Luna se encuentre lejos para que así no podamos tocarla—Diego sonrió por sus palabras, amaba que ella fuese así. Tan pasional con las cosas, tan empática y tan real que lograba que él la viera de una forma especial.

—Te entiendo, a veces pienso que no nos merecemos todo este paraíso que nos ha sido entregado—respondió e intentó darle una pequeña sonrisa—. Soy Diego—se presentó con un saludo de manos. 

—Paula.

—Lo sé—ella volteó a verlo y él supo que había cometido un error al decirlo—, digo, te conozco porque leo tus historias, ya sabes. Es asombroso lo que haces—Paula se asombró y le sonrió un poco emocionada. Él sólo intentó parecer desinteresado cuando en realidad estaba muriéndose de los nervios por haber cometido esa pequeña equivocación.

—Nunca había conocido a un chico que se haya leído alguno de mis libros, es increíble—confesó—, siempre creí que los libros de amor eran más para las chicas.

«Los leí porque tú los escribiste» era lo que él deseó decirle pero sólo le sonrió y le respondió otra cosa—. También leemos historias de amor, sólo que no todos lo admiten.

— ¿Por qué?

—Porque no nos gusta vernos como alguien sensible—explicó—, queremos que nos vean como alguien genial y con estilo.

—Eso es tonto—frunció el ceño Paula, le parecía algo ridícula esa idea de los chicos.

—A ver, ¿cómo es el chico que te gusta? —le preguntó, Diego esperaba que su repuesta fuese que no había ningún chico pero sabía que lo más seguro era que sí había uno.

—No tengo un chico en específico—se encogió de hombros, el chico se sintió aliviado por eso—, pero me gustan que sean simpáticos y extrovertidos porque yo soy todo lo contrario. Así podría existir algo ya que para que yo tome la iniciativa...muy complicado—se rió y él hizo lo mismo.

— ¿Por qué estás aquí? —cambió el tema por completo—. Aquí en la fiesta, no pareces de la clase de chica que viene a una—no era que parecía, él sabía que ella no era de esa clase de persona pero debía aparentar que no sabía eso. Paula suspiró y se acomodó en la grama.

—Todos mis lectores están a la espera de mi siguiente capítulo y me siento presionada por escribir algo bueno, ¿comprendes? El problema es que todo lo que se me ocurre es una basura y no puedo avanzar, necesito inspiración y creí que una fiesta podría ayudarme a conseguirla.

—Pero no conseguirás inspiración si te quedas toda la noche sentada—respondió—, ¿por qué no damos un paseo por el vecindario? Conozco un parque cerca de aquí.

— ¿Damos? —preguntó, Diego pasó su mano por el cuello nervioso..

—Bueno, creí que podría acompañarte en esto—respondió tímido mientras se rascaba la nuca.

Paula sonrió y lo pensó, podría ser una buena idea.

— Será interesante entonces.