Capítulo 4. Lybraria
Le resultó relajante pasear por el parque de los alojamientos. Eran espacios verdes y de naturaleza. En el entorno había varios restaurantes y cafeterías pequeñas. Vio una piscina. Campos de fútbol, baloncesto, voleibol, tenis y mesas de ping pong. Observó que había papelerías, un kiosko y pequeños establecimientos para comprar comida. Anduvo por el paseo marítimo observando la playa de Olas paraíso. Cruzó el río Marca de agua por un puente de hierro y atravesó el muelle. Había numerosos barcos aparcados y en movimiento y gaviotas volando por todos lados. Los edificios modernos de diferentes formas, tiendas y restaurantes seguían el río con más puentes y canales para cruzar. El entorno tocaba tu más íntima sensibilidad y el paisaje urbano era digno de admirar debido a la más artística belleza de los edificios. Se adentró en una calle de la ciudad para ir al centro.
Las calles eran amplias y circulaba la multitud andando, en bicicleta o patinete eléctrico. Bloques de colores vivos y otros de colores claros con ventanas de madera rodeados de plantas. Le fascinó estar en la ciudad de los escritores y los libros. Cada persona solía andar con un libro en mano y otros estaban leyendo tranquilamente sentados en un banco. Ashter observaba que en cada calle había multitud de librerías de todo tipo, tanto de un género en específico, exclusivos, de segunda mano o de ediciones antiguas. Situados había bares y restaurantes. En las terrazas públicas vio que la gente se mostraba feliz y debatían un libro que estaban leyendo. Realizó un paseo agradable por el centro para descubrir una parte de Lybraria. Le encantó ver las calles llenas de alegría y en la acera estaban decoradas con diversas macetas grandes con flores de distintos colores. Le resultaba curioso escuchar música relajante y de ambiente que salía de los diferentes locales.
Pasó por varias calles de largo recorrido de suelo de piedra y miraba los escaparates de las librerías detenidamente para descubrir libros nuevos. Al llegar a una calle principal llamada Miguel de Cervantes se detuvo a observar que todo estaba lleno de bibliotecas y librerías con mucha multitud de personas que miraban exposiciones. Tenía ganas de conocer a un amigo o amiga que compartiera el mismo gusto por la literatura.
La primera impresión que hizo de su respectivo tour turístico por Lybraria fue a sus ojos un lugar increíble y mágico. De pronto, una chica se golpeó con él en el hombro y se le cayeron todos los libros que llevaba en los brazos al suelo.
—¡Oh! —exclamó la chica—. Perdona —. Se puso a recoger sus pertenencias del suelo rápidamente de manera nerviosa.
—Lo siento, no te había visto —se disculpó Ashter, ayudándola a recoger los libros.
El chico se quedó mirando la portada de un libro de la chica que le pareció curioso. Era de color verde esmeralda y en la tapa había una llave.
—Esa es mi lectura actual —le sonrió ella, observando como miraba el chico el libro—. La llave secreta.
—Parece interesante —dijo, leyendo por encima la sinopsis de la contraportada.
—Soy Cicka, encantada.
—Yo Ashter, un placer.
—¿Vas a devolverme el libro? —bromeó ella—. Aún no me lo he leído.
—¡Ah! —exclamó nervioso y le entregó el libro—. Perdona, cuando veo un libro que me atrae quedo fascinado fácilmente.
—Puedo prestártelo cuando me lo acabe —le dedicó una amable sonrisa—. Acabo de entrar a esa librería de ahí. Milagros del pasado. Es una librería dedicada a novelas clásicas. Solo iba a entrar a mirar, pero no sé cómo he acabado comprando siete libros.
—Te entiendo.
—Por cierto, ¿ibas a las clases?
—La verdad que voy un poco perdido... —contestó avergonzado del despiste.
—Según el horario queda todavía una hora para la presentación —leyó en la aplicación del móvil.
—Queda un rato. Estaba explorando la ciudad.
—¿Es tu primera vez en Escrayber? —curioseó.
—Sí.
—Yo también. Estoy muy nerviosa, ¿sabes? Ciudad nueva, gente nueva... Nunca había estado rodeada de tantos escritores y amantes de la literatura. Es increíble.
—A mí también me lo parece. ¿Te apetece tomar un café antes de ir a la Universidad?
—¡Claro! Lo necesito.
—El problema es que no sé dónde hay una cafetería.
—¡Mira! —observó—. Aquel local parece buen lugar.
—La Cafeteca. Los nombres de los locales son originales —sonrió.
—Ya te digo. Vamos, entremos.
Asther y Cicka se dirigieron hacia el local. Al entrar, observaron mucha multitud de personas. El olor a café era persistente y las personas del lugar estaban sentadas en su respectiva mesa tomando un café tranquilamente, leyendo un libro, una revista o escribiendo en el portátil. El local estaba dividido en dos, una parte era cafetería y la otra una biblioteca. Les pareció un lugar tranquilo e ideal para los escritores.
Ashter se dio un golpe de hombro con un chico.
—¡Cuidado! —exclamó brusco.
—Perdón —se disculpó. Asther pudo observar un chico rubio con ojos azules, alto y bastante duro.
—Mira por dónde vas —al chico le llamó la atención la apariencia de Asther—. ¿Eres nuevo?
—Sí.
—Yo también. Soy Malak.
—Yo Asther.
—Tal vez volvamos a vernos en las clases —le tendió la mano para estrechársela y cuando Asther se la dio para saludarle, Malak hizo fuerza. Al chico le hizo un poco de daño al apretar tanto y se marchó riéndose por que había bromeado con él.
No le dio importancia y alcanzó a Cicka que estaba hablando con un camarero del local y les mostró dónde debían sentarse. No faltó el café para los dos.
—El lugar es precioso —admiraba Cicka que trataba de observar todo.
—Nunca he estado en un lugar así —respondió igual de sorprendido.
—Si el café es tan delicioso como ha explicado el camarero, este será mi lugar preferido en Lybraria.
—Eres adicta al café, ¿verdad? —le hizo gracia a Asther.
—Demasiado —admitió riendo—. Es como mi fuente de inspiración. Sin café no soy persona o sea... —se le escapó de nuevo una risa—. ¿Tú no sueles tomar café?
—No me llama la atención —respondió sin importancia.
—¿Cómo puedes decir eso? —se extrañó—. Yo sin café no soy persona, a más escritores les pasa lo mismo o eso creo...
—Yo escribo y no lo necesito —sentenció.
—¿Cómo te inspiras? —preguntó atrevida.
—Con nada. La inspiración me viene sola. No hago por inspirarme —respondió sin saber bien cómo explicarse.
—Qué peculiar... —contestó intrigada.
El camarero trajo los cafés y unas galletas esféricas de jengibre.
—Si tuvieras que elegir, ¿qué preferirías la literatura o el café? —Asther pensó que también podría ser atrevido como Cicka preguntando y dio un sorbo a la taza para probar el café.
—No lo sé... —dudó y le dio un sorbo al café—. Necesito los dos. Sino no podría vivir. ¿Has escrito mucho?
—Sí, bastante —respondió pensativo tratando de acordarse—. Desde que era un niño.
—¿En serio? —se sorprendió—. A ver, dime tu blog —sacó del bolsillo el móvil.
—No tengo —dijo.
—Bueno, pues tus redes sociales —insistió.
—Tampoco —se encogió de hombros.
—¿En qué mundo vives? ¿Dónde publicas lo que escribes? —se extrañó mucho. No podía comprender que alguien no tuviera redes sociales.
—No publico nada en internet —respondió con normalidad—. Mis novelas las escribo en folio y a mano.
—¿De qué mundo vienes? —rió—. Perdona, me parece extraño... ¿Por qué? —. Quería curiosear. No conocía a nadie que no usara redes sociales para publicar lo que escribía.
—No me gusta —respondió seco y tomó un sorbo al café.
—Dame una razón para creérmela —insistió.
—Vale —se rindió al dejar la incógnita—. Siempre he tenido miedo a que me plagien.
—¡Oh, dios! —exclamo sin esperarse aquella respuesta—. Eso sería horrible. Pero no lo creo. Puedes dar a tus libros derechos de autor.
—Bueno, también me gusta escribir en papel.
—Ya... Para no perder el hábito. ¿Cómo voy a saber cómo escribes?
Ashter buscó un folio en la carpeta que llevaba. En el trayecto del viaje había escrito un relato. No le importó que lo leyera.
—Toma —le entregó el folio—. Léelo. Es un pequeño cuento.
—¿En serio? ¿No te molesta que te lea? —ante la evidencia cogió el folio.
Cicka leía detenidamente las letras de su nuevo amigo, cambiaba la expresión de su cara cuando leía y eso le daba miedo al chico. Por primera vez le leía alguien fuera de su familia. Mientras la chica leía, Asther se dispuso a beber más café.
—Es bueno —le entregó el folio cuando acabó y bebió café—. Es realmente bueno. No tienes apariencia de escribir así... o sea tan bien cómo lo haces.
—Gracias —contestó sin saber si alegrarse.
—Tranquilo, no te plagiaré —bromeó.
—¿Tú tienes blog? —preguntó para leer a Cicka.
—Me paso casi todo el día con él —explicó—. Escribo, cuelgo fotos, leo comentarios...
—¿Puedo leer un texto que hayas escrito? —propuso.
—Claro, espera —la chica buscó en su ordenador portátil—. Escoge una entrada de esta lista.
Asther escogió un pequeño relato. Era de romance y al leerlo, notó que Cicka tenía talento para la escritura. Mientras, la chica bebió más café de la taza.
—Está muy bien —se sinceró—. ¿Le escribes esto a tu novio? —Bromeó.
—Nada de novios. Lo escribo para mí —se sonrojó, dio su último sorbo a la taza de café y se puso nerviosa por la pregunta—. Quiero decir, para los lectores identificados con el relato.
—Ah... ya... —contestó con la intención de ponerla más nerviosa.
Asther leyó "Hay que vivir para aprender" Una frase de la escritora de Jane Austen en la taza de Cicka.
—No me ha defraudado el café —dejó la taza blanca de porcelana encima de la mesa dando un pequeño golpe cuando acabó—. ¿Vamos a la biblioteca?
Asther asintió. Pagaron el almuerzo con la criptomoneda de Bookcoin, era muy fácil de usar e instantánea y se fueron a la biblioteca del local. Entraron por una puerta de cristal y al instante les envolvió el silencio de la sala.
—Madre mía —admiró Cicka.
—Hay de todo. Esto es nuestro paraíso.
—Me voy a la sección de misterio, nos vemos luego —la chica fue deprisa pese a los libros que cargaba en su bolsa de tela y se alejó de Asther. Lo dejó a varias estanterías atrás y le envolvió el silencio.
Asther resopló al ver la reacción de su amiga y pensó que a la chica se le habían puesto ojos de poseída. El chico tiró para el otro lado. Miró los libros de la estantería de la sección de fantasía, leía los títulos y observaba el color e ilustraciones de las portadas. Más tarde pasó a la sección de acción haciendo lo mismo. De repente, escuchó voces en susurro fuerte. Era una discusión. Ashter quería curiosear y a través de la estantería, se escondió entre los libros y fue a ver lo que estaba sucediendo. Eran dos chicos forcejeando por un libro. Uno era robusto y fuerte. Medía dos metros de altura y llevaba una camiseta azul cielo de tirantes que le marcaban los músculos; no encajaba en una biblioteca. En cambio, el otro chico, era más bajo de altura incluso más que Asther, delgado y parecía una rata de biblioteca.
—¡Eh! El libro es mío —forcejeaba el más bajito y delgado.
—¡Cállate! Lo tenía yo —recriminaba el más alto y robusto.
—Yo lo estaba leyendo —seguía forcejeando con el libro con todas sus fuerzas.
—Pero es mío —hacía fuerza el otro.
Ashter al ver aquella escena, quiso acercarse. Jamás había visto dos personas pelearse por un libro. Aquello le resultó admirable pese a la discusión.
—¿Qué hacéis, chavales? —preguntó Asther cerca de ellos.
Los dos chicos que trataban de solucionar el problema con el libro que tenían entre manos pararon de forcejear al instante con ojos como platos observando a Asther.
—Ha cogido mi libro y no me lo quiere devolver —dijo el más bajito.
—El libro estaba encima de esta mesa sin dueño y lo cogí. No es mi culpa que lo abandonaras —explicó el más fuerte.
—Me fui un momento. Ya veo que no puedo separarme de los libros que quiero ni un segundo porque si no me los roban. ¡Y ni siquiera lo estabas leyendo! —exclamó el chico delgado con indignación.
—¿Robar? El libro es de la biblioteca. Y no, no lo estaba leyendo. Estaba haciendo pesas con él —intentaba defenderse.
—¿Haces pesas con un libro? —preguntó Ashter extrañado.
—Sí, ¿qué pasa? —dijo autoritario—. No encuentro un gimnasio en Escrayber y debo mantener la forma.
—Pero, puedes coger otro libro —Ashter miró que el libro que tenían era muy gordo de unas mil quinientas páginas. Fue a una estantería y cogió un libro distinto que contenía también la misma cantidad y peso. Terramar de la autora Ursula K. Le Guin—. Aquí tienes.
—Gracias, tío —dijo el chico alto al coger el libro que le había entregado Ashter.
Inmediatamente se puso a hacer pesas con el libro y a los dos chicos le resultó extraño.
—¡Por fin mi libro! —exclamó el más bajito—. Te debo una.
—¿Cómo os llamáis? —preguntó Ashter.
—Soy Tuvnex, un placer —respondió mientras hacía pesas con el libro.
—Yo soy Paxt. Encantado —respondió mientras se posicionaba mejor las gafas.
Ashter pensó que esos chicos podrían ser sus primeros amigos en Escrayber, sabía que los tres eran de carácter muy diferente, pero así eran los personajes de los libros que había leído desde niño. No dudó de que se caerían bien y podrían formar un grupo de amigos junto con Cicka que no sabía dónde se había metido.
Cicka apareció con nuevos libros en la mano aparte de los que se había comprado anteriormente e iba acompañada de una chica rubia de cara tímida y amable.
—Veo que has hecho amigos —le dijo Cicka a Asther
—Sí —sonrió el chico—. Son Tuvnex y Paxt.
—Encantado, un placer —dijeron los dos a la vez amablemente.
—Yo también he hecho una amiga, se llama Phoebe —dijo Cicka presentándola—. Es un poco tímida, pero es muy simpática.
—Hola chicos, es un placer conoceros —saludó Phoebe tímidamente.
—¡Oh, Dios! —exclamó Cicka mirando el móvil al saltarle una notificación.
—¿Qué pasa? —preguntó Ashter.
—Faltan quince minutos para que la presentación dé comienzo —respondió Cicka.
—Debemos darnos prisa entonces —dijo Asther.
Los cinco salieron del local apresurados. No querían llegar tarde a la presentación.
—¿Dónde está la Universidad? —preguntó Tuvnex.
—Otro que va despistado como Asther —le dedicó una mirada de reojo Cicka.
Ashter se hizo el despistado.
—Hombres... —suspiró Phoebe.
—Yo sí sé dónde está. Vamos, seguidme —ordenó Paxt.
Ashter en el camino se sintió orgulloso del grupo de amigos que había formado nada más llegar porque no quería sentirse solo en Escrayber. Eran compañeros que amaban la literatura como a él. Llegaron a la zona de los estudiantes y leyeron: UAE.
La Universidad Autónoma de Escritores tenía un ambiente al aire libre y estaba formada por edificios blancos muy modernos con parques verdes y tranquilos. Justo en el centro del parque de la Universidad había un lago artificial con cuatro columnas de libros de granito de treinta metros de altura que se retorcían y se estiraban hacia el cielo. En el centro había flotando un gran edificio de mármol que tomaba la forma de un libro abierto y el único camino para llegar a él era caminando por un puente cristalino con formas de páginas de libro con luces de neón blanquecinas.
Una gran multitud de estudiantes escritores esperaban el aviso para entrar a la presentación. Había mucho alboroto de voces y nervios entre los alumnos. Ashter se sentía inquieto y al ver que sobraba tiempo se separó del grupo. Se alejó del bullicio y se dirigió a una zona más tranquila donde había césped. Observó a un chico peculiar, alto y moreno que no paraba de escribir en el ordenador portátil.
—Chaval ¿Cuándo empieza esto? —le preguntó a Ashter.
—Dentro de diez minutos —se inventó la respuesta.
—¡Qué pereza...! —bostezó—. He perdido la noción del tiempo. Me parece que llevo una hora aquí sentado escribiendo mi novela. ¿Cómo te llamas?
—Ashter.
—Yo Soaph. Encantado.
—¿Es tu primera vez en el mundo virtual? —osó preguntar Ashter.
—¡Sí! —respondió con entusiasmo—. Tengo el objetivo de escribir el mejor libro que se haya escrito, ¿sabes?
—Debe ser un gran reto —contestó Ashter ante la soberbia de Soaph.
—Lo es. Por eso no me puedo detener a escribir. Nos vemos luego.
Soaph se levantó del césped, guardó el portátil y fue hacia el edificio para perderse entre la multitud. Asther se quedó observando el recinto de nuevo y pudo ver a lo lejos una chica que estaba sentada en el banco más lejano. El chico pensó que sería buena idea acercarse a ella y avisarle que pronto empezarían las clases. Al aproximarse, vio que tenía el pelo rubio oscuro suelto por los hombros y vestía con ropa negra.
—Perdona —le interrumpió Ashter cuando estuvo cerca—. No sé si lo sabes pero las clases empezarán pronto.
—¿¡Te crees que puedes romper mi silencio así por las buenas!? —gritó enfadada y miró a su espalda.
Ashter se quedó sorprendido por la reacción de la chica porque no entendía su comportamiento.
—Ah... Eres tú. Perdona —suspiró y se disculpó—. Pensaba que eras el pesado de Soaph. No paraba de hablarme y molestarme, no he podido estar tranquila. Quería escribir un poco para hacer tiempo y solo he podido escribir diez míseras líneas —explicó la chica.
—Algo has avanzado... —. Intentó que pensara en positivo.
—Ya, bueno... —suspiró—. Gracias por avisarme. Soy Darlene.
—Yo Ashter. ¿Es tu primer año?
—Sí, ¿y el tuyo?
—También —Asther pudo ver que la multitud empezaba a entrar al edificio principal—. Deberíamos ir ya a...
—Tranquilo. En un rato voy. Nos vemos luego.
Darlene se puso a recoger sus libros y libretas del banco de metal donde estaba sentada. Ashter por no molestarla se dirigió hacia el edificio para entrar. Sentía curiosidad y seguramente sus nuevos amigos ya estaban dentro.
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