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Capítulo 3. Escrayber

Sin percatarse Ashter había llegado a Escrayber, la cápsula no avanzaba más recorrido. Miró por la ventana pequeña del habitáculo y pudo observar que estaba en una cueva de piedra amplia. El chico decidió salir porque se sentía incómodo dentro. La cueva era grande, con velas que se sostenían en la pared. Enfrente de él, observaba la salida y el cielo despejado. Decidió ver qué había más adelante. Miró para atrás y la cápsula blanca había desaparecido. La cueva estaba en silencio y se preguntó si todos los que entraban a Escrayber aparecían en el mismo lugar.

No veía a nadie, pudo comprobar que estaba solo y cuando salió de la cueva oscura pudo ver el océano azul con un gran día soleado. El calor y el olor a mar le invadió los sentidos, más adelante había un precipicio de gran caída y comprobó que no había camino que seguir.

—¿Asther Clark? —dijo una voz masculina detrás de él.

—Sí —respondió, girando hacia el hombre que lo pilló de improviso—. ¿Cómo sabe mi nombre?

—Todo está sincronizado en la base de datos desde que dio su información en la administración de Escrayber —le explicó amablemente—. Soy el asesor de transporte. Supongo que querrá ir a Lybraria.

—¿Cómo? —preguntó atónito.

—La capital de Escrayber —respondió ante la evidencia—. No se preocupe, todos los que llegan por primera vez se sorprenden al hablar de Lybraria.

—¿A qué se debe que se sorprendan? —preguntó curioso y con frialdad.

—Cuando llegue lo verá, Ashter Clark —respondió sin revelar más—. ¿Listo para el viaje?

Al hacer la pregunta salió lentamente del precipicio un gran globo aerostático, de diversos colores horizontales.

—¡Vaya! —exclamó, asombrado al verlo mientras se elevaba.

Asther dedujo que el globo aerostático era el transporte que lo llevaría a Lybraria. Observaba al globo sin apartar la vista, nunca había visto uno tan de cerca ni había montado en él. Suerte que no tenía miedo a las alturas. El globo fue bajando distancia hasta que tomó tierra.

—Este es su transporte —le informó el hombre—. Puede subir cuando quiera. Le espera el transportista.

Ashter lo miró decididamente y se dirigió hacia el globo aerostático. Lo tenía todo listo y preparado para marchar. Al acercarse lo vio cada vez más grande y observó que había una persona esperándole. Cuando estuvo suficientemente cerca el hombre se bajó del transporte.

—¿Es usted Ashter Clark?

—Correcto.

—Soy el transportista. ¿Tiene miedo a las alturas?

—No. Por suerte.

Ashter pensó que quien tuviera vértigo pasaría un mal viaje.

—Perfecto. Deje que le ayude con el equipaje.

El hombre cogió las maletas del chico y las puso dentro de la barquilla. Seguidamente subió él y ayudó a Ashter a meterse dentro. El hombre dejó salir chorros de fuego de los quemadores del globo aerostático. Se elevaron más rápido de lo que Ashter intuyó y se dirigieron al mar. En el trayecto, el chico se preguntaba cómo sería el aspecto de la ciudad de Lybraria, la gente del lugar, las clases, los profesores y su estancia en Escrayber.

—¿Ha volado alguna vez? —le preguntó el transportista.

—Sí, he ido un par de veces en avión.

—Esto es como volar en avión, pero en globo es más lento y pausado. Es como si volaras dentro del viento, ¿le parece?

—Sí, tiene gracia.

Le resultó una conversación que carecía de sentido. No era un mal trabajo ser transportista de globo aerostático, pensó Ashter. Estaban en medio del mar. El viento era palpable y estaban elevados a una altura considerable.

—Es una suerte ir acompañado de alguien que no tenga miedo a las alturas y no sea la primera vez que vuela.

A Ashter le vinieron muchas razones del por qué lo decía el hombre, pero quería que se explicara.

—¿Por qué lo dice?

—Obvio. No hay problemas. La gente se suele marear, suelen vomitar, la gente se desespera.

—¿Cuál ha sido el mayor problema que ha tenido?

—Una vez casi se tiró por la borda un chico. Por fortuna de mi rapidez lo detuve, sino hubiera muerto ahogado o en la caída. Eso fue lo peor. También están los que se quedan medio inconscientes en la barquilla.

Ashter cambió de opinión y le resultó que pese a ser un trabajo tranquilo y agradable; podría ser agobiante y convertirse en una pesadilla. Podían observar tierra y algunos edificios en el horizonte. Conforme se acercaban vio más globos aerostáticos flotando por la ciudad y algunos llegando a ella. Dedujo que estaban llegando aspirantes de alumnos como él. Observó edificios altos, blancos y futuristas de una gran ciudad, aunque no parecía tan inmensa desde lo alto.

El globo aerostático se dirigió al puerto, era curioso ver una zona de aterrizaje en la playa y había mucho movimiento de personas. Transportistas ayudaban a los demás escritores a desembarcar y se marchaban hacia la ciudad subiendo por unas escaleras que daban al paseo marítimo. Asther se sorprendió al ver multitud de personas y se preguntó si verdaderamente lo que veían sus ojos era virtual porque todo parecía tan real como la misma realidad.

El globo aerostático tomó tierra. El transportista se bajó de la barquilla y ayudó a Ashter con las maletas.

—Tierra firme, Ashter Clark —giró sobre sí mismo mostrando el ambiente donde se situaban—. Un placer viajar con usted. Le deseo una buena estancia en Escrayber.

—Muchas gracias —respondió mientras observaba el ambiente en movimiento.

—Lo siento. Se me olvidaba decirle que para entrar al alojamiento de los Apartamentos Confort deberá hacer una identificación con su huella dactilar de tres intentos y la dirección de los apartamentos está en su aplicación móvil de Escrayber. Estoy seguro de que le ha llegado la notificación de bienvenida. Que tenga un buen día —el transportista se subió a la barquilla del globo aerostático listo para marcharse otra vez.

Ashter observó de nuevo el alrededor. Un mundo virtual le esperaba y la ciudad de Lybraria le recibía con los brazos abiertos. Las personas iban con equipaje y salían del puerto por unas escaleras. Pudo ver en un letrero que la playa se llamaba Olas paraíso y la dirección hacia donde debía dirigirse para ir a los alojamientos. Debía seguir el paseo marítimo según el mapa de la aplicación de Escrayber.

Cuando llegó a los Alojamientos Confort observó los edificios modernos blancos de diferentes formas y tamaños de hospedaje y los balcones. Mientras se dirigía al edificio, vio que diversas personas llevaban en mano libros y libretas. En el parque la gente se disponía a leer en el césped, cerca de un árbol o sentados en los bancos de metal que tenían forma de libro abierto. Hizo la prueba de la huella dactilar para entrar. Se entusiasmó cuando entró al apartamento y vio el salón elegante donde estaba ubicado una mesa y dos sillas. Una pequeña cocina y la habitación donde dormir. En cada habitación había estanterías con libros. Pensó que eran un regalo para que la estancia fuese cómoda y te sintieras como en casa. Dejó las maletas en el dormitorio. La cama era grande y empezó a ordenar todo lo que había traído de casa. Cuando abrió la cremallera de la última maleta su gato Orwell saltó a su cara maullando de manera chirriante y clavándole las uñas afiladas.

—¡¿Qué haces aquí, Orwell?! —le dijo asustado. Se lo quitó de la cara, lo abrazó y lo puso en el suelo— ¡Te dije que te quedaras en casa! No puedes estar aquí. Si se entera alguien que...

Varios maullidos agudos de arrepentimiento detuvieron el enfado de Ashter.

—No querías que fuese solo... —reflexionó el chico—. Igualmente, no puedes estar aquí. No sé si admiten mascotas en Escrayber. Por el momento te tendrás que quedar en el alojamiento, pero prométeme que nadie te vea. Deberás esconderte.

Orwell daba vueltas sobre sí mismo porque se sentía incomprendido ante el enfado de su único amigo. Ashter quería tener una estancia más tranquila y no tener que responsabilizarse del gato. Tenía comportamientos imprudentes y podía meterle en más de un problema, pero no había marcha atrás.

En realidad, la causa de todos los maullidos e inquietud del gato eran porque hacía horas que no había comido y estaba hambriento. Orwell no podía soportar quedarse solo en casa sin su dueño, demasiado aburrimiento pensó. Aunque prácticamente no iba a estar solo porque los padres de Ashter iban a encargarse de él.

—¡No he traído nada de comida para ti! Se suponía que no ibas a venir —dijo irritado Ashter.

El chico abrió la maleta donde guardaba la comida que se llevó para el viaje y pasar unos días sin comprar en el supermercado. No sabía qué darle de comer a Orwell y decidió por darle varias lonchas de pavo.

—Ahora pórtate bien y procura que nadie te vea.

Orwell corrió haciendo oídos sordos, saltó a la cama y se dispuso a dormir.

Ashter suspiró. Organizó la ropa en el armario y tuvo que buscar hueco para colocar el libro de cuero de Beatriz de Luna y Manrique. Quería que fuese un lugar seguro y escondido para que nadie lo viese, aunque supuestamente nadie más que él iba a entrar en el alojamiento. Lo colocó en un rincón del armario con la caja transparente que lo protegía. Se preguntó si se atrevería algún día a leerlo para quitarse la duda que le había acompañado toda la vida de qué trataba el libro de su antepasada. Puso la comida que se había traído de casa a la nevera de la cocina muy moderna y cuando lo organizó todo, miró por la ventana y observó el parque desde lo alto que tenía enfrente. No podía creer que estuviese en Escrayber. Se dirigió al salón y se sentó en el sofá que le pareció acogedor. Le llegó una notificación de aviso importante al móvil de que debía asistir a la presentación de clases, pero todavía faltaban dos horas para el inicio. Observó el mapa de Lybraria y vio que había muchas zonas interesantes para visitar. Buscó la UAE. Universidad Autónoma de Escritores. Decidió ir y descubrir las calles y distintos lugares de la ciudad de camino. Dejó a su gato Orwell dormir tranquilo. En el fondo se alegró de que hubiese ido con él.

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