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|Capítulo 4. 5| CASSIE

Recomendación:
Escuchar la canción de cada capítulo ya que las he escogido acorde a la situación.

Fuego. Eso era exactamente lo que ardía en su fuero interno cada vez que la lengua de Chase acariciaba la suya. Un fuego arduo y al mismo tiempo helado, como si cada una de sus caricias invitase al siguiente paso, al siguiente beso y más allá... Mucho más allá.

No estaba segura de la razón por la que lo había atacado, la manera de lanzarse como una bestia hambrienta y necesitada sobre un completo desconocido, acariciando cada parte de piel expuesta a su paso. Suave y duro, como una estatua envuelta en seda. El hombre que tenía pegado a su cuerpo y existencia era consciente de lo que provocaba en su fuero interno, en sus dedos inquietos y uñas puntiagudas. Alejandra no quería esperar, no quería aguardar a que él tomase una iniciativa cuando posiblemente no volviesen a verse. Mordisqueó la piel suave y expuesta del cuello de la pelirroja provocando un revoltoso cosquilleo donde sus muslos se unían, en el centro de su cuerpo, como si faltase algo en ese mismo lugar. La lengua serpenteante abriéndose paso por su costado, relamiéndose los labios antes de seguir y devorar, succionar y morder, lamer y besar todo su cuello, su clavícula y el puente de su pecho.

Lo único que corría a una velocidad vertigosa por su mente en aquellos instantes era que lo había conseguido. De alguna forma retorcida y teniendo que pasar por un calvario aquella noche; el chico al que deseaba se encontraba contra su cuerpo, duro, fuerte y seguro. Pero eso no era lo único, claro que no. Porque como un torbellino doloroso arrasando con cada parte de su ser, todo lo que se oponía a pensar de forma coherente, estaba atacandola. Y Alejandra de repente se vio envuelta en un mausoleo, encerrada entre los brazos de Chase y percatándose de que realmente no conocía a aquel hombre. Quedando iluminada al darse cuenta de que el tipo que acariciaba su espalda y costados con las manos podría ser cualquier clase de depravado.

Era más, incluso podría ser otro psicópata como Xander había resultado. Un hijo de puta que la había utilizado para su beneficio, que la había hecho creer que estaba enamorado para al final venderla, literalmente.

Chase insistía en sus labios, la lengua del chico buscando con desesperación la de ella. Dientes, saliva y placer. Pero Alejandra permanecía estática como un reloj de cuco estropeado. Indiferente de repente al toque, al tacto y sentido. Su mente había vuelto a conectar y la excitación no era ahora más que una incomodidad repentina. Aquellas manos fuertes que había deseado que estuviesen encima de su cuerpo ya no eran más que garras férreas que abrasaban con fulgor sus extremidades. O así las sentía ella.

Chase tardó un momento en darse cuenta de que algo había cambiado, y al apartarse unos centímetros para analizar el cambio se encontró con un rostro carente de emoción alguna. Y cayó en la cuenta de que los ojos oscuros de la chica ya no eran más que dos pozos vacíos, ramificados por pestañas rojizas casi rubias bajo la luz de la farola nocturna. Su rostro magullado indicaba que pronto cambiarían de color, de rojo intenso a violáceo. Y lágrimas finas como hilos de pesca resbalaban por sus mejillas hasta perderse debajo del mentón.

Estaba estática y supuso que él ya sabía la razón, ya que sin soltar del todo su cuerpo pasó un brazo por la cintura de ella y le regaló una sonrisa incógnita.

-Para... -susurró ella. -No puedo.

Chase rebusco en su mente algo que reconfortase. Consciente de que su castellano era medianamente bueno, y aún así el acento seguía delátandolo.

-Está bien. No pretendía...

Alejandra volvió a tensarse y esta vez la soltó definitivamente. En sus ojos la clara pregunta dirigida hacia ella.

-No. No está bien. -era apenas un susurro lo que salía de sus labios. Casi lastimoso. -Lo lamento, no tenía que haberte besado.

Era consciente de que ambos habían conectado como dos imanes, pero no era el momento. Y de repente el dolor en sus heridas comenzó a incrementarse, aumentar en ciertas zonas e incluso arder. Le escocía el labio inferior, el lado derecho del rostro, donde Xander la había abofeteado.

Chase inhaló el aire madrileño de la madrugada, apoyándose contra el costado de su Ferrari y alzó ambas manos pasándolas por el cabello espeso y oscuro.

-Te acompañaré hasta la puerta. -pronunciaba cada palabra con lentitud, como si tuviese que pensarla antes, y el acento cada vez era más notorio. -¿Puedes caminar?

A Alejandra le pareció tierno, ya que había sido ella quien se había estampado contra el cuerpo del chico minutos atrás, pero asintió.

Chase a su vez imitó el gesto sin apartar la mirada de ella, y Alejandra pudo percibir que no eran negros sus ojos. Eran azules; un azul oscuro como el océano en turbulencias y le recordó a una de aquellas historias de sirenas que su abuelo le solía contar cuando era apenas una niña. La pelirroja sacudió la cabeza volviendo a la realidad, y Chase ya se encontraba con la pitón -a la cual había traído con él desde el callejón- enrollada en el brazo.

-No hace falta. No quiero molestarte. -dijo ella tragando en seco. -Bastante has hecho hasta ahora, y no quiero que...

-No era una pregunta.

Chase la ignoró por completo adelantándose hacia la puerta de la enorme urbanización, y Alejandra creyó ver como ocultaba una sonrisa frunciendo los labios.

Ella se había vuelto bastante precavida después de lo ocurrido con Xander, pero aquel chico alto de rasgos afilados le transmitía una calma y seguridad que nunca antes había sido capaz de sentir con nadie. Creía, no, deseaba no equivocarse. Que su propio instinto no la traicionase.

El trayecto no duró mucho, y en cuanto alcanzaron su planta Alejandra salió del ascensor dejando un pequeño espacio para Chase en el estrecho pasillo. Sharpey siseó estremeciéndose como cada vez que estaba nerviosa y en cuanto Alejandra extendió el brazo, el reptil no tardó en pasar de uno a otro enrollándose en el de ella.

-Bueno -forzó una sonrisa -. Es aquí.

-Lo he supuesto. A menos que pretendas entrar en casa de alguien más.

El corazón le latía desbocado contra la caja torácica sin que ella pudiese darle una razón o sentido. Una reacción desconocida al mismo tiempo que el aroma de Chase inundaba el rellano. Bajo la luz del interior ahogó un grito al percatarse de las manchas rojizas y violaceas en el rostro del chico, y al agudizar un poco más la vista también los nudillos desgarrados. Por mucho que tratase de no pensar en ello, aquel joven le había salvado la vida.

-Oye -suspiro, y su propio aliento tembló. -. Gracias. De verdad. Si no llegas a estar cerca seguramente... -no acabó la frase ya que un escalofrío la recorrió desde la raíz del pelo a las uñas de los pies.

Chase seguía con la mirada clavada en ella, y sorprendida se dio cuenta de que no la incomodaba. Era algo que a riesgo de repetirse, nunca antes le había pasado con nadie a excepción de las películas románticas. Incluso se había obligado a sentir aquello por alguien, por Xander. Pero no era lo mismo, y en su fuero interno sabía que no debía de sentirse de aquella forma, así que simplemente se rindió. Dejando aquellas hermosas emociones limitadas a la gran pantalla.

Y entonces, Chase asintió de forma casi imperceptible, se dio media vuelta dispuesto a entrar de vuelta al ascensor, cuando Alejandra se vio impulsada por una fuerza invisible a aferrarse a su brazo.

El pelinegro no se zafó ni sorprendió. Simplemente inclinó la cabeza hacia un lado, dividiendo la mirada entre el rostro de ella y la pálida mano que contrastaba contra su antebrazo bronceado levemente. La curiosidad cobró vida en aquella mirada azul, y Alejandra volvió a estremecerse.

Ésta tragó en seco antes de hablar.

-Si quieres, puedes entrar para que te cure... -sin poder soportar el peso de aquellos ojos azules desvió la mirada a los nudillos magullados del chico. -Me sentiré mejor sabiendo que no se te infectará por mi culpa.

-Nada de lo que ha pasado es tu culpa, Ale.

Ale...

La forma en que lo había pronunciado provocó que el corazón de la pelirroja pegase un salto. La voz grave de Chase parecía lastimosa, como si cada palabra le costase un mundo.

-De todas formas -carraspeó -. Quiero hacerlo.

Chase tardó un momento en mirar a su alrededor al pasillo vacío, y entonces sus ojos volvieron a ella, provocando que las entrañas ronronearan en regocijo.

¿Cómo era posible que calase tan hondo?¿Haberla salvado era la razón? No. Aquello venía desde antes. Desde la primera vez que se encontraron en el escenario.

Finalmente Chase asintió con seriedad y Alejandra notó el poder de su postura, como un sabueso, al darse la vuelta para abrir la puerta. Podía notar el calor que irradiaba el cuerpo del pelinegro contra su espalda, y aquello sólo aumentó la quemazón en el interior de su abdomen, algo más abajo diría.

-Puta mierda de puerta...

Alejandra creyó escuchar una carcajada silenciosa tras ella al intentar incrustar la llave en el pomo con nerviosismo y no conseguirlo. Sonrió a su vez con cansancio y tras un cuarto intento la puerta se abrió con un chasquido.

-¿Siempre eres tan bruta con los dedos? -Preguntó él pasando junto a ella, adentrándose primero.

-Casi siempre.

Ya en el interior el frescor los acogió a ambos y suspiró aliviada al notar sus brazos algo adormilados, aún que el escozor seguía presente. Dejó que Sharpey se deslizase hacia el suelo.

-Siéntate donde quieras -señaló la puerta que conectaba con el amplio comedor. -. Voy a por el botiquín ¿si?

Chase no contestó, más bien parecía entretenido intentando analizar todo en el interior del piso. La chica se dio por satisfecha asintiendo para sí misma y cerró la puerta dejando las llaves sobre el mueble de madera de la entrada. En un cenicero que utilizaba como cuenco.

Al adentrarse en su habitación todo cobró un nuevo sentido, un giro que la golpeó con tanta fuerza que estuvo apunto de caer. Las rodillas le temblaban sin control y se aferró a la pared. El vértigo la hacía sentir como si se encontrase a cientos de metros por encima del suelo, y permaneció unos segundos quieta, con los ojos cerrados y los puños apretados a sus costados. Respiró hondo y exhaló en profundidad repetidas veces hasta recuperar el control en cierta parte. Y entonces se dirigió al baño y rebusco hastabdar con el pequeño botiquín. Solía tenerlo a mano ya que rasguños y moratones no le faltaban a causa de la barra y el escenario.

Al volver al comedor se sorprendió encontrándose con Chase observando el acuario, con ambas manos entrelazadas tras la espalda. La pelirroja sonrió acercándose a él y con el botiquín bajo el brazo derecho, señaló que uno de los peces con los dedos del izquierdo.

-Ese es Dory -sonrió -. Y el rojo es Gamora. Cada uno tiene el nombre de un personaje que me gusta.

Chase se giró en redondo chocando con ella, y Alejadra trató de evadir aquella mirada marítima.

-Bueno, ven. Siéntate en el sofá y levántate las mangas.

Ella se adelantó, y fue un error ya que al volverse Chase estaba desabotonándose la camisa.

-No,no, a ver, no tienes que...

Pero se calló al ver las enormes manchas moradas en los costados del chico. Recientes. Xander debió de insistir antes de escapar, y ella ahogó un grito de nuevo al percatarse de que las manchas se extendían por la espalda.

-Joder, lo siento mucho... -gimió notando las lágrimas en la garganta, ahogándola. -Mierda. Que hijo de puta... Lo siento, lo siento... joder...

Trató de llevar los dedos a una de las heridas pero la mano de Chase atrapó su muñeca con fuerza.

-Ya te he dicho que no es tu culpa ¿va? -ese condenado acento. -Deja de pedir perdón. Es repetitivo y me irrita.

-Pero -el tacto la abrasaba-. Mira como te ha dejado. Y no me vengas con que debería de verlo a él... Dios santo, que animal... -la culpabilidad se había instalado entre sus costillas dificultámdole la respiración. -Ven, siéntate ahí y deja que te cure primero esos...

Chase obedeció sin rechistar sentándose en uno de los taburetes, y ella se arrodilló frente a la espalda del pelinegro.

Durante todo el proceso trató de no rozar con sus manos los hematomas, pero las gasas no ayudaban y algunas de las heridas tenían sangre seca.

-¿Te puedo preguntar algo? -Inquiso Chase sorprendiéndola. Al emitir ella un sonido de asentimiento prosiguió. -¿Qué relación tienes con ese tipo?

Alejandra tragó en seco aún con las manos sobre gasas y ungüentos.

-Es mi ex novio -dijo con un suspiro pesumbroso -Xander... Bueno. Es una larga historia.

-Tengo tiempo. No tiene pinta de que esta noche vaya a hacer algo interesante.

-Hace un año lo dejé. Como has podido comprobar -Chase siseó -Perdón. Decía que como has podido comprobar es una persona un tanto... agresiva.

-No es la primera vez que te pega. -no era una pregunta.

-No.

Con lentitud dejó el trabajo en la espalda y costados, y se dirigió a analizar los nudillos. La pelirroja se situó de rodillas entre las piernas separadas del chico que le extendía las manos.

-No, no es la primera vez. -admitió. -Xander es especial, tiene ciertos problemas mentales que... Trastornos creo que los llaman. La cuestión es que ha tenido una vida de mierda desde que era crío, y eso ha terminado por desquiciarlo por completo. Cuando empezamos a salir -trataba de tener cuidado con cada movimiento, al desinfectar las heridas y magulladuras -era un encanto. El típico chico malo que solo es bueno contigo, ya sabes, eso nos vuelve locas. -rió con amargura, y podía sentir la mirada de él sobre ella, siguiendo cada uno de sus movimientos con atención. -Al principio era encantador, detallista y sobreprotector conmigo pero con los meses se le fue despegando esa careta y la ira que tenía contra el mundo salió a flote. La primera vez estábamos en un bar a las tantas de la madrugada, según él yo había estado coqueteando con todos los del sitio, y ahí me dio el primer golpe. Y no fue precisamente una hostia sin más, si no un puñetazo que me desencajó la mandíbula.

Chase no hablaba. Y Alejandra no sabía si era porque se trataba de que era un hombre de pocas palabras o tal vez no la entendía. Pero al alzar la mirada pudo ver comprensión en sus ojos.

-¿Por qué no lo has denunciado?

La pelirroja tragó en seco frunciendo los labios, deteniendo por un segundo el proceso de desinfectación, pero finalmente dijo:

-Me daba miedo. Normalmente en estos casos suelen decir que no lo hacen porque ellos se arrepienten y prometen cambiar, pero en el mío no. De verdad me tenía aterrada.

-¿No se lo contaste a nadie?¿Una amiga...? -Chase no entendía cómo había soportado aquello sola. - ¿Tus padres?

Ella se encogió de hombros retomando su labor, desviando la mirada y concentrándola en los nudillos ya sin rastro de sangre seca.

-No tengo amigas. Y mis padres no quieren saber nada de mí desde hace años.

Eso al pelinegro le pareció triste. Cuando la había conocido en aquel escenario nunca pensó que la chica que llamaba tanto la atención realmente era demasiado solitaria.

-Lo siento.

Alejandra levantó la mirada regalándole una sonrisa de boca cerrada.

-Como me has dicho antes, nada de esto es tu culpa. Aplícate tus palabras.

-Pero de todas formas -Chase no apartó las manos de las de ella, suaves y de largas uñas puntiagudas pintadas de negro. -, lamento que hayas tenido que pasar por toda esa... mierda, sola.

-Siempre he estado sola, y lo sigo estando. -no había tristeza en su voz -Hace años que he asumido que seguramente siempre esté sola. No es algo que me quite el sueño, la verdad.

-¿Cuántos años tienes?

-Veinticinco. -Alejandra se sorprendió a sí misma.

Veinticinco...

-¿Y tú?

Chase esbozó una sonrisa de lado, y sus ojos adoptaron un brillo curioso.

-Casi veinte.

En cuanto las cifras abandonaron sus labios Alejandra se apartó con los ojos muy abiertos, acto que provocó el aumento de aquella condenada sonrisa hermosa.

-¿Qué pasa?¿Creías que era una momia resucitada?

-No, coño. Pero tampoco que fueras un... feto.

La carcajada gutural de Chase resonó por el comedor, encantador y sensual.

-Sorpresas de la vida. Deberías de ver a mi hermano entonces.

-Dime que es mayor de edad.

-Sí.

-¿Es genética o...?

Chase sonrió sin malicia, pero con diversión.

-Digamos que nuestra genética es... diferente.

-¿Tiene ojos oscuros?

Chase volvió a reír, pero esta vez entre dientes.

-Tiene badtantes cosas oscuras, sí.

-No me jodas.

Chase no lo decía con maldad. Adoraba a su hermano y el contraste entre ambos. Mientras él era alto y esbelto, con la musculatura justa, piel clara pero levemente bronceada y ojos azules. Roy era todo un manjar para la vista de cualquiera; casi dos metros de puro músculo y piel morena. Ojos penetrantes y largas trenzas que caían sobre su espalda. Toda su vida se había estado moviendo junto a Roy entre toda clase de culturas y nacionalidades. Le fascinaba el contraste entre todas y aún así se trataban como hermanos, porque lo eran.

Latinos, africanos, europeos y estadounidenses convivían en su barrio en paz. Todos dando la vida los unos por los otros, nadie siendo menos que nadie. Todos comiendo en la misma mesa cada día. Así tenía que ser, así se lo había inculcado su madre.

El racismo era algo que le repugnaba, tal vez por haber convivido desde su primer aliento con su hermano, o tal vez porque tenía una mente progresiva y no se dejaba manipular por una inquisición extremista. Aún recordaba la época en la que deseaba haber sido idéntico a su hermano.

-Bueno, esto ya estaría. -Alejandra interrumpió sus pensamientos poniéndose en pie, y sacudiéndose las manos. -¿Quieres ducharte? Esa ropa -señaló la camisa tras su espalda y los pantalones que Chase llevaba puestos. -está echa un Cristo. Tengo algo para ti, no es tan... elegante y ni de lejos cara, pero puede servir.

Chase alzó una ceja con diversión.

-¿Me vas a dar un tanga?

-Eres un capullo, ¿lo sabes?

Chase reprimió una sonrisa.

-Pero ¿a que soy el capullo más encantador y sexy que has conocido?

Alejandra chasqueó la lengua golpeándole la rodilla.

-Es ropa de tío, si prefieres que lo llame así.

-¿Tienes ropa de tío en tu casa? -pero su expresión cambió al recordar al tal Xander. - Espero que no sea de...

Alejandra abrió mucho los ojos al comprenderlo y se apresuró a negar.

-Oh, no,no,no,no... Es que me gusta. Por casa y a veces por la calle. Suelo comprar en la sección de tíos pantalones de chandal y camisetas sobre todo. Son cómodos... -se justificó notando sus mejillas arder. -Creo que te van a servir, suelo comprar bastante ancho por... -señaló sus curvas y su busto -ésto.

Se arrepintió al instante en cuanto la mirada de Chase pasó por su cuerpo, con cada movimiento de los ojos parecía percatarse de cada extremo de piel.

-Sure -Asintió el pelinegro apoyándose en los reposabrazos del sillón para ponerse en pie. -¿El baño?

Chase se adentró al baño tras las indicaciones de la Alejandra. Ésta le dio una toalla y unos pantalones cortos de chandal junto a una camiseta que había comprado en el Primark, prendas económicas y cómodas. Tenía decenas de las mismas para salir a la calle, ir a la compra o simplemente pasar las tardes en casa. Sólo se arreglaba cuando tenía que trabajar, y estaba segura que de encontrarse con algún conocido en el día a día no la reconocería sin su dosis de maquillaje, contorno y ropa escasa y o ajustada.

Podía escuchar el agua correr y por un momento se planteó entrar como en las películas simulando buscar algo. Pero no iba a invadir la privacidad de Chase, y mucho menos incomodarlo. Estaba claro que ambos sentían una atracción extrema por el otro, pero no era el momento ni el lugar.

La ducha del chico no tomó más de quince minutos y con una toalla limpia fue ella quien ocupó su lugar.

Tras tratar de quitar el exceso de sangre seca y costras de mugre, desinfectó sus propias heridas y salió del baño encontrándose con Chase en el sillón. La camiseta le quedaba ajustada en la espalda y hombros pero suelta en la cintura, y Alejandra pudo percatarse de que no eran abdominales lo que el chico escondía si no más bien un cuerpo normal y corriente, o al menos lo que para ella lo era. Un abdomen duro sin cuadraditos brillantes.

-Estaba esperando a que salieras para despedirme.

En cuanto el chico se puso en pie llaves en mano, algo en el interior de Alejandra se estremeció. Recordó la expresión de Xander y la violencia. Recordó de lo que ese psicópata era capaz y tragó en seco con dificultad. Por un segundo se quedó sin aire en la boca del estómago, incómoda.

-¿Te -empezó en un susurro. -¿Te importaría quedarte? Sólo esta noche -se apresuró a decir. -Puedo dormir yo en el sofá y te dejaré mi cama.

Chase frunció el ceño obligándola a descender la mirada, pero pudo percibir una sonrisa tierna en aquellas facciones duras.

-Vale. Me quedo.

Casi quiso aplaudir de alivio, pero él volvió a hablar.

-Con la condición de que sea yo quien duerme en el sofá. No quiero que te despiertes con una hernia por la mañana.

Alejandra asintió dándose la vuelta, conteniendo el impulso de salir corriendo pasillo abajo hacia su habitación, y entonces al volver traía con ella un juego de sábanas y una almohada blanca.

-Gracias.

Procedió a cubrir el sillón con éstas pero Chase agarró su muñeca con suavidad deteniéndola. El pulgar de éste acarició la piel suave por un momento antes de mirarla relamiéndose los labios con disimulo, finalizando en un chasquido.

-Puedo hacerlo yo, no te preocupes.

-Oh, yo no...

-No soy tan inútil como piensas. -agregó Chase con una sonrisa estirando una de las sábanas.

Alejandra tomó asiento en el sillón individual frente a él.

-No pienso que seas inútil.

Chase también se sentó con la almohada entre sus brazos.

-Lo sé, era una broma.

Ella asintió.

-Gracias, de verdad.

-¿Por qué siempre pides perdón y agradeces?

Ella se quedó muy quieta por un momento.

-Bueno... Esta noche has intervenido. Si no hubieras estado ahí ahora mismo...

-No tienes que tratarme como a un héroe o algo así.

-Tienes más cara de villano.

-Puedo ser el villano de tu historia, si quieres. -bromeó, y la seriedad volvió. -Cualquiera habría ido a socorrerte.

Alejandra recordó todas las veces que Xander la había golpeado en público a plena luz del día, y nadie trató de ayudarla. Se puso en pie de nuevo aliándose la camiseta blanca básica y suspiró.

-No. No cualquiera lo habría hecho.

Chase pareció entenderlo, pero no hizo ninguna pregunta ni comentario y ella lo agradeció.

• ────── 🕷 ────── •

Ya eran más de las seis de la mañana para cuando Alejandra seguía revolviéndose en la cama sin poder conciliar el sueño. Al haber dejado a Chase en la terraza distraído mientras fumaba, los pensamientos comenzaron a golpearla con fuerza y sin compasión.

Llevaba más de una hora dando vueltas entre las sábanas. Se había desnudado por completo como cada noche, y el calor la estaba asfixiando pero no podía dormir sin estar tapada por algo, irónico. Aún que realmente en estos momentos no podía dormir, sin más.

Xander había escapado. Había escapado del maldito centro psiquiátrico en el que lo acabaron encerrando tras segarle la vida a aquel padre y su hijo. Alejandra recordaba aquel momento cada día, y sentía culpa. Ambos estaban en el coche, ella de copiloto. Xander estaba cabreado y llovía a raudales por la oscura carretera. Ella trató de calmarlo pero ya estaba muy harta, y cometió el error de desafiarlo. En aquel momento Xander descuidó el volante y con una mano le arrancó un mechón de pelo, Alejandra no gritó, no hizo ningún ruido aguantando el dolor ardiente mientras Xander se sacudía el pelo de la mano y loblanzaba por la ventanilla entreabierta. Entonces aquel hombre fue iluminado por los faros. Trataba de arrancar su coche con un chico adolescente ayudándolo;

"-¡Para!¡Xander para por favor!

-¡Cállate!¡Cállate, joder!

Alejandra trató de hacerse con el control del coche, pero Xander la golpeó con el codo y con una sonrisa sádica embistió contra el coche en la carretera.

-¡Noo!

-¡Papá! -aulló el chico, pero entonces Xander dio un bandazo arrollándolo también.

Alejandra podía sentir los cuerpos bajo las ruedas como enormes baches. Y las lágrimas y súplicas se le atascaron en la garganta."

Con un suspiro se levantó de la cama sin saber porqué tanta seguridad, y salió de la habitación tratando de acostumbrar la vista en la completa penumbra.

Podía ver el cuerpo de Chase en el sofá y se aproximó de puntillas para no despertarlo. Sólo quería...

-¿No puedes dormir? -inquiso Chase con voz ronca sobresaltándola.

-¡Joder!

El pelinegro alzó la cabeza y al ver que estaba desnuda sus ojos se abrieron de par en par. Alejandra contuvo el impulso de tapar su zona íntima depilada a excepción de una franja fina en el cruce de los labios.

-¿Qué haces...? -gruñó él cuando la pelirroja se sentó a horcajadas sin esfuerzo aparente. -Ale...

Ale...

-Sh... -susurró apartándose el cabello pelirrojo sobre el hombro, inclinándose lentamente, casi con temor sobre el rostro del chico.

Chase había abierto los ojos de par en par tragando una sola vez, la luz del exterior se filtraba dejando en penumbra sus facciones afiladas, la nariz recta y los altos pómulos. Le recordaba a una versión joven de...

Ahogó un gemido cuando su intimidad quedó sobre el miembro cubierto de Chase, y podía sentir como resbalaba por la humedad. Chase colocó ambas manos sobre sus caderas, clavando los dedos en la piel suave y levemente ondulada donde las estrías se formaban y hundían.

Los ojos azules de Chase chispearon cuando ambos pechos rozaron sus labios y nariz, y Alejandra deseó saber que se sentiría al tenerlo succionandolos. Chupándolos y mordiéndolos. La saliva de él humedeciéndolos.

-¿Estás segura? -susurró contra la piel.

Alejandra asintió descendiendo una mano hacia su propio sexo, hundiendo un dedo sobre la ranura y sacándolo completamente mojado. Los ojos oceánicos de Chase cobraron un brillo nuevo, como una llama salvaje encendiéndose. Una mecha.

La pelirroja se llevó el dedo a los labios, pero Chase quitó una mano de sus caderas agarrándose nuevamente por la muñeca, un movimiento ya conocido y placentero. Y bajo su mirada se lo llevó a sus propios labios succionandolo. Alejandra ahogó un gemido hambriento inclinándose y apresando los labios de éste. Sus dientes chocaron con violencia y las manos de Chase apretaron su trasero, clavando los dedos en su culo y arañando la piel.

-Deja que te compense... -murmuró ella contra los labios del pelinegro. Sus pechos pegados y sus respiraciones aceleradas.

Meneó las caderas sobre la sábana que cubría la erección que cada vez crecía más y más. Quería tener su polla frotándose entre los labios de su coño, torturándola mientras sentía que se quedaría sin aire.

-Eres exquisita... -murmuró Chase contra su cuello. -. Creo que no deberías de hacer esto. Podría obsesionarme con cada parte de ti, y eso puede volverse peligroso.

-Quiero.que.seas -susurraba ella frotándose contra el cuerpo del chico, agitada con cada respiración que cortaba sus palabras -.peligroso.

-Tienes que parar ahora -gruñó él pegándola más a su cuerpo -. Voy a hacerte daño.

-Hazme daño.

No hizo falta más para que Chase se levantase con ella a cuestas, alzándola al igual que en el escenario y Alejandra dedujo que era su habitación a la que se dirigían. En ningún momento sus labios soltaron el cuello, la clavícula ni los hombros de él. Mordisqueó la piel de estos últimos con lujuria succionando a la vez la piel.

Y entonces su espalda chocó contra la cama. Notó que lo único que Chase llevaba puesto eran los pantalones cortos de chandal, y la polla de éste palpitaba contra su entrepierna. Bajó gambas manos hacia la zona y ahogó un grito al notar el grosor contra su mano. Si algo no se esperaba era aquello. Nunca había...

Pero era su cama. La cama pulcra en la que nunca había hecho nada.

Su cuerpo se tensó bajo las caricias lujuriosas y tortuosas de los labios de Chase cuando este estaba a punto de saborearla. Dejando besos y formando ventosas contra el interior de sus muslos.

Volvió en sí, y era un auténtico autómata. Pero no iba a decepcionarlo de nuevo. No iba a cortarle el rollo una vez más y pensó en llegar al final. En dejarlo que...

-Eh, ¿qué pasa? -preguntó Chase alzando la cabeza de entre sus piernas. Tenía los labios empapados y los ojos brillantes. El pelo negro revuelto y la respiración agitada.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de ella sin poder contenerlas más, y torció la boca ahogando un quejido, pero él ya lo había notado y se estaba irguiendo.

-No. -negó. -No voy a hacer nada, tranquila. Pensaba...

Alejandra apartó la mirada sintiendo como si acabase de perder el control de su cuerpo. Le temblaban las piernas pero no tenía fuerzas.

-Es culpa mía. -gimoteó encogiéndose, pegando las rodillas al pecho quedando en posición fetal. -Lo siento... -se le cortó la voz. -Lo siento, lo siento, lo siento...

Era apenas un susurro y apretó los ojos con fuerza conteniendo el dolor.

Chase emitió un suspiro, y entonces se tumbó de lado tomándola por sorpresa. Sus dedos se alzaron al rostro de la chica, y con cuidado y suavidad limpió las lágrimas que no cesaban. Aquello sólo contribuyó a que ella rompiese en un llanto desconsolado que él no entendía pero quería calmar.

Entonces con una fuerza nueva pegó el cuerpo de Alejandra al suyo, pasó un brazo por detrás de ella cubriéndola con la sábana y dejando un apretón tierno sobre su espalda.

-Eh, ven... -murmuró dejando un beso sobre su frente, apenas un roce suave. -No pasa nada ¿si? .Estoy aquí, tranquila.

Los gimoteos fueron silenciados, pero ella seguía con la mirada perdida y sólo se absorbía la nariz cada pocos segundos.

-¿Te puedes quedar conmigo? -preguntó sin mirarlo. -Por favor. No quiero sentirme sola hoy.

Chase suspiró de nuevo, y los dedos acariciaban su nuca con un ritmo desconocido. Como un pianista experto. O un guitarrista afinando sus cuerdas con calma.

-No te voy a dejar sola. Lo prometo, bonita.

Alejandra asintió sin moverse, encogiéndose contra el cuerpo de él. Tras unos minutos en silencio habló.

-Lo siento...

-¿Por qué?

Su voz grave armonizaba con el momento y la situación. Calmando las entrañas de ella.

-Por no cumplir tus expectativas.

Chase esbozó una sonrisa contra su frente y pegó aún más su cuerpo al de ella, tembloroso y frágil.

-Has roto todas mis expectativas en el momento que me escupiste una araña en la boca. -rió. -Créeme que dudo que algo más pueda superar eso, nunca.

Ella alzó la cabeza del hueco de su cuello y con ojos rojos dejó un beso sobre su nariz. Chase cerró los ojos disfrutando de la inocencia de la caricia, y la voz dulce volvió a inundar sus oídos.

-¿Te quedas a dormir conmigo?

Asintió.

-Pero...

-¿Pero?

-Te va a sonar extraño, pero ¿podrías quedarte con los pantalones puestos?

-Sure. Lo que tu quieras.

A simple vista parecía absurdo, pero para ella tenía sentido. Quería tener el cuerpo y las caricias de Chase desde el momento en el que lo conoció. Y cayó en la cuenta de que no había sido sólo una peligrosa atracción, si no un vínculo. Un vínculo que se había forjado en el preciso instante en el que sus miradas se cruzaron.

El azul de un mar y la oscuridad de un pozo.

-Estoy aquí... -susurró Chase al notar que ella contenía un quejido. -No voy a irme. Te lo prometo. Duerme tranquila.

Nota de Autora:

Votar y comentar no cuesta nada, y a mí me ayuda tanto animándome a seguir escribiendo como para que el algoritmo de la aplicación me dé más reconocimiento.

Si has llegado hasta aquí y te está gustando agradecería que me lo hagas saber y lo compartas con tus amigos. Gracias.

Att: Mamá Pato.

P.d: Soy SIMP de mis patitos.

P.d 2: Gracias por hacerme sentir tan bien cada vez que actualizo. Iré actualizando cada vez que pueda, porque estoy teniendo unos días de mierda y me estreso por todo.

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