|Capítulo 3| NUMB TO THE FEELING
Recomendación:
Escuchar la canción de cada capítulo ya que las he escogido acorde a la situación.
La brisa madrileña no se comparaba en absoluto a Seattle o Los Ángeles. Tenía un aroma diferente y característico, algo que a Chase le habría gustado poder encapsular y llevarlo con él a todas partes.
Desde la terraza de tamaño considerable en el hostal tenía vistas directas a la ciudad completa, hospedado en la sexta planta. Abajo una cafetería repleta de personas ajetreadas por las labores del miércoles. El aroma a tostadas recién hechas y tomates triturados con aceite de oliva le hacían la boca agua. No tenía tiempo para desayunar y como un indicio de ello alguien llamó a su puerta.
Estaba completamente desnudo de cintura para arriba, una simple toalla gris le colgaba en las caderas, el cabello mojado dejaba gotas gruesas sobre sus hombros y pecho.
En cuanto abrió la puerta elevó una ceja con diversión cruzando los brazos.
-Buenos días, bello caliente -saludó Roy con una sonrisa de oreja a oreja.
Entró sin ser invitado, cosa que Chase pasó por alto por el simple hecho de ser su hermano. Odiaba que invadieran su intimidad, y aún más con un humor tan positivo desde temprano. Pero Roy era así, un optimista de la vida.
-¿Con quién estás? -preguntó el moreno asomando la cabeza por todas las puertas de la estancia -¿Rubia o pelinegra? -llevaba dos bolsas blancas con algún logo en verde -¿La pelirroja del club?
Chase se apoyó de espaldas contra el marco de la cocina americana aún de brazos cruzados.
-Estoy solo. ¿Qué coño haces aquí?
Roy inclinó la cabeza recordándole a su hermano a un cachorro confundido.
-¿Nada de nada?
Chase respiró hondo alzando ambas cejas y negó.
-Estás perdiendo facultades, hermanito.
Lo cierto era que sí. Chase había sido uno de los chicos más solicitados en su grupo de amigos del instituto, pero en la actualidad, con veintidós años no era más que un minifundi que caminaba por la vida como alma en pena. Y no podía importarle menos.
-Tu tampoco tienes cara de haberte comido una mierda, eh.
Roy bufó dejando las bolsas en el suelo, y con un movimiento demasiado rápido, que a Chase no le dio oportunidad de ver se arrancó ‐literalmente- la camiseta negra. Sus abdominales marcados por años de ejercicios brillaban como si los acabasen de frotar con aceites para bebés.
-¿Qué cojones llevas encima? -Chase olfateó en el aire con una mueca. -Hueles a... dulce.
-Miel.
Roy se encogió de hombros como si nada.
-¿Te has untado miel? Creía que el perturbado era yo.
-¿Qué?¡No! He bajado al spa y me han dado un masaje con una crema especial.
Chase esbozó una sonrisa maliciosa.
-¡No esa clase de crema, animal! -gruñó Roy indignado.
Su hermano alzó ambas manos en el aire a modo de rendición. Tenía una resaca de tres pares de cojones y eso no ayudaba a la hora de lidiar con su hiperactivo medio hermano.
Cuando Chase nació Roy no tenía más de tres años. Su madre había tenido a su primer hijo con apenas diecinueve, y quedarse embarazada de un pandillero que acabaría en la cárcel incluso antes de conocer a su hijo no fue una buena idea. Por suerte o desgracia pudo rehacer su vida un año más tarde cuando al posesivo padre de Roy lo apuñalaron en su celda. Margot Mondeer conoció a Domenic Cavali, un pintor italiano que la embarazó en su luna de miel y abandonó a los dos meses de nacer Chase. Cabía mencionar que también le robó parte de su fortuna a cambio de la custodia completa del niño.
Chase creció al cuidado de su madre y su abuela, en un claro matriarcal donde quienes ayudaban a poner la mesa eran los hombres de la casa -su hermano y él- porque según su abuela ninguna mujer los querría siendo unos buenos para nada machistas. Y finalmente se convirtieron en... Bueno, dejémoslo en que machistas no eran.
-¿Qué vas a hacer hoy? -preguntó Roy sacando una botella barata de Ron de la bolsa.
Chase se había perdido en la habitación y mientras buscaba su habitual camisa negra y pantalones ajustados de vestir contestó:
-Tengo un par de cosas que hacer y por la noche iré al club. Por amor de Dios son las nueve de la mañana... Deja de beber.
-¿Tanto te ha gustado el número de la venenosa?
-Y dale... -el pelinegro salió de la habitación colocándose los anillos. -. Que la araña no tenía veneno.
Roy bufó.
-No me refería a la araña.
Nuestro protagonista decidió ignorar los comentarios de su hermano puesto que aquella chica había herido su ego la noche anterior.
-Voy al centro -anunció Chase para nadie en particular, inclinándose sobre la mesa para agarrar su teléfono. -. Tengo que recoger un paquete.
-Ya estamos en el centro, y ¿qué paquete?
-De mierda. ¿A qué coño viene tanta pregunta?
Roy alzó las manos al igual que hizo su hermano minutos antes. Un gesto bastante común en ambos.
-Sólo me preocupo. Un americano en España... somos blanco fácil.
Chase bufó dedicándole una peineta.
-Sólo digo -el moreno se puso en pie - que deberías de tener cuidado.
-Siempre lo tengo.
Cuando se situó frente a él, el pelinegro retrocedió un par de pasos.
-Lo digo en serio. Tienes que dejar de buscarla, Chase -los ojos oscuros de Roy le recordaron a dos gotas de tinta. -Prometiste que no seguirías con eso.
El simple hecho de pensar en ella sin siquiera mencionarla le arrebataba el aliento y retorcía las entrañas. Pequeños y débiles flashes cruzaron su mente; el cabello oscuro sobre las almohadas de su cama, los ojos azules achinándose cada vez que reía, su risa...
Chase sacudió la cabeza como si de esa forma pudiese ahuyentar a un cuervo posado sobre su hombro. Pesado y agresivo.
-Nos vemos esta noche. -dijo sin más agarrando las llaves del coche.
Fuera un hombre vestido de traje le abrió la puerta al mismo tiempo que él procedía a ponerse las gafas de sol. Hacía un calor infernal y por un momento echó de menos la brisa estadounidense. Ni siquiera volvió la mirada atrás cuando un grupo de veinteañeras se quedaron mirándolo con curiosidad mientras se abrochaba el rolex. Seguramente lo reconocieron, y no era como si él intentase ocultar quien era, pero tampoco pensaba regodearse en su fama. Ya no era un crío.
Con un pitido divisó el Ferrari en el estacionamiento privado. Brillaba con el color de la crema ácida y tuvo que pasar la tarjeta nuevamente para que las verjas le dejasen el camino libre. Pensó que había sido una buena opción alquilar una plaza allí, teniendo en cuenta lo fácil que sería robar un coche así.
Diez minutos después ya se encontraba frente a su destino, y realmente había escogido ese hostal cutre por la proximidad a la tetería. Era temprano para que hubiesen clientes, y atravesó las puertas forradas con plástico negro hasta adentrarse en lo que parecía una cueva con luces rosas y violetas. Dos camareras lo miraron desde el otro lado de la barra, cosa que le importó una mierda cuando pasó por su lado dedicándoles una mirada indiferente.
-¡Chase! -gritó una voz masculina incrementando sus migrañas. Un acento inglés casi perfecto.-Pensaba que no vendrías.
Chase chasqueó la lengua quitándose las gafas de sol y dejándolas descansar sobre su mata de pelo oscuro. Su madre siempre le había dicho que era pelo de cuervo, un regalo divino para un chico hermoso. Quién le diría a su madre que veintidós años después ese chico hermoso sería un yonqui corroído por la fama pasada y las drogas.
-¿Lo tienes?
Guzmán, sonrió. Ser el dueño de una red de teterías sólo era la punta del iceberg. El castaño le señaló que lo siguiera y eso mismo hizo.
-Cuando me has llamado me pensaba que estabas de coña -rió su amigo palmeándole la espalda. Era casi tan alto como Chase. -.¿A qué has venido?
O era idiota o se lo hacía. Pero desde luego no era tan estúpido. Guzmán siguió sonriendo algo incómodo ante el silencio de Chase.
-Te aviso que estamos un tanto liados.
Y en cuanto el castaño apartó una cortina roja él lo entendió. Liados significaba toda una sala de perversiones.
Ante ellos todo eran fluidos y gemidos y...sangre. A medida que avanzaban pudo divisar a una mujer de más de setenta años atada de pies y manos mientras una enorme polla negra le taladraba la garganta. En una esquina un tipo desgarbado le atravesaba el recto a otro con una barra demasiado larga. La susodicha gemía de forma ruidosa y molesta, Guzmán sonrió, pero Chase volvió a bajarse las gafas de sol para no tener que ver con tanta claridad.
-¿Qué te parece?
-No creo que quieras escucharlo. -bufó casi riendo al ver como un tipo enorme estaba anclado a una rueda, mientras una chica en sus veintitantos lo hacía girar y azotaba sus extremidades con una fusta. -¿Qué clase de pervertido eres?
Guzmán emitió una carcajada con sorna mientras le indicaba que lo siguiese.
-Aquí tenemos la sala estrella. Echa un vistazo.
Chase muy que su pesar avanzó hacia una puerta con ventanal redondo, y el estómago se le revolvió al ver como abrían los genitales de una mujer y le introducían un...
-Por amor de... -contuvo una arcada. -Eso es asqueroso.
Guzmán se encogió de hombros.
-Concuerdo, pero esta peña paga mucho por dejarlos llevar a cabo sus fantasías aquí.
-No me extrañaría encontrarme a alguien follando con una cabra. -bromeó el pelinegro.
Guzmán frunció el ceño.
-Lo que hagan no es asunto nuestro.
-Dime que no hay nada ilegal.
-Todo esto es ilegal -rió el castaño. -. ¿O crees que... Ah... ¡No! No hago esas cosas, hasta yo tengo mis límites.
-Dejas que follen con cabras. -señaló Chase disimulando su asco.
-¡Sólo fue una vez! Esas bestias ensucian mucho.
-¿Le han preguntado acaso a esa bestia si quería que se la follasen?
Guzmán negó con un suspiro hastiado.
-Ahora eres animalista ¿o qué?
-Sólo digo que hay límites.
-Y yo te digo que no me importa lo que hagan mientras todos sean mayores de edad -puntualizó como si fuese algo obvio y completamente normal. -. Créeme que esa cabra lo era.
Chase alzó ambas cejas chasqueando la lengua. Guzmán era un cerdo guiado por el dinero, y aún que esas prácticas concretas no eran para nada de su agrado, ¿quién era él para juzgar?
Finalmente y tras varias escenas más que habría deseado no ver, llegaron a su destino. Una sala acorazada con paredes de metal y mesas de madera repletas de toda clase de cosas; desde cajas con drogas hasta armas desmontadas. Un arsenal completo.
-Bien, amigo. Creo que no te va a gustar lo que mi chico ha encontrado -el rostro del castaño se contrae cuando frunce los labios chasqueando. -Toma.
Una carpeta quedo extendida ante Chase, y éste tardó unos segundos en aceptarla. Habia pagado una fortuna e intercambiado varios favores por esa información, y sin embargo al abrirla quedó destrozado. Como si un animal hambriento le arrebatase los órganos desgarrando todo a su paso. Juraría que se estaba tambaleando cuando lanzó la carpeta con brusquedad a un lado de la sala.
-¡Wo, no! -intervino el otro. -No hagas eso, puedes...
Cuandi colocó la mano sobre su hombro Chase estuvo a punto de mordérsela por la rabia.
-¡No me toques, joder!
-Vale, vale... Tranquilo.
El pelinegro se pasó los dedos con desesperación por el pelo una y otra y otra vez hasta conseguir calmarse un mínimo. No podía controlar toda la oleada de emociones que lo habían invadido, y quería romper, golpear, incluso matar...
Estaba dispuesto a matar por ella, y no le importaban en absoluto las consecuencias.
• ────── 🕷 ────── •
Para la media noche el club ya estaba a rebosar. Roy lo había saludado para después desaparecer con una pelinegra de largas piernas dejándolo solo en la barra. Tampoco es que le importase mucho, ya que disfrutaba de su soledad y la cabeza le había dejado de doler en las sienes.
-¡Una birra, Samu!
Una morena de bonitas curvas acababa de sentarse en el taburete contiguo. Por su vestimenta supuso que debía ser una de las bailarinas. Su piel era unos tonos más claros a la de su hermano, y brillaba de una forma exótica bajo el sudor.
Cuando el camarero le sirvió una gran jarra de cerveza chase chasqueó los dedos en señal de que pagaría él también su consumición.
-No hace falta -sonrió la chica, y tenía unos hermosos ojos verdes. -, para mí son gratis.
-God. -se limitó a decir.
La chica pareció darse cuenta ya que lo siguiente que dijo fue con un perfecto dialecto inglés.
-Te he visto la otra noche. Eres al que Wolf le bailó.
Con un movimiento perezoso Chase deslizó el antebrazo por la barra hasta quedar cerca de ella.
-¿Wolf?¿La pelirroja?
La chica asintió.
-La misma -rió con amargura. -. Eres un suertudo, nunca baila para nadie.
La conversación comenzó a parecerle interesante.
-¿Ah sí? -esbozó su sonrisa más encantadora -¿Por qué crees que lo hizo?
Ella se encogió de hombros dándole un trago a la cerveza.
-No le busques el sentido, esa pelirroja está endemoniada. Ni en siete vidas sabrías lo que corre por su mente.
Había cierta amargura en sus palabras pensó Chase.
-¿No te cae bien?
-No somos precisamente amigas. -dijo sin más.
El pelinegro entrecerró los ojos entornando la cabeza.
-¿Le tienes envidia? -pero no la dejó contratar. -No... Más bien le tienes ganas.
La morena frunció el ceño como si Chase acabase de convertirse en un enorme bicho babeante.
-Tranquila, te guardaré el secreto.
Eso por alguna razón pareció molestarla ya que se puso en pie dejando la jarra medio llena de mala gana. Antes de que se escabullese Chase rodeó su diminuta muñeca.
-¿Cómo te llamas?
Ella se zafó de su agarre con delicadeza, y cuando él pensó que no contestaría esta dijo:
-Galia. Es mi nombre aquí.
-¿Y fuera de aquí?
Esta emitió una carcajada divertida negando con la cabeza, mostró la palma de su mano -la misma que Chase había agarrado para detenerla -, y elevó el corazón y el anular de forma ondeante.
-Lo pillo -se carcajeó este con ganas por primera vez en la noche. -, no soy tu tipo.
Ella le guiñó el ojo con amabilidad y algo de coquetería, y entonces la sala quedó en absoluto silencio al caer las luces. Un foco rojizo se encendió de golpe arrancando varias ovaciones, y en medio estaba ella. Chase habría jurado que estaba incluso más despampanante que la noche anterior.
-¡Damas y caballeros! -anunció una voz resonando en cada esquina de la sala. -¡Esta noche tendremos el privilegio de deleitarnos con; la hermosa... La sensual... Exótica e inigualable... -alabó aquella voz. -¡Wolf!
Alejandra tenía el estómago revuelto en cuanto sus tacones de quince centímetros subieron al escenario. Desde su llegada al Diamond trató de evitar cualquier clase de contacto que no fuese estrictamente necesario. Se había encerrado en un pequeño cubículo para arreglarse y cuando salió finalmente con el carmín intacto dio de bruces con Galia.
Ésta ni siquiera la miró, y el ácido subió por su faringe cuando Alba, su compañera le posó una mano en la cintura para apartarla del camino. Se sentía sucia...
La música sonó diferente, el ambiente olía diferente. Como si el club en el que llevaba años bailando hubiese sido sustituido por una cueva oscura con bestias al acecho en cada esquina. No conseguía distinguir los rostros y gruesas gotas de sudor corrían por su frente y columna.
Comenzó con suaves movimientos de muñecas, las caderas danzando a la par mientras lo único que cubría su intimidad se limitaba a un tanga rojo y la falda transparente. Los pechos casi expuestos a las decenas de ojos que la acechaban. No iba a intimidarse, se lo había prometido a sí misma desde que cruzó la puerta. Pero algo no iba bien. Podía sentirlo. A pesar del dolor abdominal y el sabor amargo de la bilis subiendo por su garganta consiguió superar la primera fase del número, y cuando Sharpey fue depositada sobre sus hombros temió, no por ella, sino por el pobre animal. La pitón era su mejor y única compañera, pero en esos momentos sus rodillas temblaban y rezó por no caerse en medio del espectáculo.
Siseos, la cola entre sus pechos y la cabeza de au mascota descendiendo por el abdomen. Vitoreos por encima de la música, aplausos y deleites. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, y reconoció a Samuel, a Seva de pie tras un grupo de hombres vestidos de caros trajes, y él...
Podría haber mentido, pero aquellos ojos la penetraban como si supiese lo que ella había hecho la pasada noche. La sonrisa macabra de boca cerrada mientras mojaba los labios en lo que supuso era ron, la habían probado en su imaginación.
Su recuerdo la había follado hasta dejarla sin fuerzas. Los gemidos habían provocado golpes en las paredes, quejas incluso. Pero nadie sabía que ella sola, con una simple imagen mental había dejado su sexo enrojecido y adolorido. Sus propios dedos apuñalándola por horas mientras suplicaba por explotar, por correrse en el suelo, la ducha, el sillón...
Todo eso lo había provocado un recuerdo e imaginación. Ese hombre sentado en la barra parecía ser consciente, parecía incluso saberlo como si realmente fuese cierto. Aquella mirada cómplice sólo le confirmaba que no habían sido sus dedos o su lengua los que la hicieron sudar, gruñir y morder las sábanas y la almohada.
Y entonces, sin apartar la mirada de sus oscuros ojos, Sharpey descendió hasta el suelo y Alejandra reveló una reverencia al público, su cabello rojo empapado en sudor azotando el aire. La respiración agitada y el pecho ascendiendo y descendiendo por el esfuerzo.
Estaba rota y aún así seguía siendo la mejor. Exhausta acarició al animal y se lo colgó del cuello una vez más descendiendo del escenario entre billetes.
Pero en vez de dirigirse a los vestuarios avanzó hasta quedar cara a cara con el sujeto. Él volvió a llevarse el vaso a los labios mientras la pelirroja alzó una ceja desafiante.
-Good show. -la apremió.
No se molestó en agradecer. Sentó el enorme culo sobre el taburete notando el cuero pegarse a su piel, y sin apartar la mirada alzó una mano hacia el camarero.
Sería interesante. Ella no hablaba inglés, y él no parecía entender español. Por suerte para ambos existía un idioma universal; el placer.
Nota de Autora:
Votar y comentar no cuesta nada, y a mí me ayuda tanto animándome a seguir escribiendo como para que el algoritmo de la aplicación me dé más reconocimiento.
Si has llegado hasta aquí y te está gustando agradecería que me lo hagas saber. Gracias.
Att: Mamá Pato.
P.d: Soy SIMP de mis patitos.
P.d 2: Gracias por hacerme sentir tan bien cada vez que actualizo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro