Hybrid Part 1
Pareja: Kardia x Dégel
Advertencia: Éste capítulo será dividido en tres partes debido a que cuando empecé a escribir en mi libreta creí que sería corto mi one shot 😅 pero al pasar todo a borrador en wattpad me dí cuenta que era muy largo y para que no se aburran de leer algo extenso, la opción adecuada fue partir en tres ésta historia que espero sea de su agrado.
Pedido hecho por AlondraAnahFicundoco
Kardia Scorpius, un joven noble que siempre destacaba por vestirse extravagante, su sonrisa que prometía sadismo y máximo placer a la hora del sexo, de cabello azul, rebelde y salvaje por lo esponjoso que era, su galanería robaba el aliento, pero sus masculinas facciones lo hacían el más codiciado y deseado por hombres y mujeres, aunque su reputación era conocida por toda la nobleza debido a su carácter explosivo, además decían era alguien altanero, cruel y despiadado que no se tentaba el corazón para obtener lo que quería ó eso es lo que se rumoraba entre los cortesanos, nadie sabía nada de ese joven, sólo lo que ellos veían a través de lo que demostraba ser.
Un viejo refrán dice: "No debes juzgar el libro por su portada."
Efectivamente, nadie sabía nada de su persona, sólo lo que el mismo Kardia les hacía creer, tal vez sí era extravagante, sus risas escandalosas y un desvergonzado con todos, además de su lenguaje vulgar pero también tenía un lado romántico y soñador. Siempre deseó tener a alguien que lo ame, sin que le importe su condición, la enfermedad que lo tiene entre la vida y la muerte, su corazón, el que le ha estado causando molestias debido a las altas fiebres y el incesante dolor en su pecho además de sentirse quemar por dentro. Aprendió de la peor forma que el amor no era para él, todos los que conoció e inició una relación sentimental se fueron de su vida inmediatamente cuando se enteraron de su mortal enfermedad, sólo unos cuántos se quedaban porque le tenían lástima y los otros por interés, sabían que tenía una inmensa fortuna, la cuál nadie reclamaría al ser el último Scorpius que quedaba con vida, esa era una de las razones por la cuál debía adoptar una personalidad diferente. Había escuchado la historia de Milo Dalaras y Mystoria Aquarium con sus respectivas parejas que eran híbridos, pero aunque deseara algo así, era consciente que ni siquiera un híbrido se fijaría en él, no estaba destinado a ser amado por nadie, tal vez muera sólo en esa enorme mansión, por eso antes de morir cumpliría otro de sus caprichos, tener como mascota a un híbrido, hasta ahora los que ha visto ninguno había logrado captar su atención, todos eran lindos pero muy sumisos, él deseaba algo diferente, era difícil explicar con palabras lo que buscaba.
El dueño de esa casa donde vendían los híbridos le prometió traer más de diferentes regiones y así lo hizo, un martes al medio día recibió una carta de aquel sujeto llamado Manigoldo donde explicaba brevemente que en cuánto recibiera la misiva acudiera de inmediato, sería el primero en elegir a su nueva mascota, no lo pensó más, ordenó a su mayordomo que tuviera listo el carruaje en ese instante, decir que estaba emocionado era poco, mientras el carruaje iba rumbo a su destino la ansiedad se percibía en todo su cuerpo, sus ojos adquirieron un brillo inusual y su corazón latía eufórico y ésta vez no era por su enfermedad, faltaba poco para llegar y sólo deseaba saltar para correr más rápido que los inútiles caballos que tiraban ese transporte tan lento. Como un niño al que estaban por comprarle sus padres un juguete nuevo, no esperó a que el cochero le abriera la puerta, solito se bajó y corrió a la casa de Manigoldo tocando desesperado sobre la lustrosa madera, ésta se abrió lo que fue una eternidad para Kardia, le valió tres hectáreas de verga sus modales, sólo quería ver al híbrido que compraría al precio que sea, nunca había tenido uno por lo que le era difícil contenerse y su voz con un toque de desesperación lo demostró.
-¿Dónde están? Exijo verlos ya mismo.
- Tranquilo bicho, demuestra un poco de educación con tus mayores y no demuestres tus ansias.
- Educación mis huevos, yo vine como comprador, no en calidad de amigos.
El escorpión frunció su ceño y se cruzó de brazos, haciendo un berrinche frente a Manigoldo que ya no pudo aguantar más las ganas de reírse, el otro indignado hizo un puchero y sus lustrosos zapatos golpeaban contra el piso de mármol a modo de queja pero sólo eso empeoraba las sonoras carcajadas, agarrándose fuertemente su estómago porque Kardia era tan... Kardia. Sólo él y su pareja podían ver al auténtico escorpión, uno que se comportaba de manera infantil.
- Eres el peor de mis amigos, Mani.
Manigoldo seguía sin cooperar, sólo quería ver a los híbridos y comprarlo para llevarlo a su mansión, pero el estúpido frente a él no paraba de reír y se secaba las lágrimas imaginarias de sus ojos, paciencia le quedaba poca, sólo pedía a los dioses que ya parase de burlarse a costa suya, tras calmarse después de algunos minutos el peliañil contraatacó.
- Corrección bicho, soy el único amigo que tienes y aún así me quieres.
Se cruzó de brazos y sonrió socarronamente porque era la verdad, Kardia sólo lo tenía a él como único amigo.
- Le diré a Albafica que me estás molestando, sabes que te meterá una rosa en el culo si se entera que por tu culpa me he "enfermado".
Para evitar darle la razón a su estúpido amigo se excusó en lo único que podía llenarlo de amor, así como llenarlo de terror, su pareja.
- No te atreverías mugroso escarabajo.
Le lanzó una mirada de advertencia pero Kardia se la devolvió junto con una sonrisa maliciosa.
- Recuerda lo que sucedió hace unos meses.
Claro que Manigoldo lo recordaba, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y se estremeció con lo que su bella rosa con espinas le hizo, ese precioso híbrido tenía un carácter de los mil demonios, se prometió no hacerlo enfadar, más cuando se trataba de Kardia y su sobreprotección debido a su enfermedad, además que lo consideraba como si fuese su propio cachorro.
- Por tu reacción es obvio que no lo olvidas, siendo así ya conoces de lo que soy capaz de hacer tonto cangrejo. Ahora a lo que vine, muéstrame lo que has conseguido, ésta vez no me iré a casa con las manos vacías.
Manigoldo sólo chasqueó la lengua y ambos se dirigieron hacia donde estaban los híbridos, el lugar se encontraba en otra parte de la enorme casa del peliañil, asegurada por si alguno intentaba escapar, aunque ahora todos se mostraban dóciles, a veces había uno que otro que eran completamente lo opuesto, salvajes e indomables tal como su segunda naturaleza.
Ordenó hicieran una fila y de inmediato obedecieron todos los híbridos a excepción de uno que odiaba le dieran órdenes, gruñó por lo bajo, pero se mantuvo sentado en una esquina de la enorme habitación, Manigoldo lo dejó pasar y Kardia como un niño emocionado fue uno por uno admirando lo lindos que eran, había de varias especies, conejos, gatos, perros, tigre, águila, desde los más tímidos a unos tan coqueteos que se lamían los labios al verlo, también un híbrido de sirena de cabello rosa y estaba por decirle a su amigo que quería a ese bello espécimen, más su mirada por una fracción de segundos se desvió hacia la esquina de la pared donde había un híbrido de ¿zorro?
- Oye Mani, ¿que híbrido es ese de allá?.
Señaló con su dedo al solitario espécimen del cuál no veía su rostro.
- Es un zorro de las altas montañas nevadas, lo más extraño es que vagaba en solitario, todos los que somos cazadores sabemos que ellos pertenecen a una manada, a pesar que me vio con mi arma no intentó escapar, es más, caminó en mi dirección y me siguió todo el camino hasta que nos reunimos con mis hombres que traían los demás híbridos, no habla, no es salvaje aunque tengo el presentimiento de que es muy inteligente.
Tras escuchar a Manigoldo su curiosidad aumentó, sólo podía observar sus orejas de color café claro, pero lo que resaltaba más era su largo y lacio cabello verde, iguales a las manzanas verdes que le gustaba comer, aunque las rojas eran su favorita, caminó en dirección de aquella misteriosa figura sentada, se paró frente al híbrido que mantenía oculto su rostro debido a su cabello, se puso en cuclillas y extendió la mano, sus dedos tocaron la piel de la mandíbula, lo sabía, era igual a como se lo imaginó, tan tersa pero un poco fría, aunque no estaba preparado y mucho menos su ardiente corazón para lo que sus retinas mirarían.
Un bajo gruñido salió de la garganta de ese híbrido, tal vez porque estaba invadiendo su espacio personal, pero poco le importó aquello, el agarre en su mano se volvió firme, lo obligó a que lo viera a la cara y juraría que nunca en su vida había visto una mirada tan enojada y profunda con aquel inusual color de pupilas, un violeta llamativo, atrayente pero a la vez tan frías como un témpano de hielo, quedó hechizado por la belleza de ese híbrido, el único en su especie si es posible, no podía dejar de admirarlo, pero su corazón empezó a latir rápidamente, su mano dejó de sostener la fina barbilla del híbrido y se lo llevó directamente a su pecho, el golpeteo incesante contra la palma de su mano lo asustó por un momento, luego se dio cuenta que no le dolía, ni su respiración parecía agitada y tampoco empezaba a sudar frío, ¿Acaso su enfermedad del corazón había agravado y éste era un nuevo síntoma? Uno tan silencioso que moriría repentinamente. Sus caóticos pensamientos se vieron cortados abruptamente por una fría pero delicada mano posarse contra la suya y su frágil corazón se fue calmando de inmediato, asombrado miró al híbrido que tenía ligeramente fruncido el ceño y miraba atento donde se sabe se encuentra el corazón, luego lo miró a él, los azul zafiro y violetas no se apartaban hasta que el híbrido se sintió incómodo con la intensa mirada del humano y prefirió desviarla hacia la pared.
Kardia sonrió victorioso tras ganar esa mini guerra, giró hacia Manigoldo que tenía una ceja alzada tras ver la interacción de esos dos, le recordó a cuando conoció a Albafica, sólo que él no estaba enfermo del corazón y más bien su mismo esposo lo había herido en el pecho cuando trataba de "capturarlo", su primer encuentro no fue nada agradable siendo cazador y presa, pero todo cambió a partir de ese momento, su Albita se arrepintió dos minutos después de herirlo y ayudó a curarlo. Kardia sólo atinó a decir "Me lo llevo" dos tonos más alto y de forma chillona para luego salir rápidamente de ahí, totalmente avergonzado y esperó en su carruaje a que le entregaran su preciada adquisición, sólo pedía a los dioses que no fuera Manigoldo quien hiciera la entrega pero como a éstos les encantaba hacerlo sufrir hicieron oídos sordos a sus ruegos y fue su amigo quien llevó personalmente al híbrido de zorro, el cual se subió y se sentó en el lado opuesto de donde se encontraba el humano, sus miradas se cruzaron nuevamente por breves segundos pero la desvió hacia otra parte que no fuera el noble frente a él.
- Sólo te diré que te cuides y lo cuides a él. - Señaló al de cabellos verde. - Es único en su especie y rara vez se dejan ver, jamás en tu vida te volverás a encontrar uno igual, así que más te vale tratarlo bien, disfruta tu luna de miel bicho arrastrado.
- Tú...
Soltó una sonora carcajada y cerró la puerta del carruaje antes que Kardia le gritara una sarta de insultos, haciendo que el cochero tirara de las riendas de los caballos y emprendiera su camino de vuelta a la mansión Scorpius. Dentro de la misma el peliazul estaba rojo de coraje, a punto de soltar todo su veneno en palabras ofensivas y vulgares al idiota de su amigo, si se contuvo es por la belleza que tenía como acompañante, decidió tranquilizarse ya luego se las cobraría al chistocito de Mani, él no pensaba acostarse con ese híbrido, además que dudaba cediera aunque lo obligase a tener sexo con él. El viaje duraría alrededor de treinta minutos y Kardia no era amante del silencio por lo que tras diez minutos transcurridos se aburrió y empezó a jugar con sus dedos, buscando la manera de iniciar conversación con su híbrido.
- ¿Tienes un nombre? Porque si no tienes puedo llamarte "Manzanita", tu cabello me recuerda a las jugosas manzanas verdes.
El híbrido que hasta ahora seguía con la mirada baja, tratando de ignorar a su "dueño" se dignó a fijar su atención en él cuando mencionó ese ridículo nombre. Abrió su boca y después de mucho tiempo volvió a hablar.
- Dégel.
Fue lo único que dijo y Kardia estaba perplejo, su voz sonó tan profunda como rasposa, su cuerpo entero vibró de emoción y captó de inmediato lo dicho por el híbrido.
- ¿Te llamas Dégel?.
Recibió un movimiento afirmativo con la cabeza pero nada salió de esos finos labios, eso no importaba, él lo compensaría como el buen hablador que es, comenzó a charlar sobre su fruta favorita, las manzanas, lo mucho que le encantaba en tarta, sus platillos preferidos, sus travesuras, lo que fingía ser ante los otros nobles; como conoció a Manigoldo y su bello esposo Albafica que era un híbrido, su deseo por encontrar el amor aunque ésto último lo dijo con nostalgia, como si fuese un sueño imposible de cumplir. Si bien Dégel miraba por la pequeña ventana del carruaje asentía como dándole a entender al humano que lo escuchaba y de vez en cuando su mirada violeta captaba los gestos de Kardia, el brillo en sus ojos azules, para después desviarlo y seguir admirando el paisaje lleno de árboles.
Si bien Kardia le contó de todo un poco a Dégel sobre su vida, jamás mencionó su enfermedad, de nada le serviría contarle al híbrido que moriría en cualquier momento, su destino no cambiaría al decirlo, sólo recibiría otra mirada de lástima y es lo que menos deseaba ver en esas lindas facciones. Finalmente habían llegado a su mansión y se bajaron del carruaje, el peliazul le mostró lo que sería su nuevo hogar.
- Aquí vivirás a partir de ahora, siéntete libre de ir a donde quieras, el jardín, la biblioteca, el comedor ó el salón principal, lo que menos deseo es encadenarte, quiero que te sientas cómodo, las veces que quieras puedes comer, pídelo a mis sirvientes y te será dado, tu habitación está preparada y estará a un lado de la mía, mañana traerán ropa a tu medida mientras tanto te prestaré unas prendas, tenemos la misma complexión y estatura así que no será problema usar mi ropa, vamos.
Caminó rumbo a su habitación, siendo seguido por el híbrido que observaba todo a su alrededor, subieron las escaleras y caminaron por un largo pasillo, doblaron a la izquierda y le indicó cuál sería su habitación, después entraron a la contigua, tan despampanante como su dueño, una cama enorme y cómoda con muchos almohadones, sábanas de seda rojas, cortinas de satín color vino, jarrones que a simple vista se miraban costosos por los detalles tan finos y delicados, lo que más llamó su atención fue el cuadro de un enorme escorpión con su aguijón listo para atacar e inyectar el veneno a su víctima, en lo alto del cielo oscuro una estrella solitaria emitía su brillo en carmesí, ¿La estrella Antares? Dégel que le encantaba observar las estrellas estaba seguro que sí lo era, siguió observando cara rincón de aquellas cuatro paredes hasta que se topó con la figura ya conocida de Kardia que lo observaba con una tonta sonrisa.
- La ropa la puedes encontrar en aquella puerta, ábrela y toma todo lo que sea de tu agrado.
Kardia después de señalar el armario se tiró en su cama como si fuese peso muerto, se sentía exhausto y su corazón no paraba de latir como un loco cada vez que veía al hermoso híbrido. ¿Qué me está pasando? ¿Otro nuevo síntoma de mi enfermedad?
Mientras Kardia divagaba, Dégel hizo lo que se le indicó, se sorprendió por la cantidad de ropa que había ahí dentro, escogió lo más "sencillo" que había. De por sí vestir extravagante no era lo suyo, prefería algo conservador, sentirse cómodo era lo primordial, tomó una camisa blanca con un pequeño bordado de escorpión en los puños, pantalón negro y unos zapatos a juego, encontró de casualidad una cinta roja y se ató con ella su cabello en una coleta baja, la mayor de las proezas fue acomodar su cola entre la camisa y el pantalón pero al final lo consiguió, se observó en el enorme espejo y le gustó toda la combinación en su vestimenta, su cola esponjosa y orejas delataban su verdadero origen, si no bien podría ser confundido como un aristócrata debido a sus finas pero varoniles facciones.
Salió del armario y se sentía extraño volver a usar éste tipo de prendas después de casi un año, debía volver a acostumbrarse, no lo veía tan difícil ya que siendo un híbrido de zorro se podía adaptar conforme los días avanzan, a lo que no podría acostumbrarse era al travieso y atractivo hombre que se encontraba desparramado en su cama jugando con una manzana roja, pasándola entre sus manos, su largo y esponjoso cabello se extendió por las finas sábanas como si fuese un abanico, tal vez no lo había notado antes pero toda la habitación olía a manzanas, su ceño se frunció y un resoplido con tintes de gruñido salió de lo más profundo de su garganta.
Grave error.
Su presencia que no había sido notada puso en alerta al humano que se incorporó de inmediato, hasta el momento su mirada puesta en él con un extraño brillo en ellos, sus labios ligeramente abiertos balbuceando incoherencias hasta que una palabra fue clara.
- Hermoso.
Gruñó más alto y mostró sus colmillos dando a entender que no le gustaba le dijeran así.
- Salvaje.
Aunque fuese dicho lo más bajo posible sus orejas podían captar hasta el sonido más bajo, después de todo era un cazador innato.
- Hermoso pero salvaje.
Notó un puchero que le pareció ridículo viniendo de un adulto y además que seguía quejándose como si fuera un niño haciendo berrinche a sus padres, esa fue la gota que derramó el vaso, su poca paciencia se terminó, su cola se crispó y sus afiladas uñas salieron a relucir, otro gruñido más fuerte emitió antes de abalanzarse sobre el humano que se quedó mudo, su espalda chocando contra el suave colchón, sus manos siendo sujetadas fuertemente por arriba de su cabeza además del peso extra encima de sus muslos, el rostro de un furioso híbrido cerca del suyo, su corazón de nuevo comenzó a latir fuertemente contra su pecho, desde que conoció a Dégel había estado muy activo y eso lo asustaba como lo resignaba, sabía que en cualquier momento su jodida vida se extinguiría, pero no con un malhumorado zorro sentado en su regazo, trató de zafarse del fuerte agarre pero sólo consiguió que las afiladas uñas rasgaran su piel.
- NO. SOY. HERMOSO. ERES. UN. IDIOTA.
La voz profunda fue tan amenazante al decir cada palabra con una pausa lenta, remarcando cada una de ellas y lo mucho que odiaba le dijeran hermoso, sus vellos se erizaron y su instinto de supervivencia le exigía salir de su habitación cuanto antes, pero como a Kardia le encantaba vivir su vida al máximo siguió quejándose.
- No sé como Manigoldo dice que no eres salvaje si ahora me estás demostrando lo contrario, debería encadenarte, tengo muchas más ideas perversas en mente, incluso una que te hará jadear y rogar por más, estarás completamente a mi merced.
Sí, tal vez estaba buscando su muerte, acercó más su rostro al de Dégel, sus respiraciones chocando entre sí, un centímetro más y sus labios se unirían, la sonrisa arrogante que le dio, el coqueteo en su mirada, azul volviéndose profundo, sintió como el agarre en sus muñecas se aflojó, usando eso a su favor se liberó, sus manos pararon en la fina cintura del híbrido y las posiciones fueron invertidas, afianzando su agarre, ésta vez él siendo dominante.
- Por ésta ocasión lo dejaré pasar, la siguiente créeme no dudaré en castigarte severamente, no permitiré que abusen de mi amabilidad y menos un híbrido. Por una vez en tu vida sé obediente y vete a tu habitación antes que me arrepienta y mande azotarte.
Su cintura fue liberada del fuerte agarre, en una de sus manos algo fue colocado más no prestó atención a lo que era, esa cercanía que hubo entre los dos lo dejó abrumado, la actitud desvergonzada del tonto humano consiguió aturdirlo por breves segundos que fueron aprovechados, el olor de la sangre lo trajo a la realidad, Kardia lo miraba con el ceño fruncido y los labios apretados en una línea recta, gotas rojas deslizándose entre su palma y cayendo en el lustroso piso.
- Vete a tu habitación, no me hagas repetirlo nuevamente.
Un pequeño gruñido por lo bajo soltó antes de retirarse, abrió la puerta de la que sería su habitación y miró sin tanto interés cada rincón de ésta, no era muy diferente a la de su "amo", espaciosa, una cama grande y cómoda, mesita de noche, closet, un sofá para tres personas. Se recostó en la puerta, tratando de asimilar todo lo que ha sucedido en tan sólo horas, sus manos las iba a cerrar en puños pero sólo una lo hizo ya que en la otra recién se percató de lo que traía, una manzana roja, grande y apetitosa a la vista, estaba dispuesto a lanzarla por la ventana pero se detuvo por una extraña razón, el dulce aroma que desprendía la fruta también estaba impregnada en la ropa que traía puesta, aunque quería resoplar de fastidio, no lo hizo, cerró sus ojos y olfateó la camisa, captó otro sutil y casi imperceptible aroma varonil, se perdió por unos minutos en esa cómoda sensación y cuando volvió a abrir los ojos miró la manzana y entonces le dio un mordisco, sus pupilas se dilataron y se permitió disfrutar de su dulce sabor.
❄
Habían pasado dos semanas desde que llegó a la mansión de Kardia, la palabra aburrido se quedaba corto con lo que sentía, hartazgo le quedaba a la perfección ya que no había día en que fuese molestado por ese hiperactivo pero fastidioso peliazul y siempre terminaba con el mismo resultado, mostrando sus afilados colmillos y gruñendo, un Kardia arrogante afirmando que era hermoso pero salvaje, sí, esa era su rutina, hasta que el mayordomo se compadecía del híbrido y arrastraba casi de las greñas a su amo para que empezara con sus deberes como noble, sólo así descansaba por unas horas de su presencia.
Dégel no se explicaba como es que su paciencia se terminaba tan rápido estando sólo con el peliazul, no podía evitar que su naturaleza de zorro lo dominara, era difícil de entender todas esas "reacciones" que lograba sacar en él, sabía que era diferente entre los de su especie, no le gustaba involucrarse en peleas por cosas absurdas, no se dejaba cegar por su lado animal, prefería la tranquilidad de un lugar solitario entre el vasto terreno nevado, una cueva, un lago congelado, esas pequeñas cosas le eran satisfactorias, ahora está con un "amo" que habla hasta por los codos, burlón y tan infantil como caprichoso, esos adjetivos describían a la perfección a Kardia, al menos la biblioteca se convirtió en su refugio seguro cuando el "escandaloso" no lo perseguía entre toda la extensión de su propiedad donde había árboles de manzana plantados, rojas y verdes, su olfato se había acostumbrado a éste aroma, ya no le resultaba fastidioso, disfrutaba comer dos ó tres de esas jugosas y dulces frutas, siempre y cuando no lo viera Kardia, si no estaría molestándolo hasta hacerlo enojar.
Volviendo al tema de la biblioteca había grandes muebles de madera con una inmensa variedad de libros, ya sea por las mañanas o tardes se la pasaba leyendo, perdiéndose entre letras. En una de sus búsquedas de algún título que le llamase su atención entre unos libros encontró escondidos unos lentes redondos, un poco polvorientos debido al tiempo que estuvo ahí, los limpió con la manga de su camisa hasta quedar libre de partículas de polvo, entonces se las colocó y encontró el libro que ese día leería, se puso cómodo en un pequeño diván olvidándose de quitarse aquellos lentes, cuando fue llamado para comer con Kardia, porque sí, debía hacerlo sin quejas, era una orden de su amo, se ganó un nuevo apodo en cuanto lo vio con los lentes, "cuatro ojos", decidió ignorar las burlas y concentrarse en comer.
Se había propuesto en la tercer semana no caer en las provocaciones del peliazul, cada que soltaba una tontería se hacía de oídos sordos y lo ignoraba, pasando así otro mes más hasta que dos días consecutivos no lo había visto, le pareció extraño, pensó que por andar haciéndose el tonto e ignorar sus deberes como noble se le acumuló papeleo y debido a eso ni siquiera comían juntos, ni hablar de molestarlo. Para el cuarto día la mansión se sentía tan tranquila, ningún ruido se percibía por todo el inmenso lugar, toda esa quietud lo hacía sentir intranquilo, Kardia siempre era el más ruidoso de todos, se podía escuchar sus quejas, carcajadas y berrinches desde las habitaciones más alejadas, ni un mechón de cabello azul había visto, se dirigía a la cocina cuando escuchó al mayordomo decirle a una de las sirvientas que la fiebre no cedía, normalmente aquellos episodios sólo duraban un día y medio, temían que el cuerpo de Kardia no resistiera un día más, se alejó sigiloso en cuanto los pasos se dirigían en dirección a la puerta donde estaba escondido.
Caminando a través de los frondosos árboles de manzana su ceño se fruncía cada vez más, sus pensamientos lo llevaban a una sola dirección, Kardia. Eso explicaba porqué no lo había visto, pero ¿fiebre? Porqué no llamaban a un médico para que lo curara de inmediato. ¿Porqué no hacían nada para bajar ese aumento de temperatura en su cuerpo? Ó acaso ya no había nada por hacer y él iba a morir. Sin darse cuenta ya estaba caminando hacia la habitación de Kardia, primero se aseguró que nadie estuviera cerca y cuando estuvo satisfecho que nadie entraría de improviso abrió la puerta y entró rápidamente, el olor a hierbas medicinales y sudor penetró sus fosas nasales, era tan fuerte al punto de darle arcadas, el gemido lastimero que provenía de la enorme cama evitó que quisiera vomitar sobre la alfombra que se veía tan cara, inseguro se acercó, viendo a un lamentable Kardia, jadeando, murmurando entre sueños ó tal vez le causaba pesadillas la fiebre, si su cabello era rebelde y esponjoso, ahora parecía un nido de pájaros enredado y opaco, su tez morena desapareció y un tono pálido lo reemplazó, estaba siendo besado por la muerte.
Un cuenco con agua fresca y paños limpios yacían en la mesita de noche, tomó uno para sumergirlo y exprimir el exceso de agua, retiró el que estaba en la frente de Kardia y colocó el nuevo, ganándose un siseo y un quejido de que estaba fría, retiró las pesadas mantas que cubrían el cuerpo del peliazul ganándose una nueva queja, se quedó ahí de pie observando, asegurándose cada cierto tiempo de volver a humedecer con el agua fría el paño, notó que la fiebre no cedía, es más, parecía aumentar, aquello era imposible. ¿Acaso su enfermedad avanzó más ó había otro padecimiento de por medio, la cuál hacía que la fiebre no cediera tan fácil? De un momento a otro el cuerpo de Kardia comenzó a agitarse, repetía entre sollozos y murmullos "No me dejes", "Duele", "Duele mucho, por favor no me dejes sólo".
Lo llamó por su nombre tratando de despertarlo, incluso elevó un poco su voz, pero no parecía surtir efecto, continuaba quejándose de un dolor que no sabía de donde provenía, su mano se dirigió al hombro de Kardia y lo agitó suavemente, seguía sin funcionar, la ropa estaba empapada en sudor y se adhería a toda su anatomía, de nuevo empezaron los gemidos de dolor, su respiración comenzó a volverse errática y lágrimas salían de sus párpados cerrados.
- Duele, duele mucho.
- No quiero vivir más, deseo ser libre, mi corazón está en llamas, me quemo. Estoy sufriendo, sólo quiero morir y que deje de doler, ya no más.
La mano temblorosa del peliazul la colocó en su pecho izquierdo, justo donde se encontraba su corazón arrugando en el proceso la tela de su camisa, empezando a quejarse y jadear, removiéndose en la cama.
- Kardia, no morirás, sólo es una fiebre, pronto pasará, lo prometo.
No sabía qué fuerza poderosa o existiera una razón del porqué de sus acciones, pero su mano comenzó a peinar los mechones húmedos de cabello con suavidad, casi con cariño tratando de consolar al peliazul, luego bajó hacia su frente que indicaba lo alto que estaba su fiebre, continuando su descenso hacia la mano morena agarrándola suavemente y retirándola quedando la suya en su lugar, sintiendo los latidos frenéticos de su corazón que poco a poco conforme pasaron los segundos se fueron normalizando. Sabía que su temperatura corporal se mantenía fría debido a que es un híbrido y provenía de las altas montañas nevadas, tal vez eso ayudó a calmar a Kardia en su estado de agitación, incluso la fiebre pareció ceder un poco más. Dégel no fue consciente de que en la palma de su mano emanó un imperceptible aire frío, el cual fue directo al corazón de Kardia, la preocupación que sintió en ese momento lo dejó ajeno a lo que pasaba alrededor de ellos, sólo deseaba quitar el dolor que sentía el humano y lo consiguió, se sintió orgulloso por eso. Revisó de nueva cuenta su estado de salud y por lo que veía la fiebre bajó considerablemente, su rostro estaba sereno, durmiendo profundamente sin ningún signo de dolor, lo observó detenidamente y concluyó que no podía dejarlo con esas prendas húmedas, tomó ropa del armario y optó por telas frescas, dejó las limpias en la mesita de noche y comenzó a desvestir al dormido Kardia, trató de mirar lo menos posible aquel esculpido cuerpo, la yema de sus dedos rozaban ligeramente la tibia piel, un nuevo paño fue sumergido en el agua y lo pasó con suavidad por los brazos, torso y piernas, limpiando todo rastro de sudor pegajoso en su espalda, una vez se aseguró estuviera lo más limpio posible lo vistió con las prendas que escogió con anterioridad, colocó un nuevo paño en su frente para evitar que volviera la fiebre y después de culminar su trabajo salió de la habitación para dirigirse a la suya.
Dos días más pasaron y finalmente Kardia salió de su habitación, tenía mejor semblante que el de ese día, si bien aún se notaba un poco cansado y su tez lucía ligeramente pálida podía sonreír tan radiante como si no estuviese enfermo días atrás. Su risa escandalosa la escuchó desde muy temprano en la mañana, aún estaba en cama leyendo un libro cuando la pudo oir con claridad, sin darse cuenta soltó un suspiro de alivio. Su relación a partir de ese momento cambió, bueno, el peliazul no lo notaba por ser despistado, pero el híbrido decidió ser más ¿Obediente? No, la palabra correcta sería tolerable con su "amo", ahora que sabía enfermaba continuamente quería evitarle molestias innecesarias, aunque el molesto y berrinchudo era Kardia, no al revés. El tiempo siguió su curso, en ese lapsus afortunadamente las fiebres no se hicieron presentes, llenando de alivio a todos los que trabajaban en la mansión, Kardia era el más feliz, esa última fiebre fue la más fuerte de todas las que ha sufrido en diez años, no recuerda mucho los días que estuvo en cama, sólo que en sus delirios sintió un aire frío que traspasó su piel e iba directo a su ardiente corazón el cuál lo sentía en llamas, fue tan reconfortante sentir lo gélido que era, tanto así que le recordó a Dégel, tan frío y hermoso como un cubo de hielo aunque sabía en el fondo era tan cálido como la primavera, hablando de esa hermosa estación del año, pronto daría inicio y con ello la época de apareamiento para los híbridos. Dégel no se preocupaba por su periodo de celo, nunca presentó los síntomas y la necesidad de aparearse con ninguno de su especie, la manada en la que perteneció alguna vez lo llamó "defectuoso" y lo echaron de ahí, vagó por mucho tiempo hasta que se encontró a Seraphina y Unity, quienes vivían en una pequeña casa de madera entre las montañas, eran dos hermanos que se amaban de forma diferente, la sociedad repudiaba las relaciones incestuosas, por eso se alejaron de su familia y amigos, viviendo en un lugar alejado de todas aquellas miradas juzgadoras y de repulsión, amándose sin restricciones, criando al joven híbrido de zorro como si fuese su hijo, le enseñaron a leer y escribir, aprendía rápido y demostró ser muy inteligente, fueron muy felices por más de trece años hasta que ambos hermanos enfermaron y fallecieron, Dégel se quedó nuevamente solo, vagó sin rumbo hasta que Manigoldo lo "capturó" ó mejor dicho se entregó voluntariamente y ahora vivía con Kardia.
En todos esos años jamás dio señales de tener su celo aunque una vez Seraphina le dijo en broma que tal vez el destino le tenía algo preparado y probablemente el que sería su alma gemela al encontrarlo tendría finalmente su primer celo, aquella vez sólo arrugó su nariz por lo romántico que se escuchó eso, negó con la cabeza, muchos libros de romance leía la dulce mujer y enserio eso le estaba afectando tanto que hasta en su mente se imaginaba sabrá los dioses qué cosas. Eso nunca pasaría, no creía en tal cosa del destino, tal vez en el amor si creía porque vio toda la devoción en la relación de los hermanos, incluso hasta el final de sus vidas muriendo los dos juntos sin soltarse de las manos, pero él era un híbrido defectuoso que no se ha enamorado y nunca podrá tener su primer celo ó eso llegó a creer hasta que algo inesperado sucedió y cambió su vida por completo.
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