4- Soportando un castigo y conociéndote de verdad.
Soportando un castigo y conociéndote de verdad. I'd come for you (Nickelback)
4- Soportando un castigo y conociéndote de verdad.
ERIK
No había nadie más en la sala de castigados, así que, a excepción de un profesor mayor y entrado en carnes, sólo estábamos allí John, Gina y yo.
Yo aún seguía alterado, no me creía lo que acababa de pasar.
John sujetaba un par de pañuelos sobre su labio partido y algo parecido a una náusea me atacó en cuanto recordé cómo acabábamos de pegarnos. Ahora me arrepentía completamente; había ido a Phoenix para olvidarme de mi horrible pasado y poder empezar de nuevo, no para volver a comenzar una nueva espiral violenta allí.
También recordaba el miedo plasmado en los ojos de ella, de Gina, cuando me había visto enloquecer de pronto. Esa mirada… yo la había asustado, y eso me daba asco.
Me limité a sentarme en una de las mesas de la última fila, aislándome de ellos dos (que se sentaron delante) e intentando ignorar, infructuosamente, su conversación.
—Vamos, nena… no te enfades —le pedía John a Gina con voz melosa.
El rostro de la pelirroja se tornó furioso y por un momento pensé que iba a gritarle cualquier cosa a su novio, pero en el último instante respiró hondo, se calmó y le dirigió unas suaves palabras que seguramente se le clavaron como afiladas agujas al muchacho engominado.
—Hasta aquí he llegado, John Carter. No quiero que me vuelvas a dirigir la palabra en tu vida.
El profesor que se hallaba sentado alzó la vista y les pidió silencio, pero John hizo caso omiso y miró a Gin, incrédulo.
—¿Qué quieres decir, Gina?
La joven suspiró un momento, y finalmente volvió a mirarlo a los ojos.
—Me has entendido perfectamente. Se acabó, ya no te reconozco.
John abrió la boca para volver a hablar, pero el profesor le clavó la mirada y le ordenó sentarse.
El minuto siguiente fue muy incómodo. Yo miraba a Gina, alucinado. ¡Acababa de dejar a John! En sus ojos aún llameaba la furia que parecía haber almacenado y, sinceramente, nunca me había gustado tanto esa chica como en ese momento.
Se levantó de su silla cerca de John y sentó a unos metros de mí, para mi sorpresa, se giró y se quedó mirándome. No supe cómo reaccionar después de todo lo que había ocurrido así que, cobardemente, aparté la vista de inmediato.
John se quedó al otro lado del aula con la cabeza baja y los nudillos apretados.
Y así pasaron dos horas, hasta que el profesor nos comunicó que podíamos irnos a casa. John no tardó ni diez segundos en abandonar la clase con un gran portazo.
Gina y yo nos quedamos solos. Ambos nos levantamos de las sillas, sin mirarnos. Un silencio incómodo velaba sobre nosotros, hasta que yo decidí romperlo.
—Gina —comencé.
Ella se giró hacia mí y se quedó mirándome un momento, como si también ella estuviera algo avergonzada.
—Quería decirte que… —era curioso, pero no sabía cómo hablar— sé que me pediste que no hiciera nada pero John se tiró encima de mí y… no quiero decir que no fuera culpa mía porque yo también…
—Tranquilo, creo que entiendo lo que quieres decir.
Me acerqué un poco a ella, hasta que quedamos a unos centímetros.
—Yo no quería hacerlo. Sé que una parte de mí se moría de ganas, pero yo no lo habría empezado primero. De verdad.
Gina miró al suelo, dudando durante unos momentos, y después volvió a alzar la vista hacia mis ojos. Intentó formar una especie de sonrisa, aunque no fue demasiado convincente.
—¿Sabes? Creo que las disculpas debería ofrecértelas yo a ti de parte de John. Sé que desde que llegaste aquí no ha hecho otra cosa que intentar provocar lo que hoy ha conseguido. Hace que me avergüence de haber salido con él.
¿Ella me estaba pidiendo disculpas a mí? ¿Ella?
Era increíble… Pensé que si supiera quién era yo realmente no se disculparía. Si supiera cómo era yo y lo que había hecho ni siquiera se atrevería a mirarme.
Abrí la puerta y ambos salimos de la clase, encaminándonos hacia la salida del instituto.
—¿Quiere eso decir que habéis roto?
La joven se mordió el labio, algo nerviosa aún.
—Al menos eso he intentado… aunque con John nunca se sabe. Puede saltar con cualquier cosa.
—Nadie puede obligarte a estar con una persona que no quieres… —opiné.
Ella me clavó sus enormes ojos castaños, con la confusión dibujada en su rostro. Enarcó una ceja.
—¿Qué te dice que no le quiero?
La verdad era que ahí me había pillado. Yo no tenía derecho a opinar, no sabía nada. Debería haber cerrado la boca, pero algo me impidió hacerlo y de pronto me encontraba hablando.
—No te conozco demasiado, pero creo que eres lo suficientemente inteligente como para ver lo poco que merece la pena John —dictaminé.
Gina apartó la vista de mí unos segundos, no supe si lo que había dicho le había hecho daño, pero la verdad es que tenía toda la pinta de ser así.
Justo en ese momento salimos del instituto y yo me encaminé hacia la casa de mis abuelos, Gina siguió a mi lado y lo miré, dubitativo.
—¿No regresas a casa en coche? —le pregunté.
—No, hoy iré paseando. Creo que vivo casi junto a ti.
Yo me asombré pero decidí no hablar, puesto que en el rostro de Gina aún seguía dibujándose el fantasma de la duda y la incertidumbre. De pronto se giró hacia mí y me hizo una pregunta que me pilló totalmente desprevenido:
—¿Por qué crees que John se comporta así contigo?
Dudé durante unos momentos.
—¿Porque es idiota?
Ella soltó una pequeña carcajada y pude observar durante unos segundos sus pequeños dientes, blancos y perfectos.
—Yo creo que te tiene miedo.
Endurecí la mandíbula automáticamente, sin darme apenas cuenta. Odiaba que ella pudiera pensar algo así, odiaba la posibilidad de que alguien me tuviera miedo sin siquiera conocerme. Prefería no despertar ninguna clase de sentimiento en nadie antes que provocar miedo.
—¿Miedo por qué? —dije, cautelosamente.
—Porque eres inteligente, guapo y fuerte… quizás sienta que le estás quitando protagonismo y está intimidado…
Abrí la boca, ¡se estaba refiriendo a esa clase de miedo! Suspiré aliviado, puesto que pensaba que ella quería decir miedo de verdad, no simple rivalidad.
Tardé unos segundos más en volver a recordar lo que Gina había dicho de mí: ¿inteligente? ¿Fuerte?... ¿De verdad había dicho guapo?
Dirigí la mirada hacia ella, curiosamente, y me sorprendí al ver que estaba completamente roja, como si lo hubiera dicho sin pensar.
Una oleada de calidez desconocida me visitó y se instaló en mi estómago un momento. Esa chica era extraña pero me gustaba, me hacía sentir algo raro…
Estaba claro que no podía tener nada con ella, ninguna chica merecía acabar con alguien como yo, pero aun así, esa fue la primera vez que pensé que me gustaría abrazarla. Aunque sólo fuera por sentirla pegada a mí un segundo.
Deseché ese pensamiento un instante después, como siempre. Esa clase de pensamientos no eran buenos para mí.
Cambié de tema de inmediato y poco a poco Gina y yo comenzamos a hablar de todo un poco. La verdad es que era una chica muy inteligente, y además era sincera, me decía las cosas tal y cómo las veía y sentía de verdad. Pocas veces me había cruzado con alguien así. En Washington la mayoría de personas decían sólo lo que creían que no me haría enfadar y las chicas solían soltar cualquier tontería que pensaban que a mí me gustaría.
Y allí estaba Gina, rebatiéndome cualquier cosa con una sonrisa permanente enmarcada por su cabello pelirrojo. Era preciosa y yo habría sido tonto al no ver cómo algo le nublaba la vista con preocupación aunque ella intentara fingir que no era así.
Seguramente estaba enamorada de ese gilipollas de John y le había dolido la discusión que habían tenido.
Me habría gustado hacer algo para que se olvidara de él, que se diera cuenta de que era un error, pero yo menos que nadie podría juzgar a alguien como malo.
Llegamos a la puerta de la casa de Gina, que efectivamente estaba a tan sólo dos casas de la de mis abuelos, y justamente mi móvil comenzó a sonar: tenía un mensaje nuevo.
El mensaje era de Karen, la chica de clase a la que había conocido hacía unas horas pero con quien había congeniado de repente. En él me invitaba a salir con ella y sus amigos esa tarde para que además yo le contara con detalles qué había ocurrido en mi castigo. Le contesté afirmativamente, ya era hora de que conociera a nueva gente y me abriera un poco al mundo.
—¿Qué pasa? —Gina arrugó la nariz tenuemente, curiosa.
—Es un mensaje de Karen, quiere que salgamos esta tarde.
—Ah —respondió la pelirroja.
Tras dos segundos callada, finalmente sonrió con amplitud, y dio un par de pasos atrás.
—Será mejor que entre ya a casa, Erik. Te veré el lunes.
Le devolví la sonrisa, mucho menos amplia, y ella desapareció al cabo de un momento.
Yo me quedé delante de su casa durante medio minuto más, pensando en todo lo que había ocurrido ese día.
Junto a mí, el olor afrutado de Gina aún seguía allí.
--
Si os ha gustado no olvidéis votar y comentar <3
Nos vemos el jueves con el siguiente capítulo, ¡mil besos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro