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1- Primer día de clase y humo de cigarro.

     Primer día de clase y humo de cigarro: Radioactive (Imagine Dragons)

1-                    Primer día de clases y humo de cigarro.

GINA

Aún recuerdo perfectamente el día que lo vi por primera vez: la palabra “problemas” casi podía verse escrita en su rostro.

Si lo intento, puedo oír el sonido del timbre que indicaba el inicio de las clases; el primer día de clases. Entré a la sala junto a mi novio, John, y me senté en una mesa situada en la primera fila.

John decidió colocarse detrás del todo, pues allí se sentaban sus amigos y desde mi sitio sólo pude dirigirle una mirada, resignada a quedarme ahí delante y sola en nuestro primer día de clase. Los demás alumnos fueron llegando, entre ellos Claire, mi mejor amiga.

—Hola Gin —saludó—. ¿Dónde está John?

Yo me limité a lanzar una mirada hacia atrás, señalándole la parte de atrás de la clase y ella resopló decepcionada.
John y yo llevábamos tiempo distanciados y Claire lo sabía. Salíamos desde los quince años y ahora, dos años después, era como si todo se fuera apagando cada día más pero aun así no nos atreviéramos a aceptarlo.
Los ojos castaños de John ni siquiera se molestaban en mirarme de vez en cuando, casi había olvidado que yo estaba allí y, para colmo, yo no sentía que me importara demasiado.

La puerta se cerró y, Stephanie Johnson, mi profesora en el instituto desde hacía tres años, entró. Era una mujer rechoncha, con el cabello largo y de un rubio demasiado artificial, al igual que su sonrisa.

—¡Hola, jóvenes…! —comenzó a decir.

De pronto la puerta se abrió; aún faltaban tres alumnos por entrar: una chica y un chico que al parecer se habían entretenido fuera fumando y un último muchacho un tanto curioso. Lo primero en lo que me fijé fue en las botas militares negras que le llegaban hasta más arriba de los tobillos, por encima de los pantalones. Llevaba vaqueros desteñidos, sudadera gris y su cabeza estaba casi rapada, aunque a pesar de tener el cabello corto se apreciaba de un color chocolate que combinaba perfectamente con sus penetrantes ojos verdes.

“Parece enfadado” fue lo primero que pensé. Una parte de mi cabeza imaginó que quizás había perdido el autobús y por eso estaba de mal humor, pero tras un último vistazo al chico, percibí que lo más probable es que pasara con ese aspecto brusco la mayoría del tiempo. Se sentó junto a mí y yo me removí, incómoda.

Stephanie fingió otra de sus sonrisas y caminó de un lado a otro de la sala, observándonos.

—Veo caras nuevas —murmuró, ¿complacida?—. Bienvenidos todos a un nuevo año escolar. “¡Por fin en el último curso!”, diréis, pero pocos de vosotros os graduaréis, eso dadlo por hecho.

—Yo seré uno de ellos, dadlo por hecho —murmuró John detrás del todo, riéndose junto a sus amigos.

Su cabello negro relucía, brillante, a cada movimiento de su cabeza, y varias chicas en la sala lo miraban con interés. Como si no supieran que yo era su novia, pero lo sabían.

El chico nuevo del pelo rapado se rió irónicamente, como mofándose de John y varias de estas chicas también se quedaron mirándole, para mi sorpresa, con cierta coquetería.

Mi amiga Claire me miró fijamente, con sus dos larguísimas trenzas rubias y sus ojos azules.
Yo hice caso omiso; no le podía reprochar nada al nuevo, a mí misma me parecía de mal gusto hacer alarde de inteligencia como lo había hecho John.

Los tacones de la profesora resonaron mientras se acercaba al nuevo, con una mueca perversa en los labios.

—¿Y usted de qué se ríe, señor…?

—Erik.

La profesora esperó a que éste añadiera un apellido, pero no lo hizo.

—¿Sólo Erik? —preguntó.

Erik esbozó una especie de sonrisa desafiante, dejando ver unos dientes blancos y perfectos.

—Si quiere ver mi apellido sólo tiene que mirar la lista de alumnos. Y tampoco lo veo necesario para mantener esta conversación.

En los ojos del chico se reflejó el desafío. Un desafío que no me gustaba nada. ¿Por qué se comportaba así? Acababa de llegar y ya parecía que quería largarse, nadie se dirigía con ese tono a ningún profesor. ¿De qué servía que te castigaran el primer día de clase por una tontería?

A Stephanie pareció sentarle peor que un puñetazo en su gran nariz, así que frunció el ceño y decidió actuar mezquinamente, intentando provocarlo aún más.

—Vaya vaya… simplemente quería saber qué le había parecido tan gracioso de la aportación del señor Carter.

—¿Aportación? —se mofó Erik mirando de reojo a John—. ¿A eso puede llamarlo aportación?

Yo no sabía qué hacer, sentía mis mejillas ardiendo y enrojeciéndose por momentos. Si la cosa seguía así, y conociendo a John, acabarían el día a golpes.

—¿Tienes algo que decir? —preguntó John desde el fondo de la habitación, en actitud prepotente.

Erik y él intercambiaron una mirada interminable y mi corazón se fue acelerando a cada segundo, pero, finalmente, Erik rió roncamente y apartó la mirada de mi novio, evitando así un problema mayor.
Esta vez su mirada se posó en mí.
Seguramente se preguntaba por qué yo estaba tan alterada. Sus profundos ojos me recorrieron completamente en tan solo unos segundos y yo enrojecí aún más. Me sentí incómoda, y por un instante deseé desaparecer del lado de ese chico, haberme colocado junto a John y no ahí. Pero tampoco aparté la vista.
Pude sentir cómo su mirada se fijaba en mi cabello rojizo, después en mis ojos marrones y poco a poco bajaban por mi vestido negro y veraniego, como si vieran a través de la tela.

Aparté la vista, molesta, y miré hacia mi otro lado, hacia Claire.

—¿Qué le pasa al nuevo? —me preguntó ella en un susurro, mientras lo observaba, extrañada.

Yo encogí los hombros y me propuse no volver a mirar a ese chico en el tiempo que quedaba de clase, pero no me fue tan fácil. Solía soltar comentarios irónicos sobre cualquier tontería que alguien dijera, que por desgracia, eran demasiadas.

Finalmente, Stephanie pareció cansada de la situación y volvió a dirigirse a Erik antes de que acabara la clase.

—Si no quieres estar en esta clase nadie te obliga, puedes irte —anunció desagradablemente.

Todos creíamos que el joven se quedaría sentado y cesaría de molestar al resto de la clase, pero para sorpresa de todos, Erik se levantó, agarró su mochila con estampado militar y abandonó el aula.

Pocos minutos después el timbre sonó y todos recogimos nuestras cosas. Aún faltaba media hora para la siguiente clase, por lo que Claire y yo salimos del instituto y nos colocamos algo alejados del resto de la gente, junto a una gran columna oculta tras unos arbustos. Hacía calor, el sol me acariciaba la piel y me hacía sentir bien.

Hablábamos sobre las nuevas asignaturas de ese año cuando, de pronto, John apareció.
Posesivamente pasó su brazo por mi hombro y me acercó a él. Nos besamos brevemente, como siempre y él también se apoyó en la columna.

Como ya suponía, no tardó ni un minuto en sacar el tema de Erik.

—¿Has visto al nuevo? Menudo payaso.

—Déjalo, tiene que ser duro llegar en el último curso a un instituto en el que ya todos son amigos —murmuré escuetamente como respuesta.

John se rió cínicamente y sus ojos se oscurecieron aún más unos momentos.

—¿Crees que él busca tener amigos? A mí me ha parecido que lo único que busca es una buena paliza. Y si nadie más se ofrece, tendré que dársela yo.

John jugaba al baloncesto y era bastante buen deportista, pero al recordar la extraña y peligrosa mirada del otro chico, algo me dijo que no sería tan fácil para John poder pegarle.

—No creo que merezca la pena. Os expulsarían a los dos —opinó Claire, pensativamente.

Yo resoplé. Lo último que quería era que John se metiera en algún problema por culpa de su cabezonería. En general no era realmente violento, sólo fingía serlo y quizás con demasiado énfasis del aconsejable.  John era más boca que cualquier otra cosa.
Su brazo me acercó aún más a su cuerpo y yo me removí de su agarre, algo incómoda por cómo se estaba tornando la conversación.

Últimamente no nos habíamos visto mucho, ya no lo sentía tan cercano como años atrás.

Nos conocíamos desde pequeños, y ni siquiera me había (o yo le había) pedido salir en ningún momento. Simplemente, un día, surgió, nos besamos, y desde entonces estábamos juntos.

Le quería, pero a veces albergaba serias dudas sobre qué habría pasado si no estuviéramos juntos y cómo sería estar sola. Era una situación difícil, no era capaz de imaginarme dejándolo.

—Espero que no vuelva a pasar por el instituto—concluyó John—. Esa clase de gente sólo puede generar más basura de la que ya tenemos aquí.

Lo miré, algo enojada. Odiaba cuando John se comportaba de esa manera, como si hubiera gente que no fuera lo suficientemente buena para estar a su alrededor.

—Vámonos —dijo, ignorando mi mirada.

Claire y él se alejaron a paso ligero, pero yo me giré un segundo y vi una nube de humo que venía del otro lado de la columna, a tan solo un par de metros de nosotros. Dubitativa, me asomé con cuidado y de pronto me dio un gran salto al corazón:

Erik se hallaba detrás de esa columna, frente a la cual nosotros nos habíamos colocado. Seguramente llevaba allí más tiempo que nosotros, por lo tanto, estaba convencida de que había oído completamente nuestra conversación.
Se habría ido hasta allí para poder fumar sin que ninguno de los profesores decidiera echarle alguna clase de sermón.

Se quedó mirándome unos segundos, mientras le daba una nueva calada a su cigarrillo. Yo me quedé quieta, no sabía cómo reaccionar. Por una parte quería irme, pero por otra sentía que no podía hacerlo después de lo que John había dicho de él.

—Perdona por… —comencé.

Erik tiró el cigarro y lo pisó. Durante unos últimos segundos expulsó el humo y yo comencé a toser.

—Tú no has dicho nada malo —su voz era grave, pero a la vez sonaba… ¿dulce?—. La culpa no es tuya.

—John es…

—Un imbécil. Ya me he dado cuenta —me interrumpió.

En su rostro se dibujó una repentina sonrisa divertida. A pesar de lo que había pensado cuando lo conocí -que nunca sonreía-, tenía que reconocer que cuando lo hacía su rostro se tornaba casi infantil. Era muy guapo, de eso no había ninguna duda.

—No me gustaría que tuvierais problemas. Estas cosas nunca acaban bien.

Me mordí el labio, nerviosa. Erik seguía mirándome de arriba abajo, y eso me intranquilizaba.
Estaba a apenas unos centímetros de mí, y yo me sentía cohibida. Era una cabeza más alto que yo, y en sus gruesos labios seguía dibujada esa sonrisa tan curiosa.

—Yo tampoco quiero problemas. Pero no sólo depende de mí.

Miré hacia John, que ya se encontraba en la puerta del instituto y ni siquiera se había dado cuenta de que yo no iba tras él.
Yo también debería irme a clase, incluso Erik debía ir también, pero no creía que fuera a hacerlo.

—Tengo que irme… —anuncié—. Por favor… no le hagas nada.

Estaba asustada. No sabía por qué, pero estaba segura de que ese chico podía ser muy peligroso si se lo proponía.

Él desvió la mirada, intranquilo. Y yo me giré, para irme.

—¿Cómo te llamas? —preguntó de pronto.

Yo me giré y mis ojos marrones volvieron a mirar los suyos, profundamente verdes.

—Gina… o Gin, como quieras.

Erik asintió con la cabeza. Me pareció estúpido preguntarle su nombre, puesto que ya lo sabía y él no hizo ningún amago de decírmelo.
Tras unos segundos más, volví a girarme y caminé rápido hacia la puerta del instituto.

Me sentía extraña.

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