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Capítulo 79 (Descuido)

Desde hace varios días la calma parecía que había llegado a reinar en ese lugar donde todos fueron víctimas de aquella mujer con obsesión de querer controlar a Dégel.
Seraphina aceptó la invitación de Deuteros para salir y conocerse mejor, después de todo ambos compartían las mismas penas, sin pensarlo se complementaban demasiado bien.

Milo se negaba rotundamente a dejar regresar a Charlotte cuando ella le mencionó que necesitaba regresar a su país natal sin embargo Milo intentaba distraerla cada vez que necesitaba salir al aeropuerto para adquirir un boleto que la lleve de vuelta.

- ¿Y si voy contigo? - Cuestionó Milo colocándose frente a ella deteniendo su andar por los largos pasillos del aeropuerto.

Charlotte se llevó una mano a su boca de manera divertida por qué las actitudes de Milo parecían ser como de un niño pequeño que necesitaba atención y es lo que comenzaba adorar de él.

- Pero... No sé cómo lo tomen mis papás.

- Sirve que les platico toda nuestra travesía por Francia y como te conocí - Estás últimas palabras fueron acompañadas por un guiño.

- ¿Siempre has sido tan adorable?

Milo detuvo su andar tomando a la joven de los hombros, la paciencia no era algo propio de él pero por la joven haría hasta lo imposible con tal de lograr estar en su vida.

- Soy como toda persona, con defectos y virtudes... Aunque con más defectos que nada pero en todo este tiempo me ha servido para liberar contigo todo aquello que me aqueja. Siento una enorme tranquilidad sentirme escuchado... Por ti claro está.

- Está bien, vamos a comprar los boletos para que puedas visitar mi tierra natal Milo. Solo espero que a la mera hora desistas.

Sin perder mas el tiempo, Milo tomó la mano de la joven para llevarla corriendo por todo el aeropuerto como si de dos niños pequeños se tratara, desde aquel viaje a Francia Milo había encontrado a su complemento perfecto.


En las oficinas de Manigoldo, Dohko se encontraba terminando de documentar cada pista que el dueño de aquel lugar tenía sobre Fraille.
Desde hace varios días no tuvieron noticias de ella, ni mucho menos amenazas cerca de la casa de Dégel.

- Dentro de una semana darán de alta a Kardia ¿Aún lo necesitas para que declare algo? Te pregunto por qué seré yo quien lo vaya a recoger, de lo contrario puedo traerlo aquí a la oficina para que puedas hablar con él.

Cuestionó Manigoldo mirando la fotografía que tenía en su escritorio, aquella imagen no podía faltar dónde salía su bella rosa como Mani le decía a pareja y Kardia interviniendo en la fotografía de forma graciosa.

- Es que hay ciertos puntos que no me dejan pensar con claridad - Respondió Dohko dejando los papeles sobre el escritorio - Estoy estresado.

Manigoldo se llevó una mano a su menton - Buen punto hombre chinito... ¿No te gustaría irte con una de las chicas de la casa? Cortesía mía si quieres aliviar tu estrés.

- Quien dice que soy ese tipo de personas Manigoldo - Se quejó Dohko - Aunque la idea no suena nada mal.

- Ten vete a descansar un rato - Le respondió entregándole unas llaves - Es la habitación que está sobre este pasillo hasta el fondo, puerta color rojo... Te gustará lo que te espera ahí.

- A veces siento  que solo me chantajeas para no clausurar tu negocio de sexo desenfrenado con la venta de alcohol desmedida de este sitio.

- ¡Oye tranquilo viejo! - Manigoldo movió sus manos frente a la mirada de Dohko - Aquí las chicas son libres, trabajan aquí por qué les gusta coger, además también se presta para que las personas puedan venir a tener sus sesiones de sexo sin que nadie los juzgue por llevar relaciones homosexuales, poliamorosas... Orgías...

- Ya, ya - Interrumpió Dohko saliendo de la oficina de Manigoldo - Aquí hacen lo que sus más bajos instintos desean.

- ¡Espera! - Exclamó Manigoldo colocando sus manos sobre el escritorio, justamente a tiempo detuvo el andar de Dohko.

- ¿Ahora que?

- No quiero problemas ni contagios, aquí hay reglas y protocolos que seguir - Manigoldo abrió uno de los cajones de su escritorio y le lanzó a Dohko un paquete de preservativos al joven detective.

- Ja - Dohko sonrió ladino al ver la acción de Manigoldo, de manera tranquila sacó de su cartera una pequeña tira de preservativos - Yo siempre estoy preparado.

Manigoldo negó con la cabeza de manera divertida dejando que el joven detective se fuera, mientras se dejaba caer de nuevo en la silla de su escritorio.
Tomó un puro que guardaba en otro cajón, aunque muy dentro de sus pensamientos algo le decía que esa calma no es normal.

- Debe estar tramando algo esa mujer... Dudo que de la nada desaparezca como si la tierra se la tragara.

Los dolores de cabeza en Dégel cada vez disminuían, aunque intentaba colocar en orden sus pensamientos no lograba descifrar mucho sobre la relación que tenía con Camus y esto le causaba nostalgia a ver que aquel joven de cabellos rojizos intentaba hacer hasta lo imposible por hacerlo recordar.

- Dégel, mañana tengo consulta pero tampoco quiero dejarte solo.

Habló Camus entrando a su habitación, aunque la mirada perdida de Dégel observando a través de la ventana lo hizo pensar que no lo escuchó del todo.

- Camus...

- Dime que pasa.

El joven profesor hizo una pausa antes de seguir hablando, aún no lograba poner en orden sus ideas, solo esperaba que esto no fuera una mala broma y que los demás solo lo hayan traído a base de engaños.

- ¿Por qué no puedo ir a mi casa? Tengo muchas dudas y a veces creo que solo me están engañando desde que me trajeron.

- Las cosas no son así Dégel... - Respondió Camus con molestia - Tu vida está aquí en Grecia, corres peligro afuera. Yo me canso cada vez más de intentar ayudarte a recordar pero siento que no estoy haciendo lo suficiente para lograrlo.

Con pasos firmes Dégel se alejó de la ventana para acercarse a Camus, no quería que por su causa el semblante en ese rostro del pelirrojo se apagará a causa suya.

- Siento causarte todo esto pero me siento confundido... No puedo recordar nada por qué los únicos recuerdos que tengo son cuando desperté en un hospital y de ahí me envían a una cabaña solitaria. No recuerdo a nadie, no logro comprender como terminamos juntos y sobre todo ¿Por qué me quieren hacer daño?

La desesperación hacia que Dégel se vuelva un poco más alterado, el problema no era Camus; su propia mente le hacía pasar malos pensamientos respecto a la verdadera razón.

- ¡Entonces dime qué solo es una mentira cuando te acercas a mi me dices que mi aroma hace que recuerdes! - Respondió Camus exaltado.

- Tu presencia y tu aroma hace que me pierda como si fueras una especie de droga que me paraliza desde los pies hasta la cabeza... El problema no eres tú Camus - Le contestó Dégel tomando sus manos con suavidad - El problema aquí soy yo por qué siento que haces mucho por mi y yo aún así no logro recordar muchos sucesos en mi vida, a veces creo que solo son mentiras, otras... No lo sé - Contestó desanimado - Quizá para no causar molestias yo...

- No eres molestia para nadie Dégel - Camus lo envolvió en un cálido abrazo - Si varios hicieron el sacrificio aunque sus vidas dependieran de una mujer desquiciada, creeme que no hubieran ido por ti... Eres una gran persona que vale mucho.

- Tu vales más que eso Camus.

El momento se vio interrumpido cuando el molesto timbre llamaba desde la puerta principal.

- Yo voy - Propuso Dégel esperando ser de ayuda.

- No, mejor quédate aquí. Iré yo, no hay nada que temer, tenemos policías afuera en la calle cuidando.

Camus se libero de aquel abrazo dejando a Dégel mientras bajaba por las escaleras para atender ese llamado. Sus padres habían salido a  comprar su despensa, claro que para Camus fue sencillo pensar que sus padres necesitaban ayuda.

- ¿Quien es? - Preguntó el pelirrojo antes de abrir la puerta.

- Buenas tardes, venimos a dejar un paquete.

La voz pertenecía a una mujer, solamente abriría la puerta para saber quién pediría un servicio de entrega, al menos no había pedido algo pero no sabía si era algún pedido de sus padres.

Unos escasos segundos solo para mirar a una mujer vestida con ropas de servicio de entrega... Su vista se nubló en un instante sin oportunidad de gritar, solo sentía una enorme pesadez en su cuerpo.

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